Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.

Soy un adicto a las maduritas desde que tengo uso de razón.

Hoy voy a referirme a un personaje típico familiar, por lo que el texto bien podría formar parte de Sexo con maduras o Amor filial. Este relato lleva una parte de realidad y otra no menor de imaginación, ya que casi ninguno pudo cumplir la fantasía de tumbar a Olga, la protagonista principal.

En todo grupo familiar existe una de esas tías a las que todos los sobrinos le hincaríamos el diente sin ningún tipo de dudas, y en esa categoría estaría clasificada Olga indudablemente.

Hermana de mi tía por parte de madre, La tía Olga (45 años por aquel entonces) era esa típica mujerona para la que nadie pasaba desapercibida: desinhibida, de buen porte, caderas rotundas, pechos prominentes, carácter festivo, ropa uno o dos tallas menores a los aconsejables que dejaban a la vista ciertos atributos y resaltaban los ocultos.

No había fiesta familiar en que las “damas” de la familia no la criticaran por su ropa o sus actitudes y los hombres se desvivieran por observarla.

Pero Olga tenía algo particular, era de participar en todo aquello que involucrara a los sobrinos: bailaba tipo Raffaella Carrá (época de los ’80), era la cabeza del trencito en la música carioca, se meneaba como endemoniada en las cumbias y te apretaba durante la danza de cuarteto cordobés (Argentina).

Si te tocaba ir detrás de ella en el trencito, no dudabas en apoyarte en esas caderas rotundas y bien marcadas, y si te agarraba para bailar cuarteto era imposible no pasar tus manos por esa cola prominente (aunque lo hicieras disimuladamente). Perder tu vista entre ese canalillo que formaban sus pechos era imposible. Sin temor a equivocarme, ha sido motivo de innumerables pajas de todos sus sobrinos y motivación de polvos de los mayores en las noches de fiestas navideñas.

Esto sucedió durante unas vacaciones de verano en la ciudad de Necochea. La tía Olga junto a su hermana (mi tía), y sus hijos fueron invitadas a pasar una semana en aquel balneario bonaerense, la casa donde se alojaron tenía disponibilidad para 5 visitantes y lindaba con un amplísimo terreno apto para acampar. Ellas viajaron el lunes y se alojaron en la casa, para el día viernes viajamos mi tío (Beto), además del marido de Olga (Chelo) y otros 3 sobrinos, por lo que las camas no eran suficientes.

Beto: ¿Qué hacemos? Las camas no alcanzan

Chelo: ¿Si armamos una carpa en el terreno?

Beto: ni en pedo duermo en carpa

Olga: voy yo con los chicos a la carpa, va a ser divertido

Chelo: ¿te parece?

Olga: ¡¡¡seguro!!! Vas a ver qué bien la pasan

No había bolsas de dormir para todos, por lo que tiramos unos colchones para los más grandes y las bolsas para los más chicos.

Tras un día de playa terrible (mucho calor y sol) volvimos a la casa y comenzó el proceso de bañarse para todos: sacarse la sal y la arena de cuerpo, con una ducha improvisada en el patio con una manguera colgada de un caño, los más chicos no dudaron en desnudarse y quitarse los restos de arena y así evitar paspaduras.

Olga: las chicas se me lavan bien la cotonga (conchita) y la cola. No las quiero paspadas y los nenes se me limpian bien la pichita (verga), nada de arena por ahí

Las risas explotaron, las nenas se masajeaban para limpiarse y los nenes otro tanto, hasta que llegó el momento de los adolescentes que más pudorosos nos refregamos sin quitarnos las mallas,

Olga: vamos sáquense la arena o la carpa va a quedar a la miseria.

Y tras decir esto nos regó completamente con la manguera.

Hubo toallones para cubrirse mientras nos quitábamos la ropa mojada, llegó su turno y no dudó en meterse bajo el frío chorro del agua, se refregó la cabeza con shampoo y dejó correr el agua por sobre la malla haciendo que sus pezones se pusieran durísimos.

