Mi primer orgasmo

Introducción

Este es un relato totalmente verídico donde una persona manifiesta la vivencia de su primera experiencia sexual que, aunque muchos consideren de carácter aberrante, identificará a muchas de las personas que, por temor a la humillación, no se animan a escribir sobre sus fantasías e inclinaciones.

Espero este relato sea de ayuda para lo que sienten estas ‘cosas’ y no se animan a exteriorizarlas…

No piensen que esto es una obra literaria o algo así, es un relato verídico en el cual me tomé el tiempo, esfuerzo, tanto físico como psicológico, posible para poder transmitir la experiencia más sensacional de mi vida.

Reseña de mi vida

Bueno, mi nombre es M y lo que les voy a contar es algo que me ocurrió cuando tenía 14 años…

Desde niño sufría de distintos problemas intestinales: diarreas, constipación, las famosas ‘lombrices’, lo que inmediatamente obligaba a mis padres a tener que andar conmigo de doctor en doctor para lograr acertar en el diagnóstico.

En las revisaciones, los doctores me pedían que me bajara los pantalones y los calzoncillos, y me revisaban la zona anal en busca de pistas para tratar de resolver este misterio con respecto a mis enfermedades.

Los doctores se colocaban guantes de látex, y, posicionándome en la camilla a gatas, me revisaban completamente: no hace falta describir la forma de estas revisaciones…

Esta rutina se llevó a cabo desde mis 4 hasta los 10 años de edad, lo que ya se tornaba parte de hasta mis obligaciones que, en ese momento, no eran más que juegos de niño.

Me acuerdo tan claramente del día en que, luego de la tan ardua jornada de escuela y revización, y, cuando en la noche de ese mismo día me fui a mi cama, todavía sentía el ardor y escosor en mi ano. Nunca en mi vida lo había hecho, pero, deslicé mi mano por debajo de mis pijamas por la parte posterior, y me toqué la cola.

Fue una sensación tan desconocida como placentera a tal punto que, con picardía y casi a hurtadillas, me aseguré de que mis padres estuviesen lejos de mi habitación y me bajé los pijamas a la altura de mis rodillas, lo que me produjo una electricidad desconocida (hasta el momento) y una sensación altamente erótica, por sobre todo mi cuerpo. Esa misma noche dormí con mis pijamas hasta las rodillas y, recuerdo tan bien la sensación indescriptible que sentía al roce de las sábanas con mis ‘cachetes’. Al día siguiente me levante para ir a la escuela: tenía los pijamas hasta la cintura…

Durante toda mi escolaridad tuve muchos amigos; y era raro porque yo fui, soy y seré la persona más tímida del mundo a tal punto que tienen que asegurarse si yo hablo o no para ver si entablar una conversación.

Sin embargo, uno de esos amigos, al tiempo se convirtió en mi ‘mejor’ amigo, adjetivo que al final de esta historia se ve minimizado por uno más actualizado.

Este chico se llamaba D, y pasé muchos momentos hermosos con él. Era como mi hermano, ya que, como yo era hijo único, pasaba largas horas en mi casa y yo en la de él.

No voy a negar que muchas veces nos peleamos, pero eran esas pequeñas peleas tan típicas en los niños al entrar de a poco al mundo en donde uno pelea por nuestra posición en el mismo. D era un chico sencillo, bueno, hasta pasaba por retardado, pero nada que ver. En resumen, D , al haberse criado conmigo, era el amigo que nunca tendré a lo largo de mi vida.

Primeras sensaciones

Cuando tenía 7 y 8 años, comienza el tema de la sexualidad. Uno se interesa en este tema tan ‘misterioso’ hasta el punto que nuestros padres muchas veces nos retaban o nos decía que no era bueno para nosotros, y cosas por el estilo.

Un día, cuando pasaba por la habitación de mis padres, en la que había un espejo gigante, se me ocurrió por mirarme ese lugar para mí tan misterioso: la cola: cerré la puerta con llave, me puse en frente al vidrio y me agaché completamente apuntando al espejo de tal forma que yo pudiese ver por entre mis piernas.

