La casa de mi madre
La historia que voy a contar es totalmente real y a pesar de que ya pasaron varios días del suceso todavía tengo dentro mío un dejo de culpa y a la vez excitación.
Como decía esto sucedió hace unos días atrás estando en casa de mi madre. Voy a contar un poco mi situación. Soy el segundo de tres hermanos, tengo 28 años, mis padres están separados desde hace quince y tanto yo como mis hermanos quedamos en casa de mi padre. Mi madre es una señora de 50 años, tiene unos kilos de más, pero todavía conserva la firmeza de sus carnes, sus muy buenas curvas y un par de tetas de esos que cualquiera se da vuelta a mirar. Muchas veces he visto a amigos míos babearse mirándole ese hermoso par.
Cuando mis padres se separaron mi madre se fue a vivir con un señor que falleció a los dos años y le dejó un par de propiedades y una pequeña renta que le permiten vivir en forma bastante cómoda. Nosotros solemos visitarla semanalmente y a veces nos quedamos a pasar varios días con ella.
Resultó que yo había ido a pasar una semana a su casa ya que me iba a adaptar a la casa porque mi madre se iba unos días de viaje y yo me iba a quedar al cuidado de la casa.
Mi madre se iba de vacaciones a Brasil y a pesar de que me había invitado a acompañarla a mí no me llamaba la atención ir con ella ya que si bien las playas son hermosas ir con mi madre me resultaba aburrido.
Estábamos pues en su casa cuando mi madre me mostró los trajes de baño que se había comprado para el viaje. Entre ellos había uno que era de dos piezas que le quedaba muy, pero muy bien. Su redondeado culo se le marcaba a la perfección y sus dos enormes y deliciosas tetas casi se le escapaban del sutién.
A mi la situación me gustaba mucho y me empezó a excitar. Al principio no quería prestar atención a este hecho ya que se trataba de mi madre y pensar en ella como una mujer, era para mí algo totalmente prohibido.
Luego del desfile privado de modas que me ofreció mi madre, se sentó a mi lado a conversar. Debo confesar que mi mente estaba en otra cosa, que no hacía más que pensar en ese par de tetas que se me ofrecían abiertamente y que estaban al alcance de mi mano y a las cuales no podía tocar ya que eran (hasta ese momento) prohibidas para mí.
Lo cierto es que la conversación derivó, o mejor dicho yo la llevé a que en las playas de Brasil se practica el topless con total naturalidad. Luego de hablar un poco del tema mi madre preguntó si me parecía que ella podría hacerlo sin pasar vergüenza.
A esto yo respondí que sí. Que tenía unos pechos espectaculares para su edad y que de ninguna manera pasaría vergüenza. Ella no quedó muy convencida con mis palabras. Decía que era bastante mayor, que el lugar estaría seguramente lleno de mujeres jóvenes y que sus pechos no estaban a la altura de los de las jóvenes.
Yo insistí y ella me preguntó nuevamente y para dejarlo en claro le dije: «mira, si yo tuviera delante de mí a ti y a alguna otra seguro que me deleitaría viéndote a ti y no a otra».
Dices eso porque eres mi hijo, dijo mi madre. Yo insistí y dije: «mira ya las estoy disfrutando ahora con lo que se puede ver, así que cuanto más lo haría de verlas totalmente desnudas».
Mi madre se sonrió y se sonrojó. Yo aproveche y lancé mi pedido: «¿Por qué no te animas y me muestras a mí? Prometo darte una opinión sincera y si no te queda bien te lo haré saber»,
Mi madre se sorprendió por mi pedido y dijo: «Me da un poco de vergüenza estar prácticamente desnuda frente a mi hijo».
«Haz de cuenta que estás en la playa y que me encuentras de casualidad».
Mi madre sonrió nuevamente y me dijo «ya que estás tan entusiasmado, voy a ir a mi cuarto y me quito el sutién y si me veo bien, me animo y vengo caminando para aquí como si fuera en la playa».