Olga: Chelo alcanzame un toallón que me saco la arena

Chelo la cubrió como pudo y en medio del patio se quitó la malla, sacudiendo la manguera para eliminar los restos de arena

Olga: cotonga limpia y culito también. A secarse que hace frío.

Se colocó un pantalón corto que dejaba poquito a la imaginación y una remera que parecía reventar con esos pechos gigantescos.

A esa altura, mi cabeza con 14 (años) era una bomba a punto de explotar, había visto conchitas lampiñas de 10 años masajeadas para lavarse y me imaginaba algo similar pero más grande al ver y escuchar a Olga hablar de su cuerpo, tenía carpa propia que no sabía ni podía disimular.

Olga: vamos a dormir tranquilos, carpas son lo que sobran, ja ja ja

Ante las risas generales, me puse rojo como un tomate y sin saber cómo disimular, me fui a la carpa.

Tras la cena familiar, los mayores se cambiaron y fueron al casino salvo Olga, que se quedó con nosotros y sobre las 23, después de comer un helado nos fuimos a la carpa.

Mis primos dormían en un colchón en un lateral, las hijas de Olga en dos bolsas de dormir en el medio, luego Olga y finalmente yo al otro costado sobre un colchón de dos plazas. Todos en ropa interior o shorts y remeras.

Tras cuentos de rigor se apagó la luz del farol. Serían las 0:30 cuando comencé a sentir frío y temblar, producto de la insolación de la tarde y el refrescar de la noche. Los demás dormían plácidamente.

Olga: estas temblando, seguro te insolaste. Arrimate y nos tapamos.

Le hice caso, me aproxime a su cuerpo caliente y me envolvió con la frazada y sus piernas. Era muy placentero, su piel tibia contrastaba con la mía fría y el calor de la frazada me fue cobijando.

Yo: gracias, estoy mejor

Olga: si, me di cuenta, quedate quietito y te vas a calentar

Yo: ¿Cómo hacés para estar así de calentita?

Olga: soy de buena temperatura, suelo dormir casi desnuda, transpiro mucho

En eso noté que solo la cubría una remera liviana y lo que supuse un short de tela similar

Al cabo de 10 minutos, supongo, había recuperado mi temperatura y giré mi cuerpo quedando frente a ella, sentía su respiración en mi cara, estábamos a escasos centímetros y no quitaba sus piernas alrededor de mi cuerpo. Moviéndome apenas pasé mi brazo sobre ella y alcancé su espalda. Dejé caer mi mano lentamente hasta su cola, estaba en el cielo… abrazado a Olga y tocando su cola, no quería hacer nada que la incomodara o despertara a mis vecinos de la carpa.

Suspiró y acomodó su pierna sobre mí y su brazo cruzó mi pecho, era mi momento, ahora o nunca, apreté su cola y me acerque a su boca tanto como pude, apenas rozándola en un suave beso.

Olga: tranquilito, yo hago el trabajo – dijo mientras su mano bajó hasta mi verga durísima, muy caliente.

De manera suave la acarició y cubrió mi boca con sus labios para que no emitiera sonido alguno. Desplazó la tela de su short hacia un costado y se subió sobre mi cuerpo, con un movimiento leve me ubicó entre sus piernas y me recibió en su interior.

Apenas si se movía, levemente, arriba y abajo, yo no entendía nada pero me dejaba hacer.

Olga: así adentro, un poquito más adentro – susurraba en mi oído

Suspiraba y se movía lentamente, la agarré de la cola y la empujaba según me decía al oído.

Olga: me gusta suavecito, tranquilo y largo, no se te ocurra terminar.

Sus palabras eran ordenes, y las seguía al pie de la letra, excepto lo de terminar, cosa que se aproximaba rápidamente. Se lo dije y se detuvo unos instantes.

Olga: si te portás bien, habrá más mientras estés acá.

Me besó muy suavemente y volvió a la carga, mis dedos ya se enterraban en su cola trayéndola más cerca y más adentro, trabó mis piernas con las suyas y cambió el ritmo para terminar con un estremecimiento que tensó su cuerpo al máximo, momento en que dejé escapar todo lo que había en mis huevos, llenándola de leche.

