Los conocimos a través del e-mail
Después de un arduo año de trabajo nos hacía bien tomar unas vacaciones y sobre todo viajando a España, país al que queríamos visitar hace ya bastante tiempo.
Había surgido la posibilidad de ir al encuentro de unos amigos, José y Nines, a quienes habíamos conocido a través de Internet y nos invitaban a pasar unos días con ellos para disfrutar del verano europeo, y no lo queríamos desaprovechar.
Estábamos muy contentos y a la vez ansiosos por conocerlos personalmente.
De acuerdo con nuestro intercambio de e-mails resultaban ser una pareja sensacional.
Hacía cerca de un año que nos mandábamos mensajes y fotos y ahora pensábamos llevar a la realidad nuestros deseos de estar juntos.
Cuando arribamos a Barajas nos estaban esperando. Hacía bastante calor pero ello no nos disgustaba porque nos agradaba ese clima más que el frio invierno de Buenos Aires.
La impresión que nos causaron al verlos fue muy buena. Es un matrimonio muy agradable. Nines es una bella y elegante mujer, como ya lo sabíamos a través de las fotos y José un tipo muy simpático y entrador. Siempre tiene un chiste a flor de labios.
Nos llevaron hacia su confortable casona situada en un barrio residencial de Madrid. La residencia posee varias habitaciones y está rodeada de un parque con todo tipo de vegetación, destacándose preferentemente la cantidad de flores existentes. Un lugar como para quedarse para siempre.
Suponíamos con Euge, tal como después sucedió, que la íbamos a pasar muy bien.
Congeniamos de inmediato con nuestros amigos y los primeros dos días de estadía los dedicamos a pasear y a conocernos más entre nosotros.
José y Nines eran más jóvenes que nosotros, cosa que sabíamos desde el primer momento de nuestro intercambio de mensajes, pero nos llevábamos muy bien los cuatro.
Nines, como dije más arriba tiene una figura envidiable y a pesar de que yo no me puedo quejar, cuando salíamos de paseo las miradas de los hombres la penetraban, sobre todo después que pasaba, ya que tiene una muy linda cola.
En honor a la verdad y aunque no resulte muy elegante decirlo, los hombres también me miraban a mí y como suele decir Euge, los que vienen de frente no pueden apartar sus ojos de mis pechos.
Nuestros maridos disfrutaban de la situación y se reían de ello. Para nada estaban celosos.
Euge parecía que no le podía sacar los ojos de encima a Nines y otro tanto ocurría conmigo y José. La acción en cualquier momento llegaría.
Y llegó pronto, después del par de días que nos tomamos para conocernos más mientras paseábamos por la ciudad.
Después de cenar José puso algo de música y salimos a bailar, pero de común acuerdo decidimos con Nines intercambiar a nuestras respectivas parejas y ahí da comienzo la historia que creo que ustedes querrán conocer.
Rápidamente Nines y Euge desaparecieron de escena dejándonos solos. José, sin parar de bailar y apoyarme su erecto miembro en mi cuerpo, me fue llevando hasta una habitación contigua donde estaríamos más cómodos, según su parecer.
José es un hombre de estatura mediana, físico normal y tiene un «no se qué» que lo hace muy atractivo, además de ser muy simpático como ya dije.
Cuando ingresamos en el cuarto no solo siguió acariciándome por todo el cuerpo sino que buscó mis labios con su boca y me dio un beso que casi me deja sin aliento.
Mientras seguía apoyando su verga sus manos pasaban rápidamente por mis pechos y mi cola.
Empecé a sentirme humedecida y me agradaba ello.
Me estaba excitando como nunca con este hombre que apenas conocía personalmente desde hacía un par de días pero que me estaba llevando al éxtasis, tal cual había prometido en sus mensajes.
Fue entonces que decidí darle una recompensa y hacerle algo que le había anticipado…se la iba a mamar.
Para ello me deslicé en el suelo entre sus piernas y abrí su bragueta.
Busqué y palpé su pija que estaba caliente y bien dura. La sostuve entre mis manos y subí hasta su cara y lo besé.
Noté en ese instante que su miembro daba un pequeño respingo y entonces lo saqué afuera y me dispuse a chupárselo.