Muy bien dije. Recuerdo que los dos minutos que demoró me parecieron una vida. Mi corazón latía a mil y por mi cabeza pasaban ideas acerca de la mujer que vería, no de que fuera mi madre.
Por fin mi madre volvió al salón y muy tranquila me dijo: ¿Qué tal? ¿Qué te parece?
Estaba sencillamente divina, se había puesto otro bikini que tenía que era un poco más chico que el anterior y sus pechos se veían formidables y más que apetecibles.
Demoré en contestar y ella preguntó nuevamente «¿Qué te pasa, están tan mal?.
Ahí por suerte reaccioné. «No al contrario están muy bien. Nunca me imaginé que mi madre fuera una mujer tan apetecible». Sus pechos estaban enteros, enormes como siempre y con un detalle que yo no conocía unos pezones muy grandes y que comenzaban a ponerse erectos.
«Mira las cosas que dices, recuerda que soy tu madre. ¿acaso nunca has visto una mujer?».
«Mujeres he visto varias, pero ninguna con unos pechos como los tuyos y con un cuerpo tan excitante como el tuyo», contesté. Hacía un par de semanas que no tenía sexo y mi mente ya se había disparado para cualquier cosa. Mi pija comenzó a crecer y crecer y a apretarme dentro de mis pantalones. Mi madre lo notó y dijo: «bueno, bueno, veo que en verdad te han gustado y que ya no eres el bebé que alimenté con ellas».
Yo a esta altura no aguanté más y le pedí me dejara tocarlas con la excusa de saber que tal estaban al tacto. Mi madre pareció un poco confundida por mi pedido pero aceptó.
Comencé con unas suaves caricias, ella se sonrió y yo dejé las caricias de lado para pasar a un manoseo ya bastante descarado. Ella se puso colorada y sus pezones estaban enormes. Dijo «¿qué haces?, me estás poniendo rara. Hace mucho que un hombre no me toca.»
Al escuchar esto la acerqué un poco más a mí y comencé a besarlas, de a poco y lentamente, hasta que me metí un pezón en la boca y lo chupé como un desesperado. Mi madre había comenzado a gemir y suspirar. Con sus dos manos apretó mi cabeza contra sus pechos y me pidió que siguiera.
Yo seguí y empecé a pasar mis manos por todo su cuerpo. Ella posó una de sus manos sobre mi pija y la apretó fuertemente. Fue ahí que me abrí el cierre saqué mi pija y le pedí que me la chupara. Ella dijo «esto no está bien», a lo que contesté besando y apretando aún más sus pechos. Luego le dije «somos un hombre y una mujer en una playa, que desean disfrutar de sus cuerpos». Ella sonrió y me dijo «sos divino». Y luego de esto bajó hasta mi pija y lentamente comenzó a besarla para luego meterla en su boca. Comenzó a hacerme una mamada espectacular. No podía creer que mi madre la chupara de esa forma. La chupaba como si fuera lo último que iba a hacer en su vida. La metía en su boca hasta tragarla toda, luego la sacaba me besaba y mordisqueaba la cabeza y luego adentro otra vez. En un momento paró y me preguntó: «¿Te gusta?, quiero que lo disfrutes al máximo, tanto como yo». Esto me abrió el camino para pedirle que pare para quitarme toda la ropa y para quitarle el bikini a ella. Accedió sin reparos. Ahora ya no éramos madre e hijo, éramos dos amantes que se deseaban y deseaban gozarse mutuamente.
