Guillermina estaba sacando el estiércol de la pocilga y echándolo en una carretilla. Llevaba puestas unas botas de goma de color negro, una falda marrón que le daba por debajo de las rodillas, que había sido de su finada madre y una camiseta sin mangas que dejaba ver el abundante vello de sus axilas.

Guillermo, su hermano, un joven, alto moreno, de ojos negros y complexión fuerte, estaba al lado de la carretilla a pecho descubierto y un empalme se notaba en su pantalón. Guillermina, echando estiércol con la horquilla en la carretilla, se lo vio y con cara seria, le dijo:

– Se te va a escapar el cuervo.

– No tiene alas, y si las tuviera no tendría que volar mucho para entrar en el nido que yo quisiera que entrase.

– ¿Qué nido es ese?

– El que tienes entre las piernas.

– Si te oye mi novio decir eso te pone fino a hostias.

– A hostias no hay quien dé más que yo en la aldea. ¿Cuándo voy a saber quién es?

– Cuándo meen las gallinas.

– Tarde o temprano lo sabré.

A Guillermina, que era una joven de estatura mediana, guapa, de cabello color marrón y largo, recogido en dos trenzas, de ojos marrones, fibrosa, con buenas tetas y buen culo, le resbalaba lo que le decía su hermano, sabía que si le hablaba así era porque se había echado novio y a él no le sentara nada bien.

– Si me canso de follar con él, no.

Guillermo la quiso vacilar.

– Debe de ser feo de cojones.

Salió vacilado.

– Tiene unos cojones preciosos, y no te digo la polla grande que tiene.

– Te parecerá grande, pero eso es porque no has visto mi polla.

– Seguro que no es ni la mitad de la suya.

– Yo creo que es el triple.

– Dime de qué presumes y te diré de qué careces.

– Si quieres verla la saco.

Guillermina dio por zanjada la conversación. Aplastó el estiércol de la carreta con la horquilla y luego le dijo:

– Tira y lleva el estiércol a la huerta.

Guillermo cogió la carretilla y fue a llevar el estiércol a la huerta. Al regresar, ya con la polla baja, le preguntó Guillermina:

– ¿Qué coño habías visto en mí que no vieras antes para que se te pusiera dura?

– No fue por lo que vi.

Guillermina vio que había vuelto el bulto al pantalón de su hermano.

– Y vuelve el burro al trigo. ¿Por qué se te puso dura otra vez?

– No es por ti.

– Aquí no estamos más que tú y yo.

– Y el estiércol.

– Y la horquilla y la carretilla, pero me da que algo ves en mí.

– No, no eres tú la que me pone así, tú ayudas.

A Guillermina la comía la curiosidad.

– ¡¿Entonces qué te la pone dura?!

Para que no le diera más la murga, se lo dijo.

– El olor del estiércol, eso me la pone dura.

– ¿El olor a mierda y a orines te la pone dura?

– Sí. ¿Pasa algo?

Pasaba, a Guillermina también la excitaba aquel olor tan fuerte, pero le dijo:

– Eres un cerdo.

– Algo de cerdo debo tener.

Al rato Guillermina echó el último estiércol en la carretilla.

– Esto ya está, lleva esa carretilla a la huerta que yo empiezo a echar el balumbo.

Guillermo se fue con la carretilla y su hermana comenzó a echar el balumbo en la pocilga. El balumbo era una mezcla de helechos, acículas de los pinos y retamas.

Cuando Guillermo regresó a la pocilga, que estaba dentro de un establo, ya Guillermina había terminado. Guillermo la vio de espaldas con la camiseta levantada y limpiando el sudor de las tetas con un pañuelo. La horquilla la había arrimado a una pared. La agarró por el cuello con las dos manos y le dijo:

– Pon las manos en la pared, sube la falda y baja las bragas.

Guillermina quiso amenazarlo.

– Si me haces lo que estoy pensando…

– ¿Me azuzarás al perro de tu novio, o se lo dirás a papá?

– ¡Esperaré a que estrés dormido y te sacaré el corazón!

Le apretó el cuello.

– ¡Haz lo que te he dicho!

La muchacha subió el vestido y bajó las bragas hasta las rodillas. Guillermo vio mucha humedad en las bragas. Era su primera vez y pensó que sería sudor. Sacó su polla gorda y larga y se la fue metiendo en el coño. Entraba con mucha dificultad.

