Desde que tengo uso de razón no recuerdo un día sin mi abuela.
Mis abuelos vivían cerca de casa, mi madre su única hija y yo no tenía hermanos, por lo que yo era la ilusión de su vida.
Mi abuelo se ocupaba de llevarme y recogerme del colegio, me llevaba a su casa donde la abuela me preparaba unas meriendas buenísimas.
Yo adoraba a ambos, mi abuelo me contaba unas historias fantásticas y mi abuela me comía a besos, me arrullaba, yo era completamente feliz.
Un día, cuando apenas había cumplido 13 años, mi abuelo murió.
Fueron unos días terribles, mi abuela estaba como ida, mi madre solo hacía que llorar, yo estaba desconcertado, nadie se ocupaba de mí.
Me enviaron a un campamento de verano y ahora he de reconocer que aunque deba estar triste, aquello fue un alivio para mí.
Recuerdo que mi abuelo, me parecía eso, un abuelo, luego supe que tenía 64 años cuando murió, mi abuela era seis años más joven.
Como mis padres trabajaban, al salir de clase continué yendo a casa de mi abuela, donde merendaba y hacia los deberes hasta que mis padres venían por la noche a recogerme, muchas noches incluso me quedaba a dormir con ella.
Pasaba más tiempo con ella que con mis padres, yo la quería a ella más que a los dos juntos, la verdad es que mis padres nunca fueron muy cariñosos.
Cuando tenía 16 años, mis padres se separaron, nunca comprendí muy bien los motivos, me imagino que el hecho de trabajar los dos y verse muy poco hizo que se distanciaran.
No sabían muy bien que hacer, decidieron vender la casa y empezar desde cero, en otro sitio. Los dos me pidieron que me fuera con ellos, pero mi casa ahora que habían vendido la otra, era la de mi abuela.
Lo comprendieron o quizás se quitaron un peso de encima, el caso es que me quede a vivir con mi querida abuela.
Mi abuela en estos tres años de viudedad, había rehecho su vida. Frecuentaba grupos de personas que también se encontraban solos, solteros, divorciados, viudos y lo cierto es que había pegado un cambio tremendo.
Salía mucho, iban a bailar, a tomar copas, hacían excursiones y el teléfono no paraba de sonar.
Mi abuela era una hermosa mujer, no era una mujer joven, es cierto, pero tenía clase. Venían a buscarla hombres más jóvenes que ella, cincuentones, cuarentones y también vi a treintañeros. Recuerdo que pensé, caramba son más jóvenes que mi madre, podrían ser sus nietos
Esa idea se grabó en mí y de pronto sin saber cómo ocurrió, empecé a verla como una mujer y cual sería mi sorpresa cuando una noche vino a despedirse de mi como hacia siempre que salía y en ese momento, al verla vestida con ese traje ajustado, maquillada, bien peinada, guapísima, me empalmé.
No había tenido ningún pensamiento anterior, ocurrió de pronto, se acercó para darme un beso y me empalmé, como no me había ocurrido antes.
había salido con chicas, las había tocado las tetas, el culo, eran chicas de 17 años de piel suave, y sin embargo esta mujer que ya había cumplido los sesenta y que además era mi propia abuela, me había hecho sentir un deseo desconocido, fuerte y sensual.
Cuando ella salió, aunque yo seguía confundido, me fui corriendo al cuarto de baño y me hice una paja tremenda, cuando terminé me flojeaban las piernas tal era la cantidad de semen que había expulsado, después me fui a la cama, quería dormirme sin pensar en lo que había ocurrido.
Pero claro, al día siguiente tuve que enfrentarme a esta situación, deseaba a esa mujer, no sabía muy bien que debía hacer ni cómo enfrentarme al problema pero cada vez que pensaba en ella sufría una enorme erección.
Estaba asustado, pero después de varios días de profundas dudas, decidí que era mi abuela sí, pero me había enamorado de ella y también la deseaba, lo demás no me importaba.
A raíz de tomar esta decisión, empecé a pasarlo fatal, ya nada fue igual. Deseaba tomarla en mis brazos, besarla, acariciarla, tocar su cuerpo y en vez de hacer eso debía disimular todo el tiempo. Que suplicio! y además seguían llamándola por teléfono o venían a buscarla o acompañarla ese montón de… si, de rivales.
