Capítulo 3
- Conociendo a Zanahoria
- Bienvenida Zanahoria
- Entrenando a Zanahoria
- Casando a Zanahoria
- Disfrutando a Zanahoria
Entrenando a Zanahoria
Me quedé con Zanahoria durante todo su primer día en mi mansión; no tenía que trabajar.
Ella a duras penas podía caminar con los pañales y mi precioso anillo allí colocado.
Llevaba puesto un camisón naranja y era incapaz de controlar los músculos de su esfínter así que había defecado en el suave material y estaba realmente avergonzada.
Sé que el primer día es el más difícil. Todavía recuerdo la primera ocasión en que papá me permitió entrar en las «dependencias especiales». Yo tenía once años y me ordenó que me sentase en una esquina y que cerrase la boca. Sufrí un shock cuando vi a Nanny, mi canguro, siendo golpeada por papá. Todavía me sorprendí más cuando le metió su respetable polla de cirujano en el culo. Él continuamente estaba hablando mientras se la metía y sacaba pero yo no le prestaba atención. También le ayudé en la primera vez de tres esclavas. En mi experiencia primera en aquellos actos de iniciación papa me permitió que fuese la primera persona en utilizar el culo de Sheena. Pero aquello fue antes de conocer a Zanahoria.
Sheena era la más veterana de mis esclavas y tenía asignado el papel de canguro de Zanahoria mientras se acostumbrase a su nueva situación. En principio Zanahoria se sintió preocupada por el anillo que le atravesaba los labios vaginales y por sus pañales pero en un par de horas su única preocupación era su incontinencia (urinaria y lo que no es urinaria). Zanahoria estaba pidiendo continuamente permiso para ir al servicio. En ocasiones se lo concedía y en otras se lo denegaba. Ella aguantaba tanto como podía pero finalmente no podía más y…ploff… se cagaba encima poniéndolo todo perdido.
Entonces la vergüenza la ruborizaba increíblemente y pedía que la limpiasen. Sheena le quitaba los pañales, le limpiaba el culito y la entrepierna, echaba polvos de talco y le ponía pañales nuevos. Un par de horas más tarde se repetía toda la escena. Me fui a mi despacho para hablar con Venus, mi hermanastra. Ella vestía en ajustado cuero negro y se la veía feliz.
-¿Qué hay de la nueva joya?-preguntó. -Está bajo los efectos del tratamiento laxante-le respondí. -No acabo de entender porque tu padre usaba ese tratamiento pero debo admitir que funciona. -¿Estabas aquí los primeros días de Marfil y Yegua, no? -Sí, tu padre pensaba que tú serías su sucesor, pero a ti parecía no interesarte convertirte en maestro, así que me tomó como ayudante y aprendiz. -Eso mismo pensaba yo durante mis primeros dos años de universidad, pero algo ocurrió y me di cuenta de que es mi destino ser maestro. -¿Y qué vas a hacer con ella?-preguntó Venus. -¿Qué vamos a hacer, Venus? Supongo que seguir los métodos de papa, ¿los conoces? -Por supuesto, yo fui su ayudante con Marfil y con Yegua. Lo sé mejor que tú. -Ya lo sé. Técnicamente tú eres mejor, pero no tienes mi imaginación. Cuando salimos Sheena estaba volviendo a cambiarle los pañales a Zanahoria. -No le eches polvos de talco, Sheena. Cómele el coño, esclava-ordenó Venus.
Yo le puse una mordaza roja a Zanahoria mientras gemía y ordené a Venus que le atase los brazos y las piernas a una especie de potro de tal forma que no pudiese tener ningún control sobre su entrepierna.
Zanahoria estaba completamente estirada hacia atrás mientras Sheena obedecía, exprimiendo aquel coño, Zanahoria tuvo un orgasmo con los primeros lametazos.
Ella me había enseñado que podía mantenerse excitada (sin correrse) durante períodos de tiempo bastante largos pero en esos instantes no era capaz de controlar su propio cuerpo y Sheena era una experta comedora de coños; todas mis esclavas son capaces de hacer maravillas con sus lenguas.
Sus cuerpos están perfectamente entrenados para proporcionar tanta satisfacción como sea humanamente posible. Zanahoria estaba en el límite de su segundo orgasmo y Sheena tenía su barbilla empapada con sus jugos.
-Para, Sheena-grité mientras Zanahoria movía sus caderas más de lo que yo quería.
Me puse a su lado y le pellizqué los labios vaginales. Empecé a juguetear con ellos, ella deseaba correrse desesperadamente y yo quería que aquello durase una eternidad. El tratamiento estaba funcionando a la perfección; se había dado cuenta de cuán débil era y no fue capaz de quejarse cuando le golpeé el muslo izquierdo.
