Capítulo 4

¡Enséñame tú, papi! IV

Jadeaba con mi pene en mano que todavía goteaba esperma en las caderas de mi hija, la niña que como padre yo debía proteger, la había bañado con mi semen una vez más y había expresado el deseo de poseerla, me sentí terriblemente avergonzado y cochambroso, a Dios gracias todavía nuestras figuras tenían un aspecto abstracto, las penumbras eran un cómplice ideal.

—¡Uy!, papi … que rico que lo hicimos … soy feliz, papi mío … seré tuya … finalmente seré tuya, papito rico …

Los jadeos de la Sole, y la algazara en su voz me hicieron preocupar, no podía, no debía, donde está mi rol de padre, no soy nada, soy un ser inmundo, rastrojo de la sociedad, me estaba sintiendo sucio y había ensuciado a mi hija, la había arrastrado conmigo en esta locura de lascivia y lujuria, el inmenso consumo de energías me tenía respirando con la boca abierta, me sentí desfallecer y me deje caer en la cama, casi sin fuerzas me empecé a quedar dormido, sentí a mi hija acercarse a mí y pasar una de sus suaves piernas sobre mí, luego todo se desvaneció.

La diáfana luz del día bañaba mi habitación, las cortinas estaban corridas, seguramente fue Soledad quien las corrió, mi hija, estiré mi brazo y ya no estaba a mi lado, me enderecé apoyado en mis codos, mi cama era un desastre, había tenido la breve ilusión de haber soñado lo acontecido con mi hija, pero no, la mancha dejada por sus fluidos y mi semen se palpaban en la humedad de mis sabanas, la Sole se había ido quien sabe dónde, debo cambiar la ropa de cama y arreglar este desorden, quizás luego vuelva mi mujer y no puede encontrar nuestro lecho en estas condiciones.

Me fui a mi oficina “Temporal” y trate de concentrarme en el trabajo, debía emanar un importante informe para la empresa y ya lo había dilatado y demorado más de lo razonable, mientras hacía girar ideas en mi cabeza, la imagen desnuda de mi hija esparciéndose mi semen por todo su cuerpo volvía una y otra vez, llego el momento en que hasta escribí “vagina” en vez de “valija”, mi cabeza me traicionaba, en ese momento mi mujer entró a casa, vino a saludarme comunicándome que su madre se estaba restableciendo y que teníamos un par de días para nos dos, su hermana se haría cargo de ella por el momento, la acompañé en cocina y ella preparó para ambos sendas tazas de café, había traído unos dulcecillos y los degustamos con ella sentada en mi regazo, sus hermosas nalgas haciendo presión sobre mi pene, el exquisito aroma que insuflaba mi mujer en el ambiente, hacía que mi verga reaccionara, ella contoneo sus glúteos sobre mi pene:

—¿Cómo está mi niño, querido? …
—¡Ansioso de visitarte y dejarte llenita! …
—¡Que rico que eres, amor! … ¡Te mereces un premio! …

Nos besamos ardorosamente y nuestra pasión fue creciendo en una espiral sin límites, le saqué sus tetas y comencé a besarlas, lamerlas, mordisquearlas, trataba de no pensar, pero era imposible no hacerlo, efectivamente los senos de mi mujer eran mucho más bellos que los de Soledad, su cintura estrecha, pero no tanto cómo la de Soledad, su piel era similar a la de ella, suave y sedosa, los besos de mi mujer eran más expertos, su boca se movía con la mía y su lengua perseguía a la mía sin descanso, le arremangué un poco sus vestidos y mi mano alcanzo el borde de sus bragas, mi mujer siempre se ha depilado, así que no me resulto difícil imaginar el chocho de soledad con sus vellos púbicos incipientes, casi inexistentes, en un momento sentí que estaba preparándome para follar a mi hija y no a mi mujer, la senté al borde de la mesa y le saqué sus calzones, Carolina abrió sus muslos y me sumergí en el valle del placer, comiéndole el coño, succionando sus fluidos, bebiendo de la fuente voluptuosa de su vulva chorreante el preciado zumo, la tomé en mis brazos y me la lleve a la cama, mi esposa gemía y daba agudos chillidos cortitos, igual que la Sole, la despojé de todas sus prendas de vestir y me sumergí en esas majestuosas colinas que se levantan en su pecho, me desvestí y puse mi pene en medio a sus senos, Carolina lo metió en su boca y efectivamente ella mamaba mejor que su hija, mi pija creció en modo descomunal imaginando que perforaría el coño de la Sole, me deslicé en medio a sus muslos, Carolina los abrió para mí aceptando y dispuesta a brindarme ardorosamente su encharcada conchita, cerré los ojos y penetré su suave vagina que se abría y se ensanchaba para recibirme por completo, ella gemía y enterraba sus uñas en mi espalda, hicimos el amor por largo rato, con mis ojos cerrados imaginaba estar dándole con todo a mi hija, apenas los abría la imagen desvanecía y era mi dulce y hermosa esposa la que se debatía gozosamente bajo mis embestidas, pronto gritó y me aprisionó con brazos y piernas, temblaba y me mordía, su pelvis vibraba descontroladamente, lo que hizo que el grifo de mi esperma se abriera y la comenzara a llenar de mi copioso semen, las contracciones de su vulva succionaron hasta la última gota de mi lefa cálida.