– Despacito, cabrón, métemela despacito que me estás rompiendo el coño.

– Tu novio no tiene polla ni tiene nada.

– Vale, pero tú fóllame muy, muy muy despacio, o sácala y déjame ir.

Se la metió despacito, y despacito fue entrando hasta el fondo del coño. Después de sacarla y de meterla la tira de veces, el coño se dilató. Guillermina comenzó a gozar como una perra y no pudo evitar gemir. El ignorante le preguntó:

– ¿Te duele o te gusta?

– ¿Qué quieres que te diga?

– La verdad.

– La verdad es que eres un pobre desgraciado. Mi novio ya me hubiese cogido por los pelos y me hubiese roto el coño, pero él tiene lo que hay que tener, y tú por tener, no tienes ni sangre en las venas.

A Guillermo no le gustaron las palabras de su hermana.

– ¡¿Qué no?!

La cogió por las trenzas y tirando de ellas le dio a mazo. A Guillermina le encantaba lo que le estaba haciendo, pero le dijo:

– ¡Te voy a quitar el corazón con una cuchara para que te duela como me está doliendo a mí!

– A ti no hay dios que te entienda.

– ¡Ni falta que hace!

Le dio rápido y con fuerza y Guillermina se corrió. Al correrse su cuerpo se estremeció. Guillermo paró de darle, y le preguntó:

– ¿Tanto te duele?

Guillermina estaba gozando del placer de una tremenda corrida y no le respondió.

Guillermo le siguió dando despacio. Cogió las dos trenzas con una mano, tiró y con la otra mano le magreó las tetas. Al rato, cuando Guillermo sintió que se iba a correr, le volvió a dar a toda pastilla y Guillermina se volvió a correr. Guillermo quiso correrse en la raja de su culo, pero su polla, de glande puntiagudo, se topó con el ojete, empujó y acabó corriéndose con medio glande dentro de su culo. Guillermina lo insultó.

– Maricón.

No le gustó el insulto. Se la metió en el coño y comenzó a darle con violencia para rompérselo. Guillermina se echó hacia atrás con fuerza y su hermano cayó de espaldas sobre el balumbo con ella encima. La dejó ir para poder levantarse, pero ella no lo dejó ponerse en pie. Cogió la horquilla, se la puso en el pecho, y con cara de mala hostia, le dijo:

– ¡Despídete de este mundo!

Guillermo no perdió la compostura, ya que no creía que su hermana pudiese clavarlo.

– Me vas a tener que pagar por bueno.

– Para gastar bromas viendo la muerte delante hay que estar muy loco.

– O tener un par de cojones.

Puso la horquilla cerca de su cuello, y le dijo:

– Adiós, cabrón.

Guillermo seguía sin creerla y le dio cera.

– Si hubiera sabido follar esto no me hubiese pasado, pero bueno, he perdido mi virginidad con quien quería perderla.

Las palabras de Guillermo cambiaron la actitud de Guillermina, que, dicho sea de paso, nunca había tenido intención de matarlo, lo único que quería era asustarlo, pero ni eso había conseguido.

– Te voy a dar una oportunidad.

– Eso suena bien.

– Mírame a los ojos y respóndeme a unas preguntas. Si me convencen tus respuestas, puede, solo puede, que esto acabe bien.

Guillermo la miró a los ojos y Guillermina empezó con las preguntas.

– ¿De verdad que he sido la primera?

– Sí, me he desvirgado contigo.

– ¿Te parezco guapa?

– Eres la mujer más bonita de la aldea.

– ¿Me deseabas?

– Eso ya te lo acabo de decir. Siempre has sido la culpable de mis pajas.

– Primera mentira en la que te pillo, si hacías pajas no eras virgen…

– No te he mentido, un hombre pierde la virginidad con una mujer, no con la mano.

– Visto así… ¿Soy solo yo la culpable de tus pajas?

– No, ha habido otras, pero pensando en ti han caído la mayoría.

– ¿Me quieres?

– Sí, te quiero.

– ¿Para qué me quieres? ¿Para follar?

– Entre otras cosas.

– ¿Te celas de mi novio?

– Sí, me quitó un sueño.

– ¿Qué sueño?

– Tú.

Guillermina tardó unos segundos en decir:

– Abre los ojos.

