Las preguntas de mi primita
― ¿Te toca?
― ¿Qué cosa?
― Cuándo estas con tu novio, ¿él te toca?
― Me toca que … ¿Qué cosa estas preguntando?
― Tú tienes novio … cuándo estas sola con él … ¿él te tocas tus cositas?
― ¡Pero Mildred! … eres una niña de diez años … ¿Qué preguntas son esas?
― Somos mujeres … podemos contarnos cosas ¿no? … yo quiero saber si te toca tus tetitas o tus piernas … o si te mete la mano ahí abajo …
― Pero niña, no son cosas que se preguntan … son cosas privadas … además tu eres muy chiquita para esas cosas …
― Mamá dice que cuando uno no sabe algo tiene que preguntar … por eso … como tú eres más grande y tienes novio, me gustaría saber cosa hacen los novios, porque yo todavía no tengo un novio … no sé ciertas cosas y quiero saber …
― Y porque no le preguntas a tu mamá …
― Porque ella no tiene novio …
― Sí, pero habrá tenido alguna vez … ella debe saber mucho más que yo …
― Sí, pero mamá es de otros tiempos … yo quiero saber cómo es ahora … y como tú tienes a Ricardo …
― ¡Eh! … y bueno, si, nos tocamos … es una cosa natural …
― Y te toca ahí debajo de tus vestidos … porque dicen que los chicos hacen eso …
― Pero Mildred … esas son cosas que no se preguntan …
― Tienes vergüenza de decírmelo ¿verdad? …
― ¡No! solo que tú eres muy chiquita … no tienes que andar preguntando esas cosas …
― Entonces quiere decir que él te toca tu cosita … ¿y te gustas? …
― ¡Ay! niña no molestes más … ya verás cuando crezcas …
― Yo soy grande … la profesora de biología ya nos enseñó que niños y niñas tenemos diferencias en nuestros órganos sexuales y los chicos son más precoces y molestan a las chicas …
― Porque no le preguntaste a tu profesora si tiene algún novio …
― Porque no son materias de estudio … son cosas que comentamos las chicas y tenemos curiosidad por saber … y como tú eres una chica …
― Sí, pero yo he venido a cuidarte y no para que me interrogues en cosas de biología y todas esas cosas …
― ¿Cuántos años tienes? …
― Yo, tengo diecisiete …
― Y Ricardo, tu novio … ¿Cuántos años tiene?
― Bueno, él tiene dieciocho …
― Y, ¿sabe besar bien? …
― ¡Eh! … sí, besa bastante bien …
― ¿Me enseñarías a besar?
― ¿Qué? … pero tu estas loca niñita …
¡Hola! soy Angelica, la preguntona es mi primita Mildred, mi tía tuvo que salir y no teniendo con quien dejar a la inquieta pequeña, le pidió a mamá de mandarme a cuidarla y ahora me tiene aquí en aprietos respondiendo cosas intimas y privadas.
― Tu eres mi prima y además tienes novio y eres bonita … ¿de que tienes miedo? …
― No tengo ningún miedo … somos dos chicas … hace falta un chico …
― ¿Qué tiene de malo si dos chicas se besan? … ¿discriminas? …
― ¡No! … pero … bueno, haber ven para acá … acércate …
Se acerco a mí la pequeña que a este punto no sé porque ni como, me estaba excitando, porque ella no es una niñita pequeña normal, es alta, tiene una personalidad avasalladora, es una hermosa piba, con sus cabellos rubiecitos y esos labios carnosos y rosaditos, la tomé y rocé sus labios … un piquito.
Mildred se quedó con los ojos cerrados como en un trance, no me pude contener y la tomé y la volví a besar, pero esta vez efusivamente, con mi lengua dentro de su tierna boca, ella abrió sus labios y nuestras lenguas se encontraron y nos besamos las dos en forma apasionada, la chiquita puso una mano en mi seno mientras nuestras lenguas batallaban en una lucha interminable.
