Para cambiar sus rutinas, madre e hija disfrutaban de emociones distintas y decidieron compartir con su profesor de música, el placer de disfrutar del Año Lunar Céltico.
Hasta que un día llego el momento perfecto, mi tía siempre ha tenido confianza conmigo y no era extraño que mientras yo me duchase ella entrase así como así al baño a coger cualquier cosa y eso me ponía cachondo, me excitaba que me viese desnudo e incluso más de una vez empalmado porque me estaba ojeando pensando en ella, pero ella se lo callaba.
Mi habitación resultaba estar muy cerca de la que ocupaban mi padre y Verónica, demasiado cerca, diría yo. En más de una oportunidad pude escuchar discusiones y reclamos, pero otras veces llegué a escuchar los más excitantes sonidos, gemidos y gritos de placer provenientes de ambos. Muchas pajas me eché escuchándolos así y muchas otras imaginando el cuerpo desnudo de mi madrastra que a partir de dicho maravilloso descubrimiento me empezó a interesar sobremanera.
Regresó de su viaje antes de tiempo, encontrándose con su cuñada y una amiga en su apartamento, las cuales hicieron que aquella fuera la experiencia mas excitante de sus vidas.
Después de esto separe sus labios eh intentaba meterle los deditos en la pucha, y mi sorpresa fue sentir lo estrecho que era su agujerito, y eso me aseguraba de que ella aún era virgen (cosa que tuve el privilegio de quitarle y que contare más adelante) al sentir ella mi dedito deseo que querer meterse entre su vagina ella se apartó dando un gemido de dolor...
Se bañaron juntos, al salir de la ducha, no pudo evitar mamarlo nuevamente, se besaron como dos enamorados, su padre no le dijo palabra, hablaba el sexo, ambos se deseaban, ambos gozaban, sin palabras, al despertar a la mañana, el padre le hizo el desayuno, la llamo, se acercó al lecho y le dio un beso, se sentó de golpe, le saco el flácido pene, mamándolo como una profesional, lo hizo acabar en poco tiempo, trago toda su leche, y sus primeras palabras fueron , que lindo desayuno.
A la noche nos fuimos a acostar temprano, ambos estábamos ansiosos, una vez más me pidió como esa vez (ver primer relato) y trate de que fuera como esa vez, lo logramos, porque, puteaba, por lo que había hecho con sus amigos, porque me había apartado de su lado, que era un estúpido, que tendría que haber sabido, que era imposible que nos separáramos.
El muchacho me contaba con lujo de detalles la aventura sexual con la viuda, yo imaginaba todo ese relato conmigo como protagonista. Él sospechaba que debajo de la mantita yo me estaba acariciando, miraba por el espejito cada vez con más atención, hasta que le dije que si estaba cansado de manejar estacionara el auto en algún lugar para despejarse un poco. No hacía falta tener mucha inteligencia para darse cuenta que es lo que le estaba pidiendo.
Juliana me sacó de mis pensamientos cuando me dio su respuesta a lo que le había pedido; me dijo que todas sus pertenencias se encontraban en su domicilio y, que por obvias razones no podía ir, pero que con una de sus amigas tenía guardado un televisor y algunos libros los cuales me los daba como garantía del préstamo. Tomé una bocanada de aire tratando de calmar los nervios y le dije que ese no era el tipo de garantía que yo necesitaba, que lo que le solicitaba era otra cosa
Cuando conocí a mi cuñada, era una mocosa impertinente y con muy mala leche, no tenía apenas amigas y siempre estaba en su casa. Pero el tiempo no pasa en balde, y esa niña, se ha convertido en una mujer, más bien, es un cañón de mujer. 174cm. 92, 60, 92, (confirmado por ella). Su cara es preciosa y sobre todo, sus pechos, que parece en constante lucha contra la gravedad y siempre sale victoriosa.
Se separó, y se abrió de piernas tumbada sobre la cama, y le hizo un gesto a su hermana, que se agachó, y acomodándose cogió uno de sus pechos y empezó a frotarlo arriba y abajo de la vulva de Mónica, que mostraba una sonrisa en la que se adivinaba el placer que sentía en ese momento.
Me duché y dejé mis braguitas en el cesto, como siempre. Me puse un liviano camisón que se transparentaba y unas braguitas negras para que se notasen bien. Mis pechos sin sujetador se erguían coronados por unos pezones endurecidos de la excitación que sentía.
Me incline y ahora si me ofreció su boca que bese con avidez. Puse mi mano en su entrepierna que estaba caliente y mojada. Le restregué mi mano sobre sus calzones y ella abría las piernas, me besaba introduciéndome su lengua que me absorbía, pero de reojo yo veía mi propio espectáculo: sus piernotas abiertas ya sin zapatos y la falda hasta la cintura.
Los veinte años de diferencia entre ambas pesaban demasiado, mi madre una mujer muy reservada, jamás hablaba de sexo conmigo, usaba prendas íntimas grandes y siempre andaba muy bien vestida, es más, no recuerdo haberla visto jamás con vestimenta sexy, o provocativa, o haberla sorprendido en algo turbio, creo que mi padre al igual que yo solo la veíamos como una buena madre, buena esposa, pero jamás como mujer.
