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Sonya y su experiencia “Sobrenatural”

Sonya y su experiencia “Sobrenatural”

Me llamo Sonya, tengo 37 años, soy viuda desde hace trece años, mi esposo murió en la autopista cuando un camión con su chofer en estado de ebriedad lo colisionó por detrás y paso por sobre el carro, Alfredo no tuvo ninguna posibilidad, lo sacaron cadáver desde el amasijo de latas en que quedó su auto, como estaba asegurado, nos dejó a mí y a mi hijo una buena pensión, más un seguro para la educación del niño, mi hijo tenía tres añitos cuando su padre se fue.

Quedé completamente destrozada, pero con una buena situación que me permitió continuar y finalmente graduarme en derecho, me hice experta en seguros, mi niño, Alfredo Jr. porque tiene el mismo nombre de su papá, completaba seis años cuando me titulé y crecía cada vez más y con los rasgos de su padre, tez blanca, cabellos negros, ojos verdes que brillan con luz propia, como si fuera un felino y en cierto modo lo es porque es muy ágil y agraciado en sus movimientos.

A los diez años podía decir que era un clon de mi difunto marido, sus gestos, su sonrisa tierna, su modo de hablar y hasta el tono de su voz se asemeja a la voz de su padre, a esa edad yo todavía lo bañaba y me daba cuenta de que también en la parte varonil era un privilegiado como su papá, su verga flácida debe haber medido por lo menos unos quince centímetros y se notaba bastante gruesecita.

A los once años y meses lo deje de bañar porque tenía erecciones y eso me perturbaba a mí y no quería que él lo notara, después de mi marido no rehíce mi vida y me dedique a criar a mi niño, mi vida sexual se enfrió totalmente y no sentía ninguna necesidad de relacionarme sentimentalmente con nadie, debo decir que las raras veces que me sentí ganosa, una buena masturbación me dejaba felizmente satisfecha y apagada, pero mi libido estaba adormecida solamente, porque los años que viví con mi marido, por lo menos cuatro o cinco veces por semana nos solazábamos sin reservas ni limites en lo erótico sexual, éramos muy compatibles en la cama.

Mi hijo, ahora un adolescente de quince años había iniciado las masturbaciones y el pensamiento de verlo mientras se masturbaba era como una obsesión, nunca lo había visto en el acto en sí, pero había encontrado rastros de su semen en las sabanas y su ropa interior, estaba sintiendo una perversa atracción hacía mi hijo y no me importaba nada, creo que el asombroso parecido con mi fallecido marido, era el motivo de esta atracción enfermiza.

Creo que de siempre me sentí atraída por él, pero no lo quería admitir, repentinamente mi libido se había despertado, en las noches pensaba a él que dormía en el cuarto al final del pasillo, pensaba a su pene y se mojaban mis bragas, una locura, ni siquiera con mi marido me sucedían estas cosas, la mujer que hay en mi me urgía a seducir a mi hijo, pero al momento ganaba el instinto de madre y me negaba a cosas más audaces, lo que no podía resistir era mis irrefrenables ganas de follar y me masturbaba casi cada noche recordando a mi fallecido esposo, hasta el día de hoy después de tantos años siento de amarlo y nuestro hijo es su retrato, en todo se le parece a él, empiezo a tocarme con la figura de mi marido en mi cabeza, luego cuando llego al orgasmo me doy cuenta que es el rostro de mi hijo el que llena mis sentimientos, estoy enamorada de mi niño.

La única persona a la que había amado de verdad, la que se llevó mi virginidad, la que me hizo enamorar desde mi adolescencia, fue mi marido, él me trataba como una princesa, siempre tenía atenciones hacia mí, sabía mis flores preferidas, mi perfume preferido, lo que me gustaba leer, después que empezamos a tener sexo, el me enseño todo, me transportaba a un ambiente especial en donde mi fin único era darle placer y recibir todo el placer que él me brindaba, al momento de recibir su pene por primera vez, me preparó con esmero y paciencia, me penetró con dulzura, sentí como su miembro rompía mi himen sin traumas, lo sentía dentro de mí, lo quería dentro de mí, lo deseaba dentro de mí, hice con él cosas que jamás pensé fuesen posibles, aun cuando él me penetro por detrás y desvirgó mi estrecho ano, no sentí remordimientos ni culpas por estar haciendo algo contra natura, él sabía cómo hacer de mí su puta, su ramera personal, le chupaba su verga con verdadero placer, recibía sus eyaculaciones en mi boca, mi rostro, mis tetas, mi vientre, hasta un día me hizo masturbarlo con mis pies y lo disfruté como si me hubiese penetrado mi chocho, todo con él era maravillosamente erótico y ni siquiera pasaba por mi cabeza rehusar nada de sus juegos que eran nuestros juegos, fui extremadamente feliz con él y ahora soy solo una mujer sola pensando en follar con mi retoño.