Sentía unos celos enormes, les odiaba a ellos y sobre todo a ella, la odiaba y la adoraba, soñaba con ella y seguía haciéndome unas pajas continuas, para intentar sosegarme. Ya no sabía qué hacer, pensé en cien soluciones a cual más disparatada: irme de su casa, decirla lo que sentía por ella, violarla aprovechando que estuviera dormida, pegarme con alguno de sus pretendientes para que comprendiera… y un día sucedió.
Tenía dos entradas para asistir al recital que daba una cantante que la gustaba mucho, comentándolo la dije que a mí también me gustaba, era una chica joven, muy guapa y yo creo que gustaba a todos los hombres del país.
Debí hablar con tanta ilusión, que se levantó, fue al teléfono y al volver me dijo que iríamos juntos.
Casi me la como a besos, ir de pareja de mi amor y encima a una discoteca de moda, exclusiva y a ver y escuchar a ese portento de mujer.
No podía creérmelo. Pero el día llegó, por fin.
Me puse el traje, con corbata azul sobre camisa azul, me dije estas estupendo, pero al verla a ella me emocioné. Estaba bellísima, nunca he visto a ninguna mujer tan hermosa como vi aquella noche a mi abuela.
Llegamos a la sala de fiestas y nos sentaron en una mesa pequeña, apenas cabíamos los dos, con una lamparita encendida en ella, estaba situada no lejos del escenario, contra la pared.
La sala era magnifica, se veía buen gusto y lujo.
Empezó a sonar la música, algunas parejas salieron a la pista, nosotros pedimos una copa y charlábamos, yo me encontraba en la gloria, acababa de cumplir 17 años y estaba en el sitio de moda con una mujer magnifica. Mi abuela, mi amor.
Es curioso, no sé qué ocurría, pero no parecíamos nosotros, me sentía como cuando sales con una chica la primera vez y a ella creo que la ocurría lo mismo, que extraño me dije.
Salimos a bailar para intentar normalizar la situación, era música disco, bien, te movías, sonreías; de pronto, empezaron a poner boleros, nunca se me había ocurrido bailar con mi abuela, sin embargo ahora era lo que más deseaba en el mundo.
Nos abrazamos, tenía una mano en su espalda y otra en la cintura, estábamos muy juntos, olía muy bien, nos movíamos al ritmo de la música pero yo estaba en otro mundo, la había deseado tanto y ahora la tenía solo para mí.
La pista se había llenado, apenas podíamos movernos, nos balaceábamos sobre el mismo sitio. La apreté un poco más, yo temblaba de emoción, pero de pronto me di cuenta que a ella la ocurría otro tanto. Primero me sorprendí y luego la besé.
Si, la besé, fue un acto irreflexivo, pero lo hice ella se paró un instante y sin decir nada, continuó bailando abrazada a mí.
Entonces, perdí el control y empecé a hacer todo lo que siempre había soñado. Bajé la mano que la sujetaba la cintura hasta sus nalgas. Las toqué y requetoqué, la una y la otra, la otra y la una y ella se estremecía a cada tocamiento al igual que yo.
Volví a besarla, esta vez en la boca, ella me devolvió el beso y en ese momento me corrí.
La agarré bien de las nalgas mientras me agarraba a ella y la besaba y me vacié. Fueron unos momentos que me parecieron eternos y los más maravillosos de mi vida.
Mi abuela, me estaba mirando con una cara de amor, noté que ella me deseaba en ese instante tanto como yo a ella.
Nos fuimos a la mesa cogidos de la mano, se sentó mientras yo iba a asearme un poco.
Nada más sentarme aprovechando la situación de la mesa y que nadie reparaba en nosotros, la besé, bueno mejor sería decir que nos besamos con pasión, con desesperación como si fuera lo último que fuéramos a hacer en la vida.
Fueron unos instantes inolvidables, nunca antes había estado con una mujer de verdad y encima era mi abuela. Me atreví a agarrarla mientras la besaba apasionadamente. Nunca supe como cantaba en directo mi ídolo juvenil; nos levantamos al unísono y nos fuimos a casa.
Fuimos todo el trayecto en el taxi, cogidos de la mano y sin decir palabra, al atravesar la puerta nos abrazamos como poseídos, nos besábamos, reíamos, temblábamos de emoción. Nos dirigimos a su habitación.