Mónica lo cogió y empezó a oler profundamente el perfume que emanaba, al tiempo que su vulva empezó a segregar gran cantidad de líquido. Se estaba poniendo realmente cachonda, por si eso fuera poco Susana había empezado a deleitarla con expertos movimientos de lengua en su conejito. Susana estiró un brazo y cogió algo de entre la ropa y se lo tendió. Eran unas bragas de seda, color crema, las palpó, sus pezones se endurecieron más aún; se acarició interponiendo las bragas entre su mano y su piel. Sus poros se iban abriendo al contacto de la suave tela mientras con la otra mano acariciaba el pelo de Susana y la atraía más hacia sí.
Ella no se asusta por el tamaño de mi pene y continúa saboreándolo, llegando desde su base hasta la punta de su cabeza, la que muerde entre sus labios cerrados. Empujo con más fuerza, con la idea de llenarle la boca de semen y que se lo trague todo y siento que estoy acabando, que mi leche está por salir, que le voy a inundar la boca, que mis líquidos empiezan a buscar la salida.
A los 16 tenía un noviecito que me desvirgo, en mi casa, en una de las tantas tardes que nos quedábamos solos, mientras mis padres trabajaban y mis hermanos, estaban en el colegio, fue esa tarde, que si bien mi calentura era real, me percate, que el sexo, debía ser algo más, me ardió, no me gusto, mi desfollador un inexperimentado, no me hizo, gozar nada.
Una noche estábamos los dos solos, mis padres estaban en una cena de negocios, y ella entro a bañarse. La situación de por si siempre me excitaba, mi hermana y yo solos en casa, y ella desnuda bañándose a pocos metros mío. Estaba por ir a mi cuarto para masturbarme, cuando se me ocurrió por fin espiarla para hacer real así mi fantasía de verla desnuda. Así lo hice. Espere a que dejara correr el agua en la ducha, sabía que le gustaba llenar la bañera con agua caliente para luego relajarse en ella.
El día que nos fuimos ella llego al lugar adecuado y mi mirada quedo clavada en su figura cuando la vi, se veía sencillamente rica, con un pantalón ajustado y una pollerita corta, obviamente mis amigos quedaron embobados con ella y yo solo me imaginaba estando con ella.
Vivía sola con mis abuelos, pues seguía soltera, aunque nunca le faltaron pretendientes dispuestos a casarse con ella, pero mi tía resulto demasiado exigente con ellos y finalmente termino por desanimarlos uno tras otro. Por lo que supe, mi tía había tenido una desilusión amorosa con su primer pretendiente y eso la había marcado para siempre.
Nos dirigimos al dormitorio. Habíamos convenido poner un vídeo porno para ayudarme a ponerme en condiciones. Nos echamos sobre la cama; yo me había quitado los pantalones y la camisa, pero no los calzoncillos. Sólo era capaz de mirar la televisión: una rubia y una morena se tiraban a un negro bien dotado en la playa, sobre una toalla.
La relación de ellos había empezado a enfriarse debido a la frialdad de Manuel en la cama, la que se traducía en una falta cada vez mayor de actividad sexual, lo que Flor resentía y le tenía en estado de permanente insatisfacción. Y a su edad, que ahora se empinaba a los 37 años, esa situación era explosiva y sus deseos de satisfacer sus ansias sexuales cada vez eran mayores, con todas las implicaciones que ello tenía.
Llego al fin a su habitación, entro y cerró la puerta, yo estaba con el corazón en un puño, pero al final salió y se dirigió a la cocina a comer algo, en ese momento aproveché yo para entrar y llevarme la cámara apagada a mi cuarto... Termino y se fue a su habitación.
Cecilia se levantó tarde esa mañana, después de una noche inquieta. Se bañó y perfumó. Se puso unas pantaletas que se ajustaban al entorno del bulto de su sexo y a las nalgas apretadas, que aun lucían suaves y frescas. Descartó el brasier pues prefería andar con los senos libres cuando estaba en casa.
Habíamos terminado de hacerlo y ella había acabado dos veces seguidas. Yo estaba tirado a su lado, de espaldas, con una sonrisa de satisfacción, mientras ella me miraba. Al cabo de un rato, dirijo su mano a mi entrepierna y tomo mi verga, que empezó a masajear. Esta reaccionó de inmediato, adquiriendo dimensiones respetables.
Me atrajo hacía sí, con sus manos y mientras subía sus piernas, para cerrarlas en torno a mis caderas piernas, quedé atrapado en un delicioso cepo de amor, haciendo realidad lo que instantes antes le había dicho. Fue tal la sensación de penetrarla tan profundamente junto con sus contracciones vaginales al culminar otro orgasmo, que no pude dominarme y me corrí llenándole el interior de su vientre con mi leche.
En los días siguientes mi actividad sexual con Sofía y catalina me mantuvo muy ocupado, pero logre satisfacer a ambas plenamente, ya que mi despertar sexual había sido tan imprevisto que solo podía pensar en coger, pues no veía nada más interesante en la vida que el sexo. Y lo tenía con dos hembras como mis hermanas que no se satisfacían fácilmente, las cuales también vivían tan intensamente como yo el frenesí sexual en que nos habíamos sumergido.
Le daba mucho morbo que su madre le rozara el paquete mientras le aplicaba la crema en la lesión que había tenido y se ponía muy cachondo observándola.
La sorpresa de sorprender a Claudia masturbándose pronto fue cambiada por el deseo que despertó en mí ver sus piernas al aire y uno de sus senos que se había librado de su prisión y se mostraba impúdico, mientras los suspiros se hacían cada vez más profundos y el masaje más frenético.