Sucedió de pronto
Lo que voy a contar, ocurrió hace unos 15 años.
Entonces yo era adolescente y prefiero ocultar mi nombre.
Recuerdo que estaba hecho un toro.
Todo el día pajeandome.
Conocía alguna que otra chica, con la que me daba algún que otro besito pero nada más.
Pero tengo que hablarles de mi hermana.
Era y es una mujer no especialmente atractiva o guapa pero sí muy sexual.
Es seis años mayor que yo. Tiene algo que atrae a los hombres, y que les hace pensar que lo van a pasar muy bien con ella en la cama.
Por aquel entonces ella pasaba de los 20 y era una chica muy experimentada.
Había salido ya con muchos hombres, y según ella misma contaba a sus amigos e incluso a mí también había probado con un montón de cosas.
Desde salir con algún personaje famoso hasta hacer viajes astrales.
Creo que en aquella etapa de su vida ella estaba como muy quemada puesto que los hombres sólo se interesaban por el sexo. El suyo.
Voy al grano. Un día estaba tumbado en la cama haciéndome una paja, de las muchas que me hacía al día, cuando me di cuenta de que la puerta estaba cerrada pero no tenía cerrojo.
Y lo había hecho a posta. «Estoy loco», pensaba.
Podía entrar alguien. Pero sabía que mis padres no estaban. No había nadie. Pero me equivoqué.
Cuando la tenía completamente dura y me la estaba meneando se abrió la puerta de golpe. Vi a mi hermana. Fue sólo un instante.
Que volvió a cerrarla . Me había pillado. Estaba temblando.
Pero vuelve a abrir la puerta, entra y cierra.
Recuerdo que llevaba un camisón y estaba muy despeinada. Se sentó en la cama y me cogió la polla con la mano derecha. Alguien me había dicho lo bien que hacía las pajas mi hermana, cosa que me costó muchísimo.
Comenzó a subirme y bajarme la verga pero lo hacía moviendo los dedos como si estuviera tocando una flauta.
Al principio lo hacía despacio, y poco a poco con mayor rapidez.
Al tiempo que como ya digo iba de abajo a arriba. La mano se le impregnaba de mi flujo.
En ningún momento me llegó a tocarme los huevos como así lo han contado algunos indiscretos.
Pero sí que hacía una cosa, ponerme dos dedos, el índice y el corazón debajo.
Entre los huevos y el culo.
Me masajeaba.
Luego volvía otra vez a manipularme la polla, ya casi de una forma vertiginosa, apoyándose en la fuerza de su brazo.
Me ponía también un dedo en dedo en el orificio de la orina, mientras movía los dedos, en su recorrido.
Cuando creí que me iba a correr, se detuvo y volvió a poner los dedos debajo de los huevos, presionando.
Entonces empezó a salir como un surtidor ardiente.
Llegué a ponerle pérdidas la cara y su camisón, y también mi propio cuerpo.
Terminado «su trabajo», salió sin decir nada. No volvió a suceder nunca más. Todavía no sé porqué lo hizo.