Mi mano se fue derechito a su entrepierna y sentí sus bragas de algodón, Mildred emitió un gemido que me hizo electrizar y querer más muchos más de esta mocosa caliente, mis dedos se hicieron espacio en el elástico calzoncito y rocé su vulva lampiña, ella se apegó a mi cuerpo y comenzó a follar mi mano.
Una cosa lleva a la otra, yo sentada en una silla con mi mano perdida en la vagina de mi inocente primita que me había seducido sin darme yo cuenta de lo que estábamos haciendo, ella tenía una de mis tetas fuera de mi blusa y me chupaba mi pezón con vigor y lujuria, me había hecho calentarme al punto de no retorno, lo único que deseaba era poseerla y hacerla mía.
En esos momentos éramos dos amantes, ella y yo, nos estábamos devorando a besos y acariciándonos por todas partes, Mildred me tomó de la mano ― vamos a mi pieza ― me dijo, yo con una teta fuera de mi vestimenta y con mi chocho hirviendo, la seguí en silencio con las piernas que me temblaban.
Mildred tenía un espacioso lecho, siendo ella de buena familia, padres profesionales, no eran adinerados, pero se veía que vivían con una cierta holgura, mi cabeza era un torbellino de pensamientos, jamás me había sentido atraída por una mujer, tampoco había tenido relaciones con una chica ni menos con una niña que resultaba ser mi prima de diez añitos, mi cerebro estaba conectado a mi chocho, la concupiscencia me embriagaba las ideas, sentía necesidad de ver a esta niña desnuda y satisfacer mi morbo.
También me excitaba la inocente morbosidad de ella al hacerme tantas preguntas relacionadas con lo sexual, me resultaba atractiva y seductora su curiosidad de niña, era como un embrujo esa fascinación que ella causaba en mí, me sentía persuadida a hacer algo en contra de mis principios, que hasta ahora no habían pasado la prueba, ya que estaba en valía de los encantos de esta nenita.
Nos sentamos sobre el lecho y ella rápidamente me tiro fuera mi otra teta, yo puse mis manos en sus nalgas y subí su faldita, nuestros labios no cesaban de estimularnos con nuestras lenguas, que recorrían nuestros rostros, cuellos, lóbulos y que ella descendía de vez en vez hasta mis senos besuqueándome con un ardor increíble, logré bajar sus bragas y mis dedos se deslizaron en su rajita que estaba profusamente bañada, comencé a masturbarla.
― Quitémonos toda la ropa ― dijo Mildred, yo me alcé y obedecí desnudándome por completo, la tomé por los hombros y la recosté sobre la cama, sus ojos claros, relucientes y traviesos, me tentaban a seguir experimentando con estas sensaciones nuevas, que me turbaban y al mismo tiempo encendían mi cuerpo, mis sentidos, mis instintos, su pecho plano sin senos contrastaban con el mío con tetas todavía en desarrollo, pero de robusta prestancia.
Su pequeña conchita virgen y humedecida por sus fluidos, emanaba una esencia cautivante, nunca hasta ahora había visto otra vagina que la mía, ahora estaba a centímetros de mi boca, comencé a lamer sus labiecitos ardientes, Mildred gemía y se contorsionaba, su mirada estaba fija en lo que yo le estaba haciendo, el sabor de su sexo me excitaba aún más, mi mano involuntariamente bajo a mi propia chuchita trepidante.
― ¡Oh! tienes pelitos ― exclamó Mildred, cuando subiéndome a la cama, me puse a horcajadas sobre su cabeza, para regalarle mi sexo a sus caricias, sentía la necesidad de brindarle mi chocho para que lo disfrutara como yo estaba disfrutando el de ella, Mildred abrió los labios de mi vagina y me hizo estremecer, instintivamente supo cómo lamer mis muslos con dulzura, acercándose beso a beso a la hendedura de mi conchita virgen.
