Al final el sexo anal era la solución con mi prima

Mi nombre es Rubén. Lo que voy a contarles es totalmente cierto y ocurrió hace como 8 años. En ese entonces tenía 24 años.

Mi familia está compuesta por mi madre (separada), un hermano y una hermana; ambos menores que yo, pero por poco.

En aquel tiempo éramos los tres solteros, así que vivíamos con mi vieja.

Estábamos pasando premuras económicas, ya que sólo mi madre contaba con trabajo.

Mi hermano había encontrado un trabajo esporádico en una ciudad cercana a Santiago (ciudad en que vivo), donde vivía parte de mi familia materna.

De pronto ese trabajo se acabó y volvió a la casa.

Fue entonces cuando le comentó a mi vieja que nuestra prima Andrea, llevaba muchos meses sin encontrar trabajo de secretaria (que era lo que había estudiado) y que pensaba seriamente en probar suerte en Santiago.

Mi madre, que siempre ha sido muy hospitalaria, a pesar de nuestra situación económica le ofreció nuestra casa.

Así fue como a los pocos días apareció mi hermano con nuestra primita.

Yo llevaba muchos años sin verla, la recordaba niña, y no me despertaba ningún sentimiento especial el que ella llegara a mi casa. Sin embargo cuando la vi casi me caí de espaldas; estaba convertida en una tremenda hembra: hermosa, una figura muy armónica, unos pechos muy llamativos y, sobre todo, un culito como para prenderla velas.

En seguida me di a la tarea de ser un buen anfitrión, pero si bien se dejaba galantear por mi, yo notaba que prefería la compañía de mi hermano, lo que me llevó a sospechar que había algo entre ellos, cosa que confirmé al pillarlos un día besándose muy fogosamente en la pieza de mi hermana.

Aún cuando la situación me sorprendió, actué muy canchero, sin hacer ningún tipo de escandalo, y sin comentar nada a nadie; incluso me disculpé por haber entrado tan sorpresivamente a la pieza.

A partir de entonces mi primita cambió conmigo, actuaba más desenvuelta, más coqueta y estaba más cercana. Sin duda sabía que yo la miraba distinto ahora que sabía que tenía una aventurita con mi hermano.

Para mejor suerte mi hermano encontró trabajo.

Mi hermana tenía su cuento sentimental, por lo que pasaba muy poco tiempo en casa, y como ya les dije mi madre trabajaba, así pasábamos todo el día sólo.

Era cuestión de tiempo…

Una noche Andrea salió con mi hermano y hasta la hora en que yo me acosté a dormir, aún no llegaban. Desperté a la mañana siguiente y miré hacia la cama de mi hermano (con quien compartía pieza) y para mi sorpresa estaba Andrea mirándome con los ojos muy abiertos.

– ¿Y mi hermano?- Le pregunté.

– Salió muy temprano, tenía que trabajar. El pobre casi no durmió.

– Pero ¿tú que haces aquí?

– ¿No te parece obvio que dormí con él?

Estaba turbado, quería decirle que se estaba poniendo en evidencia ante mi madre y me hermana al estar ahí, pero no me salía.

– ¿Sabes? tengo algo de frío – me dijo – ¿tú no te acurrucarías un poco conmigo.

y me miró con una cara llena de malicia.

Ni corto ni perezoso me cambie de cama y comencé a besarla enseguida. Cuando fui a bajar mi manos por su cuerpo para sacarle su pijama, me encontré con la sorpresa de que estaba completamente desnuda. Me detuve un momento y la miré a los ojos, ella sonrió y dijo «Sabía que esto iba a pasar».

Yo me volví loco, lancé lejos mis calzoncillos (que era la única prenda que llevaba) y montándome sobre ella la penetré de un solo envío, sin contemplaciones.

Ella gritaba como loca a cada estocada mía. Yo temeroso que mi madre o mi hermana oyeran algo, le puse mi mano en su boca, pero ella me la mordió con gran fuerza.

Cuando la retiré, se abrazo con fuerza a mi y comenzó a morderme mi cuello y mis hombros. Así, aguantando ahora mis propias ganar de gritar, por la excitación y el dolor, lancé grandes torrentes de semen al interior de mi primita.

El resto del día pasó en forma normal, pero cuando quise hacerme el cariñoso me escabulló diciéndome secamente al oído «Lo que pasó en la mañana, no puede volver a pasar». Yo quedé totalmente descolocado y no dije nada.

Poco tiempo después, una mañana me despierta mi hermana y me dice que debe ir al médico, que mi hermano y mi vieja ya se habían ido al trabajo y que me quedaba sólo con mi prima. Apenas cerró la puerta corrí al cuarto donde estaba Andrea y la desperté:

– Estamos solos, le dije.

– Creo que fui clara el otro día – me dijo tratando de ser seria, pero sonrió con malicia.

– Parece que no tanto – le respondí acercándome sigilosamente.

De pronto su rostro cambió drásticamente, como si fuera a golpearme.

