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¡Enséñame tú, papi! V – Final

¡Enséñame tú, papi! V – Final

Ya es difícil compenetrarse en la mente de una mujer, pero la mente de una mujer adolescente es mucho más impredecible, ahora estaba yo sentado a mi escritorio cavilando sobre los últimos acontecimientos, por fortuna estos últimos días mi mujer había ocupado su lugar en casa y estaba presente en todo, así que la Sole había renunciado a perseguirme y más que un par de miradas, no la veía en vena de intentar ulteriores estrategias de acercamiento, lo que no dejaba de hacer era de vestirse con esos atuendos suyos que resaltaban sus riquísimas partes pudendas.

Pasados algunos días, Carolina me avisó que le tocaba a ella hacerse cargo del turno de cuidar a mi suegra, así que iniciamos nuestro ritual de follar con mayor asiduidad y prepararnos para el periodo de abstinencia, yo ya sabía que la única abstinencia la estaba haciendo la Sole y ya me imaginaba de cómo estará de caliente y sedienta de sexo, ella presintiendo la prevista ausencia de su madre había comenzado a acorralarme, provocándome con veladas vistas de sus senos, culo, muslos y lo que se le ocurriera mostrarme, yo me sentía un poco incomodo porque mi mujer podía atraparnos y como yo no le había dicho nada hasta el momento, más preocupado estaba.

Finalmente, Carolina se fue donde su madre después de una ajetreada tarde en nuestro lecho matrimonial, me quedé un rato traspuesto sobre la cama, no sentí cuando la Sole entró, se subió a la cama con una mini que, al momento de arrodillarse junto a mí, se le arremangó mostrándome una tanga amarilla que se perdía en medio a los labios de su vulvita juvenil, era una maravilla despertarme con esa visual, traté de balbucear algo, pero ella puso su mano en mi boca.

—¡Papi! … ¡No digas nada! … ¡Esta noche yo seré tú mujer! … ¡Tú anda a ducharte y yo te espero en tú cama! … ¡Anda, papi! …

Me dio un beso tierno, pero lleno de una morbosa pasión, su mano se deslizó aferrando mí pene flácido y húmedo con los humores de mi mujer, me fui al baño con mi verga que comenzaba a despertarse, mi hija me subyugaba, no podíamos detenernos, una vez bajo la ducha abrí el grifo del agua fría hasta hacer que mi verga volviese a su estado de flacidez y un poco de cordura volvió a mi cabeza, ciertamente me sentía culpable y responsable de lo que estaba pasando, mi cabeza era una vorágine de pensamientos, balotaba los pros y los contra, pero una y otra vez la imagen de ese chocho estrecho y ya no virgen, giraba en mi cabeza derrumbando hasta mis más férreas convicciones, casi me entumí con la fría temperatura del agua, salí de la ducha secándome con una gruesa toalla y envolví mi entumecido cuerpo en mi albornoz, me senté un buen rato en el inodoro abstraído en mis pensamientos, luego me fui a mi dormitorio todavía cavilando sobre la relación entre mi hija y yo.

Lancé un suspiro de sosiego y alivio al encontrar a mi hija adormecida sobre mi cama, estaba desnuda, arropé su cuerpo y sin hacer ruidos me recosté a su lado, esperemos de pasar la noche y la luz del nuevo día nos traiga un desenlace sin aflicciones ni para ella ni para mí.

¿Cuán iluso puedo haber sido?, no lo sé y quizás nunca lo sepa, solo sé que me desperté con mi pene enhiesto y siendo acariciado por las sedosas manos de mi amada hija Soledad, sus hermosas tetas rozaban mi muslo y podía ver perfectamente su redondeado culo a forma de corazón.

