Lo mejor de ambos mundos
Aquella chica tenía un punto extraño quizá eso era lo que me atraía de ella, tanto que llegué a considerar seriamente que me estaba enamorando.
Coincidíamos todas las mañanas en una bocatería cercana a mi nuevo lugar de trabajo donde yo almorzaba, más tarde supe que ella también tenía su casa y su lugar de trabajo en las proximidades y por esto aquella coincidencia.
Es una mujer grande, la típica jaca cuyas dimensiones asustan: alta, por lo menos 1,80, todo en ella era grande, espaldas, brazos, manos y dedos…sus tetas impresionantes y sus piernas largas y suaves. Era guapa, guapa a reventar con una cara de muñeca suave con la piel tersa aterciopelada, ojos claros y rubia, tintada pero con buen gusto. Sin duda la cirugía plástica y ella eran viejas conocidas pero qué bien hecha está.
Al comienzo del verano cambié mi horario de trabajo, al salir del banco en el que trabajo, como todas las mañanas, entré a la bocatería a almorzar, estaba vacía, y el único cliente era yo. Almorcé y al cabo de media hora pagué y abandoné el local en dirección a mi oficina.
Al entrar, ¡vaya sorpresa! Ella estaba allí, sentada en un sillón en espera de ser atendida. Saludé muy respetuoso, a lo que respondió con una amplia sonrisa que mostró una dentadura blanca perfecta en su boca que, intuía, fresca y dulce.
Pensando en esto, un compañero me sacó de mi fugaz pérdida de sentido y me indicó que ella, precisamente ella, quería tratar un tema de plazo fijo, área que me corresponde por ser interventor de la sucursal. Giré sobre mis pasos y me acerqué a ella. «¿Quería hablar conmigo?» le dije, al tiempo que indicaba con mi mano extendida que pasase a mi despacho. Ella se levantó y pasó delante de mi.
Lucía una minifalda espectacular y un top que dejaba ver su ombligo y su vientre liso, pude observar con más proximidad el volumen de sus pechos, qué maravilla, estaban operados, sin duda, pero qué preciosidad, tan alta como yo, en este momento lo pude comprobar y con unas sandalias de tacón corto que realzaban aun más su figura y su cuerpo de pecado.
No había duda, me estaba enamorando y no sabía qué hacer. La ayudé a sentarse en una silla junto a la mesa de mi despacho, me senté en mi sillón y nos presentamos más formalmente, con voz grave pero muy sensual me dijo su nombre y apellidos pero insistió en que la llamase «Sara», que estaba más acostumbrada.
Algo no coincidía, una especie de cortocircuito se produjo en mi mente y no acertaba a asimilar lo que escuchaba. «Perdón, su nombre de pila, ¿Ha dicho Andrea?» pregunté desconcertado pues no estaba seguro de haber escuchado bien. «No, he dicho Andrés. Nací hombre, pero no se preocupe, ya estoy acostumbrada a esas caras de sorpresa.» Dijo ella.
No sabía qué hacer ni qué decir, tan solo acerté a disimular con una, poco afortunada expresión: «Pues hija, nadie lo diría.», ella sonrió y comenzamos a hablar, me contaba que tenía un dinero a plazo fijo y quería ampliar la cantidad…en fin, las típicas historias bancarias. Yo seguía nervioso, estaba totalmente descentrado y azorado. En un momento dado ella puso su mano sobre la mía y me dijo «Quédate tranquilo, sigue tratándome como a una mujer y por favor, tutéame.»
Estas palabras salieron de su boca con un tono sensual tan impactante que provocó una erección monumental en mi polla que no entendía lo que sucedía, tan solo que quería follar a aquella impresionante mujer que tenía frente a mi, daba igual si nació hombre, daba igual todo.
Poco a poco el ambiente se fue relajando, tras realizar los trámites que ella solicitaba, ella se levantó y dijo, «debo irme, es tarde.» Al tiempo que se levantaba. En ese momento pude ver con nitidez sus muslos y hasta la braguita blanca que llevaba, de nuevo una erección indisimulable se apoderó de mi.
Pero, claro, me tenía que levantar para acompañarla a la puerta del despacho y al hacerlo, ella se percató enseguida, sonrió mientras miraba mi bulto. Con mucha sutileza y picardía sonrió guiñándome un ojo y se acercó a mi, me tendió la mano al tiempo que acercaba su mejilla para que la correspondiera con un beso.