Cogí un consolador de considerables dimensiones y lo deslicé con facilidad en su acogedor y mojado coño. Zanahoria intentó gemir mientras iba hundiendo el falso pene y los jugos goteaban y le corrían por los muslos. Hundí el consolador hasta la base. Sabía que aquel tapón la mantendría en el límite de un nuevo orgasmo, evitando que lo alcanzase.
-Bien, mi pequeña esclava; ¿has comido polla alguna vez?-le pregunté mientras le quitaba la mordaza. -No. -No, esa no es una respuesta-grité y le pellizqué incompasivamente uno de sus pezones a través del camisón. -No… Maestro-contestó con dolor. -Así está mejor. Tienes mucho que aprender, Zanahoria. -Sheena, dale algo que pueda chupar- y le puso la punta de un plátano en los labios. -Tienes que lamerlo como si fuese una polla. No puedes morderlo, quiero que este plátano esté empapado de tu saliva en un par de minutos.
Venus sabía perfectamente que estaba haciendo cuando había atado a Zanahoria. Mi esclava a duras penas podía levantar la cabeza un par de centímetros, lo suficiente para lamer la punta del plátano pero del todo punto imposible para lamerlo todo.
Zanahoria hacía esfuerzos sobrehumanos y Sheena, poquito a poquito, le acercaba el plátano a la boca. Finalmente lo consiguió y todo el plátano quedó enterrado en su garganta, que había ganado volumen según la fruta iba abriéndose camino.
Zanahoria volvió a orinar otra vez, solo que con un consolador en el coño. Los efectos del líquido que le habíamos suministrado desaparecerían en un par de horas.
-Zanahoria, da las gracias a Sheena comiéndole el coño.
Sheena se sentó sobre Zanahoria, con su entrepierna exactamente sobre la boca de Zanahoria. Ésta se sintió sorprendida al principio y no reaccionó.
Le di otro de mis pellizcos (duelen horrores) en un pezón y reaccionó de inmediato. Casi me corro pensando en la reacción de sus pezones ante el contacto de mis pinzas favoritas, las de oro.
A Sheena se le ordenó que no se corriese a no ser que Zanahoria hiciese un trabajo fuera de serie, cosa que en aquellos instantes no era, precisamente. Se la veía tan tímida lamiéndole la rajita a su canguro que daba una imagen patética.
-Zanahoria, estoy seguro de que lo puedes hacer mejor-dije-Sheena se nos va a quedar dormida si sigues haciéndolo así.
Sheena se entretenía jugando con los pezones, deliciosos por otro lado, de Zanahoria y se iba excitando más mientras montaba la lengua de Zanahoria. Llamé a Marfil y a Yegua y les ordené que acariciasen el cuerpo de Zanahoria.
Se colocaron al lado de su estirado cuerpo y sus manos y lenguas acariciaron el indefenso cuerpo de mi nueva esclava. Marfil estaba lamiéndole el ombligo, Sheena empezó a gemir, sus movimientos mostraban que Zanahoria había progresado bastante.
Zanahoria se lo estaba pasando de fábula, cosa que no me gustó, así que hundí más el consolador en su coño y le palmeé los muslos para que se le pasase un pelín la calentura. Estaba tan mojada que el anillo de su coño brillaba intensamente bajo los reflejos de la luz. Venus empezó a comerle lo que quedaba de coño.
Zanahoria estaba en el paraíso mientras su cuerpo luchaba contra sus ataduras. «Papá, eres genial» pensé mientras Venus, una fabulosa comedora de coños (papa fue su maestro y no hay nadie como papá) hacía gala de sus mejores virtudes mientras Zanahoria continuaba luchando.
Agarré a Yegua del pelo y la separé del pezón erecto de Zanahoria que había estado lamiendo mientras Venus comía coño. La puse a cuatro patas y llamé a Alf que vino de inmediato.
-Señor-dijo en su voz de mayordomo. -Pensamos que Zanahoria merece tu descomunal pene negro en su coño. ¿Quieres la polla de Alf dentro de ti, Zanahoria?-pregunté.
Zanahoria no tenía forma de responder ya que su lengua estaba profundamente enterrada en el coño de Sheena. Alf se bajó los pantalones de mayordomo, no llevaba calzoncillos, y su polla estaba lista para combate.
Venus, con su barbilla empapada en los jugos femeninos de Zanahoria, me dio un beso francés compartiendo conmigo el zumo de Zanahoria. Marfil daba un masaje corporal a Zanahoria que estaba a punto de un nuevo clímax.