Mi mujer quedó exhausta y se adormeció, yo volví a mi oficina a continuar con mi trabajo, sacio de sexo matrimonial, mi cerebro estaba más centrado en mis asuntos profesionales y avancé en mi trabajo rápidamente, estaba absorto en mi informe que no me di cuenta del regreso de la Sole, no la consideré para nada, ni menos cuando pasó hacia mi dormitorio, pero una campanilla de alarma se activó en mi cabeza, me levanté rápidamente de mi escritorio y vi que la Sole estaba en el umbral de la puerta del dormitorio matrimonial, estaba estática, paralizada, me acerqué por la espalda y vi la imagen de mi mujer desnuda sobre la cama con sus piernas ligeramente abiertas, lucía bellísima, me puse un dedos en mis labios, indicando a la Sole que no hiciera ruidos, luego junté la puerta, la Sole me miró enigmaticamente y se giró yendo hacía su cuarto, desde el vano de su puerta se volteo y levantó su mano haciendo sobresalir su dedo índice en alto, luego en un susurrado y enérgico tono me dijo …

—¡Te la follaste! …

La Sole desapareció dentro de su cuarto y me dejo un tanto perplejo pues yo no había hecho nada fuera de lo normal, me había acostado con mi mujer, mi propia esposa con la que estoy legalmente casado, el sexo con ella es real y fenomenal, permitido por ley y consentido por mi esposa, la Sole no tiene nada que opinar ni oponerse, pero la situación no deja de preocuparme, pues esta chica es un poco dispersa y a veces sus actitudes me sorprenden.

Volví a mi oficina ya no tan tranquilo, por un lado, tenía en mi dormitorio a mi mujer saciada y satisfecha y por el otro mi hija adolescente nerviosa y enfadada, ¿una encrucijada?, ¿un dilema? o ¿una disyuntiva?, no lo sé, quizás todas las anteriores, así que decidí no pensar más y me fui a concluir mi trabajo.

Como a eso del mediodía sentí movimientos, escuchando con atención, estos provenían del baño, terminé las últimas líneas de mi informe, lo revisé acuciosamente y lo subí a la plataforma de la empresa, todo eso me llevó varios minutos, pero quería terminarlo para estar con más tiempo a disposición por la tarde, ya que mi mujer estaría conmigo y no hay nada más excitante que tener a mi mujer con tiempo libre y su libídine desatada, esperemos que la Sole tenga algún quehacer, así nos dejará la casa solo para nosotros.

Desafortunadamente no fue tan así.

Mi mujer se fue a la cocina y preparó un exquisito almuerzo, nos sentamos los tres a almorzar, la Sole me lanzaba miradas asesinas con capciosas sonrisas, Carolina a veces como que intuía algo y esto comenzó a roerme el cerebro, ¿se habrá dado cuenta del entuerto?, ella es su madre, ella es su hija, ella la conoce, siempre han tenido esa conexión tan de piel, ¡si son cómo dos gotas de agua!, ahora mis neuronas estaban en una vorágine de supuestos escándalos pasionales, quizás mi testa estallaría de un momento a otro y recogerían mi restos destrozado, pateados y escupidos por ambas mujeres, tan culpable e incómodo me sentía que me levanté con la escusa de ir al baño.