El resultado de dicha experiencia fue ‘sensacional’. Pude ver con toda claridad la zona que tanto misterio había despertado en mi vida sexual, la cual no terminaría ahí.

Desde ese entonces mi cola era más que algo asqueroso y repugnante (ya que uno lo relacionaba con las heces); era como la puerta hacía una dimensión de nuevas sensaciones que despertaban tanto interés en mi persona que, ahora reflexionándolo conscientemente, se había tornado como ‘el momento donde yo me encontraba conmigo mismo’.

Cuando tenía los 10 años, D y yo estábamos jugando en su casa como de costumbre hasta que sus padres nos dijeron que se iban a la casa de unos hermanos (de la madre de D), y que nos quedáramos en cuidado de la casa hasta que ellos vinieran.

Así que pasamos algunas horas mirando las caricaturas hasta que D me dijo que esperara, que tenía algo para mostrarme.

Yo quedé asombrado por la forma en que me lo dijo, así que esperé con ansias qué era lo que mi amigo tenía en mente.

A los pocos minutos, después de algo de ruido hecho por parte de él en la habitación de sus padres, se acercó a la mesa donde estábamos, con una caja llena de revistas…pornográficas… En mi vida había visto tales revistas, nunca, sólo en televisión uno veía mujeres en biquini o algo parecido (año 1988).

Cuando comenzamos a hojearlas, cosa que tampoco mi amigo había hecho en su vida, los dos comenzamos a estremecernos con las imágenes que salían en las portadas; ni hablar de las fotos de contenido.

Mi amigo y yo, estupefactos por la experiencia, comenzamos a sentir nuevas sensaciones en nuestros cuerpos, pero creo que las mías eran ‘diferentes’. D, recuerdo, me decía: ‘mirá, mirá que minón, fuáaaa, que tetas…’, a medida que se reía, pero…cuando yo las miraba, las miraba de otra forma…hasta que…cuando di vuelta la página de una revista de esas, un par de imágenes terminaron de definir mis gustos: mujeres en poses sumamente sensuales y mujeres sodomizadas… algo que hizo que el tiempo se detuviera ya que me quedé varios minutos mirando esas fotos como si hubiera visto algo fuera de este mundo (que, en realidad, por una parte, lo era).

Cuando terminamos de ver las revistas, yo me tuve que ir a mi casa porque ya era tarde.

Todo la noche me quedé pensando en esas fotos, y hasta tal punto que me costó dormirme.

En ese momento recordé una de mis experiencias de cuando era chico: me bajé los pantalones hasta las rodillas pero, cuando lo hice, esta vez sentía una electricidad mucho más fuerte que esa vez cuando chico: suspiré fuerte y, instintivamente, me ubiqué boca abajo, tapado hasta la cabeza, con toda mi cola descubierta, a través de la cual podía sentir la suavidad de las sábanas.

Pasaban los meses y con mi amigo asistíamos, cada vez con mayor regularidad, a nuestras ‘sesiones de lectura’.

Yo nunca entendí de dónde su padre sacaba esas revistas, pero no me preocupé mucho por averiguarlo.

Nos pasábamos horas disfrutando de esas revistas hasta que uno ya se tenía que ir cada cual a su casa.

Los meses pasaron, yo asistía a la escuela como siempre, y un día, (la verdad no me acuerdo bien de este día, no sé porqué), mis compañeros comenzaron a hablar de algo que nunca había escuchado en mi vida: ‘la paja’.

Recuerdo vagamente que mis compañeros me preguntaron si yo me hacía la paja, a lo que les respondí con la pregunta de que me aclarasen lo que era ‘hacerse la paja’ (frase idiomática completa).

Todos mis compañeros se reían de mi ignorancia.

Pero, al tiempo, esa frase se incorporó en el vocabulario cotidiano y yo ya sabía lo que quería decir, pero…no cómo se sentía.

A la mañana siguiente, en la escuela, escuché de otro compañero más o menos de qué forma se la hacía, lo cual me interesó como ‘tarea para la casa’.

