Capítulo 1
Lo que leerán a continuación se inspiró en los hechos, y sensaciones que Andrea, una amiga lectora, gentilmente compartió conmigo para plasmarlo en este relato.
…
Mi nombre es Andrea, tengo 50 años, me considero normal, creo no destacar demasiado físicamente, aunque a veces suelo recibir uno que otro elogio. En mi juventud era delgada, y los años, más el embarazo de mi único hijo, se encargaron de abultar mi trasero y también el busto. Supongo que eso nos hace aún más atractivas a nosotras que nos dicen milf o algo así.
Lo ocurrido hace una semana cambió mi vida, no sé si para bien o para mal. Se me ha mostrado un camino nuevo por recorrer, y el temor a hacerlo. Aunque también lo deseo, no puedo negarlo.
Mi hijo Felipe, de 24 años, recién titulado Ingeniero, siempre fue muy cercano a mí, más que a su padre. Afectivamente, tanto como apoyo moral, nos contábamos muchas cosas y conversábamos mucho (no todo obviamente), como también físicamente no sexual (eso creía), ya que desde que él era muy pequeño fuimos muy asiduos a caricias, abrazos y arrumacos.
Fue para el cumpleaños de mi marido, Mario, hace una semana (sabado), que hicimos una fiesta con la familia por sus 60 años. Como era de costumbre mi marido junto con sus hermanos terminaron borrachos y haciendo los típicos numeritos.
A eso de las 3 am ya me encontraba con mucho sueño, sumado a que me había tomado varias copas de champaña. Casi no podia permanecer en el salón compartiendo. Así que en un arrebato de cordura me fui a la cama.
Le dije a mi hijo que él quedaba a cargo ya que su padre estaba ya borracho durmiendo en el sillón. Para después caminar a mi dormitorio lentamente, disimulando lo “entonada” que estaba, seguramente se notaba claramente mi estado, pero en ese momento me creía muy digna.
No me despedí de los invitados, solo desaparecí.
Al llegar a mi dormitorio me desnudé luego de cerrar la puerta. Quedando solo en calzones. No pude encontrar mi pijama, ni camisola, así que solo me puse una camiseta de tirantes que encontré, de esas con las que siempre se escapan las tetas mientras duermo. Pero no pensé en eso, solo me acosté en mi lado de la cama, en posición fetal y dando la espalda hacia el lado donde se acuesta mi esposo.
Desperté abruptamente cuando mi marido se acostó. No se escuchaba ya el ruido de la fiesta, supuse que se habían marchado todos, aun me sentía algo ebria por lo que me quedé quieta esperando volver a dormir.
Su cuerpo llegó caliente, lo sentí cuando sus piernas desnudas tocaron la parte trasera de mis muslos. Pero no se trataba solo de calor. Su pene duro se acomodó entre mis nalgas, las que solo estaban protegidas por esos suaves calzones que suelo ocupar.
Se acostó desnudo, borracho y caliente. Después de todo el indignante espectáculo que montó en la fiesta, quería acostarse y follar. Pensé en no tomarlo en cuenta. Su debilidad por la bebida y la despreocupación afectiva me tienen aburrida. Solo me buscaba cuando estaba borracho y desde hace un tiempo el sexo ya había dejado de ser realmente placentero para mi.
No hice nada, solo me deje tocar. Su brazo derecho se coló bajo mi cabeza, la que levante para acomodarla después. Su mano izquierda me tomó fuertemente de la cadera para apegarme a él. Me dejé. Como mujer deseosa y también caliente, me dejé. Levanté un poco el culo para que acomodara mejor su dureza entre mis nalgas.
Con su mano izquierda tiró del borde superior de la polera de tirantes que tenía, para terminar de liberar mis tetas que ya estaban casi salidas. A continuación sus manos agarraron mis senos fuertemente, mis pezones duros quedaron aprisionadas sus palmas. Su verga punteaba intermitentemente mi culo. Al poco andar de tan ardiente dinámica, mi sexo se mojó como hacia muy rato que no lo hacía.
A tirones bajé mis calzón. Él soltó una de mis tetas para ayudar a liberarme de mi prenda. Una vez en los tobillos, moví mis pies para deshacerme de la prenda.
Ya libre, puse mi culo a su disposición, me incliné más hacia adelante para mejorar el ángulo. Él me tomó de mi hombro derecho y acomodó su glande en la entrada de mi vagina. Había follado muchas veces con mi marido pero esta vez era distinto. Estaba más duro, más fuerte, impetuoso. Me penetró a fondo y se detuvo. Dejándome empalada un instante. Una fuerte ola de placer recorrió mi cuerpo obligándome a gemir ante el actuar de mi macho.
Comenzó a penetrarme fuertemente, dominándome con su fuerza viril. Clavandome su duro mástil en lo mas profundo de mi ser. Una y otra vez, sin parar. Al poco andar mi sexo era una vertiente de fluidos, que lubricaban nuestra mecánica amatoria. No pasó mucho rato de que me corriera. Embriagada, no solo por el alcohol, sino también por el placer carnal en el cual me encontraba siendo sometida.
Tensé mi cuerpo en el punto más alto de mi orgasmo, para luego relajarme. Él lo notó y salió de mí.
Se arrodilló y tiró de mi pierna izquierda (que estaba arriba) para que me volteara. Lo hice, quedando espalda con mis piernas abiertas, mis senos al aire y mis ojos cerrados.
Inmediatamente se acomodó entre mis piernas, cayendo con su peso sobre mi. Penetrándome nuevamente. Volví a sumirme en el placer.