Son meses que ronda en mi cabeza esta posibilidad de seducir a mi pequeño, me mojo como una quinceañera cada vez que estos pensamientos perturban mi mente, en principio me recriminaba al pensar en eso, pero recordando a mi marido con él cuál todo estaba permitido, me he estado convenciendo que quizás no sea del todo errado, soy una mujer y él es casi un hombre, es todavía adolescente, no sé si mi morbo se hace más fuerte al pensarlo, así tan jovencito, pero es el clon de mi esposo y ya no hay nada que me pueda retener, tengo que hacer algo para que él se obsesione conmigo así como yo estoy obsesionada con él.

Ya sé que él se masturba y es lo normal en chicos de su edad, así que empecé a “descuidar” algunas cosas, me compre unas tangas de adolescente y después de usarlas las dejaba sobre toda la ropa sucia o las dejaba colgando en nuestro baño, también deje en muestra mis sujetadores, mi seno es 36C, así que mis sostenes son difíciles de no notar, al cabo de un par de semanas noté que miraba mis piernas y ocasionalmente lo pille mirándome mis tetas, casi tenía que correr al baño a masturbarme, sus ojos que se posaban en mi me quemaban y hacían arder la hoguera entre mis muslos.

En la mañana me preparaba con mi ropa interior lo más seductora posible, un completo azul con bordados negros, con liguero negro, medias finas negras y tacones, al mirarme al espejo, veía mi figura y me gustaba la imagen de mujer sensual que me devolvía mi espejo, me rasuré mi chocho hasta dejarlo liso y suave como una muchachita de su edad, así como un día hice todo para complacer a mi marido, ahora estaba dispuesta a hacer de todo para complacer a mi bebe.

Estoy desnuda en mi cama y siento que en la obscuridad de mi dormitorio alguien se acerca y se mete entre mis sabanas, mi vagina esta encharcada, estoy sin bragas y mi amante me abre las piernas con sus rodillas y apoya una verga que con mucho esfuerzo logra introducir en mi apretado coño, me corro ahí mismo arañando su espalda poderosa, siento sus musculosos pectorales sobre mis tetas y mis pezones endurecidos se refriegan contra su piel con olor a macho, lo abrazo y toco sus cabellos, siento sus labios que rozan mis mejillas y cubren mi boca que grita de placer, mi lengua juega con su lengua, es una danza erótica, intercambiamos nuestras salivas, luego me muerde el labio haciéndome chillar de pasión – ¡más fuerte! – le suplico colgándome de sus fuertes hombros y abriéndome para él, para su verga que escarba en lo más profundo de mi panochita que se acerca a convulsionar en otro orgasmo.

Su enorme y duro miembro viril acelera sus estoques y me enrollo a él convulsionando en un orgasmo salvaje que me hace tremar, me estremezco y estoy a merced de sus embates, mi cuerpo es como de muñeca a la voluntad de sus potentes embestidas, mi cabeza da vuelta de lado a lado, estoy perdida en un mar de sensaciones, ola tras olas ese mar agitado me transporta en un torbellino de sensaciones, tomo mi almohada y la coloco sobre mi rostro apagando esos gritos, he perdido el ritmo de mi respiración, pero ya no siento el peso de mi amante, se ha ido, abro mis ojos y me doy cuenta que todo ha sido un sueño, me quedo quieta y acaricio mis tetas sudadas, me parecía tan real, mi corazón late con fuerza como para recuperarse de esa follada que no fue, pero que sentí tan real.

