Dando amor

Si hay una manera de liberarse es el escribir, no falla dejar al viento de la imaginación del lector esas cosas que pesan desde nuestra historia personal, incestos, violaciones, homosexualidad, promiscuidad, en definitiva lo comúnmente fuera de la moral inquisidora de la sociedad puritana.

La otra manera de liberación que conozco es la confesión algunos la practican con los curas (católicos) , otros con los amigos, amantes, analistas , diarios personales en la mayoría de las confesiones hechas en grupo , es característica que cuenten que …le pasó a una amiga…, …la vecina… , en mi caso soy una receptora de dos fuentes importantes , la individual , donde casi siempre me tiran un rollo total sobre lo que le pasa a mi interlocutor/a o grupal donde de cada cinco , en promedio uno solo confiesa hacerlo a titulo personal.

Muchas veces les he escrito confesiones y creo que lo hago para liberarme de la carga que me entregan y tengo que decirles que en parte he sacado al viento propias bastante pesadas.

Su cara realmente bella, hace juego con su ser entregado a alimentar y dar amor a los chicos de una villa miseria en el cono urbano, el hábito esconde un cuerpo adivinable solo en parte , una pista la dan sus senos marcados , una cintura grácil, manos delicadas, pese a pequeñas heridas del trabajo con instrumentos de cocina, un metro sesenta y ocho de estatura, sus votos de pobreza, castidad, jurados hace cinco años, no dicen nada del amor que recibe de esos chicos, con sus caras grises, pidiendo comida a esa «hermana» de pasos ágiles, la mañana está terminando cuando se acerca a hablar sobre la donación que una empresa me encargo le diera en anonimato, fue el momento que me llevo a confesarle mis múltiples pecados, mi manera de ver la vida sexual, ella me escucho, pero en verdad no imagine que iniciaríamos un dialogo por horas , sus confesiones me obligan a tratar de liberar en mis escritos esta carga.

Su caminar por la enorme villa al borde de la moderna autopista, no es extraño a un mundo de promiscuidad, olores agrios de aguas servidas, sudores de gente, ropa sucia y muchas necesidades latentes, su presencia de esperanza y amor , la música bailantera cubriendo por sectores otorgándole al oído la demarcación de los limites de esas voces festivas en lugares de continua tristeza.

La tarde entre los laberintos hacen nacer el miedo natural en su piel, el empujón hacia una casilla por el joven que corriendo llego a su lado, introduciéndola en una casilla desparramándola en el piso, al querer mirar, un fuerte brazo y una manta la retuvo , sentir como levantaban sus hábitos , arrancaban sus bragas le dio la idea que eran más de uno, cubierto su rostro la dieron vuelta en silencio obligada a abrir sus piernas, un miembro se introdujo en su virgen vagina, cedió sus fuerzas en un desmayo de segundos, la fuerza salvaje en un penetrar de percusión le hizo nacer algo impensado, !¿goce?! !¿miedo?! el vacío en su vientre después de recibir un miembro similar a continuación la dejo atónita.

Recupero sus fuerzas, la casa donde no encontró a nadie, solo la puerta abierta , era la de un colaborador barrial, pensando en la precariedad de las viviendas no se animo a hacer denuncias , solo se dijo cuando lo viera a la cara sabría si fue él, no paso muchos días que al ver su figura tratando de esconderse de su mirada supo que uno de los violadores era el mismo habitante de esa casa, los sueños de sexo la fueron invadiendo, las fantasías de ser mujer no cedían a sus rezos, hizo la denuncia a su hermana superiora la que la hizo atender por un ginecólogo, la posibilidad de embarazo fue eliminada ante la profusa menstruación y análisis a los sesenta días del hecho, fue el médico que le recomendó ponerse un DIU para evitar un embarazo de una violación, dada la autorización , «el seguro» como lo llamaba el doctor, le dio más tranquilidad, el trabajo le fue haciendo olvidar el ultraje, la ducha le entregaba la presencia de su cuerpo mancillado, pero el goce latente surgía de las caricias en sus senos, poner sus dedos en sus labios vaginales quizás buscando la virginidad perdida produjo su primera masturbación , la mirada de un padre de uno de los chicos repetida por años, recibió esa tarde una sonrisa de acercamiento, el día que estaba sola (coincidencia o búsqueda directa) el joven se le acerco, es de pensar que estaba enterado del incidente, pero la firmeza mostrada al besarla y tomar su cintura, abrió la puerta de una vida de amor sexual , ambos se desnudaron, su cuerpo (27) era el de una mujer llena de fuerzas, senos parados firmes realmente sensuales, respondían a las caricias, de esas manos de trabajo bruto, abierta de piernas en la pequeña cama, sintió la penetración en silencio, con fuerza , la diferencia era total , puesto no dudo de decir !más, más! al sentir el semen, tomo sus rodillas con sus piernas, pidiendo que no se fuera.

Sus palabras tristes, comprensivas de mi confesión, igualaban en el sexo nuestras personas, comprendió que la violación la hizo conocer el sexo, era feliz de poder gozar, la tristeza posterior era por su juramento roto, podría decir que no fue culpable esa vez era el pecado de los otros , pero no eludió que ahora me comprendía , ella no solo consintió, sabía que tomo el gusto , ese gusto con sabor a aventura , que quise explicarle con mis palabras dando explicación de mi manera de ver el sexo, ella me lo decía a cada momento, ahora estaba encerrada en su vida de monja , con los deseos de una mujer, más me extrañó cuando me confesó que ese hombre era su amante que lo adoraba (como yo al mío) , que soñaba con tener relaciones continuas con el , de distintas maneras, que le era imposible esperar más de dos días sin sexo, que por eso le fue infiel con un chico de dieciséis años cuando fue a trabajar a una obra por quince días y con ese chico gozo, el simple sexo de un falo dentro suyo gozando a pleno, que no se arrepentía , ahora era puta y era monja.

Al escucharla comprendí que su pasión de dar amor , no le permitió sentirse humanamente sexual en el pasado, su despertar al sexo por una violación , la enmarco y creo para siempre en el «pecado» del goce , me encontré con ella a los cuatro meses, su sonrisa picara me indicaba antes de decírmelo que seguía gozando del nuevo mundo del sexo.

Y yo que antes creía que todas «las hermanas» eran asexuadas, encontré que por lo menos hay una que vive en dos mundos.