Guillermo abrió los ojos y vio a su hermana, sin la camiseta, sin la falda, sin las bragas y sin las botas de goma. Tenía un cuerpo espectacular, el coño extremadamente peludo y unas tetas gordas con areolas oscuras y pezones medianos. La horquilla estaba otra vez arrimada a la pared.

– ¿Era así como me veías en tus pajas?

– No, nunca creí que estuvieras tan buena.

Lo montó, puso la polla en la entrada de su coño, se sentó sobre ella, la metió hasta las trancas y le dijo:

– Magrea mis tetas.

Se las magreó, de aquella manera. Guillermina sintió la polla latir dentro de su coño.

– ¿Habías imaginado algo así en tus pajas?

– No tengo tanta imaginación.

Follándolo a su aire, le preguntó: – ¿Era el olor del estiércol o era yo la que te la ponía dura o era yo?

– Ambas cosas, ya te lo he dicho.

– ¿Qué veías en mí que ayudaba?

– El vello de tus axilas.

– ¿Por qué te excitaba verlo?

– Porque me hacía pensar en tu coño.

– ¡Puuuf!

– ¿Qué te pasa?

– Que estoy tan cachonda que si me muevo un poco más rápido ya me corro.

Guillermo, sorprendido, le preguntó:

– ¡¿Es que las mujeres os corréis?!

Follándolo, le respondió:

– Claro que sí. ¿Quieres ver cómo me corro?

– Quiero.

Guillermina voló sobre su hermano. Guillermo vio como la cara de su hermana se iba descomponiendo, y luego como se arqueaba y como se sacudía y como entre gemidos, balbuceaba:

– Me estoy corriendo.

Volvió a sentir como el coño le apretaba la polla y como se la bañaba, y se dio cuenta de que Guillermina ya se había corrido antes un par de veces. Se puso de un cachondo tan subido que se corrió dentro del coño de su hermana. Guillermina aún se corrió con más fuerza al sentir la leche de su hermano dentro de su coño.

Al acabarse el placer empezaron los reproches.

– ¡Me has podido dejar preñada, cabrón!

– ¿Quién estaba follando a quién?

Guillermina se puso brava.

– ¡La que te va a dar de hostias si no te callas!

– ¿Sabes una cosa, Guillermina?

– ¡¿Qué cosa?!

– Que sigues con la polla dentro del coño y yo me estoy poniendo malo

– ¡Vete a la mierda!

– Si hay que ir, se va, pero como no la quites…

– ¡¿Es qué te vas a correr otra vez?

– Si te mueves un poco, me corro, fijo.

Lo besó con lengua.

– A lo mejor no pasó nada.

– ¿Seguimos?

– Seguimos. Dime una cosa guarra que me hayas hecho en tus pajas,

– Me la chupaste y después me hiciste una paja con las tetas.

– Eso te lo acabas de inventar.

– Era a ver si colaba.

– Pues coló.

Guillermina sacó la polla del coño, y luego le quitó a su hermano el pantalón y las sandalias. Empuñó la polla, la metió en la boca y se la mamó, de aquella manera. Guillermo le dijo:

– Tú no le chupas la polla a tu novio. ¿Verdad?

– No. ¿No te gusta lo que te hago?

– Sí, pero podrías hacerlo mejor.

– ¿Y tú cómo sabes que se hace mejor?

Guillermo iba a decir algo que nunca pensó que diría.

– Porque como vosotras no os dejáis…

– No me digas más… Ya que sabes cómo se hace, ilumíname.

La iluminó y ni dos minutos tardó Guillermo en decirle:

– Para, para, que si sigues me corro y quiero correrme en tus tetas.

Paró de mamar y le preguntó:

– ¿Qué hago ahora?

Él le fue diciendo y ella fue haciendo. Lo primero que hizo fue frotar la cabeza de la polla contra los pezones y las areolas, después metió la polla entre las tetas, las apretó y las subió y las bajó… Haciéndole la paja con las tetas, le dijo Guillermina a su hermano:

– Me estoy calentando tanto que mi coño está como una charca.

– Como una charca te voy a dejar yo las tetas.

– ¿Te vas a correr?

– Sí, agita las tetas más aprisa.

Las agitó y Guillermo se corrió entre sus melones.