Lancé un chillido sofocado y jadeante cuando su legua separó los labios de mi estrecha vulva, me incliné sobre su vientre plano, besé su pubis terso y pulcro y mi lengua comenzó a derivar como portada por una corriente, hacía sus labios vaginales albos y regordetes, Mildred alzó su pelvis cuando mi boca se cerró sobre su minúsculo clítoris, pasé mis manos por debajo de su culo y abrí su vulva a mi lengua invasora, mis manos y mis dedos se habían centrado a juguetear con su ano, ella incrementaba sus gemidos y la rotación de sus flacas caderas de niña.
Mildred comenzó a moverse violentamente, sus gemidos se transformaron en agudos chillidos y los espasmos de un orgasmo la golpearon improvisamente, había parado de lamerme y movía su cabecita de lado a lado, poco a poco introduje dos de mis dedos en su culito e incrementé la succión de su clítoris, mi primita bramaba en espasmos que me resultaba difícil mantener mi boca sobre su pelvis convulsionada.
¡Aaaggghhh … bastaaa … por favor detente … mi dioooos … por favor … ¡ la chiquilla gritaba tratando de escapar del agarre de mis brazos y la libación de mi boca a su entero chochito, yo trataba de no perderme ni una gota de ese zumo exquisito que fluía de su conchita, mi boca, mis mejillas y todo mi rostro estaban empapados de ese néctar delicioso que mi paladar saboreaba por primera vez, levanté mis labios de su chocho tembloroso y ella cerró sus muslos con fuerza, la dejé recuperarse, respiraba con la boca abierta y jadeaba afanosamente, su vientre se movía de arriba abajo con su fatigosa respiración.
Mildred estaba con sus ojos cerrados, abandonada como una muñeca de trapo, tenía en su rostro una expresión de agonía con su ceño un poco fruncido, poco a poco se recompuso y abriendo sus ojos me regalo la más tierna sonrisa que me hizo sentir un hormigueo en mi vientre, miré sus pequeños pezones ― no tengo téticas … ¿verdad? … me querrías más con tetitas grandes como las tuyas … ¿verdad? ― dijo ella ― no mi niña … eres hermosísima, así como eres … eres la niña más linda que conozco ― le respondí.
La atraje hacia mis senos y ella me succiono los pezones haciéndome sentir mariposas en mi vientre, empujé su cabeza hacía abajo ― es tú turno … hazme lo mismo que yo te hice a ti ― le dije, sus ojos se iluminaron con rayos de picardía y lujuria, se posicionó en medio a mis muslos y comenzó desde estos a besar y a lamer mi piel, haciéndome arder de deseos por su lengua, no sé de dónde saco fuerzas, pero alzó mis muslos exponiendo mi culito a sus lamidas, jamás nadie me había tocado mi culo y esta nena estaba hurgueteando con su lengua directamente en el estrecho orificio de mi trasero, haciéndome gemir y alargar mis nalgas a su lengua intrusa.
Justo desde el centro de mi culo inició ese hormigueo exquisito que comenzó a recorrer todo mi ser, me abrí las nalgas lo más que pude, porque me estaba volviendo loca de placer, me estaba corriendo con la lengua de esta pequeña en un modo tan intenso que ni siquiera cuando mi novio me masturbaba me había venido así tan fuerte y placentero, me sentí extraña cuando las ondas espasmódicas de mi orgasmo se extinguieron, no estaba bien que me había dejado andar a esta frivolidad tan pecaminosa, con mi prima, con una niña chica, no tenía ninguna excusa para mi comportamiento obsceno.
Mildred continuaba a acariciar mis muslos y los labios de mi vagina, me tenía en un estado de excitación demencial …
― Sabes que nadie se puede enterar de lo que tú y yo hemos hecho … ¿verdad?