– Desgraciado!! – grito y me empujo con fuerza hacia la cama, cayendo de espaldas

-¡¿Es esto lo que quieres?!

y me baja mis calzoncillos y empieza a mamar mi pene. Lo hizo corto rato, sólo hasta que mi herramienta se puso a tope. Luego se sentó a horcajadas sobre mi y se insertó mi pene de una sola sentada.

Saltaba como poseída y ponía sus ojos blancos. Sus pechos rebotaban al ritmo de sus saltos y yo comencé a apretar sus pezones.

Su jadeo era ensordecedor «OH OH OH!!» . Ella estaba en otra dimensión, daba igual si era mía la tranca que se estaba montando, o la de cualquier otro. De pronto lanzó un solo OHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!! y tuvo un tremendo orgasmo. Yo no acabé. Se bajó presurosa de la cama y me gritó:

– Idiota!! te dije que esto no podía volver a ocurrir…

Yo no entendía nada y no sabía que decir. Más tarde me masturbé en el baño recordando aquel episodio. Por mucho tiempo no pude sacar sus jadeos de mi mente.

El tiempo pasó y, como no encontrábamos trabajo nos inscribimos juntos en una de estas empresas que venden puerta a puerta. Así recorríamos todo Santiago tratando de vender algún curso de Inglés. Pero las pocas ventas que hacíamos las gastamos en Moteles.

Estábamos enviciados. Probábamos todas las poses, y practicábamos mucho sexo oral. Pero nunca perdió la costumbre de decirme que aquello no debía volver a ocurrir. Ya no lo decía furiosa, pero siempre mantuvo la frase. Era evidente que no era cierto, porque seguía sucediendo; pero no por eso dejaba de descolocarme.

Una tarde volvíamos del trabajo muy calientes, pero sin ningún peso en los bolsillos, así que no pudimos pasar a ningún motel.

-Tengo unas ganas de penetrarte – le dije sin tapujos.

– Sabes que eso no puede volver a pasar – me contestó riendo, y mi calentura aumentó más. La verdad es que casi hervíamos. Cuando nos acercábamos a la casa comenzamos a notar que no habían luces encendidas. Comenzamos a caminar más rápido y a medida que confirmábamos que no había movimiento en casa, apurábamos el tranco; entramos literalmente corriendo. Efectivamente no había nadie en casa, todo estaba oscuro. Ella corrió directamente a mi pieza, y yo hice un paso por el baño. Cuando llegué a mi pieza no lograba verla.

– ¿Dónde estás?

– Acá mi amor – y comenzó a besarme. De pronto me dio la espalda y apoyo sus nalgas contra mi. Noté que ya se había bajado sus pantalones y calzones.

– Hagámoslo así- me dijo

Me baje mis pantalones y mis calzoncillos. Mi pene estaba como roca. Trate de ensartárselo desde atrás, pero no veía nada. Sentí una fuerte oposición al tratar de penetrarla, seguido de un espasmo de ella y un pequeño quejido.

Comprendí que le estaba apuntando a su culo. Mi primera reacción fue retirarme y apuntar bien, pero cuando fui a hacerlo ella tomó mi mano y la dirigió a su chocho. No hizo falta más explicación.

Comencé a frotarle su clítoris a la vez que la penetraba analmente. Estaba en el séptimo cielo y sus jadeos se escuchaban por toda la casa. Mis envestidas la tiraron contra la cama; ahí apoyó sus manos y rodillas a la vez que me gritaba.

– ¡CULEAME MI AMOR! ¡CULEAME! AHHHHH!

Yo estaba como loco. Me asía de sus caderas y al penetraba como si fuera a sacar petróleo. Me retiraba dejando sólo la punta de la cabeza en su interior y luego empujaba con fuerza. sentía como si fuera a matarla.

– Así mi amor ROMPEME EL CULO!!- Gritaba ella fuera de sí. Y yo realmente quería hacerlo.

De pronto me retiré, la volteé, le retire sus ropas que estaban arremangadas en sus tobillos y me acerqué como si fuera a penetrarla vaginalmente, pero apoyé sus piernas en mis brazo, levantando sus caderas, de esa forma volví a penetrar su ano. Esto desató más su calentura, lloraba y me decía

-Así mi amor, sí así Dale! Dale!

Se apretaba a mi y me mordía. Noté que tuvo al menos dos orgasmos. Al fin sentí como si mi corazón fuera a detenerse y tuve un orgasmo como rara vez he vuelto a tener. Mi pene comenzó a lanzar litros de semen que llenaron sus entrañas.

Luego de un rato de descanso se incorporó y se fue al baño a asearse. Yo comencé a prender luces y a abrir ventanas para que nadie notara nada. Finalmente me tiré de espaldas en la cama, descansando, mientras esperaba mi turno del baño. Cuando salió se dirigió hacia mi, me besó y dijo.

– Esto no puede repetirse una vez más.

La miré extrañado. Ella sonrió, me besó y agregó:

– Debe repetirse unas cien veces más a lo menos.

Y vaya que así fue.