Me senté en el inodoro reflexionando inquieto, habían pasado dos minutos y me recordé … —¡Mi celular! … ¡Dios mío! … ¡Dejé mi celular con los desnudos de la Sole en la cocina! … me levanté velozmente y salí en busca del artilugio que podría eventualmente inculparme, las dos mujeres estaban giradas de espalda, no pude evitar de dar una mirada a sus culos preciosos, definitivamente esplendidos, Carolina se giró sorprendida, mientras la Sole me miro un poco despectivamente, de seguro no era nada elegante ni sofisticado verme afirmando mis pantalones para que no cayeran, la Sole se llevo un dedo a la sien y lo hizo girar, sí, lo debo admitir, quizás me había vuelto paranoico y estaba enloqueciendo … —¡Mi celu! … —¡Debo llamar urgente a la empresa! … balbuceé algo parecido y me volví al baño más tranquilo seguido de las miradas inquisitivas de ambas.

Por un par de días todo volvió a una relativa tranquilidad, la Sole me rehuía y yo escapaba para no estar cerca de ella, no quería por ningún motivo que ella me recordara mis palabras al momento de eyacular sobre ella, no podía ser un incesto total entre ella y yo, ella me deseaba, me lo había suplicado de poseerla, a mí me agobiaba y angustiaba el haber hecho esta promesa, pero al mismo tiempo el verla tan hermosa, desenvuelta con su desparpajo propio de su juventud, maquillada y vestida primorosamente, me provocaba sentimientos encontrados, ella me excitaba enormemente, afortunadamente mi mujer estaba cerca y estrecharla en mis brazos era como tener un clon de la Sole con el plus de una mujer madura y experimentada.

A la semana mi mujer me dijo que ahora le tocaba a ella hacerse cargo del cuidado de su madre, así que no nos veríamos con la misma asiduidad de los últimos días, hicimos varias veces el amor el último día, después de almuerzo nos levantamos de la mesa mirándonos con mil promesas y deseos en nuestros ojos, dejamos a la Sole a lavar los platos y salimos de la cocina, mientras cruzábamos el umbral, puse una mano en las nalgas de mi mujer y vi que la Sole nos miraba, ella abrió provocativamente su boca y procedió a sacarme la lengua como una niña, luego me hizo un desprecio.

Carolina y yo nos fuimos directamente a la cama y nos desnudamos, mientras la besaba llego el ruido de platos rotos desde la cocina.

—¡Uy! que le habrá sucedido a la Sole! …
—¡No lo sé, amor … espera que iré a ver que no se haya caído! …

Me puse mis shorts y pantuflas y partí de carrerita a la cocina, ni siquiera me preocupé de ocultar mi tremenda erección, la Sole estaba apoyada al mueble de la cocina y refunfuñaba.

—¡Hija! … ¿Qué te ha sucedido! … ¿Estás bien? …

La Sole miro primero mi erección, luego me miro a mí y volvió a fijar sus ojos en mi polla enhiesta que se balanceaba en mis shorts.

—¡Tú! … ¡tú … y … esa cosa! … ¡Desaparezcan de mi vista! …

Apuntaba con su índice a mi entrepierna, significativamente dejo caer otro par de platos para evidenciar su enfado, me hizo saltar, rápidamente me volví con mi mujer.

—¿Qué le paso a nuestra hija? …
—¡Nada, nada! … creo que utilizo exceso de jabón y algunos platos resbalaron al piso … vamos a necesitar un poco de vajilla nueva …

No dije nada más y sellé sus labios con mis labios, nos perdimos en un mar de besos y una oleada de pasión se apoderó de nosotros, al cabo de un extendido lapso de tiempo nos separamos jadeantes, sudorosos y satisfechos, nos estábamos apapachando con caricias post coitales, cuando se escuchó la Mont Laferte a todo volumen, mi mujer paró la oreja y yo me sobresalté.

—¿La Sole? …
—¡No puede ser nadie más … ¿Cómo se atreve a molestar a todo el vecindario? … ¡Ahora me va a escuchar esta jovencita! …

Hice el amago de levantarme, pero mi mujer me tiro de vuelta entre sus senos.

—¡Déjala! … ¡Es su juventud! … además, me encanta la Mont … esa canción me recuerda cuando nos conocimos …

¿Te recuerdas? … ¿Te recuerdas lo que hicimos? … ¿Y cuantas veces lo hicimos? …

Me volví a perder en sus labios, en su piel, en su sexo, mientras la Montt opacaba los gemidos y chillidos de Carolina que me envolvía con sus piernas y brazos.

