Como le di la vuelta a un macho policía
La historia que les voy a contar es algo que me sucedió cuando trabajaba como ejecutivo de publicidad para una de las cerveceras más importantes del país.
Resulta que en cierta ocasión tuve que trabajar en domingo, pensé que iba a ser un día espantoso, pero no, el destino me depararía algo especialmente fogoso y que me enseñaría el «placer» de cumplir con el trabajo.
Llegué esa mañana como por ahí de las 10 y obviamente estaba todo cerrado; después de estacionar el coche me dirigí hacia el edificio de oficinas y de frente a mi venía uno de los ejemplares de macho más sensuales y cachondos que puedan existir.
El era comandante de la PBI (Policía Bancaria e Industrial) y venía de las regaderas para empleados, todavía secándose el cabello con una toalla, en su pantalones del uniforme y con una camiseta super ceñida al cuerpo.
En cuanto lo vi no pude disimular de que manera había capturado mi atención, ya había tenido oportunidad de ver esas anchas espaldas bajo el uniforme pero jamás me imaginé que su cuerpo fuera tan espectacular, los brazos parecieran querer reventar las telas que los tenían presos, bajo la camiseta se alcanzaba a dibujar el «lavadero» de sus músculos abdominales y los pectorales parecían de hierro, el paquete entre sus piernas era de una voluptuosidad tremenda.
En cuanto notó que lo estaba viendo con tanta malicia se sonrió y procedió a entablar platica:
Buenos días mi Lic., le tocó trabajar?, me preguntó mientras discretamente como que se rozaba el paquete.
Sí, usted cree, pues ya ni modo a ver qué pasa, le contesté
Qué ha de pasar?, puras cosas buenas, no cree?, reparó
Y qué tan buenas podrían ser?, le dije, al momento que cambiaba mi tomo de voz para hacerlo más sugestivo.
Pues no sé, ya ahí usted ha de ver, me dijo
Bueno mi Lic., en seguida voy por las llaves y le abro para prenderle las luces de las oficinas.
Yo no sabía que los interruptores maestros se encontraban en el mismo nivel sólo que hasta el fondo. Como mi oficina era la primera del corredor me dijo,
espéreme que ya voy a poner la corriente
Yo sabía que tenía que regresar por ahí y me decidí interceptarlo
Espere, poli, no tiene tanta prisa, verdad?
No mi Lic., usted diga para qué soy bueno, me contestó
Lo invité a que pasara y nos pusimos a platicar de no sé cuantas pendejadas mientras yo preparaba café en la cafetera, era obvio el deseo que flotaba en el aire por parte de los dos, el miedo de querer algo pero saber que es prohibido. Entre otras cosas, y para darle más confianza le dije que tenía un cuerpazo, que a mí me gustaría estar igual…
Y qué hace para mantenerse en forma?, poli
Pues nada, siempre me ha gustado mucho el ejercicio, un buen cuerpo le permite hacer muchas cosas, asentó
Su lavadero está bien marcado, lo felicito, le dije
Entre cosa y cosa me fui acercando hasta él, ya cuando estábamos uno enfrente del otro sintiendo nuestras respiraciones le pedí me dejara sentir su estomago, a lo que no opuso resistencia. Al sentir yo aquel hombre moreno, duro como la roca, sentir su olor a recién bañado, sentir su calor corporal casi pierdo el control, lo único que alcancé a preguntar con mi mano en su abdomen fue
Qué tan abajo termina el abdomen?, oficial.
Hasta donde usted quiera mi jefe.
Bajé mi mano que temblaba de miedo y de excitación porque estábamos en mi trabajo, en mi oficina y la situación de lo prohibido provocaba un remolino en mi cabeza. Me encontré con un falo enorme queriendo escapar de su encierro.
Cuanto tiempo hemos perdido, no cree?, le dije.
Sí, pero es que no sabía, me contestó
Lo llevé hasta la ventana de donde se dominaba toda la parte posterior para poder tener un ojo al gato y el otro al…
Le bajé los pantalones, le olí lo huevos, se los lamí, esa rica verga estaba ahí, para mí. Ya su palpitante hombría derramaba gotas de lubricante le empecé por saborear con la lengua. Abrí la boca y me la empecé a tragar poco a poco.
Me la metí hasta donde me cupo. Debieron ser como 22 cms de gloria. Recorrí con mis labios el tronco prieto de su pene, era tanta mi calentura que como pude introduje aquel manjar hasta que sentí como desgarraba mi garganta. Eso es oficial, soy suyo, cójame por la boca.
Aquel hombre empezó a tomar el mando, tomo entre sus fuertes manos mi cabeza y ordenaba como quería que se la mamara.
