Capítulo 1

¡Enséñame tú, papi! I

Con esta maldita pandemia, nos encontrábamos encerrados desde hacía días y sin tener presunciones de que se pudiera controlar luego la situación para volver a nuestra vida normal, yo me había adaptado a trabajar telemáticamente, habilitando un rincón de la sala de estar como oficina “temporal”, encontré un viejo escritorio el cual reciclé para instalarme con mi computador, mis papeles y documentos, no me costó mucho acostumbrarme, ya que mi esposa se iba a casa de su madre casi día por medio, quedando yo solo con mi hija, Soledad de quince años, la que se estaba ocupando de la casa, arreglándoselas para cocinar algunas cosillas con los consejos de su madre y en general nos arreglábamos bastante bien.

Mi hija estaba en clase on-line, ella estudia en Los Sagrados Corazones de Las Condes, nos encontrábamos a almorzar y cenar en la mesa común, hablábamos de diferentes temáticas relacionadas con sus estudios, situación nacional e internacional, los comunicados de las autoridades de la pandemia y un montón de cosas intrascendentes.

Un día durante la cena, las cosas comenzaron a complicarse:
—Papi … cuando tú estudiabas … ¿te enseñaban educación sexual? …
—¡Sí! …
—¿Pero te enseñaban todo y de todo? …
—Bueno … cosas generales … la reproducción de los animales … cosas así … las flores … eso …
—¿Pero que más? …
—Bueno … órganos reproductivos femeninos … masculinos …
—¿Y eso es todo lo que les enseñaban? …
—Bueno … el Saint George es un colegio católico y ese no era un tema popular en la enseñanza …
—¿Y podían ver fotos o algún video? …
—¡Estás loca! … ¡Es un colegio de curas! …
—Y entonces, papi … ¿Cómo lo hacían para aprender el resto de las cosas? …
—¿Qué cosas? …
—Bueno … por ejemplo … las relaciones sexuales … ¿Cómo les enseñaban? …
—¡Ah! pero ese no era tema de educación del colegio, eso lo aprendíamos afuera entre los muchachos …
—¿Y cómo? …
—Bueno … alguien tenía una información y la compartíamos entre todos y se transmitía de voz en voz … en ese tiempo la Internet no estaba tan difundida como lo es hoy …
—¡Entiendo! … ¿No tenían material visual? …
—¡Sí! … había algunos que traían revistas al colegio con desnudos y esas cosas …
—¿Pornografía? …
—¡Sí! … algo así …
—¡Umh! … ¿Y como sabían cuando uno estaba caliente? …
—¿Cómo? …
—¡Sí! papi … ¿Cómo sabían si uno estaba con ganas? …
—Hija … creo que esto lo deberías conversar con tú madre … ella es la más indicada …
—Se lo pregunté, papi … y … ¿Sabes lo que me contestó? …
—¡Ni siquiera lo imagino! …
—Me dijo que yo era muy chica para andar interesándome de esas boberías … ¿te parece correcto? …
—¡Ay! Sole … ¡quizás tú mami no te entendió! …
—¡Pero si se puso roja! … ¡y no de rabia! … ¡se avergüenza, papi! …
—¡Sole! … ¡es tu madre! … ¡más respeto! …
—¡Pero papi! … ¡Si yo la respeto y la quiero mucho! … ¡Pero quisieras saber! …
—¡Ya! … ¡Ya! … ¡Ya! … ¡Mira!, Vamos a hacer algo … pero prométeme que esto será solo entre tú y yo … ¿me lo prometes? …
—¡Está bien, papi … te lo prometo! …
—¡Ok! … Ahora … ¿Qué quieres saber? …
—¡Ah! … ¡Emh! … cosas de sexualidad … como … ¿Cómo se sabe si uno está caliente? … ¡Enséñame, papi! … ¡Enséñame tú, papito! …

Lo dije que las cosas comenzaban a complicarse, mi hija de quince años me estaba pidiendo que la instruyera en cosas de carácter sexual, con su linda carita, sus cabellos a cola de caballo, sus ajustados leggins, una remera que al parecer es de una talla inferior a la de ella y en la que se dibujan perfectamente esos pezones infantiles con sus senos incipientes, ¡Mi Dios! … ¡Ayúdame tú! …