—¿Te gusta mi culo, papi? …
—¡Eres entera hermosa, hija! …
—¡Te follarías mi culito, papi! …
—¡Por favor, no seas procaz! …
—¡Disculpa, papi! … ¡Estoy caliente! … ¿Sabes? … Me has enseñado varias cositas, papito … pero quiero ser como mi mami … ella tiene un juguetito para su culo … mira yo también me compre uno … ¡Mira, papito! … ¡Quiero que me enseñes como se coge por el culo, papito rico! … ¡Me enseñaras! … ¿verdad? …

Sus labios y lengua me estaban enloqueciendo, recién ahora me llegaba la respuesta, debía coger el culo de mi hija, ahora, nada al mundo podía detenernos ni tampoco había motivos para hacerlo, estábamos disfrutando y el fin único era ese, seguir consumando nuestra incestuosa y pecaminosa relación, me fascinaba ver como ella chupaba mi verga y se le formaban esos hoyuelos en sus mejillas, su cara muy concentrada en darme placer, abría su boca y con su lengua abanicaba mi glande, barriendo las gotas de semen que comenzaban a aflorar, no pude resistir más, la empuje delicadamente para que se recostara en su espalda, luego acomodé una almohada bajo sus glúteos, ella me miraba con adoración, beata y pronta a recibir la consagración divina, como si se aprontase a recibir un sacramento en un acto religioso.

Tomé las piernas de la Sole y las llevé hasta que sus rodillas casi tocaron sus temblorosas tetitas, luego me sumergí a absorber los olores y sabores de mi hija, mi lengua trato de penetrar el rugoso y estrecho esfínter de la Sole, ella gemía en anticipación, traté de meter un dedito en su abertura anal y con muchísima dificultad logré meterlo, la Sole se quejaba y quizás ya no estaba tan dispuesta, al parecer sentía dolor.

—¡Sole, hija! …
—¡Dime, papito! …
—¡Al parecer estas muy estrecha y veo que te duele! …
—¡Sí, papito! … ¡Pero no importa! … ¡Yo sé que luego se sentirá rico, papi! …
—¡No, Sole! … ¡Debemos hacerlo en modo diferente, hija! …
—¿Me enseñarás, papito rico? …
—¡Sí, hija! … ¡Lo haré! … Antes que nada vamos al baño y te mostraré cómo se hace …
—¿Cómo lo haces con la mami, papito? …
—¡Así es! … ¡Como lo hacemos con Carolina! …

Me lleve a la Sole al baño admirando y deseando ese culo de nalgas prietas y redondas.

—¡Sole, en el botiquín hay una perita azul, sácala y también los aceites aromáticos que están junto a la perita! …
—¡Uy!, papi … esta perita yo le pregunté a la mami para que servía y me dijo que era para limpiar solamente, no me dijo que era para el culo, ¡papi! …
—¡Pues ahora lo sabes! … ¡Sirve para limpiar el tracto anal y también a lubricarlo! …
—¡Uy, la mami no deja de asombrarme! … ¿Y cómo se usa, papi? …
—¡Buena pregunta! … primero, tú te agachas, yo te meto agüita tibia y limpia en tu culito y luego la expulsas en el inodoro …
—¿Tengo que hacer “cácu”, papi? …
—¡En cierto modo sí … tenemos que limpiar todo lo sucio que halla ahí … lo debemos hacer varias veces para que quede limpio … te meteré agüita cuantas veces sea necesario! …
—¿Y eso también duele, papi? …
—¡No, hija … pero agrega erotismo al ritual del sexo anal … mientras permaneces sentada en el inodoro, yo te doy mi verga para que la mantengas durita! …
—¡Uy!, papi … ahorita me está gustando … es como un juego, papito rico …
—Lo más importante, hija … es gozar … te enseñaré como lo hacemos tu madre y yo …
—¿A la mami le gusta así, papi? …
—¡Le encanta! … ¡Y a ti también te gustará! … ¡Ahora agáchate que comenzamos! …
—¡Sí, papi! … ¡Yo quiero como lo haces con la mami! … ¡Uy, papi se siente tibiecita el agua … pero se me va a salir, papi! … ¡Que se me sale, papito! …
—¡Pues siéntate y expúlsala! … ¡Ahora juega con mi verga! …
—¿Te puedo chupar, papi! …
—¡Sí, hija … en eso consiste el juego! … ¡Luego repetiremos lo del agua tibia cuantas veces sea necesario! …

Le hice un acucioso lavado intestinal a la Sole, luego la lubriqué con aceite de rosas, un aceite natural que no le provocará irritaciones ni abrasiones, al final su culo solo olía a rosas, nos fuimos a la cama, la sole había aceitado mi verga con el mismo aceite y ahora caminábamos ella delante de mí jalándome de la verga.