Una vez que me quité la ropa me tiré en el sofá para estar más cómodo mientras ella sequía con la mamada. Mi madre volvió a mi pija y su boca a hacer maravillas con ella. En determinado momento paró y me chupó los huevos y me dijo «cuando vayas a acabar avísame». No demoró mucho en llegar este momento y si bien quería que siguiera chupándomela por un buen rato más, también quería acabar. Así que le dije «ya casi mamá». En ese momento ella paró metió un dedo en su boca y me lo metió en el culo y comenzó con la mamada nuevamente. En pocos segundos descargué toda mi leche acumulada durante varios días en su boca. Ella la tomó toda y me dijo: «vamos al cuarto, que yo también quiero acabar». Fue la acabada más linda que tuve en mi vida, nada se compara a ésta.
No levantamos del sofá y caminamos hasta el dormitorio, ella me agarró la pija como si fuera la mano y me condujo al dormitorio. En el camino me dijo: «nunca pensaste que tenías una mamá tan caliente y tan putita. Espero que puedas llevarme el ritmo, porque cuando alguien me calienta lleva mucho para que me saque la calentura». «Espero poder complacerte en todo lo que pueda» dije yo.
Entramos en el cuarto y ella se tiró en la cama, yo me puse encima de ella y comencé a besar sus pechos lentamente, bajé a su concha y comencé con una chupada a full. Mordía su clítoris, lamía sus labios y metía mi lengua y mis dedos en su empapada concha. Primero uno, luego otro y al final tres más mi lengua. Ella gemía, me apretaba a cabeza contra su concha. Se notaba que estaba gozando y mucho. De pronto un dulce líquido inundó mi boca, iba acompañado de un suspiro largo y aliviado.
«Ahora te quiero adentro» dijo. Yo sin dudar coloqué mi pija en la entrada de su concha y de un solo empujón la enterré a fondo en su húmeda vagina. Comencé a bombear y a besarla. En nuestras bocas se mezclaron los sabores más íntimos de los dos. Ella suspiraba y se movía como loca. Casi enseguida lanzó un grito y su cuerpo se volvió a aflojar. Para mi era maravilloso poder hacer que mi madre tuviera esos orgasmos. En determinado momento me dijo que parara, me dijo que me acueste en la cama y ella se montó sobre mí con una agilidad inusitada. Se colocó mi pija en su concha y se dejó caer, comenzó a cabalgarme y se tiraba hacia atrás. Yo con mis dos manos apretaba y sobaba sus hermosas tetas que habían desencadenado todo. De pronto comenzó a agitarse aún más y sentí en mi pija sus jugos. Sin duda había vuelto a acabarse. Fue entonces que me dijo: «ahora cabalgame vos». Salió de encima mío y se colocó con todo su hermoso culo a mi vista. Yo me coloqué atrás y volví a enterrar mi pija en su concha. Nada más hacer esto ella tuvo otro orgasmo. Comencé con el vaivén cada vez más rápido y cada vez ella me pedía más y más fuerte, hasta que no pude más y me acabé. Ni bien acabé ella se corrió y comenzó a chupar mi pija y los restos de mi acabada y a pasarla entre sus tetas.
Quedamos los dos tendidos en la cama en silencio. Luego de un rato ella comenzó a reír y me dijo «nunca pensé en que terminaría cogiendo con uno de mis hijos. Es que la abstinencia te lleva a que hagas cualquier cosa. No quisiera que nuestra relación cambie a partir de ahora. Seguirás siendo mi hijo y yo tu madre. Pero cuando vengas a quedarte lo harás en esta cama y junto a mí. Quiero que seas mi hombre también y yo seré tu hembra y vamos a poder hacer todo lo que quieras. Creo que como amantes nos entendemos y muy bien.»
Yo sólo atiné a decir sí.
Pasamos el resto del día y de los días siguientes hasta su viaje cogiendo como animales. Incluso me dijo de ir con ella al viaje como si fuera nuestra luna de miel. También me invitó a irme a vivir con ella, pero habría que dar muchas explicaciones.
Ahora estoy un poco arrepentido de lo que pasó. Sobre todo por lo que pueda pasar a su regreso. No está bien lo que hicimos pero a mí me gustó y tengo ganas de repetirlo. Veremos que pasa a la vuelta de su viaje.