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La casa de campo

La casa de campo

La mañana soleada daba reflejos de vida por medio de los rayos de luz ingresando por las hendijas de las ventanas de la vieja casona, partículas de polvo jugaban en suspensión danzaban mirando el reflejo de una gallina en el marco y la pared cual calidoscopio del siglo XIX.

Tome conciencia donde estaba cuando lo sentí suspirar a mi lado, sonreí por el despiste, mirando el gordo reloj sobre la mesa de luz indicando las nueve de la mañana (esto en el campo es muy tarde) , desperezándome me fui a bañar , en el espejo grande del baño, mi cuerpo se reflejaba entero, más bien alta, cabellos morochos despeinados sobre los hombros bien armados, cara casi redondeada, senos grandes bien parados, las puntas de los mismos en punta respondiendo a mis caricias, la cintura sin un gramo de grasa (tal cual hace diez años a los quince), mis brazos llevan mis manos recorriendo este cuerpo sean en mis senos o tocando la ingle, poco a poco lo meneo apoyando mis dedos en el clítoris, los jugos bajan prestos, entra en mi esas ganas de sexo, que me acompañan día a día, que como toda fiebre requiere de instrumentos para bajarla recuerdo que sobre mi lecho, esta el que me inicio en esto hace años, al ducharme el enjabonado solo hizo crecer el grado de ebullición de mi sangre, me enjuague completamente, secando todas mis partes, me puse el salto de cama sobre mi cuerpo desnudo.

Hice el desayuno, con todos los ingredientes que nos gustan desde chicos y lo llamé , para esto el había aprovechado a afeitarse y sonriendo se presento en la cocina , su cuerpo es para mi perfecto, flaco bien provisto, tres años mayor, ese machismo y dominación sobre su piel, que hacen de mi su juguete, morocho pelo corto, cara casi redondeada, un poco más alto que yo .

Abriendo ambos nuestros saltos de cama apoyo su falo un poco caído sobre mi sexo, sin duda éramos una pareja casi perfecta, el abrazo nos unía como el sexo, besando su pecho me hizo sentir su amor .

Sentados a desayunar, fue el quién saco el tema de nuestra primera vez en esa misma casa , cuando aprovechando que estábamos solos, en este mismo lugar me robo un beso el cual fue el disparador de esas ganas que hoy me acompañan, en la misma cama de la cual nos levantamos hoy, apoyo en su borde mis nalgas las cuales abrí esperando el embate, de que tanto había escuchado en la escuela, su hermoso falo se apoyo en mi vagina y entro, mi virginidad dejo su marca de sangre en las sabanas, el frenesí de ambos tapo el ardor que sentí, el dolor se transformo en goce, éramos pareja, la cara de mi madre ya viuda al encontrarnos en su lecho por la mañana, preanunciaba el infarto que la llevo, dos meses después, era mucho para ella ver a sus hijos en incesto, rompiendo todas sus normas y reglas de moral, contra todo lo que ella decía de los demás, en su propio lecho, en su propia casa paterna..

Solamente la escuchamos, no pudimos pedirle perdón, por que nos buscábamos, haciéndolo en otras oportunidades, ella falleció envuelta en sus propios palabras, ahí decidimos por una semana no lo hacerlo, después, todos los fines de semana como este, hacemos el juego de la pareja amante a pleno, habitando en la misma casa pero en cuartos separados en la ciudad donde trabajamos.

Nos miramos, tomé su mano, poniendo mis cachas en el borde cerré mis ojos, apoyo su pene en mi cueva, recordando esa primera vez, abrace con mis piernas sus muslos y el goce calmo mi hirviente cuerpo, mis deseos afiebrados de sexo, haciéndome gozar mi hermano, mi amante perfecto desde siempre.

Un 69 sobre la misma cama, que usaron nuestros padres para concebirnos llena nuestros juegos, recordándonos que somos de carne de deseo, practicamos, semana a semana, no existe día sin sexo con el a mi lado, pero algo se nos transforma en ese lecho, en esa casa de campo.

No terminamos el desayuno, en cuclillas sobre su pene, entro hasta tocar su ingle con mis pelos pubianos, toda adentro la resbale tirándome para atrás, me senté nuevamente suavemente sobre esa barra levantando un poco mi cuerpo entre en el entra y sale, hasta acabar.

Ya era mediodía, abrí las ventanas , arrodillada lo mamé, dando en cada lambida la fuerza de estas ganas inimaginables que poseo para el sexo con mi único hermano.

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