—¡Tómame, papi! … ¡Hazme tuya! … ¡Rómpeme el culito, papito rico! …
—¿Lo quieres? …
—¡Más que a nada en mi vida! …
—¡Pero no tan rápido, cariño! … ¡El ritual todavía no termina! …
—¿Y que más, papi? … ¿Por qué no me lo metes y ya? …
—¡Pues porque tienes que gozarlo y no sufrirlo! … ¿Dónde dejaste tu juguete? …
—¡Aquí, papi! … ¡Debajo de la almohada! …

Tomé el Plug-Anal de la Sole y poco a poco se lo comencé a meter en su trasero, ella gemía y se quejaba un poco, pero impasible se dejo encular por el juguete, así de espalda como estaba, le abrí sus muslos y comencé a devorarle su conchita, la Sole perdió toda decoro y compostura, me jalaba los cabellos, gritaba, se estremecía, usaba un coprolálico vocabulario aprendido quizás donde, pero no me importaba pues la veía que estaba gozando como una mujer de verdad, la bese, la lamí, la chupe todo el tiempo necesario hasta llevarla a un nivel de excitación de paroxismo, luego la hice ponerse boca abajo, ella obedeció prontamente, poco a poco fui sacando y metiendo el juguetito anal de la Sole, ella bramaba y gemía fragorosamente, después fue el turno de mis dedos, el dedo medio entró con facilidad, luego el índice y con cierta dificultad también el dedo anular ensanchó su culo, infructuosamente traté de meter también el dedo meñique pero no hubo modo de que su esfínter se dilatara lo suficiente, pero con tres dedos moviéndose y friccionando su elástica abertura anal con cierta soltura, pensé que era hora de apuntalar mi verga a ese diminuto orificio.

Me detuve un momento, pero no a titubear, deseaba también yo más que a nada en el mundo el poseer su culito inmaculado, hacerla mía, mi intención era gozarla al máximo, mis ojos recorrieron esas acampanadas caderas suyas, su estrecha cintura, su espalda pulcra, sus longilíneas piernas abiertas para hacerme espacio, me incliné y la besé prolongada y apasionadamente en su cuello, luego apunté mi glande a su estrechez.

—¡Probablemente te va a doler un poco, Sole! …
—¡Tú no me harás daño, papi! … ¡Yo quiero que me rompas también mi culito, papi! …

Mi grueso glande embocó su estrecho orificio anal, no entraba, resbalaba hacia arriba o hacia abajo, me incliné a comerle un poco su ano, le bañé toda la redondez de su hendedura rosada y engurruñada, luego volví a empujar mi verga.

—¡Ay! papi … ¡Ay! … ¡Sigue! … ¡Sigue, papi! …

Mi falo se hizo un poco de espacio, su esfínter se ensanchaba

—¡Urgh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Sigue, papi! … ¡Despacito, papi! …

El esfínter de mi hija había cedido, seguí descendiendo con mi pija en su estrecho recto, la Sole por un momento había apretado sus nalgas, pero ahora las mantenía abiertas con sus manitos y comenzaba a gemir, por largo rato no me moví mucho, dejándola acostumbrarse a mi verga y a mi vez disfrutando de su estrecho ano que me envolvía como un ajustado guante, su cuerpo duro, liso y juvenil se sentía de maravillas, me parecía estar soñando, mientras mi pene entraba y salía de la estrechez del culito de mi hija.

—¡No te detengas, papi! … ¡Sigue culeándome! … ¡Se siente tan rico, papito querido! … ¡Uy! … ¡Ssssiiii! … ¡Sigueeee, papito rico! …

La fricción de su estrecho culo me estaba llevando al paroxismo de un orgasmo, solo que no quería correrme solo yo, quería esperar a mi hija, era su primera verga en su trasero y merecía hacerla gozar al máximo, mi virilidad barrenaba esas estrechas carnes y sentía el estremecimiento de mi hija, una de sus piernas había comenzado con un leve temblorcillo, los sollozos y chillidos de ella también lo anunciaban, la Sole agarró la almohada con ambas manos y la mordió boqueando y convulsionando en un estrepitoso orgasmo, mis chorros potentes de tibia lefa bañaban sus vísceras calientes, haciéndola bramar y golpear con su cabeza la almohada, se corrió y yo junto a ella, me quedé con mi verga incrustada en su pequeño ano y respirando jadeante, las pulsaciones de mi pene expelían los últimos restos de mi orgasmo directo en su recto.