Esto todavía me puso peor, no podía evitarlo, mi polla estaba a punto de reventar y ella lo sabía, me acerqué y la besé en las mejillas, ella correspondió y el segundo beso me lo dio ella muy cerca de la comisura de mis labios.
Tuve la torpeza de retirarme muy pronto hacia atrás tropezando con la mesa, en fin, como un adolescente. Ella de nuevo sonrió y con una invitación clara me tendió una tarjeta de visita suya. «Llámame cuando quieras.» Dijo dándose la vuelta y saliendo del despacho.
Al día siguiente volví a la oficina, su tarjeta estaba sobre la mesa, dudé si debía llamarla, al final me decidí y marqué su teléfono móvil.
Estaba pensando qué le diría, tal vez me disculparía por mi actitud del día anterior. «El teléfono marcado está apagado o fuera de cobertura en este momento…» Decía una voz al otro lado del auricular. Colgué, entre desilusionado y desahogado. Así que al cabo de un rato me fui a almorzar, de nuevo la bocatería vacía, me senté y pedí mi correspondiente bocadillo.
Mientras leía el periódico, sin prestar atención a la gente que entraba del establecimiento, bebía mi refresco, una voz muy familiar me sacó de la lectura «Buenos días, ¿puedo acompañarte?» decía esa voz grave y sensual que tanto deseaba escuchar. De un salto y nervioso me levanté y dije «Claro, Sara, claro que sí.» Dejé el periódico a un lado y ayudé a que ubicara su plato y su bebida sobre la mesa.
«Como sé que has cambiado de horario, he pensado que estarías almorzando más temprano.» Me dijo. Esto, con claridad, significaba que quería verme otra vez. «Eres un hombre muy interesante. Aunque un poco nervioso.» Decía riéndose maliciosamente. Yo sonreí y le dije «estando ante una belleza como tú es imposible no ponerse nervioso.»
Me contó la historia de cómo se convirtió en mujer y yo le conté mi vida de empleado bancario, en fin, que se nos hizo tardísimo y salimos corriendo a nuestros respectivos trabajos. Al despedirnos salimos cada cual en una dirección distinta. Ni besos, ni nada, simplemente «hasta la vista.»
Al cabo de unas horas, mientras estaba con mis papeleos rutinarios, sonó el teléfono. Un cosquilleo me recorrió el cuerpo al escuchar su voz «Pedro?…espero no molestar soy Sara.
Es que estoy aburrida en la tienda (ella es propietaria de una boutique en la ciudad) y como lo he pasado tan bien mientras almorzábamos, he pensado que podríamos comer juntos, si te apetece, claro.», por supuesto que acepté, el morbo me embargaba. Estaba enganchado a un travesti pero mi impulso era seguir y seguir…
Quedamos en un restaurante cercano, nada de bocatas, yo llegué primero y al cabo de unos minutos llegó ella. Estaba impresionante, llevaba un vestido ajustado precioso, sus piernas descubiertas de medio muslo para abajo. Era la atracción de todos los comensales.
Se acercó a la mesa y me besó, de nuevo muy cerca de mis labios, «Perdona el retraso», se disculpó mientras se sentaba. Ni respondí.
Comimos y bebimos vino, buen vino pues la compañía así lo requería. Un poco desinhibido por el efecto del vino comencé a piropearla y ella no se quedó atrás.
Tras el café me invitó a tomar un poco el aire del mar por el paseo marítimo donde nos encontrábamos.
Tras cinco minutos de paseo me indicó que estábamos frente a su casa, un edificio de 3 plantas de apariencia lujosa.
Yo sabía que el negocio le iba bien pues conocía sus cuentas en el banco. «¿Vienes y nos damos un baño en la piscina?» me dijo. No sabía qué decir. Yo llevaba mi traje y no suelo llevar bañador cuando trabajo, cosa lógica. Mientras pensaba esto, mi otro yo fue más rápido y asintiendo con la cabeza me encontré subiendo por las escaleras de su casa.
Al entrar me quedé pasmado, era un piso enorme decorado con auténtico buen gusto. Me hizo pasar al salón y me sirvió un licor frío. «Espera mientras me cambio.» Dijo desapareciendo de mi vista. El piso estaba climatizado, es acogedor y no le falta detalle.