Al acabar de correrse su hermano, Guillermina, sin limpiar la leche de sus tetas, lo montó, cogió la polla, la uso en la entrada de la vagina, bajó el culo y la enterró hasta el fondo… Pasado un tiempo, en el cual lo había follado mirándolo y besándolo, y dándole la espalda y magreando ella misma sus tetas, le dijo:

– Follando no me viene. Oye. ¿Si te pongo el coño en la boca sacarías la lengua para que lo frotara contra ella?

– Si.

– ¿Y si te pongo el culo?

– Estoy a tu disposición para lo que sea.

Le puso el culo en la cara y Guillermo le lamió ojete. Guillermina comenzó a acariciar el clítoris con dos dedos. Poco después le puso el coño en la boca. Guillermo sacó la lengua. Cuando Guillermina estaba a punto, le apartó el coño de la boca, metió dos dedos dentro de la vagina, la folló con los dedos, y en nada, le dijo:

– Abre la boca.

Guillermo abrió la boca y Guillermina, sacudiéndose, derramó dentro de la boca de su hermano.

Al acabar de correrse la volvió a meter en el coño. Guillermo no tardó ni un suspiro en sacarla y en correrse en la raja de su culo.

Llegó al establo una joven delgada, de estatura mediana, rubia, de ojos marrones, se llamaba Eva y era prima de los hermanos. Imaginó que estaban en la cuadra. Fue hasta la pocilga en la punta de los pies para no hacer ruido. De un salto se puso en la puerta y dijo:

– ¡Sorpresa!

La sorpresa se la llevó ella al verlos desnudos. Lo que se llevaron Guillermina y Guillermo no fue una sorpresa, fue un susto morrocotudo.

Al ver el cuadro, Eva echó una mano a la boca y los ojos se le pusieron como platos. Guillermo se puso en pie, fue a su lado y la metió en la pocilga. Eva, a la que apodaban Pollita, les dijo:

– ¡¿Qué me vas a hacer?

– Follarte para que no le digas nada a nadie de lo que has visto, Pollita.

– ¡No le voy a decir nada a nadie!

La tiró sobre el balumbo al lado de Guillermina, que le puso un dedo en los labios, y le dijo:

– ¿Cuántas veces me has dicho que te gustaría tener algo con mi hermano?

– Eso era un secreto.

– ¿Qué mejor oportunidad que esta para revelarlo?

– Tú no entrabas en la ecuación.

Guillermina le dio un beso con lengua.

– Sé que yo también te gusto.

– No, no me gustas.

La volvió a besar con lengua.

– No sabes mentir.

Eva limpió la boca con el dorso de la mano derecha, y luego le preguntó:

– ¡¿Me queréis forzar los dos?!

La volvió a besar con lengua.

– No, nos vas a dejar a los dos.

– Tú te has vuelto loca.

Guillermo fue a la puerta del establo, la cerró, le puso la tranca y luego regresó a la pocilga, Guillermina le dijo:

– Desnúdala, Guillermo.

Guillermo fue a por ella.

– Ponte en pie, Eva.

Eva se puso en pie y quiso huir, pero Guillermo la cogió por la cintura, le bajo la cremallera trasera del vestido y se lo quitó. No llevaba sujetador. Tapó las tetas con las manos, y dijo:

– ¡Déjame ir!

Guillermo le bajó las bragas y una buena mata de vello negro quedó al descubierto, Juntó las piernas, tapó las tetas con el brazo y la mano izquierda y con la mano derecha tapó el coño. Guillermo la volvió a echar sobre el balumbo. Guillermina le dijo a su hermano:

– Te voy a enseñarte a comer lo que hay debajo de esas manos.

La besó con lengua por tercera vez, luego le quitó el brazo y la mano de las tetas, para lo que no tuvo que hacer mucha fuerza. Aparecieron unas tetas medianas, casi piramidales, con bonitas areolas rosadas y pezones gorditos. Eva le dijo:

– ¡No me toques!

– Te voy a tocar y tú te vas a callar, si abres la boca de nuevo te la cierro con una bofetada. ¿Entendido, Pollita?

Eva asintió con la cabeza. Guillermina le dijo a su hermano:

– Ponte a mi lado y hazle todo lo que le haga yo a ella.

Guillermina mojó el dedo medio de la mano derecha en la boca y acariciando el pezón y la areola de la teta derecha con la yema y siguió hablando.