Mientras con mis manos le apretaba las nalgas. Todo él era una escultura, recuerdo sus nalgas fuerte, peludas, redondas. Me ensalivé la mano para lubricarle el culo y comenzar a dedearlo.
Mientras en mi boca seguía derramando el lubricante de su sexo. Ya no pude más, la calentura casi no me dejaba reaccionar, como pude, le quite la camiseta y los pantalones y lo apoyé sobre el escritorio.
Su cuerpo lució cuan imponente era. Le besé las tetillas, se las mordí, le besé el cuello al cabrón ese. Tremendo macho el que estaba saboreando.
¡Qué rico sabe el hombre!, le dije cuando le estaba mamando tremendo falo.
¿A qué sabe?, me contestó,
¿Quiere probar?, le pregunté
Pues hay que saber de todo.
Me incorpore y ya con la verga de fuera lo bajé para sentir sus labios como humedecían mi miembro.
Qué rico mama!, poli, y eso, ¿se lo enseñan en la academia?
Continuamos dándonos placer oral por un rato hasta que lo volteé y le abrí sus nalgas, le lamí el culo, culo tan rico que tenía ese tipo.
Saqué de mi escritorio unos condones y lubricante que tenía y le lubriqué el hoyito para dedearlo más sabroso. Lo coloqué sobre el escritorio empinado con el culo al aire. Me puse el condón y lo apunté a su entrada.
Ahora sí oficial, le voy a meter hasta los huevos
A ver si puede
De un golpe le metí la mitad de mi verga. Sólo alcancé a oír un pequeño quejido que dejó escapar al sentirme que empezaba a entrar en él.
Cálmese oficial, sí la aguanta, no sea puto.
Coloqué mis manos sobre sus hombros para acomodarme. De un solo golpe le dejé caer lo que me quedaba. Noté como cambiaba su gesto en el vidrio de un diploma que tenía en el muro. Comencé el mete y saca suavemente.
Qué rico!, ahh… está bien apretadito!
Qué esperaba, pues si está nuevecito.
Yo no quería que aquello acabara, lo disfrutaba al máximo. Le pedí que cambiáramos de posición. Le di la vuelta para que quedara boca arriba con las patitas al hombro. Otra vez le coloqué la pistola en la entrada y ahora sí me lo ejecuté a la primera.
Ah… ya me tocaba perder!!, sabía que un día me iba a tocar, dijo mientras su rostro dibujaba un gesto de placer.
Está riquísimo, dudo que no se lo hayan empinado antes
Puros culeros, pero ni madres que les diera nada, sólo les daba verga si querían, pero así, nunca me habían tenido
Acabado de decir eso, y como estábamos frente a frente, me besó en la boca con tanta pasión que me extrañé
Usted tampoco está nada mal, mi Lic.
Era tanta mi calentura y mi morbo que le pregunté:
Qué le hizo darme el chiquito, poli?
Ya lo había yo visto cuando sale y me había dicho que a usted sí se lo daría
Es la primera vez que se lo cogen?
Sí, siempre a los putos yo me los cojo o les dejo que me la mamen, pero hasta ahí.
Y que tal?, lo está disfrutando?
Usted qué cree?, no sea buey. Me contestó
Yo continuaba coge y coge. Le besaba el cuello. Al mismo tiempo lo masturbaba.
Ya me voy a venir…
Espere, déjeme probarlos
Me salí y rápidamente le coloqué el fierro en la boca
Ah… tómelos todos, son suyos, se los ganó
Cuando se los eché en la boca una parte cayó en la cara batiéndola toda.
Y yo qué?, me dijo
Lo que usted quiera pero nada más déjeme recuperar.
Nada más mámemela
Ya repuesto le di una de las mejores mamadas que he dado nunca.
Al terminar, entre la plática y la cogida habían pasado ya más de dos horas.
En eso alcanzamos a ver que ya uno de los otros policías venía a buscarlo. Tuvo que salir casi corriendo y no pudimos hablar mucho.
Obviamente después nos pusimos de acuerdo para seguirnos viendo.
Con el tiempo llegamos a ser buenos «cuates» y vivimos varías situaciones muy ricas.
Pasado el tiempo dejó de trabajar en ese servicio, sé por donde anda más o menos, pero como nunca nos dimos nuestros teléfonos o nada parecido para respetar nuestros matrimonios.
No hay que mezclar las cosas y no lo he vuelto a ver.
Lo curioso aquí es que después que lo removieron, había pasado una semana cuando se me acercó otro oficial y me dijo:
Yo también estoy para servirle en lo que a usted se le ofrezca, mi pareja ya no está aquí pero lo encargó conmigo.
Pero eso, es otra historia, y como dice el chiste: «ese cuerpecito (policiaco) fue mío.»