Eran dos o tres veces a la semana que estos sueños me consumían, con fantasías que me tenían todo el día encendida y frotando mis muslos calientes, había optado por usar apósitos para contener el jugo de chocho que escurría desde mí sexo ardoroso y humedecían mis bragas, realmente la situación se estaba tornado desesperante, había pensado hasta en dejarme follar por otro hombre, pero jamás le había sido infiel a mi marido y me parecía una traición a él y a mi hijo si me dejara tocar por otro hombre, no lo podría hacer.

Pasaron las semanas y me di cuenta que mis bragas eran cambiadas de lugar o examinadas, no había nadie más en casa solo él y yo, así que solo mi hijo podía ser quien se interesaba a mis indumentos íntimos, él había cumplido los dieciséis la semana recién pasada y yo le había regalado un reloj con internet y le había renovado su celular, cuando se acercó a besarme para agradecerme por los regalos, hubiese querido que me tomase en sus brazos y me llevara a su cama, mis bragas de mojaron, su abrazo hizo que mis tetas sintieran su poderoso pecho masculino, lo que empeoró la situación, mis pezones parecía que explotarían de un momento a otro, como pude, oculte mis labios semi abiertos en éxtasis en su cuello, su olor a macho era embriagador.

Me lleve su olor hasta la noche cuando regresamos a casa, ya que el festejo había consistido en ir a comer a uno de sus lugares favoritos, ya habíamos estado allí otras veces y me sorprendió que el eligiera ese local en particular, ya que a mí me gustaba mucho y cuando el me propuso el lugar yo acepté dichosa, además, él se comportó con mucha elegancia y una caballerosidad que me hizo pensar que fuese yo la homenajeada, le permití de beber una copa de vino, porque él educadamente me lo solicitó antes de versar vino en su vaso, me sentí divinamente con él y su compañía me hizo subyugar aún más, se mostraba su madurez, estaba en la transición de niño a hombre y yo lo quería mi hombre, mi hijo me fascinaba cada vez más.

De retorno al hogar el me dio un beso y saludo de buenas noches para después desaparecer en su cuarto, yo me giré en torno y me sentí sola, como hubiese querido seguirlo dentro de su habitación, me fui a mi pieza sintiendo su beso que quemaba mi mejilla y sus brazos que me contuvieron por un instante, el vino me traía un poco más encendida que de costumbre, así que sin desvestirme me subí mi vestido hasta la cintura y comencé a jugar con mi concha empapada.

Gracias al cansancio no concreté nada, me quedé así adormecida sobre mi cama y vestida con mi vestido arremangado a mitad, el sueño me venció y entre las penumbras de mis fantasías creí sentir otra vez a mi amante que a obscuras me abría las piernas y luego sus labios se posaron en mis tumefactos labios vaginales, creí haber emitido un grito, pero nada escapó de mi boca, aferré la almohada y la sostuve cerca para aplacar los chillidos de lujuria que me provocaba esa lengua que se introducía una y otra vez en el arroyo tibio de mis fluidos, como un sediento él bebía toda mí esencia, todo mi sabor, me hizo estremecer dos veces y tirar de sus cabellos mientras se devoraba mi clítoris.

Las sensaciones que mi amante me provocaba me hacían desesperar, necesitaba que me penetrara – amorcito hazme tuya … tuya de verdad … hazme sentir esa verga grande y dura – lo tome de los cabellos para hacerlo subir a mi sexo, él se detuvo un momento a besar mis tetas y pezones, luego su respiración en mi oído y sus labios en mi lóbulo, presagiaban lo inevitable, mis piernas estaban abiertas para él y las había levantado para aceptar la entrada de su miembro glorioso, me muerdo los labios para no gritar, siento su polla en mis labios y la cabezota de su miembro que no logra penetrarme a la primera, empuja y gime, su perfume masculino y sus quejidos me erizan la piel, no resisto y coloco mis manos en sus nalgas y lo tiro dentro de mí, me inclino a morder su hombro sintiendo su carne que perfora mi estrecha carne.

