Descubrí a mi hermana

Me llamo Andrés y tengo 18 años.

Mi hermana Miranda tiene ya 26.

Nuestras relaciones han sido siempre muy escasas por la diferencia de edad.

Mis amigos me dicen que está buenísima: aunque no es demasiado alta, tiene un cuerpazo y es rubia de ojos azules.

No nos parecemos mucho: yo soy moreno, bastante alto y de ojos castaños. Yo no soy como otros protagonistas de relatos de sexo entre hermanos.

La miraba como hermana y nada más.

Con quien me llevaba mejor era con su novio, con el que estaba desde los 20.

Les falta poco para casarse, ahora que ambos tienen un buen trabajo.

David es muy agradable y es una de las pocas personas que se paran a conversar conmigo.

Una noche estábamos en un local bailando y bebiendo.

Uno de mis amigos me dijo que había visto a mi hermana.

Me pareció extraño, pues había oído que se marcharía el viernes a hacer turismo con unas amigas, pero entonces la vi.

Estaba bailando con otro tío que no era David y vestía demasiado provocativa, con una minifalda muy ceñida y una camiseta de escote cuadrado que le dejaba fuera casi la mitad de sus pechos.

Me molestó mucho verla con aquel tipo, pero tampoco sospeché nada.

Era demasiado joven e ingenuo.

Mis amigos querían seguir la juerga en otro local, pero yo me excusé para vigilar a mi hermana.

En un momento dado, ella y el tipo, cogidos de la mano, se fueron.

Yo les seguí y adiviné que se dirigían al piso donde van a vivir ella y David, así que me adelanté y entré en la casa con la llave que David me había dejado.

Oí ruidos y supe que eran besos.

Me escondí detrás de la cortina y cuando encendieron las luces me quedé de piedra.

Mi hermana estaba sin la camiseta, siendo sobada por aquel tío y ella a su vez con la mano dentro de su bragueta.

Ambos se quitaban la ropa y se decían las ganas que se tenían.

Miranda estaba detrás de mí cuando él la bajó la mini.

Tenía un tanga cuya línea apenas le tapaba la raja. ¡Menudo culo! Ya no pude más y me saqué la polla, que no es por nada, era más grande que la de aquel tipo.

Miranda se arrodilló y le hizo una mamada de escándalo a Juan, que así se llamaba. Luego él la dio la vuelta y por fin la vi las tetas.

Estaba a cuatro patas y le colgaban como una vaca.

Pezones redondos y enrojecidos. Se bamboleaban al ritmo de las embestidas de aquel tipo.

Mi hermana estaba con los ojos en blanco, gritando como una desesperada.

Se corrió dentro de ella y luego se tumbaron en la cama y siguieron morreandose.

Yo ya me había corrido en la mano.

No sabía qué hacer con mi leche, pues no quería manchar nada, así que me lo tragué.

¡Puaj! Como seguían tan acaramelados, se me ocurrió llamar desde mi móvil al teléfono.

Les pegué un susto horrible, pues nadie sabía que estaban.

Les corté el rollo totalmente y él se fue, pese a que Miranda le decía que no se fuera, que bastaba con no coger el teléfono.

Pero él conocía a David y sabía que con un empujón le podía destrozar y se fue con el rabo entre las piernas.

Miranda se fue a bañarse y yo salí de mi escondrijo, con mi pito en su sitio.

La esperé sentado en la cama, aunque tenía muchas ganas de ir al baño y meterme en la bañera con mi hermana.

Me aguanté las ganas y valió la pena.

Por fin apareció mi hermana.

Tenía la toalla no demasiado bien ajustada, pero se la recompuso al verme:

– ¿Qué haces ahí?

– ¿Te parece bonito? Dentro de una semana te casas, joder.

– ¿Qué has visto?

– Todo, porque estaba detrás de la cortina. ¿Por qué lo has hecho?

– Mira, Andrés, eres demasiado joven y no comprenderías… Haz el favor de no decírselo a David…

– ¿No le quieres?

-Sí le quiero, pero… Eres demasiado joven, no…

– ¡Cállate! O me lo explicas o le cuento todo a David.

– Verás, David ha sido el único hombre en mi vida y quería conocer otras cosas antes de casarme con él. Ha sido pura curiosidad, no lo volveré a hacer…

Se puso a llorar y ya me desarmó.

Me acerqué a ella y la abracé.

La dije que la comprendía, que ya no era un niño.

Tenerla entre mis brazos me hizo acordarme de lo que había visto y se me empalmó.

Ella lo notó y se mordió los labios. Estaba demasiado caliente como para reflexionar.

-Me he hecho una paja descomunal viendo cómo te follaba aquel tipo.

-¡Niño! Eso no se hace…

Ese fue el último reproche de hermana, porque le quité de un tirón la toalla y me lancé a por ella, tirándola a la cama.

La besaba en la boca y en el cuello y la manoseaba de arriba abajo, estaba buenísima, la muy cabrona.

Ella intentaba zafarse y me recordaba que éramos hermanos, que no sabía lo que estaba haciendo, que estaba borracho…

Para que se callase le morreaba los labios y le metía la lengua.

Mis sobeteos parecían estar funcionando, pues ella gemía cada vez más.

En una de estas me levanté y me quité la camisa.

Luego me desabroché el pantalón y los bajé. Fuera el calzón rápidamente. Vi cómo la mirada de mi hermana se salía de sus órbitas.

-Joder con mi hermanito. ¿Qué has comido?

-Lo que tú te vas a comer ahora mismo. Eres una imbécil, si querías ración de polla sólo tenías que haberme llamado. ¡Chúpamela o le cuento lo puta que es su futura esposa!

No tuve que repetírselo e inició una maravillosa mamada. ¡Mi hermana, una tía buenísima, con mi verga en su boquita!

Aunque estaba disfrutando, la volví a empujar y la acosté en la cama y yo empecé a saborear sus néctares, sin dejar de sobarla las tetas.

Me dijo que me diera la vuelta y empezamos un 69 increíble, pero yo necesitaba más.

-Te la voy a meter hasta el fondo, hermanita mía.

La agarré de las rodillas y me puse de pie.

De un solo golpe se la metí en el chocho.

Ella aulló y me insultó: «¿Estás gilipollas? Nunca había tenido nada tan grande dentro de mí».

No la contesté y empecé a mover el culo de atrás adelante y seguí diciéndole groserías como calla y disfruta, zorra, que te lo vas a pasar bien conmigo.

¡Y vaya si lo pasó bien conmigo! Y yo con ella.

Aunque pactamos no volver a follar juntos, el deseo pudo más y siempre que podemos nos desfogamos mutuamente.