Me senté en el sofá y me quité la corbata abriendo mi camisa los dos primeros botones, al fin y al cabo, ya no estaba en la oficina y aunque estaba en casa de un cliente, las circunstancias eran más de amistad recién nacida que una fría relación comercial.
Pocos minutos después salió Sara más espectacular que nunca, un pequeño, pequeñísimo bikini le tapaba las tetas, mejor dicho los pezones, porque el resto de aquellos preciosos pechos estaban totalmente descubiertos y morenos del sol, un pareo le cubría de cintura para abajo donde se adivinaban unas mini braguitas.
Buff, en ese momento no supe qué hacer. Pero mi polla sí lo supo, y tanto que lo supo, porque mi pantalón parecía una tienda de campaña. No hice nada por disimularlo y lo dije con claridad, «Lo siento Sara, pero no puedo evitar esta reacción.» Ella ya se había dado cuenta y se reía al mismo tiempo que miraba con ojos llenos de deseo y lujuria.
«Me halaga que te guste tanto, no creas que tengo muchas posibilidades de amar ni de tener sexo, los hombres suelen rechazarme y para gente como yo, la salida habitual es la prostitución, algo que no deseo pues, alguna vez que he probado, me he sentido muy mal.» Diciendo esto, se sirvió otro licor, llenó de nuevo mi vaso y se acercó para ofrecérmelo.
Se acercó provocativa, aproximó sus labios a mi cara esperando ver mi reacción, esta vez no me eché atrás, me quedé inmóvil. Una lucha interna se había desatado en mi cabeza, entre dudas permanecí paralizado, sin tomar la iniciativa y dejando al azar el camino que aquello debía tomar.
En los escasos segundos que duró esa situación, percibí mil sensaciones y cómo Sara cerraba los ojos esperando ser besada por mi, prácticamente sus labios rozaban los míos, tímidamente los acerqué hasta que tomaron contacto con un beso suave, apenas un roce que permitió sentir aquella piel suave y fresca como imaginaba rozando mis labios, el dulce sabor del licor que había bebido llegó a mi lengua cuando, sin apenas darme cuenta, la lengua de Sara penetraba en mi boca con auténtico deseo y placer.
Nos fundimos en un abrazo lleno de caricias, su mano recorría mi nuca, mi espalda y mi pecho y yo, apenas acertaba a acariciar su espalda.
Antes de alejar sus labios de los míos, tenía mi camisa totalmente desabrochada, esto estaba comenzado pensé. Con maestría me quitó la camisa y me echó suavemente en el sofá.
Siguió acariciando y besando mi pecho, su lengua bajaba peligrosamente por mi vientre y de pronto subía para morderme los pezones con sus carnosos labios. Era tal el placer que sentía que me olvidé por completo de su condición de travesti. Acaricié sus pechos, duros y tersos, grandes, apetitosos, sus pezones no tan grandes pero igualmente deseables.
Sus manos habían destapado mi pantalón y buscaban ávidos mi polla que estaba ya morada a punto de estallar.
Cuando finalmente la pudo sacar, me quitó los pantalones y slips dejándolos a la altura de mis tobillos, tomó mi polla con sus manos y comenzó a acariciar el glande, estaba a punto de correrme, se arrodilló entre mis piernas que para entonces ya habían dejado mi ropa a un lado y comenzó a besar mis huevos, con auténtica pasión y desenfreno, su lengua y sus labios subían por mi polla dura hasta alcanzar el glande que estaba deseando ser devorado por aquella boca y aquella lengua.
Estuvo besando y lamiendo mi glande un buen rato, un cosquilleo me recorrió el cuerpo anunciando mi inminente orgasmo, «Sara, me corro… me corro.»
Al escuchar esto, ella, en lugar de alejarse aceleró el ritmo de aquella magistral mamada, exploté en su boca descargando una gran cantidad de semen que comenzó a chorrearle por la comisura de sus labios, ella siguió lamiendo, limpiando de mi polla todos los restos de semen.
Pensaba que se levantaría y nos iríamos a la piscina pero me equivocaba, siguió su juego lamiendo y besando mi polla, tragó todo el semen que pudo y no me dio tregua, mi polla apenas perdió un poco de firmeza que recuperó al cabo de pocos minutos debido a la magnífica lengua que tenía Sara.