Lentamente, mientras lo miraba a los ojos, recorrí con mi lengua los labios para tenerlos humedecidos. Noté cómo se excitaba y me puse contenta.
Sabía que le gustaría lo que le iba a hacer y difícilmente se olvidara de ello. Más que una vez me había escrito que su mujer no era muy proclive a hacérselo.
Comencé por la base de su tronco y lamí hacia arriba muy despacio. Giré la cabeza de lado y mirándolo nuevamente simulé morderlo, colocando mis dientes suavemente en su carne.
Seguí humedeciéndosela mientras con un mano le acariciaba sus pelotas tratando de buscar por debajo y atrás de ellas ese lugarcito tan sensitivo que tienen los hombres antes de su ano y que estimula el músculo de la erección.
Después de lamérselo un montón de veces y habiéndoselo dejado todo húmedo y bien duro noté que José comenzaba a retorcerse como queriendo acelerar las cosas.
Me gusta ese momento de los hombres porque se empiezan a desesperar y quieren cogerte por la boca de impacientes que se ponen.
Continúe con la tarea que conozco bien lamiéndole ahora la punta de la pija y poniéndole la lengua en el agujerito del centro, pero sin chuparle la cabeza.
Recorrí con mi lengua el borde de su capullo, por todo el contorno, haciendo frecuentes pases por su tierna piel.
Noté por los movimientos que había acertado con uno de sus puntos sensibles y me alegré por José…sabía que estaba gozando mucho.
Estrujé luego su miembro y ví como empezaba a brotarle el líquido claro preeyaculatorio y lo esparcí con la lengua por toda su cabeza.
El estaba cada vez más excitado y entonces, como si fuera un helado, me metí la cabeza de su verga en mi boca humedecida. Lo escuché gemir y me la metí entonces todo lo que pude, manteniéndola quieta en mi interior por un instante.
Puedo decirles que ello no fue fácil porque el instrumento de José es de considerables dimensiones y además quería apurar la cosa. Estaba muy caliente.
Se por experiencia que si lo dejaba actuar acababa de inmediato y no lo dejé imponerse, quería que el placer le durara más.
Pero no pude aguantarlo mucho y como su excitación y la mía iban en aumento empecé a moverme rápidamente, deslizándome arriba y abajo por si pija como si lo estuviera cogiendo.
Cambiaba de ritmo constantemente para que no acabara o cuando suponía que su verga se volvía inmune a mis movimientos. Temía que se le durmiera aunque ello resultaría muy difícil pero suele sucederle a algunos hombres y no quería que fuera justamente a él.
Así fue que pasaba de mamarle tan solo el capullo como si fuera un pezón a tomársela completa y chuparla todo el tiempo hacia arriba y abajo como si fuera una aspiradora.
Continúe chupando y vi que José no se aguantaba más y aceleré los movimientos. Lo sentí venir y quise ver cómo se disparaba su leche y me lo aparté de la boca por un instante.
Fue asombroso verla salir a borbotones y rápidamente me la volví a meter para recoger todavía mucha de su leche. Me la tragué lentamente y después le pasé la lengua por todo el tronco dejándoselo bien limpito.
No quise mantenerla dentro de mi boca cuando iba a eyacular porque suponía que por la ansiedad del encuentro iba a ser una catarata como después lo fue y atragantarme en ese momento no hubiera resultado muy erótico que digamos.
No faltará oportunidad en que lo haga después de varios encuentros y cuando no esté tan ansioso como esta vez.
Debo confesarles que fue tan excitante para mí esta unión que tuve un par de orgasmos mientras se la chupaba.
Cuando todo acabó José me mantuvo entre sus brazos mientras me besaba con entusiasmo en la boca y no terminaba de agradecer lo que le había hecho.
Tomamos un par de copas y pensando que Euge y Nines se estaban divirtiendo por otro lado decidimos seguir con nuestro encuentro amoroso.
Nos desvestimos rápidamente y nos recostamos en la cama entrelazando nuestros cuerpos y sin dejar de besarnos.
Las manos de José comenzaron a acariciar todo mi cuerpo, pasando de mis tetas a mi concha y dejando un par de dedos por allí.