Mi cuerpo se arquea mientras el besa mi cuello, el empuja hasta el fondo y luego se reposa un tiempo infinito, mis profundidades se acomodan a las dimensiones excepcionales de su pija, él mete sus brazos por debajo de los míos y atrapa mis hombros, luego comienza a cogerme con movimientos suaves que de a poco va dosificando y aumentado en velocidad, yo lo amarró con mis piernas, esta vez no desaparecerás, lo tengo aprisionado y me corro como una puta en celo, me derrito, babeo en su hombro, creo que hasta un poco de orina salió de mi chocho, me está matando de placer y no quiero que se detenga, quiero que acabe dentro de mí que no se escape como siempre hace, quiero que este sueño sea más largo, me rehúso a despertar, lo jalo dentro de mí, ahora soy yo la salvaje, lo atrapo con mis brazos y le succiono su pene con mi vagina, estoy casi colgando de él abrazada con piernas y brazos a su cuerpo, me vuelvo a estremecer en otro orgasmo y siento al fin que se derrama en mi interior, mis sensible pliegues sienten que están siendo regados por una tibia leche, mi concha sedienta succiona ese néctar maravilloso, ahora lo dejaré ir, pienso en las tinieblas de mi goce, pero él no desaparece, es más me está metiendo sus dedos en mi chuchita.

Pero … − ¿Alfredo eres tú? – pregunto acariciando su brazo que mantiene moviendo sus dedos dentro de mi chocho, no lo quiero detener, me ha follado tan rico que quiero más, mi sueño se ha hecho realidad y no lo dejaré ir – sí mamá … soy yo … no he podido resistir tu hermosura – me hablaba en un susurro, cerquita de mi oído con un tono de voz similar al de su padre – ¡ooohhh! hijo … como has crecido … me has hecho sentir maripositas en mi estómago y he visto estrellitas con esa bellísima pija tuya dentro de mí – le dije posando mi mano sobre la suya y empujando sus dedos a mi interior.

Alfredo se inclinó y me mordió un pezón y luego el otro, yo lo dejaba hacer porque estaba preparada para que me follara otra vez, quería sentir su enorme verga en mí, ahora Alfredo me daba delicados besos en mis labios mordiéndome de tanto en tanto, haciéndome enardecer, quiero que me lo meta ya, lo beso con ansiedad y muerdo sus labios aferrando su pene que se refriega en mi muslo, acaricio su joven y atlético cuerpo, él desliza sus manos por mi desnudez, soy para él, estoy entregada a él en cuerpo y alma, igual como pertenecía a mi marido ahora pertenezco a él, mi hijo adorado que ahora revuelve su lengua en mi boca como si besara a una compañera de colegio, me siento así de joven respondiendo a todas sus caricias.

− ¿Quieres que te folle, mamá? mi hijo me susurra al oído con una voz ronca, como la de su padre, que le encantaba cuando yo hacía de puta para él – sí hijo … méteme tu pija dura … hazme tuya … hazme lo que tú quieras, mi vida – le dije mientras sentía la punta de su pene entre mis muslos a centímetros de mi panocha, mi bebe levanto su cara y me miro a los ojos – te amo, mamá – me dijo con sus dulces ojos reafirmando sus palabras, sentí maripositas en mi guatita otra vez −también yo, hijo – no alcancé a decir nada más porque su pija se enterró en mí apretada concha, sacando chispas y un grito de alivio al sentirlo una vez más dentro de mí, él me hizo enmudecer con un beso, su polla me hacía temblar, con un grito ahogado le dije – fóllame fuerte … fóllame hasta que me corra – y volví a sus labios que me hacían enloquecer.

¡Dios mío! mi hijo me follaba como solía hacer su padre, con golpes secos y profundos, sentía como que mis carnes se desgarraban, pero de placer, después de varios minutos de este tratamiento bestial, siento las cosquillitas en mi bajo vientre y esos escalofríos en mis muslos, lo aferro y lo obligo a dármelo con más fuerza, no resisto ni un minuto más, le doy mis labios para que acalle mis gritos de depravada lujuria, una vez más me corro demencialmente, siento como si mi marido hubiese vuelto en él, nuestro hijo, abro mis piernas para él, siento que se tensa, siento la vibración de su pene dentro de mí – acaba hijo … dame tu lechita caliente … dámela bebé – escucho sus gruñidos y los chorritos de esperma que mi retoño me da con tantos embates violentísimos que me hacen estremecer, le sonrío agradecida, él se deja caer agotado sobre mis pechos y jadea cerca de mi oído.