Cayó rendida sobre mí, me sentía agotado y su cuerpo me aplastaba, allí pude sentir todo su peso. Momentos después se bajó de mi, dejándome cubierto de flujos y leche.

Olga: hacía un mes que no me cepillaban, lo necesitaba y vi que me tenías ganas, lo vengo notando hace tiempo. Si los chicos se duermen más temprano mañana, te voy a dar mis tetas que tanto te calientan, ahora dormite, que no tardan en llegar del casino.

Se fue al baño a lavarse, no podía dejar huellas de lo ocurrido. Volvió y se acomodó a mi lado. Traté de acomodarme para dormir, pero me costaba tenerla al lado y no tocarla. Me puse en cucharita detrás de ella y fui yo quien ahora le dio calor a su cuerpo frío, ya estábamos entrando en calor nuevamente cuando vimos las luces de los autos que volvían a la casa, Nos despegamos rápidamente y minutos después pude oír la voz de Chelo.

Chelo: ganamos, pueden quedarse toda una semana más, vamos a festejar, vengo recaliente. Mañana me voy, tenemos que coger como locos esta noche.

Olga: dale, recién me lavé, estoy lista para que me chupes y me garches bien garchada.

Chelo: ¿me vas a dar el culo?

Olga: si pero no me lo dejes dolorido o se van a dar cuenta

Chelo: Dale antes que se despierten los pibes

Olga: ya voy, preparate

Chelo se fue y Olga se dio vuelta, me miró y me dijo

Olga: en la cama, la vamos a pasar mucho mejor. Tenemos una semana

Me esperaba una semana inolvidable, Olga me iba a enseña todo lo que solo conocía por revistas

Serían las 9 de la mañana cuando desperté y escuché lo que parecía una reunión de consorcio en la cocina de la casa ahí estaban Chelo, Beto, Olga, Moma (mi tía, hermana de Olga), Lucho y Chela (el anfitrión y su esposa).Conversaban animadamente del resultado de su noche de casino y de futuras acciones.

Lucho: En serio te digo Beto, es una casa vieja con un taller al fondo

Beto: ¿te parece invertir ahí?

Lucho: Seguro, la casa tiene dos dormitorios, cocina, comedor y baño. Buen garaje y en taller se arma un departamento de dos dormitorios, está regalada.

Chelo: lo que ganamos no alcanza, haría falta un inversor más

Olga: ¿y si llamamos a Anyi (mi madre)? ¿No se enganchará?

Lucho: Alquilan adelante y disfrutan el departamento. Enero, Febrero y Marzo y salvan gran parte de los gastos

Moma: yo diría que sí, así no tenemos que depender de nadie para veranear.

Chelo: velo por el lado positivo Beto, es una inversión.

A regañadientes, mi tío acepto llamar a mi madre, hacerla ir a Necochea ese mismo finde y presentarle la posibilidad.

Chelo: nosotros nos vamos esta noche en colectivo, si llega a la tarde y lo ven, por ahí cerramos trato.

La idea que mi madre y mi padre llegaran por la tarde no me agradó demasiado, perdería la chance de estar con Olga esa noche, pero la posibilidad de una casa de veraneo pesaba en mi cabeza.

Junto a mis primos, hicimos nuestra aparición en la cocina, y la charla cambió de rumbos: playa, paseos y esperar la que Beto llamara a mi madre.

La miré a Olga, que se sentaba de costado en el sillón, como tratando de acomodar su prominente cola en el almohadón denotando que la noche había sido movidita. Me guiño un ojo discretamente a modo de saludo.

Prepararon el desayuno para los 6 recién levantados mientras se preparaban para ir a la playa.

Partimos rumbo a la playa y una vez ubicados ahí, Chelo y Beto se fueron en busca de una cabina para llamar a mi madre.

Nos metimos al mar los chicos acompañados por Olga y Moma, hubo juegos en el agua (que aproveche para acariciar a Olga), hasta que los mayores volvieron.