― Sí, lo sé … será un secreto tuyo y mío …
― Ahora nos vestiremos y nos comportaremos en modo normal ¿0k? …
― Pero no me has dejado que te bese ahí como tú lo hiciste a mi …
― Me hiciste correrme como una loca … ¿no te basta?
― Quiero sentir tu sabor …
― Está bien, solo por un poco … luego nos vestiremos …
Mildred continuó a acariciar mi vagina y a llevarme a la cúspide de miles sensaciones, me sorprendía la maestría de este pequeña para lamer mis partes sabiendo donde hacerlo y procurarme mayor placer, mi clítoris estaba todavía sensible y me hacía chillar cada vez que su lengua me tocaba mi botoncito, ella metía su lengua dentro de mi chocho y la hacía vibrar en modo veloz, todo mi chochito vibraba con esa lengua trepidante, me metió dos deditos e inició un movimiento de mete y saca muy veloz, me hizo arquear la espalda y cuando toco mi clítoris, me corrí una segunda vez agarrando su cabeza y follando su lengua.
Mi primita no me soltaba y mi orgasmo no se interrumpía, era un concadenarse de espasmos que me tenían convulsionado, mis muslos estaban duros y tiesos, toda mi pelvis temblaba, empujaba mi conchita para que siguieras chupándome y lamiéndome ― ¡oh! cariño me has hecho venirme una vez más … que maravillosa lengua tienes ― logré balbucear todavía temblando de pies a cabeza.
Estuvimos por más de una hora besándonos, explorando nuestra desnudez, lamí su pecho plano, le mordí esos pezoncitos de ella tan tiernos, ella sentía mi pasión, ella sentía mi excitación, ella me hacía vibrar, sus deditos se ajustaban a la estrechez de concha y ella lujuriosamente extraía fluidos de mi chocho y me los daba a probar con sus deditos bañados, hacía lo mismo con sus propios jugos vaginales, me hacía encenderme y apasionarme a sus jueguitos, jamás pensé que una niña pequeña pudiese ser centro de atracción sexual, pues ahora he cambiado de parecer.
Mildred y yo hasta el día de hoy somos amantes en secreto, ella viene a casa mía o yo a casa suya y de noche dormimos en la misma cama, creemos que nadie sospecha nuestra relación, pero somos cuidadosas, yo ahora tengo marido, han pasado poco más de diez años, ella tiene novio, pero nos damos algunas escapadas y repetimos todas las veces la pasión de esa primera vez.
La pequeña hoy es una mujer con unos bellos senos y un cuerpo muy femenino y agraciado, mantiene su chochito depilado, a ella le encanta mi enmarañado vello púbico, así que no me permite de depilarme, dice que cuando hacemos el amor y pongo mi conchita sobre la suya, esos vellos la hacen correrse más intensamente y yo encuentro muy gratificante sentir esa vulva suya lampiña sonando como una ventosa sobre mi encharcada vagina, también alcanzo maravillosos orgasmos.
Sentada a horcajadas sobre su pelvis, con sus bellísimos muslos en el aire y moviendo mis caderas como una loca hasta abrazarme a una de sus piernas y colapsar jadeante en un potente orgasmo, son momentos que están presente en mi mente siempre, desde esa primera vez, fueron muchas otras en que nos juntamos para darnos placer mutuo, un placer que no encontrábamos en otra parte, un placer sáfico que nos unía y hasta hoy nos une.
Pero hacemos nuestras vidas separadas y normales, mi marido la conoce, ella es mi prima y ya, yo conozco a su actual novio es amigo de mi esposo, ellos suponen que tenemos un lazo estrecho y cercano de amistad y afecto, pero no sospechan de nuestros encuentros fortuitos que nos da tanto placer, hay veces que pasan un par de meses que por nuestras obligaciones no nos encontramos, pero cuando lo hacemos, es como esa primera vez que ella me preguntaba cosas indiscretas para una niña de su edad.