Estaba casi sin palabras, solo jadeaba y tocaba el cuerpo de mi niño, él comenzó a jugar con mis tetas sólidas y mis duros pezones, me hacía gemir, sus manos eran grandes y podía acariciarme tan bien como lo hacía su padre, nos estábamos comiendo a besos, su boca cubría mi boca y me hacía jadear, mordí delicadamente su lengua y luego sus labios, él hizo lo mismo, nuestro juego erótico se iba ampliando, cuando sus dedos atraparon mi clítoris no pude evitar de morderlo una vez más y él me dio una nalgada que me puso más caliente sintiendo su dominio sobre mí.

No había más nada que me pudiese contener, mi hijo me estaba convirtiendo en su amante y yo me sentía dichosa de que así fuera, no sé en qué momento él se giró y me tomó como en una llave de luchador, soy fanática de las peleas UFC, así que me parecía estar en una de esas posiciones, con el pene de mi hijo a centímetros de mi boca, él había abierto y bloqueado mis piernas en modo de mantener abierto mi chocho, no pude evitar de gritar cuando me abrió la concha y se sumergió dentro a chuparme toda mi carnecita rosada, como si me quisiera dar vuelta mi almejita hacía afuera, me succionaba y daba golpes con su lengua a mi clítoris, para evitar mis gritos, me metí su pene en mi boca y comencé a jugar con mi lengua sobre su glande, mi atrevido bebe ahora había forzado mis nalgas y me besaba el culo, será que eso se transmite con la genética paterna, pensé, como iba él a saber que su padre me volvía loca besándome el ano exactamente como él lo estaba haciendo ahora, sentí como un escalofrío a pensar que mi retoño hubiese sido poseído por el espíritu de mi difunto marido, me estaba haciendo el amor como solíamos hacerlo en nuestros tiempos de juventud, no sentía temor porque mi marido me adoraba y ahora si mi hijo tomaba su puesto, estaba feliz y dispuesta a tenerlo entre mis piernas por el resto de mi vida.

Con suavidad le estaba mamando su polla sólida y sabrosa, acaricie sus huevos sintiendo su incipiente vellosidad, mi boca jugosa hacía entrar y salir su robusta verga, con amor y pasión mi lengua se deslizaba por toda su longitud, luego lo volví a engullir, su polla llenaba toda mi boca que con sensualidad y erotismo jugaba a complacer ese miembro viril que tanto placer me daba, en tanto mi niño insertaba sus deditos en mi culo y continuaba a comerse mi chocho, comencé a succionarlo con más rapidez, mi boca sedienta quería saborear su zumo masculino, mi hijo me acomodó en la cama y nos quedamos en un clásico sesenta y nueve, él estaba concentrado sobre mi clítoris lo que me hacía estremecer, pero yo necesitaba que el me diera su lechita tibia, aferré sus glúteos y lo tragué hasta sentir arcadas, pero no me quedé en eso, controlé mi respiración y follé mi boca con su pene, sentí cuando sus muslos se endurecieron, sentí sus gruñidos, sentí que su pene palpitaba y llegaron sus chorros potentes bañando mis papilas gustativas, lo saqué de mi boca y su leche cubrió mis parpados, mis cabellos, me refregué su pene en mi rostro, hasta que él dejo de estremecerse y rociarme con su semen templado.

Mi niño tiritaba sintiendo cómo succionaba su miembro que decrecía, él tenía sus labios cerrados sobre mi túmulo pélvico y succionaba mi clítoris, mis piernas estaban abiertas y rígidas, yo empujaba mi pelvis hacía arriba sintiendo sus abrasadoras caricias, con escalofríos espasmódicos mi orgasmo me hizo corcovear sobre mi cama con mi hijo pegado como una lapa a mi concha, jamás me había corrido así de fuerte, reía y sollozaba, chillaba y mi cuerpo intentaba escapar de ese amarre en que mi hijo me mantenía aprisionada, pero lo que me hizo después fue alucinante, tomó mis piernas y levantó mi culo algunos centímetros, sus mano abrieron mis nalgas y se dedicó a follar mi ano con su lengua, ¡¡¡tiene solo dieciséis años!!!, como puede saber tantas cosas, como puede saber las cosas que me hacía mi marido, mi cabeza estaba enloquecida, pero todo el comportamiento de mi retoño me tenía un tanto preocupada, comencé a imaginar cosas sobre naturales, que tal si el espíritu de mi difunto esposo en algún modo estuviese presente en el cuerpo de mi pequeño, mi calentura era superior a mis inquietudes sobre lo paranormal de la situación.