De repente se bajó y su lengua comenzó a recorrer mi sexo desde el monte de Venus a mi ano, deteniéndose en el clítoris, que masajeaba a la perfección (supongo que Nines debe estar muy contenta cuando se lo hace porque es todo un experto).
Sus manos se agarraban a mis glúteos con desesperación y no me aguanté más y me corrí en su boca gimiendo como loca.
Aprovechando esa situación se acomodó colocando sus piernas entre las mías y con un movimiento rápido me penetró hasta el fondo.
Como estaba bien lubricada no tuvo que hacer ningún esfuerzo extra porque sino me hubiera costado recibir ese pedazo.
Ya les dije que era de considerables dimensiones. No era mayor que la de Euge pero su dureza y una enorme cabeza rosada la diferenciaba claramente.
Al principio fueron movimientos lentos que fueron en aumentando de ritmo aceleradamente mientras mis paredes vaginales albergaban ese miembro con placer y mis flujos comenzaban a actuar.
Mi cuerpo sintió un profundo escalofrío que pronto se transformó en gemidos a medida que sus acometidas se volvían más fuertes y profundas.
De nuevo me estremecía en un climax imposible como pocas veces había saboreado. José sabía cómo tratar a una mujer y lo estaba comprobando en persona.
Mi corazón se aceleró sobremanera, todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo se volcaron hacia mis entrañas invadiéndome de un éxtasis salvaje que dio paso luego a la relajación más intensa que viví últimamente, luego de que se leche se derramara con furia dentro de mí.
Pero todo no terminó ahí.
Después de un rato José ya estaba nuevamente en acción. Se tumbó boca arriba y me instó a sentarme sobre su vientre. Mirando a sus piernas coloqué su verga entre las mías acariciándosela suavemente.
Su cabeza erguida se posaba en mi vientre por arriba de mi ombligo. Levanté mis nalgas colocándola en la entrada de mi sexo y me dejé caer. Una sensación de desgarro me inundó y comencé a cabalgar furiosamente la estaca que me empalaba.
Mi instinto se había desbordado y mi sed de placer se mostraba infinita. El sudor y el cansancio se fundían con los orgasmos que sobrevenían incontrolables.
En medio de la vorágine acerté a ver la figura de mi marido en la puerta del dormitorio observándonos. Detrás y tomándolo por la cintura estaba Nines. Los dos desnudos.
José, sin percatarse de esas presencias decidió abandonar la cálida morada que ocupaba y me atrajo hacía sí tomándome de los pechos. Quedé tendida sobre él mirando el techo.
Luego tomó mis piernas y las levantó hasta que mis rodillas toparan con mis tetas. Pasó su mano lubricada con su saliva por el agujerito de mi culo y colocó su verga humedecida por mis jugos en mi ano.
La cabeza comenzó a abrirse paso en mi estrechez. El miedo y el dolor se apoderaron de mí. Las caderas de José comenzaron a moverse acentuando la presión y llenando lenta pero inexorablemente mi culo con su aparato.
El dolor se hacía insoportable y solo la presencia de mi marido observando cómo era sometida en una forma que él rara vez lograba, mantenía mi excitación y el morbo suficiente para continuar.
Pero el dolor ya estaba dejando pasao a nuevas sensaciones y a medida que mi culo se acoplaba a esa verga, placeres nuevos emergían de mis entrañas.
El movimiento acompasado de José logró sumirme en un profundo orgasmo que no tenía fin.
Salió de mí en el momento que su descarga afloraba y pude ver cómo su pija apoyada sobre mi sexo apuntaba al techo lanzando interminables borbotones de lava blanca que se depositaban sobre mi vello.
Cuando miré nuevamente hacia la puerta del dormitorio no estaban Euge ni Nines. Supongo que seguirían con sus andadas en otra habitación.
Me recosté al lado de José y nos quedamos dormidos.
Pensaba mientras que realmente había sido una experiencia maravillosa. Viajamos miles de kilómetros para conocer y tener este encuentro con estos nuevos amigos y no nos habían defraudado, todo lo contrario.
Supongo que Euge pensaba lo mismo. Mañana cuando nos veamos para desayunar nos contaremos nuestras vivencias.