Su ginecóloga se había trasladado de ciudad y ahora le tocaba un ginecólogo
Alicia estaba algo nerviosa hoy. Le tocaba ir a su ginecólogo para la revisión anual.
No era el primer año que le tocaba hacerlo. Ya lo había hecho tres veces más.
Pero lo había hecho con una ginecóloga, una doctora de 45 años, y con ella había sido muy fácil.
Pero esa doctora se había trasladado a otra ciudad, y este año le tocaba un nuevo ginecólogo.
Ella se había informado, y se trataba de un doctor, un hombre.
La idea de que fuera un hombre, un desconocido, el que le hiciera la revisión le incomodaba. Y estaba nerviosa por ello.
Llegó a la consulta, y esperó unos quince minutos hasta que la enfermera la llamó.
Entró a la consulta. La enfermera le dijo que se desvistiera y se pusiera una bata.
Esta parte ya sabia como iba, se desnudó totalmente y se puso la bata, que se cerraba por atrás y le llegaba a las rodillas. Esperó sentada en la camilla.
El doctor Pérez estaba en su mesa, en una habitación al lado de la sala de consulta.
Tenia en sus manos el historial medico de su siguiente paciente. Se llamaba Alicia. Era una nueva paciente nueva.
Se la habían pasado después de que la doctora Gómez, una colega suya, se hubiera trasladado a otra clínica.
Sus pacientes se los habían repartido entre los otros tres ginecólogos del centro.
Pérez tenia 55 años, y llevaba casi treinta como ginecólogo.
Había tratado a todo tipo de mujeres: jóvenes, viejas, maduras, guapas y feas.
Si había tenido algún tipo de nervios o apuro por este tipo de trabajo, habían pasado hace muchos años ya. Al principio se metió de ginecólogo porque no había encontrado plaza de otra cosa.
De joven quería ser medico de cabecera, pero al especializarse, pudo encontrar mas fácilmente plaza.
Pero eso no quería decir que no le gustara su trabajo. Si que le gustaba. En el terreno personal, hacia cinco años que estaba divorciado, y tenia dos hijas, una de 32 y otra de 26 años.
Observó detenidamente el historial de Alicia. Se fijó que había nacido el mismo mes y año que su hija menor.
Un dato curioso, aunque en días diferentes. Alicia había tenido hace dos años una operación de quiste en los ovarios. Algo bastante corriente. Tendría que examinarla a fondo, para comprobar que todo fuera bien.
Pérez entró en la consulta. Alicia estaba sentada en la camilla. El Doctor se acercó a ella con el historial en la mano.
-Buenos días, Alicia. Soy el Doctor Pérez, tu nuevo ginecólogo. Cómo estas?
Alicia se quedó mirando al doctor. Era mas mayor de lo que había pensado. Quizás creía que su nuevo doctor seria un hombre de no más de 40 años. Pero este tenia aspecto de tener unos 50, quizás algo mas. Así que seria este señor mayor el que la tocaría por todos lados. Podría ser su padre…
-Hola doctor. Pues estoy bien. Algo nerviosa, eso sí.
-No te preocupes. Ya veras como todo sale bien.
El Doctor se fijó que la joven se parecía algo a su hija.
Como ella, era delgadita, de cara mona, y con el pelo pelirrojo. Hasta el peinado era similar. Por un momento, le dio la impresión que estaba visitando a su hija.
-Bien, Alicia, me he leído tu historial, y estoy al tanto de la operación que te hicieron hace un par de años. ¿Has tenido algún problema desde entonces?
-Pues no. Las primeras semanas me costó mucho recuperarme, pero luego ya todo fue bien, y desde entonces no he tenido ningún problema. El año pasado, en mi ultima revisión, todo estaba bien.
-Perfecto. Bueno, comenzaremos a examinarte. Por favor, descúbrete los senos.
Alicia se quedó sorprendida.
No era algo que no hubiera tenido que hacer en otras revisiones, naturalmente, pero con su ginecóloga esta parte era al final.
No al principio. Bueno, no necesariamente todos los médicos tenían que hacer las cosas por el mismo orden.
El doctor Pérez se giró y dejó el historial sobre una pequeña mesa cercana, apartándose un par de metros de Alicia.
Al girarse, observó como esta se había ya desabrochado la bata por detrás y la dejaba caer a la altura de su cintura.