Esa misma tarde, llegué a mi casa y, cuando entré en el baño, con dos dedos (índice y pulgar) tomé mi infantil pene y comencé a moverlo tal cual yo ‘había aprendido’.

Nada ocurrió con relación a lo que mis compañeritos decían que sentían después de hacer ese trabajo.

Antes de seguir con algo más, a mi edad actual al momento (10 años para 11), noté que mi cuerpo era totalmente lampiño.

Es cierto que a esa edad no se puede pedir mucho de niños de 10 años, pero, mis compañeros, incluso D ya tenían pelos en las piernas y en la parte inferior del abdomen.

Otro detalle era la gradual acentuación en el desarrollo de mi cola con respecto a mi amigo, al igual que mis caderas, las cuales parecían las de mis compañeritas. Les aclaro todo esto de antemano no para demostrar que yo nací con una deficiencia hormonal, ya que, si así fuere, sería la característica de los transexuales, pero yo no era el caso, ni ahora con mis 23 años.

Un día de verano, recuerdo bien, me estaba bañando tranquilamente y cuando proseguí a lavarme los pies, puse un pie en el bidet y cuando me agaché para lavar esa pierna desde los dedos hasta los muslos, levanté la mirada y me vi en el espejo: parado con la pierna (la del lado del espejo) hasta mi pecho, y la parte superior de los gemelos de la pantorrilla se unían con la posterior de la del muslo de la misma pierna, y mi cola, bien de perfil, apenas revelaba la unión de las dos líneas curvas de cada glúteo.

Esa imagen me hizo sentir ‘cosas’ (no sabría cómo definirlo) y, casi inmediatamente, me trajo a la memoria las imágenes sensuales de las mujeres posando en las fotos de las revistas que con mi amigo leíamos.

Terminé de bañarme rápido y me fui a la cama.

Esa misma noche, sentía en mi abdomen sensaciones de todo tipo, especialmente cuando traía a los recuerdos esa pose en la cual fui protagonista.

Sin embargo, era esta noche la que de nuevo hizo un viraje en mi vida sexual, ya que, cuando me bajé los pantalones como siempre ( otra cosa es que no se me erectaba el pene mucho, casi nada), sentí las sábanas en mi cola, estando bocabajo, levante una de mis piernas y, por primera vez en mi vida, llevé un dedo a mis glúteos, y, cuando lo deslicé por entre ellos hasta el ano, comencé a sentir esas ‘cosas’ con mayor afluencia.

Pensando en las fotos de las revistas, comencé a rozar el esfínter con mi dedo y comencé a sentir un calor en todo mi cuerpo, especialmente debajo de mis orejas, en mis mejillas y mi respiración se fue entrecortando, sintiendo como si una sensación desconocida fuese creciendo de a poco, hasta que seguí con el movimiento cadencioso y cuando en un momento la sensación se hacía cada vez más evidente, me asusté y saqué el dedo de mi cola y me tapé hasta la cabeza con lo que me quedé dormido al instante.

Mi amigo y yo

Nunca más me animé a probar esas ‘ricas sensaciones’ hasta después de un año que algo sucedió en mi vida que creo fue la bisagra que modificó mi rumbo con respecto a mi sexualidad.

D y yo ya teníamos 12 años recién cumplidos, y ya entrabamos en la edad en la que uno comienza a mirar a las chicas.

Fue en ese mismo año (1991) que tuvimos el viaje de egresados de la primaria, donde todo salió como nuestras madres lo habían planeado.

Nos asignaron una habitación en donde estábamos los 5 mejores amigos (D, yo y tres más).

Un día en el hotel, cuando nos teníamos que preparar para nuestra primer visita a un boliche, D se sacó los pantalones y el calzoncillo y sentí una sensación hermosa en mi alma cuando le vi el…. bueno, no sé cómo decirlo, sus genitales.

Miré para otro lado y me puse a pensar que lo que estaba haciendo estaba muy mal, que no podía ser.

A mí en ese momento me agradaban las chicas, pero no había salido, ni siquiera hablando con una.