Estaba apretando mis nalgas, haciendo contraer a mi esfínter que venía estimulado por la lengua de mi hijo, el último hombre a provocarme placer a través de mi culo fue mi extinto consorte, me parecía a cada momento de estar al lecho con él, mi cuerpo reaccionaba a esta experiencia extraordinariamente sensual y gratificadora, volver a sentir toda la fogosidad que mi marido me hacía sentir, ya no lo consideraba tan descabellado ni menos atemorizante, amé tanto a mi esposo que si él había regresado en algún modo en el cuerpo de mi hijo me hacía regocijar y era algo que había añorado por muchos años y que traté de remembrar en tantas sesiones de masturbación, nunca lo logré, pero todas las caricias, mimos y excitación que él me provocaba, ahora las estaba sintiendo con mi hijo que me toqueteaba, me besaba, me lamia, me estimulaba en modo demencial.

Quizás sí sea el espíritu de mi marido, no lo sé, pero mi niño me estaba haciendo girar sobre la cama, sentía sus manos por todo mi cuerpo, un momento pellizcaba mis pezones, luego masajeaba mis glúteos, después me hacía abrir mis muslos, enseguida lo sentía que se detenía a mirarme y mi chocho no dejaba de producir fluidos que parecían hervir con la continua estimulación que mi retoño me provocaba, la voluptuosidad y la fogosidad de las caricias de mi hijo me tenían al borde de otro orgasmo, mis tetas sudaban, mi vientre sudaba, mis muslos sudaban, tenía todo mi cuerpo caliente, así que cuando él me acomodó y empujo su pija gorda y candente dentro mi chocho, encorvé mi espalda y me corrí una vez más, mi crío se detuvo un instante a besarme y controlar mi cuerpo que se retorcía y contorsionaba bajo su peso, sus labios acallaban mis chillidos, lo hacía levantar con la fuerza de mi pelvis y lo abrazaba apretando su cuerpo al mío como si fuésemos una sola entidad.

La cabeza me parecía como si fuese a explotar de un momento a otro, mi criatura me había aprisionada una vez más, su penetración era profunda, con sus fuertes manos me hizo alzar una pierna y tenía mi sexo totalmente abierto para él, mi piel trasudaba pasión y mi concha se sentía plena, todo mi ser rebosaba amor y mi comportamiento salaz, solo me hacía querer más y más de esta demencial follada que mi bebé me estaba procurando, habíamos consumado el incesto entre él y yo, sentía en algún modo el beneplácito de mi marido que desde el más allá, seguramente nos estaba enviando su bendición, no podía ser de otra manera si toda la experiencia de él había sido heredada por nuestro hijo.

El hecho que mi crío haya salido de mi vagina ya no me preocupaba para nada, después de toda la joda y todos los orgasmos y todas las caricias, me parecía haber recuperado a mi señor marido y no haber perdido a mi hijo, este niño adolescente, con su verga magnifica, mucho más esplendorosa que la de su padre, me tenía empalada en su polla y me hacía gozar como en tiempos pretéritos, estaba loca de goce por él y estaba también segura que esto en vez de arruinar nuestra relación, la iba a enriquecer en muchos sentidos, además, que mi hijo ha sido bien educado, criterioso y consciente, él apreciará nuestra relación en la justa medida, yo siempre seré su madre y él siempre será mi hijo, pero carnalmente nos procuraremos tanto placer y amor cómo sea posible, el mundo es de los audaces y yo me sentía dispuesta a emprender esta intrépida nueva vida.

Que yo y mi hijo nos encontráramos satisfaciendo nuestros atávicos bajos instintos, no significaba que hubiésemos dejado de ser seres humanos, en todo caso nuestros lazos se veían reforzados de esta unión carnal exquisita, tanto yo como él lo disfrutábamos a concho, en estos momentos el perforando mis exquisiteces femeniles y yo gozando en su enhiesto miembro varonil, acababa de dejar atrás el incubo de la abstinencia y ahora abrazaba la pecaminosa y paradisiaca senda que me llevaba a la ardorosa verga de mi hijo, sin remordimiento alguno.