Desde luego, la chica era muy hermosa. Tenia una par de senos muy bonitos, redondos y firmes. El Dr. se acercó y comenzó la exploración mamaria. Con cuidado empezó a palpar cada seno, en busca de alguna irregularidad.
Sin duda eran naturales. Nada de operados como últimamente solía ocurrir con muchas de sus pacientes.
Desde luego no le hacia falta a la chica. No estaban nada caídos, eran compactos pero al mismo tiempo esponjosos, y su forma era perfecta. Mientras hacia esto, hablaba con la chica, para que esta no estuviera nerviosa.
-Sabes, últimamente me vienen muchas pacientes con los senos operados. Se ve que esta muy de moda. Eres de las pocas que no las tiene operadas.
-Bueno, la verdad es que me da mucho miedo eso de operarme, de lo que sea. Y por otra parte creo que están bien así. Vamos, que no me los veo tan mal como para tener que operármelas.
-Haces bien. Tus senos son muy bonitos. Además no soy muy partidario de ese tipo de operaciones, siempre que no sea por una causa estética grave, o por alguna operación de cáncer de mama, en donde si que es necesario. En tu caso no hace falta para nada.
Consérvalos así.
-Mientras pueda, así lo haré.
La exploración mamaria concluyó sin novedad.
El Dr. Pérez se acercó a la mesa y apuntó un par de cosas en el historial. Alicia, sin saber muy bien que hacer, se quedó donde estaba sentada, y con los senos descubiertos.
Con su doctora, esta era la parte final del examen y se volvía a cubrir.
Pero aquí era el principio, y no sabia muy bien que tocaba ahora.
Los nervios no le dejaban pensar a Alicia que podía perfectamente cubrirse sus senos, pues el resto del examen ya no interesaba esa zona. Pero ella siguió así.
El Doctor, después de escribir un par de cosas en el historial, volvió a girarse hacia Alicia.
Esta seguía con los senos al descubierto. Que raro, pensó, esperaba que se hubiera subido la bata otra vez.
Bueno, no le dio mayor importancia. Que se la subiera cuando quisiera. Además, la vista de esos magníficos pechos era genial. No le desagradaba para nada el poder contemplarlos otro rato mas.
-Bien, Alicia. Ahora túmbate en la camilla. Vamos a ver si lo de tu operación esta en orden.
Alicia se tumbó. Tampoco se subió la bata.
-Puedes quitarte la bata de las piernas?
El Doctor quería realmente decir que se subiera la bata hacia arriba, para dejar al descubierto su sexo, pero ella lo entendió mal, y creyó que le estaba pidiendo que se la quitara del todo, que se quedara desnuda.
Y así lo hizo. Se recostó un poco a un lado, y se quitó la bata, dándosela al doctor.
-Tenga.
-Oh. Ah. Vale. Te dejo la bata aquí, en esta silla.
El doctor se extrañó. Por regla general, todas sus pacientes eran muy vergonzosas, sobre todo las mas jóvenes, y siempre procuraban taparse bien y enseñar lo mínimo posible y el menor tiempo posible.
Y eso que a esta chica se la notaba nerviosa. Y si la decía algo, igual se ponía mas nerviosa todavía. Mejor no darle importancia.
Sin embargo, no pudo evitar mirarla. Estaba ahí, tumbada delante suyo, totalmente desnuda, y con un cuerpo de aupa.
Si sus senos eran perfectos, lo mismo podía decirse del resto de su cuerpo. Lo tenia como una modelo de revista.
Por un momento, sintió envidia del novio de la chica, si es que lo tenia, por la suerte que este tenia de poder gozar de un cuerpo así.
Bueno, suponía que ella tendría novio. Algo seguro, porque, con ese aspecto tan imponente, podía tener al que quisiera de novio.
-Abre las piernas todo lo que puedas, por favor.
El Doctor se sentó en un taburete que tenia para la ocasión. Se puso enfrente del sexo de Alicia.
Estaba depilado y tenia una franja de vello púbico con forma ligeramente triangular.
Era de color negro. Comenzó a separar sus labios vaginales con los dedos, ayudado por una pequeña linterna para ver mejor el interior de su vagina.
Palpó las paredes interiores de la vagina.
De repente se imaginó al hipotético novio de la muchacha haciendo lo mismo, pero sin guantes, claro.
Se imaginó un pene joven y vigoroso penetrando por esos labios y esa vagina que ahora él tocaba con sus manos.