Beto: Listo, hoy a la tarde vienen. Les gustó la idea.

Chelo: en un rato volvemos a la casa, comemos un asadito y hacemos una siesta.

Moma: Ustedes hoy a la carpa, los chicos y nosotras a las camas.

La cara de Chelo no fue de las mejores, supongo que supondría tener una nueva sesión de sexo con Olga, pero aceptó.

Tras el almuerzo, Moma y sus hijos fueron a la pieza principal, Olga, su hija, mi hermana y yo a la otra. Habrán pasado unos 20 minutos y era un concierto de ronquidos. Como a la hora, noté movimientos, Miré y Olga no estaba en la pieza, la sentí hablar con Chelo.

Olga: ¿estás loco? Me dejaste el culo dolorido y querés seguir…

Chelo: dale, me voy en 5 horas y vuelvo en 15 días

Olga: te lo dije anoche, tranquilo y no me hiciste caso, andá a la carpa.

Chelo: trabajar en obra no ayuda, un mes afuera y lo poco que podemos estar juntos no alcanza

Olga: Si hubieses sido más delicado, estarías garchando ahora

Abrió la puerta y volvió a entrar a la pieza dejando a Chelo caliente, además de enojado. Se dio cuenta que yo estaba despierto, se aproximó a mi lado y casi susurrando me dijo:

Olga: ¿ves lo que pasa cuando no me hacen caso? Aprendé

Se acomodó en la cama en sentido inverso a mí, quedando sus pies a la altura de mi cara y su cola a centímetros de mis manos. Cuando noté que ya no había nadie tras la puerta, esperé unos minutos y lentamente llevé mis manos a su cola, como acariciándola suavemente, soltó un suspiro y se dispuso más tranquilamente a recibir mis manos recorriéndola.

Mi hermana se movió y rompió el encanto, separé mis manos y observé como se levantaba.

Tana: Olga, no puedo dormir, me voy a la otra pieza a jugar con los primos.

Olga: andá pero no hagan ruido, dejen dormir

Se levantó y salió de la habitación. Esto lo aprovecho Olga para colocarse en posición normal y quedamos nuevamente cara a cara. Puso un dedo en mis labios como pidiendo silencio, cuando ya no se escucharon pasos, se aseguró que los demás dormían en la habitación y llevó sus manos a la espalda y desprendió el corpiño de la malla: dos terribles pechos salieron despedidos. Grandes, de aureolas marrones rematadas por pezones grandes y erectos. Comenzamos un cruce de susurros.

Olga: ahí las tenés, ¿son cómo te las imaginabas?

Yo: son gigantes, hermosas y me encantaría tocarlas.

Olga: haceme caso y vas a poder hacer más que eso.

Yo: lo que me digas.

Olga: pasá la mano desde los costados hacia adentro, y con la yema de los dedos acaricia las puntas hasta que estén duritas.

Así lo hice, lentamente pasé mis manos por esas ubres, desde los lados a los pezones, una y otra vez hasta dejarlos duros.

Olga: estíralos despacito, suave. Sí, así, seguí.

Estaba embobado, acariciaba uno de los tesoros que más apreciaba en Olga y mi verga se estaba volviendo loca dentro de mi short.

Olga: ahora, pasale la lengua como si fuese un helado, jugando con la puntita. Uff., que caliente estoy, voy a necesitar una verga muy pronto…

Yo: las quiero chupar y estirar esos pezones con los dientes….

Olga: dale, pásame la mano por la cotonga, de abajo hacia arriba, si así…

Mi boca jugando con sus pechos, primero uno y luego el otro, mi mano acariciando esa concha jugosa por sobre la tanga, estaba en el paraíso.

Pero como todo aprendiz, cometí un error: corrí su tanga y enterré sin piedad dos dedos en su concha.

Olga:¡¡ No!! No me pajees, me falta humedad, me duele.

Me sacó la mano de allí, se retiró hacia atrás y cubrió sus tetas.