—Bueno no es lo mismo para hombres y mujeres …
—¿Cómo, papi? … ¿Por qué? …
—Pues, porque los hombres tenemos … un … emh … umh …
—¡Un pene! … pero eso ya lo sé, papi …
—¡Ah! … ¿Sí? … bueno … y las mujeres tienen una … umh …
—¡Vagina, papi! … pero papi … eso es básico … eso ya lo sé … lo que quiero saber …
—¡Ah! … ¡Sí! … caliente … Cómo se sabe eso de la calentura … pero para que entremos más en confianza, llamaremos “Polla” al pene y “Concha” a la vagina … ¿Te parece? …
—Bueno, papi … si ya sé esos nombres también … cómo tú quieras …
—¡Ah! … ¡Que bueno! … ¡Vamos adelantando! … pues bien … la vagina … quiero decir la conchita … cuando una mujer se siente como tú dijiste …
—¡Caliente, papi! … ¡Caliente! …
—¡Ah! … ¡Sí! … eso … caaaaliente … bueno cuando una mujer se siente así … su conchita genera fluidos …
—¿Qué? … ¿Qué son esos fluidos? …
—¡Eh! … son … como líquido … su conchita se moja … se baña … y … la irrigación de la sangre aumenta en su zona pélvica y siente como si le hubiese subido la temperatura … por eso se dice “Caliente” … porque como que siente calor en su sexo …
—Y si yo, papi … tengo mi conchita empapada … ¿es porque estoy caliente? …
—Podría ser … pero, hay que considerar que la concha posee una humedad natural … puede ser que sea solo eso nada más …
—¿Y como distingo si estoy solo húmeda o caliente … con fluidos? …

Esta conversación me tenía con la verga tratando de escapar de mis shorts, menos mal que la mesa cubría mi enorme erección:

—¡Ay! hija … lo notarás … como una cosa natural … sola te iras dando cuenta … es como la boca … nuestra boca está siempre húmeda, pero si bebo un poco de agua y no mantengo mi boca cerrada, esa agua se saldrá de mi boca …
—Quieres decir … ¿que si estoy caliente tengo que mantener mi conchita apretada para que no salgan fluidos? …
—¡No! … no tienes que apretar nada … esto no lo puedes controlar así … puedes humedecer tus bragas … aunque no lo quieras …
—¡Uy! … ¡Que lío! … y … los hombres … ¿También se mojan? …
—Bueno … ¡No! … emh … ¡Sí! … quizás … ¡Sí! …
—¡Ay! papi … no me cofundas … ¡Sí! … o … ¡No! …
—Es que es diferente, hija … al hombre se le pone dura la polla …
—Eso es lo que se llama una erección … ¿verdad? …
—¡Así es! …
—¿Y por qué dices que se mojan? …
—Porque al estar así … calientes … se le salen algunas gotitas de su polla …
—¡Ah! … entonces mojan sus calzoncillos … ¿verdad? …
—¡Así es! …
—¡Ah! … ¡Gracias, papi! … he aprendido algo nuevo …
—De nada, hija … cuando quieras saber algo pregúntame y ya …
—Está bien, papi … lo tendré presente …

Algo incomodo me levanté de la mesa, sin tener en cuenta de que mi verga seguía dura, los ojos de mi hija se fueron de golpe a mis shorts …

—¡Papi! … ¡Papi! … ¡Estás caliente! … ¡papi! …
—¡Ugh! … disculpa …
—¡Papi! … ¡vas a mojar tus calzoncillos! …

Mi hija se sonreía mientras yo sin mediar palabras me fui hacia el baño, no sabía como ocultar mi erección ni justificarla, pero hablar de este tema con mi hija y también por la falta de sexo con su madre debido a la maldita pandemia, me había jugado una mala pasada, sentí deseos de desahogarme recurriendo a una rápida masturbación, pero decidí esperar a mi mujer y disfrutar junto a ella esta calentura provocada por mi hija.

