El desahogo de papá
Mi mujer (María José), mis dos hijos (Álvaro y Elena) y yo (voy a omitir mi nombre) vivimos en un piso en el centro de Barcelona.
Aunque mi mujer y yo somos jóvenes nuestra relación de pareja fue cada vez a menos y uno de los motivos que lo ocasionaron fue la falta de sexo.
Mi mujer siempre me ha reprochado que estoy muy salido y que no puedo pretender follar todas las noches, pero ¿por qué no?… esta sequía de sexo por parte de ella nos fue separando y aunque no nos llevamos muy mal del todo, y delante de los niños, familiares y conocidos parecemos una pareja muy feliz la realidad es que yo no lo soy.
Ella dice que sí lo es, y debido a eso, a los niños, etc… seguimos juntos.
En ocasiones cuando discutimos a solas, si se mosquea mucho se va a casa de sus padres que viven dos bloques mas arriba del nuestro en la misma barriada y duerme allí con la niña. Álvaro como ya es mayor y más independiente se queda a dormir en su cama.
Mi hijo siempre a estado muy sobreprotegido y mimado por su madre, siempre ha sido muy reservado y aunque conmigo se lleva muy bien y yo veo que es demasiado frágil, lo quiero tanto que nunca me he portado frio ni distante con él al igual que con mi hija.
Cuando Elena nació, pusimos la cuna en nuestro dormitorio, con lo que perdimos un poco de intimidad (si es que nos quedaba alguna) y más tarde cuando no se necesitaba la cuna, María José comenzó a dormir con mi hija en nuestra cama, esta era la excusa perfecta para que no durmiéramos juntos mi mujer y yo.
De esta forma a mi solo me quedo para dormir el sofá o la cama de mi hija que estaba vacía claro. En resumen que el único sexo que yo tenia era o muy esporádico o con mi propia mano…
Una de nuestras discusiones en las que ella se fue a casa de sus padres estuvo casi dos semanas.
Mi hijo tendría entonces unos 19 años y se quedaba a dormir en su cama. Aquella noche en cuestión hable con María José por teléfono y me dijo que cuando cenara Álvaro se iría a dormir.
No tenia mucha hambre y estaba viendo la tele, un programa de esos de sábado noche con mucha tía buena y mucha teta fuera. Entre una cosa y otra me puse muy cachondo y me fui al dormitorio a desahogarme.
Me senté en nuestra cama y cogí del cajón de la cómoda unas bragas de mi mujer, comencé a olerlas, aunque limpias podía reconocer un leve aroma que a pesar del tiempo me era muy familiar, comencé a pasarle la lengua una y otra vez y aspirar aquel aroma a rajita mientras me la machacaba con la otra mano.
No se como ni de que forma, pero percibí una extraña sensación, no estaba solo y cuando mire hacia la puerta entre abierta de la alcoba vi a mi hijo observándome.
El se dio cuenta que lo vi y siguió hacia su cuarto como quien no había visto nada.
Yo me quede de piedra y cuando reaccione solté rápidamente las bragas, me apresure a subirme el pijama y acomode mi polla lo mejor que pude antes de salir del cuarto para tratar de averiguar cuanto había visto mi hijo.
Muy nerviosos y cortado llame a su puerta y le pregunte que como había cenado tan pronto, menuda pregunta… mi hijo me dijo que logro convencer a su madre para cenar en casa, que estaba más cómodo aquí.
Era normal su madre lo controlaba mucho y yo le daba mas libertad.
No me refirió nada de lo ocurrido, ni yo tampoco lo hice.
Me preguntaba si llevaría mucho tiempo observándome cuando yo me percate y aunque estaba algo inquieto por lo ocurrido, no dejaba de pensar que estaba haciendo algo muy normal y que cuantas veces lo habría hecho él en la intimidad…(lo de machacársela, claro, no lo de las bragas de la madre…)
No mucho tiempo después de aquello mi mujer volvió a quedarse en casa de sus padres, porque su madre estaba algo enferma, también se llevo a la niña, por supuesto…
Por otra parte, no hacia mucho tiempo se había incorporado una chica nueva en el trabajo, en el área administrativa que es donde yo estoy, tenia unos 27 años y un cuerpo escultural, estuve todo el día cardiaco, no atinaba a lo que hacia y creo que la tía le iba el rollo porque estuvo todo el tiempo tonteándome.
Llegue a casa del trabajo y estaba muy caliente, solo quería ir a mi dormitorio y cascármela como un mono. Ya en el ascensor me mire el pantalón y note como mi polla estaba pidiendo guerra, pero no fue tan fácil, mi hijo estaba allí esperándome, quería contarme una discusión con su madre que lo había enfadado mucho.
