La cena de negocios I

Mi marido cumplió 40 años hace dos día yo tengo 33.

El es un hombre de negocios , y le va muy bien, vivimos en una gran mansión a unos kilómetros de la ciudad.

A menudo invita por sus negocios a hombres o a matrimonios a cenar a casa.

Aquella noche había invitado a tres catalanes por la noche, lo único raro es que había dado el día libre al servicio y había contratado un mayordomo y una cocinera para aquella noche.

Me dijo que me pusiera guapa como siempre , cosa que procuré realizar.

Terminada la cena pasamos a nuestro gran salón con chimenea y el mayordomo sirvió unas copas.

En ese momento mi marido dijo como quien no quiere la cosa.

– Mi señora a cometido una falta en público y como me han enseñado las faltas públicas deben de ser corregidas públicamente.

– ¿ A qué te refieres pregunté ? sin saber de que iba la cosa.

– En una de las últimas fiestas dijiste que no te importaría tener alguna aventurilla o cometer alguna extravagancia en el terreno sexual para salir del aburrimiento.

– ¿ Pero ?

_ Ahora debes ser castigada, lo aceptas verdad ?

Comprendí que me iba a dar un capricho muy especial, aunque debía tener el valor de aceptarlo

– Sí lo acepto.

Nuestros invitados no sabían que decir. Ustedes contribuirán desde luego de lo contrario no habrá negocio.

Mi marido llamó al criado y le dijo que me acompañara a la habitación y me preparara para el castigo.

Al llegar a la habitación el mayordomo me dijo desvístase totalmente. Quedé paralizada. No me ha oído, prefiere que yo lo haga.

Obedecí , permanecí de pie ante aquel hombre desnuda con mi pelo rizado y negro, mis pezones esplendidos, mi coño deseable y mis rotundas nalgas.

Me rodeó magreándome a su antojo las tetas y el culo, para introducirme finalmente un dedo en el sexo y decir, estás húmeda zorra te calienta saber que pronto tu boca y tu culo serán ocupados, además de que serás azotada como una perra para mostrar tu sumisión.

Ahora vistete me dijo indicando unas cosas.

Qúe ironía decir que me vistiera, unas medias negras, un liguero a juego, sin bragas con lo que mi sexo y mi trasero estaban bien desnudos y remarcados por la lencería, y una especie de combinación de rejilla que transparentaba todo: tetas,nalgas y sexo.

Unas sandalias de tacón altísimo completaba el equipo.

Cuando íbamos a salir me levantó la combinación y me propinó dos sonoras cachetadas en las nalgas que me hicieron estremecer.

Tú marido quiere que cuando llegues tu culo ya esté rojo. Cuando los señores acaben contigo serás mía.

Llegamos al salón, mi marido dijo eres libre de aceptar el castigo, pero si lo aceptas no podrás negarte a nada. -Aceptas ? Acepto contesté asustada y excitada a la vez.

– Roberto proceda dijo mi marido dirigiéndose al mayordomo.

Roberto me cogió de un brazo y me acercó a los sillones donde estaban los invitados, les dijo ¿ Qué les parece la perra que va a ser azotada, pueden tocarla si quieren.

Entonces uno a uno fueron haciendo una completa revisión manual de mi cuerpo, magreando mis esplendidas tetas a través de la rejilla, pellizcando y penetrando mi culo con manos y dedos y finalmente palpando bruscamente mi sexo húmedo. Incluso alguno me besó en los labios y me mordió los pezones.

– Terminada la presentación de la rea,dijo Roberto, vamos a anunciar el castigo. La perra se arrodillará en los cojines del centro del salón, se le vendarán los ojos para que no vea quien la folla ni la usa, se le ataran las manos a la espalda y la acuerda se atará en el techo elevándola lo suficiente para que deba inclinar la cabeza y levantar el culo.Luego se le levantará la indumentaria por detrás dejando desnudos los globos de sus nalgas y se la marcará con 30 golpes de fusta , uno por cada día de este mes.

Así comenzó a hacerse, antes de vendarme los ojos con un pañuelo negro, Roberto me dió a besar la fusta, luego se puso detrás mía y empezó a masturbarme delante de todos.

A pesar del miedo al dolor mi excitación era máxima y me retorcía de placer allí en medio, mi marido me miraba con una sonrisa cínica.

Finalmente me vendó y me ordenó que fuera contando en voz alta los golpes y añadiera a cada uno «gracias por domar a esta puta».

Al primer golpe mi culo se retorció exhibiéndose aún más, cada azote me marcaba y escocía terriblemente hasta llevarme a las lágrimas. Roberto golpeaba con una fuerza suficiente y mecánica.

Terminado los 30 golpes continuó anunciando.

La perra será lubricada con vaselina en su orificio trasero, uno de los invitados se colocará delante de ella ofreciéndole su miembro para que muestre su grado máximo de complacencia y sumisión, otro se colocará detrás y la enculará sin miramientos y a su gusto.

Como fue dicho se cumplió, mi culo dolorido sintió el taladro implacable de una polla gorda y dura.

Mientras mi boca y mi lengua recorrían con fruicción desde los huevos a la punta de otro miembro que se me ofrecía.

Yo con los ojos vendados no podía ver nada, solo sentir.