La Sole restó inmóvil por más de diez minutos, su respiración era una vez más calma y acompasada, la habitación olía a rosas, su cuerpo brillaba con un tenue velo de sudor y aceites, tenía su mejilla en la almohada y sus ojos cerrados, estaba como en reposo.

—¡Papi! …
—¡Sí, hija! …
—¿Te gustó mi culo, papito? …
—¡Hija, todo en ti me gusta! …
—¿Mas que el de mi mami? …
—¡Ay!, hija … tienes una obsesión con tu madre … ella es una mujer madura, hermosa y muy fogosa … tú eres joven, bellísima, ¡tus atributos son similares y te falta experiencia … ya iras aprendiendo! …
—¿Me enseñarás tú … verdad? …
—¡Todo lo que pueda! … ¡La vida te ira enseñando el resto! …

La Sole se giró dándome la espalda, luego se estrecho a mi con su culito sobre mi verga en reposo.

—¡Pero mi culito es más estrechito que el de mi mami! …

Con esta última afirmación se quedó profundamente dormida y yo también, se había hecho bastante tarde y el necesario descanso era lo único que nos faltaba.

La Mañana siguiente, me desperté mientras la Sole volvía del baño.

—¿Te gusta follarme, papi! …
—¡Umh! … ¡Sí! …
—¡Mi coño es más apretadito que el de mi mami … mi coño te hace correrte más rico! …

La Sole se subió a la cama y me puso su conchita al alcance de mi boca.

—¿Te gusta comerte mi coño, papito? … ¡Cómetelo! … ¡Cómeme, papi! …

Revolví mi lengua en su concha por más de diez minutos hasta hacer escurrir sus fluidos y bañar todo mi rostro, sus gemidos trasmutaron en chillidos y con un rápido movimiento ella se monto en mi verga empalándose con su propio peso en ella, exhalo un aullido y un ronroneo gatuno, tome sus caderas metiéndole mi pija hasta lo más profundo de su coño, mi afilada daga de carne su hundía una y otra vez en esa vaina rosácea y estrecha.

—¡Oh! … ¡Mi Dios! … ¡Papi, que me viene eso! … ¡Uy que rico, papito! … ¡Me estoy corriendo en tu verga, papi mío! … ¡Oooohhhh! … ¡Me estoy corriendo! …

Pero la Sole no se quedó en su orgasmo, rápidamente se dio vuelta y se trago mi pene, comenzando a lamer y succionar mi verga en modo demencial, no pude contenerme y dispare mis primeros chorros en su ávida boca, ella se trago todo el semen posible, después le pedí que se detuviera, ya que mi sensible polla me dolía de tanto follar, nos quedamos acurrucados en la cama sin movernos, solo sintiendo la calidez de nuestros cuerpos sacios el uno del otro.

—¡Te amo, papi! …

Dijo la Sole iniciando un soliloquio, yo la sentía estrecharse a mi y me sentía en el séptimo cielo amando a mí propia hija, pero sabía que lo nuestro era perverso, ya no me remordía el hecho de haber tenido sexo con la Sole, ella disfrutaba y colaboraba a su propia satisfacción, yo no la obligaba ni la instaba a nada, el placer era mutuo, lo que roía mis pensamientos era como decírselo a Carolina, mi mujer, además, que no sabía como lo iba a tomar, pero para mi el joven y apretado coño de mi hija me hacía enloquecer, sabía siempre tan rico, fresco y dulce, que me embrujaba y embelesaba, para mí era lo máximo el donar placer a mi hija, ese placer sutil y transgresivo que se prueba en estas situaciones.

Me levanté y era ya de mañana, el reloj de la mesita marcaba las 08:12, horario razonable para que nos levantaremos, la Sole tenía una modorra enorme, a regañadientes me acompañó a la ducha, una vez bajo el agua, fue como si se le hubiesen despertado sus apetitos, comenzó a masajear mi verga y muy luego se acuclilló a festinarse con mi pene, me puso mi miembro duro como palo, tomé su barbilla y la hice levantarse, le di un apasionado beso donde estaba el sabor de mi verga:

—¡Sole … gírate! …
—¡Sí, papito rico! …

Sus duras nalgas aprisionaron mi verga, la tomé de las caderas y la empujé un poquito hacia adelante, luego empuje mi polla directamente en el ojete de su trasero y esta entro en el palacio del placer, la Sole gimió acomodándose, iniciamos un vaivén acompasado y mi polla entraba y salía de su estrecho culito, muy pronto la Sole movía sus piernas como a saltitos y se enculaba con fuertes golpes de glúteos, su estrecho esfínter me estaba haciendo enloquecer, pero ella se corrió primero, mi pene resbalo de su ano cuando ella se giró.