A esa altura de mi vida yo hice un recontó de todas mis ‘cosas’. Lo que hacía con mis pijamas, el bidet, y ahora me puse nervioso al ver el pene de mi mejor amigo… pero…porqué?. ‘Yo soy normal’, dije. Sintetizando, ese viaje de estudios fue hermoso y lo pasamos muy bien.

Pero…cuando comencé la secundaria me invadieron miles de problemas. Yo, como una persona muy retraída, no hablaba con nadie, así que me seguía juntando con D como en la primaria (ya teníamos 14 años).

Un día estando en mi casa, mi mamá estaba en la cocina y vi en el cajón de la cómoda de ella que algo negro salía, lo alcé y…eran medías de lycra negra con volados, junto con la bombacha con la que hacía juego.

Cuando toqué estas medias, comencé a temblar, y mi cabeza se inundó con esas imágenes pornográficas de las cuales D y yo nos nutríamos durante tiempo.

Mi corazón comenzó a latir rápido, y comencé a respirar apresuradamente y corrí hasta el baño con las medias en las manos.

Me miré al espejo y me planteé a mí mismo porqué me ponía así de mal, porqué hace años que esto del sexo me estaba torturando.

Cerré los ojos, y traté de acordarme de unas fotos en las cuales había una mujer con medias de lycra…y que estaba siendo sodomizada.

Miré las medias, me miré en el espejo y me decidí a probar. Me desnudé en frente al espejo ( que por cierto tenía cuerpito de nena) y comencé a ponerme cada una de las medias, las cuales me llegaban hasta la mitad de los muslos.

Así, instintivamente, me las comencé a calzar desde los pies hasta los muslos, y cuando volteé para mirarme, me invadió una sensación de placer en mi cuerpo que sentí que me faltaba el aire.

Con mi cuerpo totalmente lampiño, curvas pronunciadas, cola redonda y grande, piernas más bien normales y el abdomen plano y sin bellos, en ese preciso momento me sentí yo mismo, me sentí bien, sentí unas sensaciones dentro de mi ser que nunca había sentido en mi vida. A pesar de mi temprana edad, sentía todo tipo de ‘cosas’ que me hacían estremecer hasta el alma.

Al día siguiente, cuando me tenía que encontrar con D para nuestra clásica sesión de fotos (revistas pornográficas), decidí llevar las medías por debajo del pantalón, junto con la bombacha con la que hace juego, porque la verdad es que me hacían sentir vivo.

Bueno, cuando llegué, entré a la casa de D, todo iba bien, hasta que nos pusimos a ver las revistas, que, por cierto, eran nuevas y muchas. Al cabo de dos horas de ver revistas, no aguanté más y le pedí permiso de ir al baño.

Cuando entré, me miré en el espejo y me contemplé por casi 20 minutos.

Al volver a la cocina de la casa, D me preguntó si estaba bien, porque había demorado mucho, y, no sé porqué reaccioné así, pero le dije que quería mostrarle algo y que quería enseñárselo en su habitación, así que cuando él aceptó, entramos en su habitación (que por suerte él estaba solo) y me saqué la las zapatillas.

Mi amigo no entendía nada, pero me miró los pies y se rió un rato acerca de mis medias.

Su risa desapareció cuando le dije que por favor, que no se riera por lo que iba a ver, así que él me prometió que no iba a abrir la boca, así que me saqué el pantalón y…bueno, me dio pena por mi amigo, porque no podía creer la cara que puso cuando me miró las piernas.

Así que le dije que no sabía porqué hacía esto, pero no podía evitarlo, que hace años que sentía esto, y que…..y acá me puse nervioso, porque de paso quería aprovechar la ocasión para pedirle, como mejor amigo, que me hiciera el favor más grande que podría hacerme en mi vida: que me acariciara la cola.

Y…se lo dije, y mi amigo se puso colorado, y empezó a temblar…pobre, mi alma!!!. Temblaba como una hoja, pero, él no sabía que yo tenía más miedo que él.