Carolina me despertó un tanto agitada e intranquila.

—¡Amor! … ¡Amor! … ¡Creo que me quedé dormida! … ¡Tengo que irme!
—¡Umpf! … ¿Ah? … ¡Sí! …

Carolina se fue a duchar rápidamente y con la misma prisa volvió a vestirse, yo me deleitaba con sus harmoniosos y agiles movimientos que me hacían solazar con su escultural belleza, sus senos se cimbraban majestuosamente y mi joyita apreciaba el todo con una erección en ciernes, mi esposa vino a saludarme con un beso un rápido apretón a mi miembro y rauda salió de casa hacia la casa de su madre, yo me quedé con la cama vacía y me adormecí como un angelito.

Perdí la noción del tiempo, pero mi cama se movía y la habitación estaba en penumbras, no me fue difícil suponer quien se metía bajo mis sabanas.

—¿Sole? …
—¡Papi! …
—¡Papi, esperaba este momento! …
—¿Qué quieres decir, Sole? …
—¡Papi, yo sé que me deseas … yo sé que tú también me quieres … ahora, papi … tienes el olor de mama en tus sabanas … has cuenta de que soy ella, papi … has cuenta de que estas con tu mujer … hazme tú mujer, papi … lo prometiste … no me hagas esperar más! …

Las suaves manos y muslos de la Sole entraban en contacto con mi piel haciendo erizar todos mis vellos, me electrificaba, me cargaba y sentí como mi verga se endurecía, la Sole aferro mi miembro tieso y empezó masajearlo, besándome y presionando sus senos en mi torso, hacía serpentear su juvenil cuerpo, su ímpetu me arrastró a una vorágine de lascivas emociones, respondí su beso, mis labios se deslizaron por su cuello e inexorablemente se desplazaron como en un deslizadero hacia sus mamas turgentes, mis labios se cerraron sobre su pezón, alternadamente mordisqueaba sus pezones rígidos, ella apretaba mi cabeza sobre sus esponjosas tetas y gemía con cierto fragor, sus chillidos eran agudos como los de su madre, ella tenía razón, el olor de mi mujer estaba impregnado en mi cama y me parecía tenerla de vuelta en mis brazos.

—¡Sole! …
—¡Papi! …
—¿Lo has hecho alguna vez? …
—¡No, papi! …
—¡Hija, tratare de que no te duela mucho … me detienes si te duele mucho! …
—¡Papi, hazlo por favor … lo quiero hacer y no me importa si me duele o no me duele! …

Es valiente mi hija, me está regalando su virginidad, la voy a convertir en mujer, me siento extraño, también Carolina llego virgen a mí, pero no es lo mismo, tengo aprehensiones al hacerlo con mi hija, sé que no está bien, pero ella lo quiere más que a nada, aun cuando puede causarle dolor ella quiere entregarse a mí, estoy en medio a sus muslos y veo como ella hace rotar su pelvis sintiendo la punta de mi pene presionando su doncellez, su virtud, su inocencia, es increíble lo que un pene puede hacer desaparecer de cuajo, empuje lentamente y no entró, pensé en bajar a lamer su concha y lubricarla un poco más, pero la Sole me apretó a su pecho.

—¡Papi! … ¡Métemelo! … ¡Hazlo por favor, papi! …

En la penumbra de la habitación, los ojos de la Sole brillaban con luz propia, me tiraba más encima de ella y sentía sus uñas que se clavaban en mi piel, mi glande se adentro en su cuevita estrecha, con parsimonia empujé y ella me mordió cuando su himen se rindió a la exuberancia de mi verga, gradualmente me fui sumergiendo en ella, la Sole soportaba estoicamente la invasión de su concha por mi ariete de carne enhiesta y caliente, ella me apretaba emitiendo un plañidero gemido, sentía bajo mi peso a la niña que se convertía en mujer, me quedé sosegado y silente, mi polla entera estaba dentro de ella, tomé su barbilla y le di un beso paternal, estábamos teniendo sexo, pero era más que eso, era como un ritual, no era un deleite en sí, era algo más atávico, primordial, tarea de los genitores de desvirgar a sus hijas en tiempos bíblicos, había cumplido y me sentía satisfecho, ahora debía terminar este acto de sacrificio y adoración.