—¡Vamos al dormitorio, papito! …

Nos secamos rápidamente y nos fuimos a la cama.

—¡No te acuestes … quédate así de pie! …

Me encantaba que mi hija prendiera la iniciativa y me hiciera hacer cosas como a ella le gustaban, se arrodillo delante de mí cual si fuera una sacerdotisa pronta para cumplir con un rito sagrado, observaba fijamente mí polla casi con reverencia y adoración, saco su lengua y comenzó a abanicar mí pene con ella, luego se tragó mi polla totalmente, sus labios tocaron mi zona pélvica y yo sentía en mi glande su garganta haciendo esfuerzos por admitir la cabezota de mi pija, se sacó mi pene y tosió un par de veces, luego lo volvió a hacer repetidas veces, hasta que no hubo ningún otro golpe de tos, mí verga iba y venía por su garganta libremente, cerré mis ojos aprontándome para mí orgasmo.

Ni ella ni yo nos dimos cuenta de que nos observaban, Carolina había entrado silenciosamente a la habitación y se estaba desnudando, dejando sobre el piso todas sus prendas, me sobresalte al extremo de perder el equilibrio y caer sentado en la cama, mi hija estaba con un rostro misto de terror y sorpresa, la única que tenía una mirada de lascivia y lujuria era mi mujer que se acercaba a nosotros casi sonriente.

—¡Sole … no te detengas! … ¡Continua a chuparle la verga a tu papá! … ¡Quiero ver que tan bien lo haces! … ¡Continua, hija … síguelo haciendo! …
—¡Pero … amor …! …
—¡No digas nada … deja que nuestra hija haga lo que estaba haciendo! …
—¡Pero mami …! …
—¡Sigue, cariño! … ¡Está bien … está todo bien! …

Debo admitir que mi pene se puso flácido ante tamaña impresión, pero después de escuchar a mi Carolina amada, mi hija se acomodó arrodillada junto a mí y resumió lo que estaba haciendo, logrando en tiempo récord que mi verga se volviera a endurecer, luego se escuchaban solo mis gemidos y el sonido de mi hermosa hija meneando la cabeza de arriba abajo mientras mi pene se deslizaba por su garganta, Carolina completamente desnuda se estaba metiendo sus deditos en su conchita y los sacaban brillantes empapados de sus fluidos, se movió sobre mi cabeza y me di a la terea de comerle el chocho a mi bellísima esposa. De tanto en tanto, Carolina acariciaba los cabellos de su hija que mamaba alegremente mi verga.

Fue la primera en correrse, casi me ahogaba restregando su suave coño en mi boca, su gemidos y bramidos hicieron que Soledad se detuviese a deleitarse con el orgasmo estrepitoso de su madre, nos quedamos los tres por unos instantes inmóviles, Carolina se inclinó a besarme y a saborear sus exquisitos jugos dejados en mi boca, la Sole solo me pajeaba y miraba a su madre, la que habló:

—¡Móntalo, hija! … ¡Ahora que está así durito, móntalo! …

La Sole no se lo hizo repetir, se sentó sobre mí sin soltar mi pija y apuntó mi glande a la estrechez de su pequeño coño, al sentirse invadida por mi carne abrió su boca en una lasciva mueca y luego mordió su labio inferior empalándose en mi verga y moviendo sus caderas para facilitar una profunda penetración.