Olga: te dije, como yo te lo pida, despacio y suave. No me gusta a la fuerza

Se acomodó la ropa, se levantó y se fue, dejándome muy caliente.

Al levantarnos de la siesta, la noté muy distante, sin chistes y sonrisas. Nos fuimos todos a pasear hasta el horario de llegada de mis padres, cuando estábamos caminando por el parque se acercó y me dijo:

Olga: depende como nos organicemos esta noche, podrás meterte en mi cama.

Yo: discúlpame, no quise hacerte mal.

Olga: te voy a enseñar cuando es momento de meter la verga o los dedos dentro de una mujer.

Volvimos a la casa minutos antes de que mis padres llegaran de su viaje, tras los saludos y las charlas de adultos sobre la inversión, se distribuyeron las habitaciones y ocupantes de la carpa. Mis padres llevaron a Chelo a la terminal de micros y nos dispusimos a cenar.

Nuevamente Olga, mis primos y yo volveríamos a la carpa, solo seríamos 4, más espacio y menos ocupantes. Con las primeras horas de la noche, llegaron los relámpagos, la amenaza de lluvia se hacía presente y las posibilidades de compartir la cama con Olga se esfumaban.

Papá: Olga ¿seguís pensando en dormir afuera con los chicos?

Olga: si se larga entramos a la cocina, no se preocupen

Mamá: ¿por qué no arman todo en la cocina directamente?

Olga: ¿hacemos cama redonda? ¿Quieren chicos?

Papá: sería mejor, creo yo

Nosotros: si, si mejor adentro

Olga: ok, después de cenar armamos todo

La tormenta fue intensa, a tal punto que hubo que cambiar la disposición en las camas: Olga dormiría entre mis primos y yo solo en un colchón de una plaza. En tanto duró la lluvia y los relámpagos, mis primos no se despegaban de la tía, para mi envidia.

Al amainar la tormenta ellos se durmieron, el aire fresco invadía la cocina y hacía necesario cubrirse con frazadas, tal mi costumbre seguía durmiendo en sobre el colchón solo cubierto por una sábana, el sueño amenazaba con vencerme cuando noté como alguien se levantaba del colchón de al lado.

Olga: haceme un lugar, está fresco para dormir sin piernas…

Yo: vení, aquí hay lugar.

Abrí las sábanas y noté como se metía a mi espacio, su cuerpo estaba frío y casi no tenía ropa que la cubriera, tan solo una tanga y una remera muy holgada.

Olga: dame calor, estoy helada

La abracé y como pude rodeé su cuerpo con el mío. Un adolescente de 14 años tratando de calentar un cuerpo de mujer de 45, mi verga (chica, pero erecta) era indisimulable. Nos quedamos así, quietos hasta que su piel demostraba que ya tenía la temperatura necesaria. Con su voz apenas audible, siendo un leve susurro comenzó a guiarme.

Olga: abrazame y pasá tus manos por mis tetas, de manera suave

Siguiendo sus órdenes, me dediqué a esas montañas de carne coronadas por dos pezones durísimos y erectos.

Olga: así, una mano en las tetas y que la otra baje hasta mi tanguita, acariciame la cotonga, despacio.

Así lo hice, los pezones parecían a punto de romper su remera y su tanga se humedecía muy lentamente, como si una canilla goteara apenas sobre ella.

Olga: ahora, corre la tela de mi tanga y seguí acariciándome

Sus suspiros indicaban que iba tomando la temperatura adecuada, pero no daba muestras de querer avanzar más allá. Se giró y se puse frente a mi, se sacó la remera y liberó sus tetas.

Olga: chupalas, despacio sin morderlas y no dejes de acariciarme

Me deleité con esas tetas que tanto me atraían, pero no dejaba que avanzara entre sus piernas, estaba tan duro y excitado que no duraría mucho más y se lo hice saber.

Yo: Olga, déjame meterla, estoy a punto de reventar.

Olga: tranquilo, ya vas a tener tiempo de llenarme de leche.