De nuevo estaba empalmado y excitadísimo cuando ella se levantó, se había quitado el bikini y pude ver dos espectaculares tetas que deseaba comer, se acercó permitiéndome llegar hasta ellas con mis labios, las lamí y comí todo lo que pude y pude notar su excitación, la respiración alterada y su pulso acelerado. Gemía de gusto y yo de nuevo estaba al borde del orgasmo.
No quería correrme pues dudaba que pudiera tener una tercera erección.
Mi mano recorrió su espalda hasta llegar al pareo, sus nalgas estaban allí esperando ser acariciadas por mi, cuando mi mano levantó el pareo y se colocaron encima de las nalgas me di cuenta de que no eran bragas sino un tanga que tapaba a duras penas la rajita de su culo.
Cuando comencé a acariciar sus nalgas pensé que me correría sin tardar, así que dirigí mi mano un poco más abajo y al centro buscando descaradamente su culo, su ano y claro está, su rajita. De momento un pensamiento me atravesó el cerebro pero no tuve tiempo de más. Ella, con su mano, tomó la mía y rápidamente me la retiró del lugar.
Se incorporó y me miró con una cara de excitación apenas contenida pero algo compungida. «Verás Pedro, hay algo que no te he contado.» Me dijo. «¿Qué es? Me da igual lo que sea, quiero hacer el amor contigo.» Supliqué.
Ella se levantó del sofá, se puso de espaldas y quitó su pareo, aquellas nalgas quedaron a la vista, preciosas…con sus manos cogió las braguitas de cada lado y lentamente las quitó y dejó caer al suelo. Su culo era perfecto, deseaba comérmelo… estaba poniéndome fuera de control.
«Sé lo que vas a decir, pero no te puedo mentir.» Dijo mientras se daba la vuelta. El corazón me dio un vuelco y una nube blanca me dejó sin aliento, en décimas de segundo reaccioné y pude ver la polla más preciosa que jamás había visto en mi vida. No era especialmente grande, pero estaba depilada totalmente, sus huevos estaban firmes bajo aquella polla que dura y tiesa apuntaba hacia el techo de aquel salón.
No sabía qué hacer, no soy homosexual ni tampoco había probado una relación con otro hombre y aquello era una polla tan grande o más que la mía en el cuerpo prefecto de una mujer exuberante.
Entre excitado y desconcertado, miré aquel pedazo de polla, recorrí con la mirada el cuerpo de Sara y cuando llegué a su cara, unas lágrimas le recorrían las mejillas. «Lo siento Pedro, lo siento.
Pero me gustas tanto, desde el primer día que te vi supe que tú podrías ser el hombre de mi vida. Debí decírtelo desde el principio pero estaba siendo todo tan bonito que no me atreví. Por eso quise invitarte a la piscina, no pensaba que nos liaríamos antes. Lo siento.» Decía entre sollozos.
La imagen era tan tierna y extraña a la vez que no sabía qué debía hacer.
«Márchate si quieres. Lo comprendo, soy una idiota.» Dijo mientras recogía su pareo y su ropa íntima del suelo con la intención de vestirse.
Una fuerza desconocida me impulsó, sentado frente a ella como estaba mientras ella permanecía de pie con las prendas en sus manos, la tomé de la cintura y la atraje hacia el sofá, no lo dudé, tomé aquella polla con mi mano y acercando mi boca la besé lo mejor que supe.
Introduje su glande en mi boca y lo lamí de la misma forma que me gustaría que me lo hiciesen a mi.
Pronto se aceleró sus respiración, sus ropas cayeron de sus manos y comenzó a acariciar mi cabeza con sus manos, las mías, mientras, se fueron a buscar aquel culo que tanto deseaban y mi cabeza ni pensaba que tenía la polla de Sara o Andrés en mi boca.
La besaba y lamía, su glande recorría mi paladar y mi lengua notaba cada pliegue de su piel, el frenillo, su agujerito… mis dedos alcanzaron su culo, su ano era suave, lo acaricié y lentamente introduje un dedo en él, como lo hacía con alguna de las chicas con las que había salido anteriormente.