Mi hijo había retomado la posición del misionero y yo lo había aprisionado entre mis piernas, lo sentía jadear en mi oído y recibía sus besos en mi cuello y lóbulo, lo estaba abrazando fuertemente, quería su vigorosa descarga de esperma así en lo profundo de mi concha, meneaba mis pelvis y lo apretaba contra mis senos que soportaban el poderío de sus pectorales, mis pezones llegaban a dolerme al ser aplanados por su pecho, me follaba con todas sus energías y sus gruñidos y empujes violentos me hacían presagiar que la compuerta de sus cojones se abriría de un momento a otro, lo sentí tensarse y el primer intenso chorro de su lechita toco el fondo de mi panochita, un escalofrió potente recorrió mi cuerpo y me corrí una vez más con el semen caliente de mi bebé en mi conchita.

Descansamos por un largo rato, creo haberme adormecida por algunos minutos, desperté y me miré alrededor, mi bebé ya no estaba junto a mí, me asusté pensando en la eventualidad que todo haya sido un sueño, con mis dedos me toque mi resentido chochito, aún estaba llenito de semen, una reconfortante sonrisa se dibujo en mis labios, justo en ese momento mi hijo entraba en mi dormitorio, vestía un albornoz idéntico al de su padre, si hasta me parecía él mi marido, traía una bandeja con dos tazas de chocolate y unos bizcochos árabes que mi marido solía comprarme, me llevé una mano a la boca y no pude contenerme, me eché a llorar sin tener explicación a todas las coincidencias que mi hijo me estaba haciendo vivir.

Él es un retrato fiel de mi marido a una temprana edad, me hizo el amor como solía hacerlo mi fallecido esposo, me acarició como lo hacía mi consorte, ahora se presentaba con chocolate caliente junto a dulces árabes que son mis favoritos y que no comí nunca más después de que mi conyugue falleció, era una cosa para normal y estaba tan intrigada que no pude evitar de preguntarle ‒ Alfredo … ¿eres tú? … ‒ me miró con sus juveniles y tiernos ojos verdes ‒ mamá … ¿qué te sucede? … soy yo … tu hijo ‒ lo miré nuevamente y lo toqué ‒ ¡oh! hijo … creerás que estoy loca … pero por un momento pensé de estar con tú padre … te pareces tanto a él … y has hecho increíblemente cosas que él me hacía cuando estábamos juntos … cosas que solo yo y él podíamos saber … ¿cómo es que tú has podido aprender todas esas cosas? … ‒ miré a mi hijo que me tendía un tazón de chocolate caliente y me ofrecía unos dulcecillos para degustar juntos, él me miró con una picara sonrisa en sus labios ‒ ¡dios mío! pero … sí esa es la sonrisa de su padre ‒ pensé estupefacta, luego tranquilamente habló ‒ serénate, mamá … todo tiene una explicación bien simple … te recuerdas que hace algunos meses atrás necesitaba material para concluir un trabajo que me asignó la universidad, ¿te recuerdas de aquello? ‒ se me quedo mirando esperando una respuesta, yo un poco atosigada con el dulce y embobada por la extraña situación, solo pude mover mi cabeza asintiendo afirmativamente, entonces él continuó ‒ pues tú me dijiste que en la bodega había diarios y revistas de una decena de años atrás y que podrían servirme para mi tarea … pues bajé a la bodega y efectivamente había mucho material que me sirvió e hice un estupendo trabajo … en medio a todas esas revistas y diarios, había un cuaderno manuscrito con tu nombre … era la letra de papá … en ese cuaderno él relataba su amor por ti y las cosas que habéis hecho tú y él durante vuestro matrimonio … te confieso que me masturbé una innumerable cantidad de veces pensando a ti y a él haciendo el amor … su cuaderno me hizo enamorar de ti, mamá … hasta esta noche que con las copas que bebimos, tuve suficiente coraje para venir a tu cama y bueno ya tu sabes el resto … es tan rico como lo hacías tú y papá que traté de tomarte como te tomaba él, mamá … te amo ‒ no pude continuar a comer más nada, lloré en sus brazos por un tiempo infinito, él mi hijo me consoló, me tuvo entre sus brazos y sollocé hasta descargar toda esa ansiedad que había en mí, como si me hubiese liberado y por fin cumplido el luto de mi esposo, comenzaba una vida nueva junto a mi hijo amante …

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