Así que le dije que si quería que hiciéramos algo (yo sólo quería que me acariciara la cola!!!), que me lo dijera, y mientras hablábamos, nos sentamos en la cama, yo junto a él. D no podía sacar la mirada de mis piernas que, al estar sentados, se torneaban de una forma que, bueno, ya saben la forma tan atractiva que los muslos adoptan al sentarse uno en el borde de la cama.

Bueno, nos pusimos a charlar de que si hacer esas cosas o no, hasta que le dije que si quería tocarme un muslo, y él me dijo que no sabía, así que le tomé la mano izquierda y se la apoyé en mi muslo derecho. Yo sentía cosas en mi estómago, como si una bandada de mariposas me revolotearan por el mismo, y sentía calor en mi cuello, en la cara, mis ojos estaban como llorosos; fue en ese momento que descubrí lo que era estar excitado..

Mi amigo se puso nervioso, y fue ahí que le dije que quería hacer lo que le había dicho, pero era gracioso; ninguno de los dos sabía por dónde empezar, así que le dije que hiciéramos lo de las revistas, que ya que no sabíamos por dónde empezar, que usáramos las revistas como una guía. Mi amigo aceptó con mucho entusiasmo.

Yo me había traído de mi casa un sombrero con volados, que hacía juego con mis medias, el cual se lo saqué a mi mamá de uno de los cajones de su armario.

D fue a buscar una almohada a la habitación de sus padres, mientras yo me sacaba la bombacha. Fue hermoso sentir que me desvestía para estar con mi amigo, no para irme a dormir.

Cuando D vino, mi amigo se puso de todos colores al ver las curvas de mis caderas y mis muslos, unidos a mi cola tan delineada y femenina. Puso la almohada en la cama, sobre la cual yo me acosté ‘tendida’ y de esta forma, me acomodé de modo que mi cola quedara elevada; ahí yo estaba supernerviosísima.

D, muy tímidamente, comenzó a acariciarme la cola con sus manos y mis sensaciones salieron a la superficie. Cerré los ojos y no podía creer lo que estaba pasando.

Era como un sueño en donde yo viajaba en una montaña rusa, y donde cada caricia por su parte era una pronunciada pendiente.

De a poco comencé a perder la vergüenza y le pedí que me introduzca un dedo por entre mis glúteos, entonces (yo notaba de a poco cómo todo se iba haciendo más fácil) comenzó a deslizarlo por entre mis nalgas, entonces comenzó a meter y sacar lentamente el dedo, pero sólo por entre los glúteos, hasta que comencé a sentir una sensación linda: no lo podía creer.

Mi amigo deslizaba su dedo tan suave y lentamente que sentía un cosquilleo en mi panza que poco a poco se iba convirtiendo en una sensación muy placentera, como de protección, mezclada con amor y ternura, sumada con una alta dosis de placer erótico.

Su dedo se seguía deslizando con frenesí, y mi respiración se hacía cada vez más insuficiente y el cosquilleo dentro de mí aumentaba cada vez más.

Éste era mi primer contacto íntimo con una persona, y con mi mejor amigo!. Mientras mi amigo me ‘masturbaba’ la cola, sentía un calor subir en mi cuello, y el cosquilleo en mi panza era muy fuerte y poco a poco sentía como si me estuviese aproximando a algo, hasta que comencé como a ver lucecitas de colores: me estaba excitando!!!. En un momento, me dije a mi misma: ‘sólo yo estoy disfrutando de esto y él no, pero…para que él disfrute, tendríamos que…’ y ahí me comencé a excitar aún más, el corazón me latía rápidamente, y le dije que si quería hacer lo de las revistas.

Lo miré a los ojos y le dije que me hiciera el amor (frase que me sonó cursi porque éramos nuevos en esto), así que cuando yo le dije eso, D se puso colorado, comenzó a tartamudear, así que lo miré y le dije que no se preocupara, que los dos estábamos nerviosos, iguales en experiencia, que ésta era nuestra primera vez, y que yo confiaba mucho en él porque lo conocía muchísimo tiempo, aparte de que lo quería mucho, pero esto no se lo dije a él, así que D me miró con una mirada que todavía no pude dilucidar qué pensó en ese momento, pero eso ahora no viene al caso.