Los momentos pasaban y la Sole comenzó a respirar afanosamente y a chillar con gozo, no me atrevía a moverme y cogerla fogosamente para no romper el hechizo de este momento tan íntimo que se había formado entre mi hija y yo, la Sole empujaba hacia arriba para sentir mi pija penetrante restregando las paredes de su coño, yo trataba de variar la angulación en que mi pene entraba y salía de su estrecha conchita.

—¡Uy!, papi … ¡Se siente tan rriiiicooo! …
—¿No te duele, hija? …
—¡No, papito rico … ya no me duele para nada! …
—¡Pero, te hice daño! … ¿verdad? …
—¡Un poquito! … ¡Por qué la tienes muy grande, papi! …

Aceleré el ritmo hundiéndome en ella profundamente, la Sole me amarró con sus piernas, tal cual como lo hace su madre, le sacaba mi verga casi por completo y se la volvía a clavar hasta el fondo llevándola casi al paroxismo, era una experiencia única dar placer a una mujer como mi hija de este modo tan ardiente y fogoso, comencé a barrenar su chochito con vehemencia y energía, la Sole se volvía loquita y me arañaba y me mordía, gritaba y chillaba, gruñía guturalmente y luego lanzaba resoplidos, su cuerpo se movía casi incontrolable levantándome de fuerza, la sujeté por los hombros, pero su fuerza era sorprendente, sus talones enterrados en mis glúteos, ella me estaba poseyendo a mi y no todo el contrario, los recovecos de su conchita estaban devorando mi pija y sin poder contenerla exhalé un largo suspiro derramándome en ella sin ninguna consideración, mares de esperma se vertían en su ya no virgen vagina.

—Aaarrrggghhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …

La Sole boqueando en sofocados jadeos se corría junto a mí.

—¡Papi! … ¡Urgh! … ¡Umpf! … ¡Ssssiiii! … ¡Dame toda tu lechita, papito rico! … ¡Aaaahhhhhh! … ¡Dámela toda, papi! …

¡Ssssiiii! …

Ella estaba contorsionando su pelvis contra mi pija y me succionaba hacia su interior con sus poderosos músculos vaginales.

—¡Me encanta cogerte, hija! …
—¡Ssssiiii, papito! … ¡No lo saques! … ¡Síguete moviéndote así, papi! … ¡Sigue! …

La Sole me abrazaba y besaba tirándome con sus talones lo más adentro de su panocha, mi verga respondió y comenzó a tomar consistencia nuevamente, me parecía haber vuelto a los años de mí juventud, su coño estrecho masajeaba mi verga haciéndola revivir y endurecerse al máximo, yo le estaba comiendo el lóbulo de su oreja cuando la Sole se puso rígida de los pies a la cabeza y comenzó a tiritar, sus gritos eran desgarradores, me apretaba con fuerza y golpeaba su pelvis contra la mía, estaba teniendo un orgasmo estrepitoso y sus convulsiones me estremecían también a mí, a un cierto punto ella comenzó a plegarse, ya mi pene había salido de su conchita, tomó una posición fetal y reía como una loca y luego sollozaba como una niña, esto le duró unos cuantos minutos, luego se quedó inerte y silente, yo acariciaba dulcemente su piel, lo que me daba una carga erótica y emotiva sublime, observe atentamente sus tetitas que se movían al ritmo de su respiración jadeante, su vientre plano que parecía temblequear, sus poderosos muslos con resto del sangrado de su himen, sus pocos vellos púbicos que señalaban el inicio de su conchita minuta y estrecha que apenas era visible, era la perfección de la belleza, me parecía vulnerable y era mi deber protegerla, la abracé y ella se acurrucó en mis brazos, al parecer tanto yo como ella nos adormecimos, cuando me desperté con ella muy abrazada a mí, el reloj de la mesita marcaba las 03:38, la alejé un poco de mi para levantarme al baño, pero ella me retuvo con brazos y piernas.

—¡Papi! … ¡Te amo! …
—¡Yo también! … ¡Pero déjame que voy al baño! …
—¡Está bien, papito! … ¡Pero no tardes para que lo hagamos de nuevo! … ¿Sí? …

Me levanté en silencio al baño, hice mis cosas, me lavé lo mejor que pude y volví a la cama, Soledad estaba con las piernas abiertas y con sus deditos sacaba restos de semen y se los llevaba a la boca.

