Basta un par de copas

Cuando voy a alguna fiesta o reunión y tomo un poco de más, inmediatamente me transformo y puedo llegar a hablar de cualquier tema picante con un desconocido.

Digo cosas con doble intención y los hombres me tiran de la lengua y les respondo sin tapujos.

Pareciera que me devoran con la mirada mientras sus mujeres sonríen cómo diciendo ¿qué pretende esta loca.?.

Mi marido se disgusta mucho con ello y solemos tener duras discusiones mientras volvemos con el auto a casa.

Yo lo hago sin ninguna mala intención y me divierte zafarme un poco.

Generalmente me pongo a hablar de temas sexuales, cosa que habitualmente no hago y los tipos se empiezan a calentar y eso no me disgusta.

Es más, las esposas tendrían que estar agradecidas conmigo porque supongo que después las tratan muy bien en la cama.

Es como un juego para mí y no pasa de ahí.

Pero mi esposo se pone furioso y amenazó muchas veces con no ir más juntos a esas reuniones porque dice quedar como un tonto.

Yo me río y le recrimino el poco humor que tiene.

En una de esas reuniones que estaba rodeada de hombres como siempre, la cosa se me fue de las manos.

Mi esposo ya se había apartado después de echarme una mirada furibunda y yo me zafé más de la cuenta, lo que hizo que uno de los presentes se entusiasmara sobremanera conmigo.

Casi sin darme cuenta estaba tomando otra copa con él y escuchando las insinuaciones que me hacía al oído.

Yo le sonreía porque sabía que no iba a pasar nada pero no era lo que él pensaba.

De pronto me tomó por la cintura y casi empujándome me llevó a una salita contigua.

Busqué con la mirada a mi esposo y no logré ubicarlo.

Cuando me quise dar cuenta estaba dentro de ese cuarto y el tipo me estrechaba contra su cuerpo y comenzaba a masajearme la cola.

Quise impedírselo pero estaba tan borrachita que no podía con mi ser.

Me desabrochó la blusa y sacó mis pechos fuera del corpiño.

Comenzó a pellizcarme los pezones mientras su boca pretendía unirse a la unía y yo, girando la cabeza, lo rechazaba.

Entonces se puso a besarme los pezones que ya se habían puesto duros mientras me recostaba sobre una mesita que había en la sala,

Empezó a subirme la pollera y torpemente me quería quitar la bombacha.

Como opuse resistencia a pesar de mi estado me empujó bruscamente y siguió tirando de esa prenda íntima hasta rompérmela

Luego y mientras con una mano me sujetaba la boca para que no gritara con la otra se bajó el cierre de su pantalón y sacando su enorme verga que parecía a punto de estallar me la introdujo sin ningún preámbulo.

Yo por suerte estaba mojada sino me hubiera lastimado esa penetración tan salvaje.

El tipo bombeaba sin parar y pronto su semen se desparramó en mi interior mientras profería un grito de placer.

Recién ahí me soltó, se acomodó la verga dentro del pantalón y luego de preguntarme:

¿Te gustó putita? se retiró presuroso de la habitación.

Me sentí muy mal. Humillada y ultrajada a la vez.

No tenía fuerzas para salir afuera ni sabía cómo mirar a mi esposo cuando lo encontrara. Pensé primero en decírselo pero luego recapacité. Se pondría más furioso y hasta podría costarme la separación.

Salí, busqué un baño para higienizarme y hasta vomité.

No encontré al cretino que me había violado a pesar de buscarlo desesperadamente por todos lados.

Aprendí la lección y de ahora en más no jugaré de palabras con desconocidos porque puede resultarme fatal.