Afortunadamente mi hija se estaba ocupando de la vajilla y los utensilios utilizados en la cena, yo me fui a mi escritorio a adelantar trabajo, ya luego tendría mi mujer en casa y estaba deseando de que regresara pronto, estaba pensando en lo conversado con mi hija y me preocupaba el hecho de que ella se estuviera despertando sexualmente y sintiéndose curiosa al respecto, si bien para mí resultaba un tanto bochornoso e inquietante el haber esas charlas con ella, no podía no tener en cuenta la excitación que me hacían sentir estos diálogos.

Soledad se había convertido en mujercita a los once años y desde entonces su anatomía femenina había sufrido todos los cambios que la madre naturaleza procura a jóvenes de esa edad, hoy en día con quince años, sus curvas se manifiestan harmoniosamente en su cuerpo de adolescente, sus caderas y estrecha cintura, hacen que su trasero sea a forma de corazón, con unos glúteos redondos y firmes que ella mueve cadenciosamente al caminar, no puedo de dejar de ver en ella las formas estéticas de mi mujer, la diferencia es que su seno está todavía en desarrollo, por lo tanto es más pequeño que el de mi esposa.

Más de una vez la he visto delante del espejo observando su cuerpo solo en bragas, cuando vacacionamos en el litoral central, de pequeñita la he observado cuando se viste con su bikini acostumbrada a desnudarse sin complejos delante de mí, claro está que las cosas han ido cambiando al punto de que su madre le hizo notar de hacer esos cambios de vestimenta en la intimidad de su cuarto o teniendo la puerta del baño cerrada, pero como las costumbres no se cambian de un día para otro, en varias ocasiones me la encontré desnuda en el baño o cambiándose en su habitación con la puerta semi abierta.

Este último periodo, la pandemia nos ha cambiado a todos y el estar a solas con mi hija, me ha llevado inexorablemente a mirar sus encantos de mujer, observarla caminar sensualmente por la casa, fijarme en sus largas y bien torneadas piernas, tratar de adivinar si lleva o no lleva sujetador, ver como sus jóvenes pechos se mecen bajo su blusa o remera, las protuberancias formadas por sus pezones o cuando se mete esos leggins ajustados, notar la hendedura formada por su sexo y las exquisitas redondeces de su trasero, pero hasta hace poco esto no me perturbaba ulteriormente, un culo es un culo, de la esposa, de la vecina, de la chica del supermercado, de las chicas en la playa o piscina, de la propia madre a veces o como en este caso, de mi hija, una mirada que es como una pincelada intrascendente, instintiva, atávica, en modo inconsciente y abstracto.

Pero ver ese hermoso culo de mi hija agachada a meter la vajilla en el lavavajillas, se había trasformado en algo más, estaba comenzando a fantasear con esas nalgas y había imaginado si serian igual a las suaves, redondas y firmes nalgas de mi mujer, en pasado de tanto en tanto le había dado una que otra inocente nalgada a mi hija, pero ahora no me atrevía por considerar que podía se tomado como un toqueteo y por ninguna razón quería crear situaciones equivocas.

Pero cuando el diablo te quiere tentar …

Esa mañana mi hija vestía unos ajustados leggins blancos y una remera calipso amenazada de romperse por sus duros pezones delineados claramente, siempre con su cola de caballo, estábamos tomando desayuno, mi esposa se había quedado la noche en casa de mi suegra, estaba solo ella y yo en casa:

—¡Papi! … ¿Sabes algo de profilácticos? …
—¿De qué? …
—Es que, en el colegio, nos dijeron que servían para evitar enfermedades de transmisión de carácter sexual …
—¡Ah! … ¿Los condones? …
—¡Sí! … también se llaman así …
—¿Y que quieres saber? …
—¿De que están hechos? …
—Bueno … ¡emh! … es una especie de goma … Látex … pero también hay algunos de un material similar, pero estos son recomendados a las personas alérgicas al Látex …
—¿Y hay de diferentes tamaños? … quiero decir … No todas las pollas son iguales … ¿verdad? …
—¡Sí! … es cierto … pero el material es tan elástico que se adapta a todas las dimensiones …
—¿Y no se corre el riesgo de romperse con las pollas más grandes? …
—¡Sí! … puede ser … por eso algunas marcas han sacado una medida extralarga …