Debía de ser maravilloso el poder penetrar el cuerpo perfecto de esta diosa que tenia delante de él.
Eran unos pensamientos que no solía tener con sus pacientes. Pero había algo en esta chica que le atraía y le estimulaba.
No era solo su juventud y su indiscutible belleza. Era algo mas.
Quizás es que, después de cinco años de divorciado, añoraba la compañía femenina, pues no había buscado salir con otras mujeres.
O quizás era también el morbo que le causaba el parecido de Alicia con su propia hija.
Entonces se imagino que lo que tenia delante era el sexo de su hija. De hecho, tenia que ser muy parecido a lo que ahora tenia delante.
Después de cinco minutos, mas de lo habitual, terminó el examen vaginal.
-Ahora te introduciré esta sonda. Lleva un pequeña cámara. Supongo que ya la has visto antes.
-Si. Mi anterior ginecóloga la utilizó conmigo una vez.
-Bien. Debes de ponerte a cuatro patas encima de la camilla, mirando a la pared.
Alicia así lo hizo. Se incorporó, se puso de pie en el suelo, y luego se dio la vuelta, para subirse a la camilla apoyándose en las rodillas.
El Doctor Pérez contemplaba la escena casi hipnotizado.
Ahora podía ver todo el cuerpo del a chica en movimiento.
Había visto esta escena cientos de veces con otras mujeres, pero estas llevaban la bata puesta.
Salvo en muy contadas ocasiones, alguna había estado así, desnuda del todo, delante suyo.
Sus pechos moviéndose grácilmente, su sexo depilado, sus piernas largas y estilizadas, su culo respingón, su barriga casi inexistente.
Era todo un espectáculo verla. Se fijo también en un detalle, y es que Alicia no tenia marcas en la piel.
Era septiembre, y la chica tenia la tez morena, pero no tenia marcas blancas ni en sus senos ni en su culo.
Eso quería decir que había tomado el sol durante el verano desnuda. La chica tenia que haber ido a alguna playa nudista. Se imagino la idea de encontrársela algún día en una playa nudista.
Alicia esperó, a cuatro patas, sobre la camilla, mostrando su vagina al Doctor. La visión volvía a ser espectacular. Las ganas de penetrarla ahí mismo surgieron en la mente del Doctor.
La chica era tan preciosa. Estaba tan buena, que tuvo que quitarse esos pensamientos de la mente. Había que ser profesional.
Mientras con su mano derecha introducía la sonda, con la izquierda tocaba ese culo maravilloso, de forma sutil.
Con un monitor a su lado, observaba las imágenes que ofrecía la sonda. Fue repasando toda la vagina, y fue introduciendo cada vez mas el aparato.
Este media 20 cms, y al final lo metió todo dentro. Alicia suspiraba de vez en cuando, sintiendo esa cosa dentro de su ser.
Para ella era como tener un pene erecto ahí dentro, pero mas frío, sin sentir como bombeaba la sangre de su amado.
La chica se estremeció varias veces. Detalle que no paso por alto el Doctor. La estaba excitando. Después de diez minutos, extrajo la sonda.
-Todo esta bien, Alicia.
-Me alegro.
-Bueno, ya puedes vestirte. Hemos terminado.
Alicia se levantó y se acercó a donde estaba la bata, para ponérsela.
El Doctor Pérez la observó. Vio como sus pechos perfectos se movían al andar, pero con gran firmeza.
Al darse ella la vuelta, tuvo un primer plano de su culo. Era precioso también. Que chica tan guapa tenia delante.
-Ves, como todo ha ido bien? Bueno, pues ya nos veremos en la siguiente visita.
-¿Dentro de un año, entonces?
-No. Mejor dentro de seis meses. Como no tengo la agenda muy repleta, mejor así.
-Ah. Bien, Doctor… Pues hasta dentro de seis meses.
El Doctor Pérez se despidió de Alicia y pasó a su despacho.
Estaba excitado por lo ocurrido. Le había salido lo de los seis meses sin pensarlo.
Pero quería volver poder ver a Alicia cuanto antes mejor.
Y comenzó a pensar en la forma en que podría hacer lo mismo con sus hijas…
No seria difícil, ambas tenían consulta en este mismo hospital…
Muy buen relato. No necesariamente uno debe ser ginecologo para poder un cuerpo hermoso. Compadezco al pobre Médico. Quedó recaliente y yo también.