Estaba excitadísimo y Sara estaba teniendo unas convulsiones espectaculares, gemía y gritaba de placer y esto me excitaba aun más, de pronto sentí como su glande engordaba y la tensión de su polla crecía a espasmos, un líquido caliente me salpicó en mi boca y tuve que retirarme pues me provocó una arcada, al sacar su polla de mi boca, un chorro impresionante de semen caliente se estrelló con mis mejillas, mis labios, mis ojos y mi pecho, seguí masturbando con la mano aquella polla hasta que descargó completamente.
Sara me tomó con sus manos de las mejillas y me hizo levantar, me besó con auténtica lujuria restregando su semen por mi cara, la suya, mi lengua y la suya en una bacanal de sensaciones que nunca antes había gozado. La miré a los ojos y le dije «Perdona Sara por haberla sacado, supongo que con el tiempo me acostumbraré.» Le brillaron los ojos de emoción y me dio un abrazo pues, era evidente, mis palabras indicaban que habría más ocasiones.
Sus manos se acercaron a mi polla que estaba tiesa y esperando ser calmada. Con dulzura la acarició, sus manos recorrían mi glande y mis huevos.
Me señaló el sofá y yo me senté en él, ella se arrodilló, tomó mis piernas y las subió al sofá, me hizo acostarme boca arriba y se sentó, desnuda como estaba sobre mis caderas, con las piernas abiertas. Un hilillo semen se descolgaba de su glande fruto de su reciente corrida y cayó sobre mi vientre, tomó mi polla con sus manos y la llevó hasta su ano.
«Fóllame Pedro, fóllame y hazme gozar. Siente el placer de mi culo, méteme la polla en él.» Decía esto como pidiendo permiso mientras yo inmóvil esperaba que los acontecimientos se produjesen.
Una sensación bestial, electrizante recorrió mi polla cuando el ano de Sara lentamente abrazó mi glande, con una suavidad increíble mi polla entraba en aquel ano hasta que sentí sus nalgas sobre mis huevos, tenía la polla entera dentro de aquel culo deseado.
Con un movimiento rítmico comenzó una danza que llevaba mi polla desde lo más profundo de aquel apretado culo hasta su ano y de nuevo, sintiendo cada espacio de aquel reducido conducto, volvía a perderse en las entrañas de mi amante.
No podía resistir mucho aquel juego y estallé en un orgasmo intenso que provocó un ahogado grito y un suspiro tremendo.
Creía volar por entre nubes de placer sintiendo como mi semen saltaba por el interior de aquel increíble culo y mi polla reventaba literalmente entre aquellas apretadas paredes que tanto placer me estaban proporcionando.
Sara gemía y gemía y pude ver como un chorrito de semen salía despedido de su polla fruto, sin duda, de un nuevo orgasmo que había experimentado.
Lentamente se levantó y mi polla quedó liberada de su hermosa celda de placer, el semen de Sara estaba sobre mi vientre y pecho, me tomó de la mano diciendo «Sígueme…amor.» Me trasladó a otra habitación tipo gimnasio donde había una pequeña piscina o gran bañera, según se quiera mirar. Desnudos como estábamos nos metimos en ella, estuvimos un rato, entre caricias y besos.
La piscina no era muy profunda pero permitía nadar con cierta facilidad, «¿Has gozado amor?» me dijo, «Claro que sí Sara, ¿y tú?» respondí yo. «Mucho, mucho…¿Crees que seguiremos viéndonos?» me preguntó. «Mientras tú lo desees me tendrás. No te perdería por nada del mundo.» Le respondí inconscientemente, era lo que sentía en aquel momento.
Ella comenzó a nadar en el reducido espacio y con una seña me pidió que me acercase a ella. Salimos de la piscina y me llevó a la habitación contigua, sacó unas toallas y me secó el cuerpo mientras estaba de pie junto a su cama.
Estaba claro que no pensaba dejar aquí la sesión de sexo y amor que habíamos comenzado. Una vez seco me dijo que la esperase en la cama. Yo estaba de nuevo excitado, sus caricias con la toalla por todo mi cuerpo acompañadas de sugerentes lametazos en mi polla y en mi ano me habían excitado y a ella también pues tenía su polla tiesa también.
Entró al baño y se secó, salió al cabo de pocos minutos y me hizo poner boca abajo, «el cuerpo hay que mimarlo.» Dijo mientras comenzaba a darme un masaje en la espalda, un líquido caliente, suave y espeso me provocaba una agradable sensación de bienestar.