Sorprendentemente los ojos de mi hija se abrieron desmesuradamente …

—¿De veras? … ¿Hay pollas así de grandes? … ¿Extralargas? …

Observando las reacciones de mi hija, mi pene comenzó a reaccionar, sus pezones ejercían una presión contra la tela de su remera y al respirar sus senos se balanceaban imperceptiblemente.
—¡Sí! … te puedo decir en confidencia que es la medida que yo utilizo …
—¡Papi! … ¿Tienes una polla extralarga? … ¿Grande … grande? … ¡Guau! …
—¡Sí! … no lo puedo negar …
—¡Papi! … ¿Te puedo confidenciar también una cosita? …
—¡Dime! …
—¡Parece que tengo fluidos! … ¡Siento que se humedecen mis braguitas! … ¿Significa eso que estoy caliente, papi? …
—¡Ay! mi niña … ¡Dejemos esto hasta aquí, tesoro! … ¡Te ruego! … ¡No sigamos! …
—¡Pero papi! … ¿Tú dijiste que me enseñarías y estábamos de acuerdo en que solo tú y yo sabríamos de esto? … ¿De que te preocupas! …
—¡Sole! … ¡Sí tú dices que te estás humedeciendo … mi coso se está poniendo duro ¡…
—¡Papi … papi! … ¡Tú también estas caliente! … ¿verdad? …
—¡Emh! … ¡Sí! … ¡Se puede decir que sí! …
—¡Papi! … ¡Y si estás duro! … ¿Puedes enseñarme a colocar un condón? …
—¿Cómo? …
—¡Es que en el colegio las otras chicas dijeron que, para colocar bien el condón, la polla tiene que estar durita! …
—¡Pero Sole! … ¡Cómo se te ocurre! …
—¡Pero papi! … ¡Si estamos solos tú y yo! … ¡Nadie vendrá a saberlo! … ¡Tú dijiste que me enseñarías! … ¿No vas a cumplir con tus dichos, papi? …
—¡Sole! … ¡Está bien! … ¡pero nadie debe saber de esto … nadie! … ¿Entendiste? …
—¡Sí! papi … lo entiendo …
—Bueno … ¡Vamos al baño! … en el botiquín hay una cajita de condones …
—¡Uy! papi … ¡Parece que estas caliente otra vez! …
—¡Ni lo digas! …

Me di una rápida vuelta por la casa como para cerciorarme de que no había nadie, solo ella y yo, cuando entré al baño la Sole ya tenía la cajita de condones en sus manos y estaba sacando uno:

—¡Papi! … ¿Puede ser cualquiera? …
—¡Bueno, esos son con sabor de frutas! …
—¡Oh! … Menta … durazno … leche y chocolate … frambuesas … ¡Banana Split! … Papi … Papi … quiero este … ¡Banana Split! …
—¡Elije el que tú quieras, tesoro! …

Me senté al borde de la bañera y Soledad, como niña con juguete nuevo, luchaba con el envoltorio del condón para sacarlo, hasta que empezó a tratar de abrirlo con los dientes:

—¡No! hija … ¡Con los dientes no! … ¡puedes dañar el condón! …
—¡Ay! papi … ¡es que no sabía! …
—¡Mira! … ¡Si es fácil! … ¡Cada sobrecito tiene una ranura! … ¿Te fijas? …
—¡Oh! … ¡Sí! … ¿Ya veo! …

Finalmente abrió el sobre sin dificultad y me miraba, yo la miraba titubeante, mi hija me lo estaba poniendo terriblemente difícil, se arrodilló sobre el tapete de la salida de la vasca y con una cara de niña picara aguardaba mi reacción, mi hija se había convertido nada más que en una joven mujer y mi pene estaba sediento de ella, irreflexivamente me baje los shorts y calzoncillos todo de una vez:

—¡Guau, Papi! … ¡Cómo es grande! …
—¡Sí! … ¡Apúrate! … ¡Hagámoslo y habrás aprendido lo que tu querías! …
—¿Te puedo tocar, papi? … ¡Solo para ponerlo más derechito! …
—¡Esta bien! … ¡Acomódate! …

Mi hija me agarro mi polla con una mano e intento mantenerlo hacia adelante, pero mi pene estaba rígido como palo y como mono porfiado se venía con fuerza hacia mi vientre, ella hacía todo en forma mal diestra, lo que me resultaba un poco cómico:

—¡Uy! papi … ¡Esta cosa esta como muy tiesa! … ¿Estas muy caliente, papi? …
—¡Sí, hija! … ¡Bastante! …
—¡Ay! papi … ¡Yo también estoy mojando mis bragas! …

Sentir hablar a mi hija con esa desenvoltura e ingenuidad, me tenía casi en el punto de retorno, estaba a mil, estaba perdiendo control sobre mí, necesitaba un desahogo, pronto llegó la solución a mi dilema:

—¡Papi! … ¿Lo estoy haciendo bien? …
—¡No! … ¡No baja por que lo pusiste al revés! … ¡No lo fuerces! … ¡Sácalo y gíralo! … ¡Debe descender suavemente! …
—¡Ay! papi … ¡Parece que ahora sí! … ¡Esta bajando suavecito! … ¿Te duele papi? …
—¡No! … ¡No duele para nada! …
—¡Ay! papi … ¡Se siente el olorcito a plátano, papi! … ¿Lo puedo probar, papi? …
—¡Prueba tus dedos! … ¡Tus dedos deben tener el sabor de Banana Split! …
—¡Ay! papi … ¡Pero no es lo mismo! … ¡Yo quiero saber como se siente tu polla con sabor de Banana Split, papi! …
—¡Ay! Sole … ¡Por Dios! … Bueno … ya … Prueba …
—¡Gracias, papito! …

Se soltó su cola de caballo y sus largos cabellos cayeron hasta sus hombros, luego se inclinó, con sus dos manos aferró mi verga, y luego todo desapareció entre sus cabellos, veía que su cabeza subía y bajaba y sentía la calidez de su boca succionando mi pene a la Banana Split, sin poder resistir tomé su cabeza y comencé a follar su boca que se estrechaba y chupaba mi polla con avidez, solo un par de minutos y mi vientre se empezó a contraer con esos calambrillos en mi ingle, mi zona perianal también se contraía con fuerza forzando a los chorros de semen a salir con fuerza hacia la prisión del condón:

—¡Aaarrrggghhh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Aaarrrggghhh! …

La Sole hacía arcadas con mi falo en lo profundo de su garganta, trataba de levantarse, pero la tuve en esa posición hasta que expulsé la última gota de esperma:

—¡Argh! Papi … ¡Coof! … ¡Coof! … ¿Qué te paso, papi? … ¿Te hice daño? …
—¡Uuuummmmhhhhh! … ¡No, hija! … ¡Me hiciste acabar con tu boca! … ¡Estuvo muy rico, hija! …
—¿De veras, papi? … ¿Hice que te corrieras? …
—¡Sí! Sole … ¡Me corrí como un río! …
—¡Sabes, papi? … ¡Mi conchita me tiene las bragas mojadísima y como que vibra, papi! … ¡Yo no me he corrido! … ¿Qué se puede hacer, papi? …
—¿Quieres que te toque? …
—¡Enséñame, papi! …
—¡Está bien! … ¡Pero vamos a tu cuarto! …

Me saqué el condón, lo boté en el inodoro y lancé la descarga de agua, rápidamente el preservativo se fue con la corriente de agua, me lavé la polla, las manos y partí hacia el cuarto de mi hija, la encontré sentada en su cama con las piernas cruzadas y su barbilla apoyada en sus rodillas, se veía en posición de reflexión, pensé en terminar todo ahí si es que mi hija lo deseaba.

