Me ofrecieron posponer el pago de una deuda a cambio de satisfacer a tres ansiosos abogados

Mi nombre es Sara.

Soy una morenaza de 29 años.

Gracias a mi cuerpo, he podido realizar sueños que cualquier chica de mi edad ni siquiera puede imaginar.

He conseguido subir muy alto en poco tiempo, pero como siempre que uno sube peldaños sin que exista una sólida base, las posibilidades de caer son mayores. Eso es lo que me ocurrió a mí.

Con tan solo 25 años me convertí en toda una mujer de negocios. Movía importantes cantidades de dinero y cada negocio que abría era más ambicioso y me reportaba más ingresos.

Como consecuencia de mi situación, me metí en múltiples gastos y deudas, segura de que la situación, lejos de empeorar, iba a ser cada vez mejor y mejor.

Pero como mi experiencia era poca, fui objeto de una auténtica estafa.

Las deudas empezaron a estrangularme y mi situación era de todo punto caótica.

Cuando todo el panorama era negro, recibí una notificación de la asesoría jurídica de mi banco, en la que me concedían el improrrogable plazo de 15 días a fin de pagarles los 25 millones que en su momento me prestaron. ¡25 kilos! Estaba en la ruina.

Acudí al despacho de abogados que me había remitido la notificación, para pedirles un tiempo muerto, lo justo para sacar la cabeza y volver a levantar el vuelo.

El despacho estaba en un sitio céntrico de Madrid, y al entrar, me hicieron pasar a una enorme sala de reuniones con una mesa redonda en el medio.

Tardaron varios minutos en aparecer los abogados, y yo mientras tanto ensayaba cómo decirles que necesitaba ayuda.

Aparecieron en la sala tres hombres de unos treinta y cinco años, trajeados y repeinados.

Una vez hicimos las presentaciones de rigor, comencé a explicarles la situación y a ofrecerles soluciones mientras ellos guardaban un escrupuloso silencio.

Una vez hube acabado, los tres hombres continuaron callados durante dos o tres minutos más lo que hizo que en cierta forma me pusiera nerviosa.

Entonces uno de ellos rompió el silencio y dijo: Mira, nosotros no podemos negociar la deuda, pero sí podemos retrasar de forma considerable el ejercicio de acciones judiciales y darte con ello tiempo para reaccionar.

Lógicamente continuó diciendo, tú no puedes pagarnos bajo cuerda para que te hagamos este favor, así que, tú dirás si se te ocurre alguna otra forma de agradecer nuestros favores…

Otro de los abogados, se levantó de su sitio y se acercó a mí.

Me comenzó a masajear los hombros y me dijo: Mira bonita; si cada mes que te tengamos el tema paralizado, bienes una vez y nos das todo el placer que te pidamos, nos comprometemos a cumplir nuestra parte del trato.

Me quedé alucinada con la propuesta y sin tiempo para pensármelo el hombre que estaba a mi espalda comenzó a acariciarme los pechos.

Al sentir su mano, mis pezones se erizaron y se pusieron duros como piedras. Tres hombretones me querían follar y me tenían cogida por el cuello.

Como mi reacción ante el tocamiento de mis tetas no fue mala, el otro abogado se dirigió a la puerta y echó el pestillo.

Los tres hombres se pusieron a mi alrededor y sacaron sus pollas.

Estaban flácidas pero eran de muy buen tamaño. Sobre todo la del abogado que me sugirió el plan. Una a una fui agarrándolas y metiéndomelas en la boca.

Mientras pajeaba lentamente una polla con cada mano, me metía entera en la boca la tercera, de forma que los tres tíos estaban perfectamente complacidos. Debía hacer un buen trabajo, ya que estaba en juego mi futuro.

Continué durante varios minutos mamando las tres pollas con lentitud, deleitándome con cada una de ellas, saboreando esas vergas y poniéndolas cada vez más duras.

Una vez comprobé que los tíos no aguantaban más, les rogué que me follaran.

Que necesitaba que me penetraran por todos los agujeros.

Ellos, tremendamente excitados, me empalaron sobre uno de ellos que estaba sentado en una silla y pude sentir como entraba todo ese trozo de carne en mi todavía estrecha vagina.

Durante la cabalgada no paré de pajear al resto mientras les chupaba los cojones y les acariciaba el ano.

El hombre sobre el que cabalgaba, me levantó en el aire, me giró 180 grados, colocándome de frente a él y sin tregua alguna me volvió a penetrar mientras chupaba con pasión mis tetas.

Seguía por tanto cabalgando a ese vaquero pero esta vez mi culo quedaba al aire, lo que provocó que el que la tenía más grande comenzase a lamer mi ano y a introducirme un dedo.

Yo estaba completamente extasiada.

Estaba siendo follada a un ritmo fuerte por mi chochito, mientras se preparaba mi culo para ser perforado por el pollón de la noche. El tercero en discordia, se conformaba de momento con recibir mis lametones en el capullo cuando las embestidas de mi potro salvaje lo permitían.

En menos de un minuto, mi segundo vaquero colocó su verga en la entrada de mi culito y comenzó a meter su capullo.

Aprovechando las embestidas del que me follaba, hizo coincidir una de ellas y de golpe me hundió los 28 centímetros de polla que poseía.

Pegué un grito escandaloso, pero el tercero me metió de inmediato su falo impidiéndome gritar. Así comenzó esa gran follada que duró cerca de diez minutos.

Era increíble. Notaba como se conectaban ambas barras ardiendo en mi interior y como mientras una salía, la otra entraba. No recuerdo cuántos orgasmos tuve, pero sí recuerdo que las piernas me temblaban.

Entre tanto, al que se la estaba chupando, se vino en mi boca.

Sin duda era el más pardillete de los tres e incluso su polla era notablemente más pequeña que las de los otros dos.

Los dos abogados terminaron casi a la vez, y de un brusco giro me colocaron de rodillas y me obligaron a tragarme hasta la última gota de su leche.

Una vez hube dejado las tres pollas como los chorros del oro, los tres hombres se vistieron y me pidieron que esperara en la salita de espera.

Tras unos minutos, apareció el más pardillete y me dijo:

«Mira, los jefes están contentos con tu primera actuación. Nos vemos el mes siguiente».