– Los pezones son partes muy sensible de una mujer. Al estar excitada se ponen duros. ¿Lo notas, Guillermo?

– Sí, lo tiene duro.

Guillermina le lamió los pezones y las areolas, le chupó las tetas y las magreó con dulzura… Al rato bajó lamiendo el vientre, lamió su ombligo, en el ombligo se besó con su hermano y después llegó al coño La mano seguí allí, pero al lamer sus dedos Eva la apartó y le ofreció el coño. Guillermina le enterró la lengua en él. Con la lengua pringada de jugos subió y se la metió a Eva en la boca, Eva, que casi se corre, no le devolvió el beso. Quien se lo dio fue Guillermo. Eva, al ver como se besaban, no pudo evitar un estremecimiento. Guillermina le dijo a su hermano:

– Mira cómo le como el coño y aprende para después comérmela tú a mí.

Guillermina volvió a bajar lamiendo y besando los pezones y las areolas, el vientre, el ombligo… Al legar al coño lamió el clítoris de abajo a arriba y luego le dijo a Guillermo:

– Esta es la pepita, una mujer se corre enseguida si se la trabajan bien.

La lamió, la chupó, la lamió, la chupó… Le dio tal repaso que Eva no pudo contener sus gemidos. Ni pudo evitar echarle una mano a la nuca a Guillermo y comerle la boca mientras se corría en la boca de su prima. No fue ella sola la que le echó la mano a la nuca, pues también se la echó Guillermina después de tragarse la corrida de su prima, y se la echó para que Guillermo se tragara la suya.

– Cómemela, cómemela que estoy tan cachonda que no vas a tener que lamer mucho.

No le había mentido, Guillermo le lamió y le chupó el clítoris, unos dos o tres minutos, y Guillermina se corrió bajo la atenta mirada de Eva, que sonreía con picardía.

Guillermo tenía un empalme tremendo después de comerle el coño a su hermana. Se fue a por Eva con idea de clavarla. La joven se puso a cuatro patas, con las tetas colgando lo miró a la cara, y como si no lo supiera, le preguntó:

– ¿Qué quieres?

– Follarte.

– ¿Serviría de algo si me resisto?

– No, te daré lo tuyo de cualquiera de las maneras

– Pues dámelo y acaba pronto.

Guillermina tenía otros planes.

– No te lances, Guillermo, primero vamos a chupártela.

Eva no estaba por la labor.

– Yo no voy a chupar nada.

– Tú vas a chupar lo que yo te mande si no quieres llevar una hostia.

Eva parecía tenerle miedo a Guillermina.

– Si no queda más remedio…

Eva fue a gatas al lado de Guillermina, la besó con lengua y después le preguntó:

– ¿Empiezas tú o empiezo yo??

– Empieza tú.

A Gregorio le comenzó a rondar una idea por la cabeza.

– ¿Hay algo entre vosotras, Guillermina?

– ¿Por qué lo preguntas?

– Porque desde un principio dejó que la besaras y apartó muy rápido las mano de las tetas y luego del coño para que se lo comieras, y porque le comiste el coño con tanta maestría que parecía que llevabas toda tu vida comiendo coños.

Guillermina se arrodilló, hizo que Guillermo se echara boca a arriba sobre el balumbo, y dijo:

– Eres detallista.

– ¿Hay o no hay?

Le cogió la polla, y antes de meterla en la boca, le preguntó:

– ¿Importa eso?

– Lo que has dicho significa que lo hay. Mira que si Eva fuese tu novio secreto…

Eva, mirando como Guillermina le lamía la cabeza de la polla, como se la pelaba, y como se la mamaba, dijo:

– No soy ese novio, y no lo soy porque soy su… ¿Puedo revelar el secreto, Guillermina?

– Si ya lo has revelado, cabrona, solo te faltó decir, novia.

– Pues eso, soy su novia, y no ha habido ningún hombre en la vida de tu hermana, hasta esta tarde.

Guillermina le dijo a su prima:

– Lo del hombre no corría prisa, Eva.

– No, la verdad es que no.

– ¿Quieres chupar un poco?

– Lo que quiero es que me la meta y me desvirgue.

– Tú por no chupar…. Está bien, móntalo.

Eva se puso a horcajadas sobre Guillermo, y luego puso sus manos sobre su pecho, buscó con su coño la cabeza de la polla empalmada y luego de poner la punta del glande en la entrada de su vagina, bajó un poco el culo. Entró la cabeza y lo hizo apretadísima. Eva cogió miedo, pero no quería sacarla.