D comenzó a sacarse la remera, los pantalones, las medias, y cuando se sacó los calzoncillos, tenía el pene erectadísimo, rojo, lleno de venas; nunca había visto un pene así.

Me di cuenta que él también estaba excitado y cuando se sacó la remera, se incorporó por encima mío y cuando noté que llegaba el momento, sentí una sensación típica de cuando uno experimenta algo que le va a cambiar la vida, algo muy serio, lo cual te hace sentir como una electricidad en el cuerpo que hace que por un momento pierdas la noción de las cosas, y comencé a temblar como loca, no podía controlarlo, así que respiré hondo, relajé todo mi cuerpo, y procedí a pasarme mucha saliva por la cola (no podía creer qué iba a pasar!!!) y le dije que lo hiciera.

Mi pene en ningún momento se erectó; y esto se debe a que yo ni me acordé en ese momento de que tenía un pene: yo me sentía mujer y quería hacer el amor en forma pasiva.

Momentos después D se posicionó por encima de mí y apoyó sus codos a mis costados, y pude sentir su aliento en mi mejilla; su pecho en mi espalda; su bello púbico acariciando mis glúteos; sus muslos, varoniles y musculosos, emborrachando de caricias mis muslos de lycra.

Su glande se preparó apoyándose en mis glúteos, en los dos al mismo tiempo, y sentí ‘cosas’ nuevamente en mi abdomen.

Casi estallo en placer cuando percibí su pene deslizándose por entre mis nalgas.

D estaba sostenido por sus brazos, de los cuales dependía mi vida. Esos brazos tan varoniles que él tenía, responsables de lo que ha cambiado por completo mi vida. Yo le preguntaba muy seguido a mi amigo si quería seguir, si estaba nervioso, y me decía que sí a las dos cosas, pero que lo último no importaba, y le pedí que probáramos un poquito antes de hacerlo.

Entonces comenzó a moverse lentamente y su pene comenzó a «masturbarse» por entre mis nalgas, lo cuál a mí me hizo ver las estrellas y sentía una sensación tan extraña como erótica en mi plexo solar, hasta que de repente su pene, sin querer, tocó la entrada de mi ano; le pedí que ahora sí me penetrara, entonces D se detuvo y comenzó a presionar un poquito, pero no pasaba nada, pugnó por entrar, y sentí un dolorcito chiquito.

Luego sentí que todo se detuvo, me di vuelta para mirar a D a los ojos y, mirándome con ternura, se dejó caer por su propio peso y su pene se abrió camino a través de mi recto hasta el fondo al tiempo que sentí como si una luz interior estallase en mi mente. Gemí sordamente, puse los ojos en blanco y se me contracturó el cuerpo.

D, se quejó como si de dolor se tratase, y quedamos ahí unos minutos, disfrutando de esta nueva sensación de «contacto con el otro». Luego mi amigo, con dulzura, retiró su pene y cuando sentía toda su longitud deslizarse por mi recto, comencé a sentir una deliciosa picazón adentro.

Era hermosa esa sensación, hasta que me penetró de nuevo, sacándola nuevamente y cuando me entró de nuevo comencé a perder el conocimiento a causa de una sensación fuertísima que nacía desde mi plexo solar, como la que uno tiene cuando se está muy, pero muy ansioso.

Mi amigo comenzó a agitarse y cuando la retiró para volver a penetrarme comencé a sentir la picazón mucho más deliciosa y que iba creciendo paulatinamente, y cuando la introdujo de nuevo en mí, mi amigo empezó a agitarse mucho más y se movía arrítmicamente y con mucha violencia como si para aplastarme contra la cama se tratase.

Mi sensación de picazón era tan fuerte que sentí como una electricidad por todo mi cuerpo, desconocida, que me hizo estremecer, temblar y levanté mi cabeza lo más alto y, con los ojos todavía en blanco, se me abrió la boca y se me escapó un gemido fuerte, inteligible, profundo, prolongado.

Mi amigo también se estremeció y su respiración se tornó ruidosa e arrítmica, convirtiéndose de a poco en gemidos de placer, y cuando lo escuché a él, no pude aguantar más y me dejé llevar por esa sensación interna.