—¡Sole! … ¿Estás bien? …

Le pregunté para cerciorarme de que no se había arrepentido, su única respuesta fue abrir sus muslos y con una sonrisa maliciosa, abrió su boca y se mordió su labio inferior, la hice recostarse y me arrodillé a su lado:

—¿Conoces ya las partes de tú vagina? …
—¡Sí! papi … eso ya nos lo enseñaron … quiero saber … ¿Cómo vas a hacer que me corra, papi? …
—¿Has probado con tus dedos? …
—¡No! papi … ¡Nunca me he tocado! … ¡Tampoco he dejado que algún chico me toque, papi! …
—¿Entonces nunca nadie te ha dado un beso aquí abajo? …
—¿Sexo oral, papi? … ¡No! papi … ¡Me da mucha vergüenza! …

La hice abrir sus muslos y su conchita sin muchos vellos púbicos, brillaba con los abundantes fluidos que emanaba mi hija, me recosté boca abajo entre sus piernas y me acerqué a su sexo, era pequeñísimo, olía de miel, con mis dedos abrí sus labios mayores y ella gimió ostensiblemente, me fijé que no mi miraba, tenía los ojos cerrados y su rostro parcialmente cubierto por sus cabellos, aferré sus muslos y levanté sus piernas abriéndolas ligeramente, su almejita se abría dejándome ver sus rosáceas carnes y también podía ver el estrecho orificio de su culito.

Mis dedos comenzaron a dibujar los relieves de su coño, para finalizar en su ano, abriendo sus nalgas y haciéndola sentir mi respiración, así una y otra vez, cada vez la escuchaba gemir más y su respiración se hacía afanosa, me di cuenta de que había hecho subir su remera calipso casi hasta su cuello y apretaba sus pezones entre sus dedos, poco a poco comencé a subir lengüeteando su vientre, deteniéndome en su ombliguito, hasta alcanzar sus tetitas, ella alejo sus manos y mi boca empezó a devorar sus senos, su manos volvieron, pero sobre mi cabeza, apretaba mis labios contra sus tetas y gemía con unos chillidos estridentes de gata en celo, su pelvis se movía por cuenta propia, así que baje mi mano a acariciar su encharcada vagina, bastaron unos roces a la hendedura de sexo diminuto y ella convulsiono en un orgasmo desgarrador, sus piernas rígidas, vibraban incontrolables, sus piernas se habían recogido hacia arriba y sus muslos atraparon mi mano estrechamente:

—¡Aaarrrggghhh! … ¡Papi! … ¡Ummmmmm! … ¡Mi Dios! … ¡oooohhhh! … ¡Ssssiiii! …

Había hecho que mi hija se corriera en un espléndido orgasmo, luego se relajó y pude sacar mi mano de entre sus muslos, la sentía que gemía y respiraba afanosamente, con la boca abierta y entrecortada, miraba su vientre con un velo de sudor, sus entrepiernas mojadísima, sus senos que suben y bajan al ritmo de su jadeante respiración, seguí masajeando sus tetas y acariciando su vientre, luego la hice girar y abrí sus glúteos y comencé a comerle el coño desde atrás, deteniéndome a estimular su ano, sentí cuando abrió sus piernas y me dejo un mejor acceso a su almejita, ahora podía meterle parte de mi lengua, ella tenía un clítoris visible y empecé a terminar mis lamidas en ese pequeño pene que ella tenía ahí al extremo de su conchita, cuando sentí su respiración agitarse y el volumen de sus gemidos ligeramente más altos, la hice girar, abrí sus muslos y me pegué a su clítoris como lapa, lamiéndolo, chupándolo y dándole golpecitos con mi lengua, muy pronto la Sole se revolcaba sin control sobre la cama:

—¡Argh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Papi! … ¡Papitooooo! …

La Sole follaba mi boca totalmente fuera de control mientras corcoveaba sobre el lecho, la dejé y ella se volteó escondiendo su rostro debajo de su almohada, su almejita brillaba y se contraía con vida propia, como pude tire su ropa de cama hacia abajo y después la arropé delicadamente, necesitaba descansar, espero que haya aprendido la lección, mañana continuaremos instruyéndola en lo que ella quiera saber …


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