En ese momento sentí que algo no estaba bien. Este hombre que me estaba haciendo el amor tan intensamente no era mi marido. Más delgado y fuerte, recorrí su espalda fibrosa con mis manos mientras seguía follándome, no quería asumirlo, lo supe de pronto al tocar su cabello.
– ¡Felipe! – exclamé tratando de no gritar – ¿qué haces mi amor? Esto no está bien – murmuré en su oído sin saber muy bien que hacer.
El no dijo palabra alguna, pero tampoco se detuvo.
– Hijo por favor no sigas – volví a suplicarle a su oído.
El se mantenía en silencio, pero aumentó su ritmo. Me estaba penetrando fuertemente sin detenerse.
– No… No… No… – murmuraba con cada una de sus penetraciones.
Con el pasar de los segundos o minutos, ya no tenia claridad en el tiempo, esos “no” pasaron a ser gemidos. “Eh… ah… Mmm…” Mi mente, mi razón, sabia que estaba cometiendo un error. Pero mi cuerpo, no, mi cuerpo gozaba como nunca nadie lo había hecho gozar antes.
Quizás por el alcohol, la falta de afecto, o simplemente el morbo, estaba perdiendo la batalla, entregándome a lo que, ahora consciente, estaba recibiendo por parte de mi hijo.
– Mamá, disfrutemos ahora y mañana veremos qué pasa – dijo eso manteniendo su enorme verga enterrada en el fondo de mis entrañas.
– No hijo… no debemos… – hablaba en su oído, pero sin señal de rechazo por parte de mi cuerpo – esto esta mal…
– Lo estás disfrutando tanto como yo… – entrando y saliendo de mí suavemente – primera y última vez…
Ante la propuesta de que solo lo haríamos esa vez me termino de convencer. Necesitaba una excusa para solo entregarme y no pensar más. Y asi lo hice, no le dije nada más, pero levanté mis piernas y lo envolví con estas.
Él entendió perfectamente que ya contaba con la autorización completa para terminar de follarme y acabar en mí.
Alcé mis brazos por sobre mi cabeza. Él metió uno de mis pezones en su boca y los chupó fuertemente, eso aumentó aún más mi placer en ese momento. Cuando se hartó con eso lo cambió. El segundo era más sensible por lo que me dio muchas cosquillas. Traté de apartarlo pero él tomó mis 2 muñecas con una mano para evitar que lo detuviese y siguió mamando de mi seno. esa muestra de fuerza y dominio masculino me calentó aun más acercando mi segundo orgasmo.
Me sentía muy mojada, como nunca. Se escuchaba chapotear cada vez que la prohibida verga de mi hijo entraba en mi vagina.
Nos besamos apasionadamente. No lo habíamos hecho. Nuestras lenguas se enredaron, nuestros labios se unieron. Todo era demasiado placer. Mi cuerpo colapsaba. Él no dejaba de entrar y salir.
Solté su boca para respirar y gemir. Gemía libre y entregada, sin medirme, sin importarme.
No tomó mucho tiempo para llegar a mi segundo orgasmo.
– ¡Ay!… hijo me muero… – apretandolo con mis piernas que lo envolvían, y clavando mis uñas en sus omoplatos.
Él lo supo y me empaló fuertemente un instante hasta que su miembro empezó a convulsionar en mi interior. Liberó toda su descarga en mi interior. Me hizo saltar aún más con las cosquillas de su virilidad con sus innumerables disparos provocaba dentro mío. Rebalsando mi sexo con su leche masculina.
Nos quedamos quietos disfrutando de nuestro orgasmo clandestino. Para volver a besarnos, aún conectados. Su miembro aún conservaba parte de su dureza, y podía sentir un suave mete saca-mientras nuestras bocas se devoraban.
– Vete – le supliqué en tono suave – ya es suficiente… solo vete.
El se levantó, sacando su maravilloso pene de mi interior, y con eso, haciendo brotar una buena cantidad de esperma y fluidos desde mi vagina.
– Esto no puede volver a pasar hijo – lo dije sin creerlo realmente, sentía que debía marcar un límite, pero no estaba segura de nada en ese momento.
– Lo que tu digas mamá.
La oscuridad no me dejaba ver su expresión.
– ¿Dónde está tu papá?
– En el sillón durmiendo – se escuchaba roncar de fondo.
– Ma…
– Vete vete – lo interrumpí, no quería conversar en ese momento, no porque podrían descubrirnos, si no porque no me sentía segura de cómo abordar lo que habíamos hecho.
– Lo disfruté mucho mamá… No creo que pueda conformarme con solo una vez.
Se fue y solo quedó el silencio tras escuchar la puerta cerrarse. El silencio y mis pensamientos. Estuve un rato tirada de espalda mirando el techo, sin calzones y con las tetas al aire. Pensando.
Para cuando despertó Mario, a eso de las 10 am. Ya no quedaban rastros de lo acontecido. Mi hijo salió de su dormitorio cerca de medio día. Apenas hablamos, su padre estaba presente. Más tarde él se fue de viaje con unos amigos y no volvería en un par de semanas.
Asi que aqui estoy follada por mi hijo y ansiosa por que vuelva. Primero pensé en hacer como que nunca había ocurrido, pero no podía. Desde ese día he andado más fogosa. He buscado a mi marido para hacer el amor casi todos los días, y aunque se esfuerza por complacerme, solo he conseguido correrme imaginando que es mi hijo quien me está haciendo el amor, no mi esposo. Aunque suene cruel.
Cuando vuelva hablaré con él. Quizas volvamos a tener sexo, eso espero.
…
Gracias Andrea por compartir tu historia.
Jack.