Yo intente esquivarlo pero al ver que estaba algo afectado decidí escucharlo nos sentamos a hablar, cuando terminamos se quedo mas convencido.
Para animarlo un poco comencé ha bromear y él respondió bien, a lo que siguió una pequeña lucha en broma, a él le gustaba mucho esos juegos porque yo lo cogía y lo zarandeaba de un lado a otro como cuando era más pequeño, lo rodee con los brazos y lo levanté del suelo y en uno de los zarandeos la espalada me dio un tirón, entre risas y quejidos me tumbe en el sofá, y le dije que ya estaba muy grande para hacerle eso.
El se me tiro encima y me dijo que yo era el que estaba mayor. Entonces me percate que mi erección no había terminado de cesar de manera que mientras lo aparte me senté en el sofá y le dije que estaba muy cansado y que me dolían mucho los pies, que me iba a acostar.
Álvaro me dijo que conocía una técnica de masaje para los pies que relajaba mucho, a mi no me pareció muy buena idea en aquel momento pero cuando me quise dar cuenta ya tenia los zapatos fuera y me estaba quitando los calcetines. Le insistí en que tenia los pies sudados y él me dijo que no le importaba que para eso era su padre.
Mi hijo comenzó a darme un masaje en los pies, que dicho sea de paso era una pasada. Subía hasta los gemelos y volvía a bajar.
Me estaba gustando mas que comer con las manos y aunque estaba relajándome muy mucho no dejaba de pensar en como salir de aquella situación y al mismo tiempo no hacer nada fuera de lo normal ya que mi hijo como ya dije es muy cariñoso y bastante sensible, no quería ofenderlo.
Para tratar de controlar mi erección trate de pensar en algo no sexual, pero jodida calentura se me vino a la mente las fantásticas tetas de mi compañera de trabajo, las imagine rozando mis piernas y sobre mis pies.
De nuevo mi polla iba a reventar mis pantalones, me hacia tanto daño que sin para a pensar en las consecuencias me tuve que desabrochar el pantalón que entre abierto dejaba ver mis calzoncillos tremendamente abultados por mi verga.
Álvaro me tira de la parte inferior de los pantalones para sacármelos y llevado por mi tremendo calentón lo único que hago es apoyar mis manos en el sofá para levantar la pelvis y facilitarle la tarea.
Es obvio para los dos que estoy muy cachondo y mi hijo sube sus manos masajeándome los cuádriceps, rozando me los huevos de vez en cuando.
Ciego de lujuria no pensaba en que aquel era mi hijo, solo necesitaba que mi verga lanzara todo el semen que mis pelotas, a punto de estallar acumulaban ya desde ya no se ni cuanto tiempo.
Note mi calzoncillo algo húmedo del liquido que rezumaba mi polla, con la cabeza inclinada hacia atrás y en éxtasis de placer separe las rodillas dejando ante su cara mi enorme paquete.
Entonces paso, sin verlo, ya que tenia los ojos cerrados.
Note como mi hijo me bajaba los calzoncillos y sin hacer nada para detenerlo note como me cogía la polla y empezaba a masajearla de arriba abajo, mientras con la otra mano me acariciaba los huevos.
Aquello era mas de lo que nadie había hecho por mí en mucho tiempo pero no acabo ahí, estaba tan excitado que no creí lo que estaba pasando, mi propio hijo estaba lamiendo la polla de su padre y de un solo movimiento se la metió entera en la boca, para entonces yo ya tenia los ojos bien abiertos aunque seguía sin creer lo que veía.
Lo único que quería era desahogarme y para mi mejor disfrute cogí la cabeza de mi hijo y la apreté contra mi polla una y otra vez, arriba y abajo hasta conseguir correrme como nunca lo había hecho con su propia madre. Llene su boca de semen y vi como se lo tragaba.
Cuando me corrí deje caer mi espalda contra el sofá y tras recuperar el aliento le di las buenas noches a mi hijo y me fui a mi cama.
Me acosté y no tarde en dormirme, por la mañana llegaría el momento de asimilar todo lo ocurrido. Me lo había montado con mi propio hijo! , ¡Mi hijo era marica! y yo… ¿también era marica?!!! Yo nunca tuve ningún prejuicio hacia ninguna tendencia sexual de mutuo acuerdo, ni la tengo ahora por su puesto, pero también es cierto que nunca me lo había planteado en mis propias carnes.
Decidí actuar con normalidad, como si no hubiera pasado nada y no hablar del tema ni con mi hijo, ni con nadie mas, claro que yo no podía pretender que el hiciera los mismo…
Continuara…