Apreté mis dientes muy fuerte, mis manos se cerraron con fuerza, mi cuerpo se arqueó, saqué cola como para quebrar mi columna (como para querer soldarme a mi amigo) y sentí como angustia, y esa sensación placentera se terminó de desencadenar de una vez y mis ojos dejaron de ver, mi audición se anuló y todos los músculos de mi cuerpo se tensaron en éxtasis, y sentí que mi ano comenzaba a abrir y cerrarse a velocidad luz; pero el pene de mi amigo yacía en mi recto, y comencé a sacudirme locamente en nuestro lecho hasta que los dos entramos en nirvana: nos quedamos tiesos con los ojos en blanco, mordiéndonos los labios, con las cabezas como agradeciendo a la creación, y mientras todo esto ocurría, y casi como entre sueños, mi amigo comenzó gemir a intervalos regulares, cosa que me pareció extraño.

Gemidos sordos, como oídos a la lejanía, y gradualmente comencé a sentir riquísimo con mucha más intensidad en mi recto. Se sentía tibio, y noté que sentía como pequeñas ráfagas de fuego explotando en mi recto, también a tiempos regulares, que coincidían con cada gemido de D, como si él intentase que su alma se encuentre con la mía a través de nuestra tierna cópula…

Se sentía hermoso, nuestros cuerpos fundidos en pasión y dejando que el orgasmo nos transporte a lugares paradisíacos.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, era como si el tiempo se hubiese detenido, hasta que abrí los ojos y mi amigo todavía yacía sobre mi espalda como dormido, con su pene todavía erecto dentro mío.

Quedamos como media hora así hasta que nos recuperamos, y cuando D estaba blandito sentí un rico escozor cuando su pene se retiró de mi sexo, y nos sentamos uno al lado del otro, él con apariencia de fatiga; yo, de llenura, sintiendo como algo raro pero hermoso que navegaba dentro de mí.

Sentados uno al lado del otro, nos esquivábamos las miradas como si algo vergonzoso hubiésemos hecho. Indiscretamente, miré el pene de mi amigo, y éste estaba rojo, mojado con un líquido blanco, pero lo que más me impactó es el pensamiento de que había estado dentro mío. Me fijé entre mis piernas y mi pene, a pesar de estar fláccido, tenía el glande un poquito húmedo. Ahora que lo recuerdo, fue extraño el no haber eyaculado…

Luego nos miramos, nos sonreímos y me fui a mi casa porque ya era tarde (esa fue la excusa, pero la verdad: no sé porqué me quería ir de la casa de D). Así que me dirigí a casa, y cuando llegué, me fui al baño, porque sentía raro.

Me senté al inodoro, y, en un momento pensé que las diarreas me había venido de nuevo, porque comencé como a ‘orinar’ por la cola, y ante mi duda y preocupación, a medida que este líquido caía, me fijé por entre mis muslos y pude ver un líquido blanquecino fluyendo de mi recto, en donde luego colgaban varios hilillos del mismo líquido desde mi ano hasta el agua.

Ahí me di cuenta que eso era el semen de mi amigo. D Había eyaculado dentro de mí!!!.

Mi mejor amigo tuvo su primer orgasmo en mi cola, y yo lo tuve con su pene dentro mío.

Fue tan hermoso… Me había corrido por la cola!!!

Desde ese día, y actualmente, es como si hubiera sufrido un bloqueo o algo así, pero no puedo masturbarme por el pene. Sólo puedo llegar al orgasmo por la cola. He tratado mil veces de masturbarme el pene, pero sólo a veces llego al orgasmo (por cierto, leve).

Me gustaría saber también si es normal que, cuando estoy bañándome, me mojo un dedo y lo deslizo por mi recto, y no logro entrarlo 5 veces que me corro.

Con mi amigo seguimos por dos años más con esas relaciones, pero ahora ya no lo vi más.

Yo, por mi parte, sigo mi vida como hombre, pero todavía siento la necesidad de vestirme de mujer y hacer el amor anal, ya que me siento mujer.