– Ayúdame, Guillermina.

– ¿Tienes miedo de que se te rompa el coño?

– Sí.

– Relájate, no rompe, se dilata, ya sabes, como se dilató a meterle dos dedos, tres dedos…

– Esta polla hace por diez dedos.

Guillermina, que estaba a su lado, le echó las manos a la cintura, la levantó, quitó la cabeza del coño y luego la volvió a meter. Besándola con lengua, sacó y metió la cabeza de la polla unas diez o doce veces, luego lo fue subiendo y bajando, al tiempo que lo metía un poquito más cada vez. Lo fue subiendo y bajando hasta que la polla llegó al fondo del coño. Con toda la polla dentro, Eva se echó sobre Guillermo y lo besó con lengua. Guillermina se puso detrás de ella. Le lamió el ojete y se lo folló con la lengua. Eva empezó a subir y a bajar el culo, despacito al principio. Guillermina juntó dos dedos, cabalgando uno sobre el otro, se los metió dentro del culo y se lo folló con ellos. Eva comenzó a gemir, a subir y a bajar el culo un poco más aprisa y a devorarle la boca a Guillermo. Al rato dejó de comerle la boca para decir:

– ¡Ay que me corro!

Al correrse levantó la cabeza, comenzó a sacudirse y luego se derrumbó sobre Guillermo. Guillermina le sacó los dedos del culo, y le clavó la lengua en el ojete para sentir sus contracciones.

Eva, con el tremendo placer que estaba recorriendo su cuerpo, perdió el conocimiento.

Guillermo, cuando Eva dejó de sacudirse y de gemir, la quitó de encima y la puso boca arriba sobre el balumbo. Guillermina vio su polla empalmada y llena de jugos. Sin tocarle con las manos, se la mamó y se la limpió de jugos, después se sentó sobre ella y le dio a mazo. Guillermo vio como sus tetas subían y bajaban y oyó como le decía:

– ¡Te voy a romper la polla, te voy a romper la polla!

Guillermo le agarró las trenzas y tiró hasta que le hizo daño. Guillermina se venció. Cuando tenía la cara de su hermana al lado de la suya le dio él a romper.

– ¡¿Quién va a romper a quién?!

Guillermina no tardó ni un minuto en explotar.

– ¡Me corro, me corro, me corro!

Se estaba corriendo Guillermina cuando Guillermo sintió que le venía. Quiso quitar a su hermana de encima, pero no pudo, aunque pudo sacarla y correrse entre sus labios vaginales.

Al acabar de correrse, le dijo Guillermina:

– Le faltó poco para que te corrieras dentro, zumbado.

– ¿Sabes que le gustaría hacer ahora a este zumbado?

– ¿Fumar un cigarrillo?

– No, comerte el coño lleno de leche.

– No hablas en serio.

La quitó de encima, se metió entre sus piernas, y le lamió el coño-

– ¡¿Qué haces, cochino?!

– Cochinadas. ¿Quieres correrte o no?

Guillermina no podía decirle que no.

– Hombre, ya que estás ahí abajo…

Poco después, Guillermina, con la lengua de su hermano lamiendo su coño, un coño limpio de leche y lleno de saliva y de jugos, y sintiendo un morbo como nunca antes había sentido. Le cogió la cabeza con las dos manos a su hermano y moviendo su pelvis de abajó a arriba y de arriba a abajo, frotó su coño contra la lengua hasta que le dio una tremenda corrida en la boca.

– ¡Toma, cochino!

Al quitarse de encima, Guillermo le preguntó:

– ¿Te preocupa haber visto mi lado oscuro?

– Para nada, me gustó verlo.

Guillermo, mirando para Eva, que estaba durmiendo y sonriendo, le preguntó a su hermana:

– ¿Qué hacemos con la bella durmiente?

Guillermina se mosqueó.

– ¡¿No decías que era yo la más bonita de la aldea?!

– Y lo eres, ella es bella, pero tú eres preciosa.

Sintieron el ruido del motor de una moto, un ruido que les era muy familiar. Guillermina le dijo a su hermano:

– ¡Ese es papá! Despierta a Eva y vistámonos antes de que venga a ver cómo quedó la pocilga.

Quique.