—¡Cabálgalo, hija! … ¡Cabálgalo! … ¡Levanta tu culito y luego, así como abriendo las piernas, bajas y te la entierras toda … moviendo tus caderas, hija … muévelas! … ¡Eso … gózalo, hija! … ¡Goza con la pija de tu padre que es grande y gruesa! … ¡No encontrarás una verga tan rica como la suya! …

No lo podía creer, mi esposa enseñando a mi hija a como follar conmigo, jamás ni en mis sueños más calientes, consideré una situación como la que se estaba desarrollando en nuestro dormitorio matrimonial, ni menos cuando la vi que se movía a acariciar las tetas de la Sole que rebotaban duras en su pecho adolescente, sus dedos se movieron al clítoris de la Sole y ella se volvió loquita con esas caricias directas a su botoncito de placer, en breve la Sole se corrió y yo también, le llené su conchita con una copiosa cantidad de semen, mi carolina sorprendentemente la empujo suavemente hacia atrás, se monto sobre mi pecho y comenzó a comerse el coño de la Sole recién follado, el culo perfecto de mi mujer estaba ahí frente a mí, esplendido, su panocha centelleaba con los reflejos de luz en su empapada conchita, con tres de mis dedos comencé a follar su encharcado coño.

Mi dedo meñique hizo que la vagina de mi mujer se sintiera estrecha, cuatro de mis dedos entraban y salían de su ardorosa y fogosa caverna, ahora estaba comprendiendo porque a los hombres se les llamó cavernícolas, Carolina empujaba su trasero hacia atrás follando mis dedos, como pude me enderecé y me arrodille a estimular a mi mujer que seguía comiéndose la conchita de mi hija que rebosaba de semen fresco, me incliné y comencé a comerme el culo y la panocha de mi esposa, esta arqueó su espalda lanzando un maullido de gata, mi pene estaba medio flácido, me acomodé y se lo metí a mi mujer, ella se giró con un chillido y me lanzo una mirada con ojos brillantes de lujuria, la empecé a coger enérgicamente sintiéndola gemir placenteramente:

—¡Cógeme con fuerza, cariño! …

Dijo Carolina con su rostro cubierto de fluidos y semen de la vagina de nuestra hija, la cual tenía sus manos sobre sus senos y gemía clamorosamente, el sueño del pibe, me parecía estar en un sueño gozando de tanta lujuria y lascivia en mi propio lecho y con dos mujeres estupendas como lo son mi esposa y mi hija, esta vez cogí a carolina por un largo rato, la sentía menearse y los fuertes tiritones en sus nalgas delataban sus orgasmos. Una y otra vez esos temblorcillos la golpeaban extendiéndose hasta sus piernas que se estremecían sin cesar.

Me corrí con gusto en la conchita de Carolina, mi pene resbaló fuera totalmente flácido y extenuado, calmé mi respiración mientras miraba que mi hija seguía tirando de sus pezones, me acerqué a ella y me incliné a besar, lamer y mordisquear sus tetas, mientras su madre la hacía gozar comiéndose su chochito, yo me dedique a devorar sus prominentes y turgentes pechos, nuestros ojos se cruzaron y aproveche de hacerle un guiño de complicidad a mi mujer.

La Sole se encabritó y agarró la cabeza de su madre, me enderecé a observar sus gestos, sus muecas, arrugaba el ceño, luego reía, sus caderas se habían despegado de la cama y follaban la boca de su madre veloz e incansable:

—¡Ay!, mami … ¡Mami! … ¡Oooohhhh! … ¡Mami … que me viene! … ¡Mami! … ¡Ssssiiii! … ¡Aaaahhhh! …

El rostro de agonía, lujuria y goce de la Sole, daba tema como para un poético libro, toda su ingle temblaba sin control y Carolina no la soltaba, azotaba su lengua contra su clítoris sin tregua, la Sole sin fuerza ya no luchaba, solo acariciaba los cabellos de Carolina que besaba sus muslos y su vientre, dejando su pequeño sexo vibrando y expuesto, su coño se contraía al igual que su culito rosado.

Abracé a mi mujer y besé su rostro bañado de los exquisitos zumos de nuestra niña:

—¿Te gustó el coño de tu hija? …
—¡Simplemente maravilloso, exquisito! …

La Sole exhausta estaba con sus ojos cerrados y trataba de recuperar su respiración, nos miró con su rostro de niña inocente:

—¡Son fantásticos … tú y mamá, son fantásticos! …

Nos miramos con mi mujer y yo asentí mientras mi mujer me apretaba en un estrecho abrazo, nuestra hija se enderezo y se abrazó a nosotros, completando el trio, había un reflejo de nosotros en el espejo del armario, mi cara se veía reflejada serena y feliz, mirando los estupendos culos de Carolina y Soledad, no pude evitar de reírme complacido a mi mismo, felicitándome por lo que me otorgaba la diosa fortuna.

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