Sus sabios movimientos en mi espalda fueron recorriendo esta hasta llegar a mis nalgas, con mucha delicadeza abrió mis piernas y suavemente comenzó a acariciar mi culo y mi ano con sus dedos hábiles, lubricaba cada espacio de mi cuerpo con aquel líquido de intenso aroma que embriagaba mi conciencia.
Con timidez pero sabiendo qué hacía, su dedo acarició algo más que la parte externa de mi ano, esto me gustaba pues una antigua amiga tenía costumbre de introducirme uno o dos dedos en mi ano. La reacción de mi cuerpo la observó Sara quien dijo con candidez en su voz «te va a gustar mi amor, déjame hacer…» al tiempo que un dedo se introducía lentamente en mi ano.
Sus dedos eran grandes por lo que el placer que sentí se convirtió en más intenso, con suavidad comenzó un masaje dentro de mi ano que me ponía a mil, con maestría (para eso tiene cuerpo de hombre) buscaba el punto de mi interior donde sabía que más placer me proporcionaría, lo encontró pronto y me transportó a un mundo de ensueño cargado de sensaciones indescriptibles.
Como pudo se hizo hueco y comenzó a masturbarme lentamente, extasiado por el enrome placer que me estaba regalando Sara, decidí facilitarle la labor y me puse a cuatro patas. Ella sonrió y dijo «¿Te gusta? Mi amor…goza, goza de con dedo. Quiero hacerte feliz.» Lo estaba consiguiendo, yo estaba fuera de mi, cuando lentamente introdujo otro dedo, creo que gritaba de placer, apoyé mi cabeza en el colchón quedando con mi culo y mi polla elevados, con una mano busqué la polla de Sara, ella se puso en medio de mis piernas y acercó su polla a mi mano.
«Córrete amor» me dijo, como pude le hice sacar el dedo que aún tenía en mi ano y ella trató de acelerar la paja que me estaba haciendo, la paré y con mi culo busqué su polla. Ella entendió lo que pretendía y dijo «Tal vez te duela, si es la primera vez deberías esperar.» No dije nada, tan solo acerqué más mi culo a su polla la notaba en mis nalgas pero no alcanzaba a colocarla en el sitio correcto.
De nuevo sentí un dedo en mi ano y más líquido caliente sobre él.
Al cabo de unos segundos noté el glande de Sara apoyándose en mi ano, lentamente apretó contra mi cuerpo y mi ano se dilató permitiendo la entrada del glande de Sara, no me dolía, al contrario la sensación era impresionante, sacó su polla de mi interior y volvió a meter el glande, con mucha suavidad repitió unas cuantas veces.
Me estaba volviendo loco de placer, de nuevo sentí su glande abrirse paso en mi ano pero esta vez la presión se mantuvo y poco a poco sentí como toda su polla llenaba mi estrecho y virgen culo.
Pude sentir con toda naturalidad los 17 centímetros de polla que Sara me estaba regalando y con los que llenaba mi interior, apenas sentí un punzante dolor al dilatar mi ano dejando entrar aquella hermosa polla pero no hice caso y al cabo de unos segundos estaba gozando como un poseso.
Sara se recostó sobre mi espalda y pude sentir sus tetas en contacto con mi piel.
Con otra mano me masturbaba y cuando mi orgasmo se hacía inevitable le supliqué «Córrete conmigo, por favor quiero sentir tu gozo dentro de mi….fóllame…» Sara aceleró el ritmo y entre suspiros y gemidos se corrió dentro de mi culo al mismo tiempo que yo explotaba en mi tercer orgasmo consecutivo. Sentía como la polla de Sara se inflamaba en mi interior, sus espasmos mezclados con los míos.
Cuando sacó la polla de mi culo, una sensación extraña y un chorreante líquido viscoso salía por mi ano mezclado con el lubricante que Sara utilizaba para darme el masaje más hermoso que había recibido en mi vida.
Chorreaba semen desde mi ano y esto me producía un morbo especial.
Caímos rendidos y así, abrazados y desnudos, nos dormimos profundamente.
Al despertar, por la mañana del día siguiente, sonreí feliz. Miré a mi alrededor, no había nadie a mi lado, ni habitación con piscina ni piso climatizado, era mi cama solitaria, mi piso pequeño y desordenado.
Una mancha húmeda en mis calzoncillos delataba que mi sueño había alcanzado las mayores cotas de placer que podía aspirar.