Al llegar allí la verdad es que yo no sabía qué hacer, continuamos besándonos y mi abuela tomó la iniciativa; sin hablar, no era necesario, empezó a desvestirme, mientras yo continuaba ella empezó a desvestirse a su vez.
Se tumbó en la cama y allí vi por primera vez, desnuda a una mujer.
Viéndola, quedé para siempre prendado de las mujeres maduras. Tenía aún un cuerpo moldeado, el tiempo aún no había hecho estragos en él. Sus pechos grandes, hermosos, comencé a tocarlos y a besarlos, chupé sus pezones, no muy grandes los que al contacto de mis labios empezaron a crecer y endurecerse.
Bajé las manos hasta sus caderas, mi abuela siempre había sido delgada, ahora tenía un hermoso trasero, cuando empecé a fijarme en ella me volvía loco cuando se ponía un pantalón que le resaltaba y hacia que todas las miradas se dirigieran a él. Ahora podía tocarlo todo lo que quisiera, le apretaba mientras la besaba los pezones, el vientre y pronto ese triángulo que acababa de descubrir y ya estaba deseando penetrar.
Me puse encima de ella y la penetré, ella se estremeció al ser penetrada, se movió para facilitar la penetración, aun tenía mucho que aprender y empecé a moverme mientras con una mano la sujetaba el culo y pasaba la otra por detrás de su cabeza. Yo ya no podía más, así que me corrí inmediatamente dentro de ella.
Ella me agarro fuertemente mientras me vaciaba en ella, a mí me pareció que nunca iba a parar de echar aquella leche tan caliente, cuando por fin terminé ella me besó en la boca y cambió de posición conmigo.
Yo estaba extenuado, había hecho el amor con tanta fogosidad que estaba sin fuerzas y lo peor de todo es que me había corrido antes de dar placer a mi amada.
Pero eso ella debió comprenderlo, así que se echó a mi lado y comenzó a besarme todo el cuerpo, la cara, las orejas, el cuello, el pecho, me mordisqueaba los pezones y los lóbulos de las orejas, el caso es que mi polla comenzaba de nuevo a vivir.
Ella me la agarró y empezó a masajearla con la palma de la mano, la pasaba por encima de la polla, bajando hasta los huevos, después con movimientos circulares, consiguiendo que poco a poco se fuera recobrando.
De pronto la engulló, yo me sobresalté, no me atrevía ni a moverme. Mi abuela empezó a chupármela, era mejor que antes cuando estaba dentro de ella, ahora me estaba follando con la boca y era infinitamente mejor. Cuando consiguió que estuviera erecta de nuevo, se puso de nuevo debajo de mí, me dijo que la penetrara y que me moviera despacito y que fuera aumentando de ritmo conforme ella me dijera.
así lo hice, vi como mi abuela empezaba a jadear, a sudar, me agarraba con más fuerza y me pedía que me moviera con más ritmo, de pronto empezó a gritar diciéndome, me corro, amor mío, mi niño, me estoy corriendo. Yo también lo hice unos instantes después.
Esta fue la primera vez que hicimos el amor, después hablamos mucho de cómo habíamos llegado a enamorarnos el uno del otro, yo ya sabía cuándo y ella me dijo que empezó a notar mi turbación, mis miradas cuando la veía vestida para salir o moviéndose por casa, el enfado que cogía cada vez que venía algún hombre a buscarla o acompañarla.
Y ese deseo que sentía por ella, hizo que también ella lo sintiera por mí.
Primero se dijo que era una locura y después no quiso escuchar, solo dejarse amar.
Desde ese día mi abuela y yo formamos lo que hoy en día se llama una pareja estable, vivíamos juntos como pareja, hacíamos el amor todos los días, conforme fueron pasando los años más por deseo mío que suyo.
Sigue siendo la mujer de mi vida, nunca he vuelto a salir con ninguna otra mujer, sigo deseándola como el primer día, cuando la veo por casa en bata o cualquier otra ropa ligera, me entran ganas de hacerla el amor.
Esté donde esté, la desnudo y hacemos el amor hasta que me calme.
Ella tiene la desgracia de que yo sea muy joven.
A pesar del tiempo transcurrido la sigo amando como el primer día y la deseo continuamente.
Este relato está dedicado a Mi Abuela, mi amor.