—¡Papi! … ¡Me has follado rico! … ¡Me has roto el coño, papito! …
—¡Hija! … ¡No seas tan chabacana y procaz! … ¡No eres una irreverente ramera! … ¡Compórtate! …
—¡Perdóname, papi! … ¡Es rico hacer el amor contigo, papito! … ¡Gracias, papi por yacer junto a mí! …
—¡No, hija! … ¡Yo debo agradecerte por brindarme tu virginidad! … ¡He sido tú primer hombre! …
—¡Papi, soy tuya! … ¡Quiero sentirte de nuevo, papi! …

Apenas me recosté ella puso su pierna sobre mi vientre y se arrimó a besarme.

—¡Sole, ve al baño a lavarte! … ¡Luego hablaremos! …
—¿Hablar? … ¡Ah! Sí … ¡Voy a lavarme para que me puedas comer el coño, papito rico! …

Se levantó desnuda como estaba y con paso elegante se fue cubriendo tímidamente sus glúteos marmóreos, me quedé mirando el infinito mientras escuchaba a la Sole que se lavaba, al rato volvió y había ordenado sus cabellos, ligándolos a cola de caballo como le gusta a ella, su rostro lucía terso y fresco, llegó dándome un beso y se sentó a horcajadas en mis muslos.

—¿Te quieres comer mi coño apenas estrenado, papi? …
—¡Modera tu lenguaje, niña! …
—¡Ay!, papi … me siento caliente cuando hablo así … y tengo mi conchita mojadita, papi … y no solo de agüita …

¿Quieres comértela, papi! … ¡Es solo para ti, papi mío! …
No me dejo siquiera responder, sus manos aferraron mi verga flácida y comenzó a magrearla acariciando mis bolas.

—¡Papi … se está poniendo durita! … ¡Es por mi coño! … ¿verdad, papi? … ¡Te gusta mi coño apretadito! … ¡Dime que te gusta mi coño, papi! …
—¡Urgh! … ¡Sí, hija … me gusta! …
—¡Di coño, papi! … ¡Coño …coño …coño! … ¡Di que quieres mi coño, papito! … ¡Ya, dímelo! …
—¡Quiero tú coño, hija! …
—¡Di que quieres comerme el coño, papi! … ¡Di! …
—¡Quiero comerte, hija … quiero comerme tú coño! …
—¡Así, papi! … ¡Asiii, papito rico! … ¡Ahora di que me quieres follar, papi! …
—¡Quiero follar tu coño, hija! …
—¡Quieres chuparme el coño y correrte dentro de mi coño, papi! … ¿verdad? …
—¡Ssiii hijita, quiero coger tu coño! …
—¡Quieres meter tu gruesa pija dentro de mi … quieres culearme y correrte dentro de mi coño! … ¡Dilo, papito rico! … ¡Dímelo! …

No pude seguir resistiendo, me levanté de golpe arrastrándola conmigo, la volteé en la cama con sus nalgas sobre la almohada, abrí sus piernas y se la metí con todas mis fuerzas.

—¡Toma, putilla! … ¡Toma, comete mi verga! … ¡Te la voy a meter toda, toma … toma! …

Apretando mis nalgas la sacudía toda clavando mi pene en ella sin misericordia, estaba enardecido la hacía emputecer con cada golpe, la Sole tenía una cara de temor y sorpresa al principio, pero luego sus gemidos agudos me hicieron comprender de que le gustaba, me enderecé un poco y me lleve sus pies a mis hombros y la llegaba a levantar con cada embiste, ella tenía sus manitos a la altura de sus hombros que se abrían y cerraban incontroladamente, la venas se marcaban en su cuello y lanzaba chillidos guturales como una poseída, girando su cabeza de lado a lado sin control alguno.

—¡Aaarrrggghhh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Papi … papi! … ¡Uy, papito! … ¡Uy … que me viene, papi! …

¡Uuuurrrggghhh! … ¡Umpf! … ¡Uuuurrrggghhh! … ¡Aaaahhhhhh! … ¡Paaaapiiiii! …

La Sole se corría en un orgasmo desgarradoramente espasmódico y convulsivo, luchaba por zafarse de mí, pero yo no estaba dispuesto a dejarla ir, si ella quería ser cogida con fuerza yo le demostraría quien era el más fuerte entre nos dos, baje mis manos a sus muslos y la seguí clavando hasta cuando me descargue completamente dentro de ella, pero ella estaba inerte, como una muñeca de trapo, permanecía con sus ojos cerrados y sus blancos pechos subían y bajaban al ritmo de su afanosa respiración, su lengua asomaba de tanto en tanto a humedecer sus labios, me derrumbé a su lado sin fuerzas, estaba exhausto, volví a quedarme dormido.