Alf hacía gala de una erección de premio Guinness y Sheena y Yegua la guiaron al coño chorreante de Zanahoria.
Zanahoria no era consciente de lo que ocurría cuando sintió el contacto de la cabeza de la polla de Alf contra sus labios vaginales (que bonito estaba mi anillo). Empezó a moverse intentando abducir todo el monstruo pero Alf sabía que tenía que hacer. Sólo estaba para juguetear con ella, no para hacerla feliz. Yo desnudaba a Venus, separándola de su apetecible piel de cuero.
Le ordené que se echase en el suelo y me la follé enfrente del mayordomo. Alf continuaba haciendo sufrir a Zanahoria, introduciendo ligerísimamente su pollón negro, haciéndola arder en deseos de correrse y retirándose para evitar que pudiese cumplirlos. Venus se lo pasaba bien, llegando a pasar sus piernas por encima de mis hombros.
Marfil cogió una mordaza de bola y se lo puso a Zanahoria en la boca mientras yo observaba como Sheena se follaba a sí misma haciendo usa de un consolador de dos cabezas.
Zanahoria lloraba de excitación mientras la monstruosa polla de Alf aumentaba de tamaño y a duras penas conseguía evitar penetrar el coño de Zanahoria. Le ordené que parase el jueguecito y que retrocediera.
Los jugos chorreaban del nido del amor de Zanahoria; como recompensa permití a Alf que complaciera a Venus, yo ya había terminado, y mi hermanastra adora ese descomunal pene negro. Venus gimió mientras aquel pedazo gigantesco de carne la empalaba.
Ordené a Sheena que mi lamiese la polla mientras continuaba proporcionándose placer y acaricié el hinchado coño de Zanahoria con mis dedos. Le di un cariñoso pellizco en sus hinchados labios vaginales y su cuerpo reaccionó violentamente. Se mostraba tan sensible mientras jugueteaba con mis dedos en su clítoris que sus gemidos retumbaban a través de la mordaza.
Sheena hospedaba toda mi virilidad en su boca mientras se la hundía y retiraba de la garganta, ella estaba haciéndome una de las mejores gargantas profundas de su vida. Retiré mi polla de su boca para no correrme y volví mi atención a la agotada, aunque continuaba luchando, Zanahoria. Era la estrella de la película y no le estaba prestando suficiente atención.
El consolador había cedido bastante así que se lo volví a meter del todo mientras le metía un finísimo vibrador en el ano. Lo conecté y Zanahoria se puso histérica. Su cuerpo empezó a sacudirse espasmódicamente y sus dientes repiqueteaban contra la mordaza. Jugué con ella unos minutitos y entonces abrí un cajón y alcancé un cinturón de castidad del siglo XV (papá también era un coleccionista bastante particular).
Se lo enseñé a Zanahoria, que tenía los ojos cerrados por la mezcla de profundo placer y dolor y le ordené que los abriera. El temor apareció en sus ojos cuando vio el cinturón.
Alf elevo las piernas de Zanahoria para que pudiese colocarle el cinturón de castidad. Su cuerpo continuó sacudiéndose cuando Alf volvió a dejar sus piernas sobre el potro y el repiqueteó de metal contra metal sonaba delicioso.
Cuando el cinturón estaba bien colocado lo cerré y ordené a Sheena que desatase a Zanahoria (eso sí, le tuvo que atar las manos) y la dejamos sola en la habitación.
Estábamos agotados y los esclavos sabían que iba a ocurrirle a Zanahoria, a fin de cuentas todos habían pasado por eso. Mientras descansábamos yo sabía perfectamente que cualquier resquicio de resistencia por parte de Zanahoria se había acabado de quebrar. Después de un par de horas volví a la habitación y vi a Zanahoria, con su cuerpo sacudiéndose con el ritmo del vibrador. Le quité el cinturón de castidad y apagué el vibrador; ella cayó desmayada en mis brazos. Zanahoria se había corrido más que todos los demás juntos y su culo estaba enrojecido y los anillos en su coño brillaban con la luz.
Alf me ayudó y la subimos a su habitación. La dejamos acostada en la cama, con las manos atadas y juntas a uno de los palos del cabecero. Echada sobre la cama diagonalmente unimos sus tobillos y los atamos a la esquina contraria de la cama. Le puse una venda sobre sus ojos y una mordaza para que no nos molestase cuando se despertase.
Me eché sobre su cuerpo inerte y mordí delicadamente sus pezones. Ella gimió presa de un ligero dolor y le acaricié el coño.
-Hasta luego, Zanahoria; que tengas dulces sueños.