Me costó horrores aguantar, estaba necesitado de perderme en su cuerpo. Noté como se mojaba, lentamente. Minutos después, se quitó la tanga y abriendo sus piernas, pasó una por sobre mi cuerpo, dejándome a las puertas de su cotonga (conchita) empapada.

Olga: ahora si, métela hasta que ya no puedas más. Bien adentro, tanto como puedas.

Al ser un adolescente en pleno desarrollo, solo pude meterla unos centímetros en su cuerpo, no era suficiente para ella por lo que se subió sobre mí y la mandó tan adentro como mi pequeña verga lo permitía.

Me cabalgó despacio, haciéndome acabar dos veces, expulsando toda la leche acumulada, en mi segunda explosión llegó a su orgasmo. Tembló si se derrumbó sobre mí, dejando sus tetas sobre mi boca, las que chupé como si en ello me fuera la vida. Gimió y noté como las paredes de su vagina se contraían, exprimiendo cada gota.

Nos recostamos uno junto al otro, hasta que pequeña verga se retrajo y salió de su cueva. Me besó lentamente, metiendo su lengua hasta donde más pudo, y eso me llevó a meter uno de mis dedos en el agujero de su cola, dio un respingo y comenzó a moverse nuevamente, sin dejarme sacar el dedo. Hizo que lo metiese a fondo, jugando con ese agujero prieto y caliente.

Olga: no se te ocurra sacarme el dedo del culo, movelo en círculos, me encanta sentirlo adentro.

Le hice caso, mientras mi verga recuperaba su vitalidad, gemía profundamente, hasta llegar a un nuevo orgasmo que me empapó por completo, sus fluidos parecían salir de una canilla abierta a más no poder.

Olga: así, seguí haceme acabar, meté otro dedo, lo necesito.

Así fue como dos de mis dedos se perdieron en su culo y estalló con un grito que sobresaltó a mis primos.

Calo: ¿tía estas bien? ¿Qué te pasó?

Olga: Nada, una pesadilla, nada más. Dormite tranquilo

Tan rápido como pudo se sacó los dedos del culo y mirando a mi primo, lo calmó.

Yo estaba exhausto, agotado de coger y asustado por la interrupción. Sin prender una luz, lo calmó, pero no volvió a ponerse su tanga, dejando su culo a mi alcance, situación que aproveche para volver a acariciarlo y tratar de meter un dedo dentro. Se volvió hacia atrás y lo enterró hasta el fondo dejando escapar un pequeño gemido. Así estuvimos unos minutos hasta que Calo se durmió, se volvió hacia mí y me dijo al oído:

Olga: me encanta por el culo, pero tu verga no me alcanza es muy chica.

Se movió unos momentos y llenó mis manos de flujo, muy fuerte, de olor muy penetrante mientras llegaba a un nuevo orgasmo. Se quitó los dedos de su culo y volvió a darme un beso profundo y cálido.

Olga: Me hiciste acabar tres veces, no es sencillo para una mujer. Me encantó. Me hubiese encantado que me chuparas mientras me metías los dedos en el culo pero mi cotonga no puede ser chupada, ya sabrás por qué.

Bajó hasta mi verga y la chupó por unos minutos, viendo que no reaccionaba, me dejó mamar sus tetas y después de un rato volvió a su lugar entre mis primos.

Esa fue la última noche que disfrute de la tía Olga, las noches siguientes cambiamos las ubicaciones en la carpa y dormitorios y ya no pude volver a perderme entre sus piernas o dormirme mamando sus tetas.

Tiempo después, me enteré que ella tenía una enfermedad que le impedía mojarse como cualquier mujer y que su flujo era tan fuerte que provocaba irritaciones en aquellos que la chupaban, hasta se hacía notar cuando estaba excitada y todos podían olerlo.

Tras una importante operación a los 50 años, el cáncer se adueñó de su cuerpo y dos años después falleció. Pese a ello, nadie me quitó el placer de haberla disfrutado y haberla hecho feliz.

Espero sus comentarios, y más que nada sus opiniones.

Saludos,

Alejo Sallago – alejo_sallago@yahoo.com.ar