A la mañana siguiente me desperté de sobresalto, intuí inmediatamente que era tarde, el reloj de la mesita señalaba las 9:43, me había quedado dormido, la Sole ya no estaba a mi lado, me puse mi albornoz y salí en su búsqueda, tampoco estaba en casa, se había ido, comencé a preocuparme, la última vez que la había cogido lo había hecho con fuerza y casi con violencia, ¿Se habrá sentido violentada?, tenía el olor de ella y de mi mujer encima, lo mejor es ir a ducharme, pensé, mientras me dirigía al baño.

Salí del baño totalmente repuesto, ordene la pieza comenzando por las sabanas ensangrentadas e inmediatamente las eche a la lavadora con detergente y removedor, después volví a hacer la cama, ordene algunas cosas esperando el regreso de mi mujer, en la cocina me prepare un café bien cargado y un sándwich de quesito fresco, luego me fui a revisar mi trabajo, esperemos que nadie haya notado mi ausencia.

Reporté mi presencia a la empresa y trabajé arduamente en unos nuevos proyectos que me habían hecho llegar, ensimismado en mi trabajo escuche llegar a mi mujer, me saludo y me dijo que había traído unas pizas y unas comidas chinas Wang Tang creo que me dijo, son tantos los chinos que no creo que sea una cosa mala, suspendí mi trabajo y me fui detrás de las nalgas bamboleantes de mi mujer.

Almorzamos y ella me dijo que se quedaría la noche, porque habían contratado a una chica que se encargará de su madre y que esta estaba evolucionando bien, así que estaba muy tranquila, me dijo mirándome.

—¡Solo necesito a alguien que me haga feliz! …

Se sentó en mi regazo y nos besamos, yo apañé una de sus tetas en mis manos y ella movía su culito para excitarme, desabroché sus jeans y ella me detuvo.

—¡Esta noche amor … será solo para nosotros … haré todo lo que tú me pidas y más … pero esta noche, tesoro! …

Me dio algunas explicaciones de que necesitaba reposar un poquito por lo intensa noche cuidando a su mamá, yo me fui a continuar con el trabajo, mi verga se había despertado solo un poquito, pero antes de sentarme la acomodé pensando a mi esposa y a su promesa, esta es la vez que le vuelvo a romper el culo, pensé regocijándome y sonriendo para mis adentros.

Cerca de las catorce horas, llegó la Sole, entró rauda a mi oficina y me saludo con un tremendo beso en los labios, a la vez que acariciaba mi pene sobre el pantalón.

—¡Hey! … ¡Hey! … ¡Más cuidado! … ¡Tú mami está en el dormitorio, nena! …
—¡Uy!, papi! … ¡No lo sabía! … ¿Cómo tan temprano? …
—Encontraron una tipa que cuidará tú abuela por un par de días …
—¿Y esta noche ella se quedará a dormir en casa? …
—¡Así es! … ¡Quizás mañana también! …
—¡Pucha, papi! … ¡Justo ahora que yo estaba libre también! … ¡Urgh! …
—¡Sí! … ¿Y en que estabas pensando? … ¿Cuál era tú programa? … ¿Se puede saber? …
—¡Pucha, papi! … ¡Es que me compré unas prendas de lencería y un juguetito y quería tú parecer! … ¡Quería mostrártelos, papi! … ¡Para saber si te gustaban, papito! …
—¡Bueno, hija! … ¡Eso va a tener que esperar! … ¡Ya habrá ocasión! …
—¡Cierto, papito rico! … ¡Voy a vivir pesando en ese momento! …

Se dio media vuelta, antes de salir miro hacia el dormitorio matrimonial, luego se volteó y me tiro un beso en la palma de su mano, también le tire un besito y volví a mi trabajo, muchísimo más tranquilo, ya que al parecer la Sole seguía con muchas ganas de follar y eso me estaba gustando cada vez más, solo me queda el problema de decírselo a mi mujer, quizás esta noche mientras estamos en el máximo de la calentura, le voy a ir revelando de a poco lo que yo y la Sole hacemos desde ya unos meses, creo que será una buena ocasión … debo ser cauto.


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