Dominio en un despacho

Me llamo A. , y soy abogado ; casado ; tengo mi propio bufete y una próspera posición social , con un eficiente pasante desde hace años.

Pero , más joven , tuve una secretaria…

Porque mi historia es la de ella y mía , de los dos .La historia de un día de finales de verano , cuando los días se acortan y el calor languidece.

María Elvira era diplomada universitaria, llevaba dos años conmigo como pasante y era la culpable de que las labores de oficina se dulcificaran; su tímida compañía le había dado color a las largas y aburridas tardes de abogacía , recursos , interdictos y gestiones inmobiliarias . No me malinterpretes , no aborrezco mi oficio , pero ya no era lo mismo desde que , con veintidós años , una pálida «jipi» cohibida de ojos miel claros entró por la puerta del despacho solicitando la plaza de secretaria de mi incipiente bufete.

Me ganó en aquel momento su apocado carácter , como el de una niña impúber pero abrigada en la lozanía de una veinteañera. Pues de Elvira sospeché un bonito cuerpo , torpemente cubierto por un blusón floreado y unos jeans viejos descoloridos. Confieso que también me ganó su aspecto .

Dos años más tarde el desconcertante corte de pelo de chico y las ropas desangeladas habían dejado paso a una bonita cabellera rizada color caoba , recogida graciosamente en una cola , que enmarcaba su levemente bronceado rostro infantil , un conjunto gris de pantalón y chaleco entallado de lino sobre un top morado que ceñía sus breves pero contorneados pechos.

Si desde ya el primer instante no me había resultado indiferente , con el paso del tiempo había prendido cada vez más mi interés por ella : me gustaba , y cada vez más . Y por más que intentara evitarlo , la espiaba sesgadamente cuando se inclinaba ordenando fotocopias , o con ella sentada al teclado le dictaba documentos en pié a su lado siguiendo mis ojos el recorrido de su nuca desnuda , la curvatura de sus caderas , la marca de su sujetador en la axila o , instante glorioso , la visión fugazmente adivinada entre los botones de su blusa de una teta orlada por la puntilla de su lencería íntima.

Pero del interés pasé a la obsesión más enfermiza ; los días sin su compañía se habían vuelto grises y desesperantes , monopolizaba todas mis ensoñaciones y ocupaba mi mente sedienta cada día más con un apetito agobiante que no lograba sacudirme de encima.

Y lo peor eran los celos ; sí , las noches del fin de semana anhelaba verla y no podían tener peor conclusión si era en compañía de un «rival», aun cuando su timidez la volvía distante y huidiza al trato personal fuera del limitado círculo de sus amigas habituales , y ello me incluía a mí pues apenas lograba algo más que un embarazoso mohín de saludo al cruzarnos por la calle.

En fin , estaba «encoñado» de una mujer inaccesible pero , de cierta manera , sometida a mi voluntad . Y el encaprichamiento que sentía yo por Elvira estaba revestido de sentimientos desconcertantes ; sufría inoportunas erecciones cuando cubría el talón de su semanada , o cuando condescendía concediéndole un día libre o aconsejándola acerca de alguna cuestión personal. Pues dentro del horario laboral , paradójicamente nuestra relación era francamente cordial y , al menos así me gustaba verlo a mí , me correspondía con cierto afecto. Lo cual era un acicate para mi delirio y un incremento de mis torturas , pues no sabía cómo satisfacer mis deseos sin romper las reglas sagradas de separar trabajo y placeres.

Podrás adivinar que un día las cosas tomaron un rumbo inesperado.

Era una tarde de viernes, tras una dura semana de trabajo que tocaba a su fin ; y al repertorio de imágenes placenteras que me había regalado sin percatarse se había añadido las de contemplarla con su ajustado pantalón de lino recitando sus caderas y susurraba a mi vista la contenida feminidad de sus nalgas ; llevaba una hora seguida a contraluz del ventanal , y me regalaba fugaces secuencias de su lencería íntima , de un opaco color negro ciñendo su piel débilmente bronceada.

Sin poder evitarlo , hice un chiste malintencionado sobre su pantalón y lo deliciosamente revelador de su magnífica región pélvica ; su respuesta fue un profundo rubor que ocultó apresuradamente mientras salía de la oficina tartamudeando nerviosamente que era hora de preparar el café. Mas con tal precipitación que , azorada , tropezó con un anaquel atestado de archivadores y provocando su caída sobre mí sin poder apartarme. Rodamos los dos entre papeles , y , superada la sorpresa inicial , gocé plenamente de su sensual inmediatez reaccionando con una rápida erección.

Aturdida por el golpe tardó en percatarse de la situación y reaccionó rechazando el contacto que yo estaba manteniendo indolentemente , pero su determinación no lo era tanto como la mía de mantenerla en tal proximidad ; con los dos de rodillas en el suelo , alcé su cara aniñada para ver que un hilillo de sangre bajaba por su labio y un moretón surgía de su frente ; su cara ardía de sonrojo y quiso rechazar la caricia , mascullando nerviosamente que no tenía importancia ; con el corazón palpitándome como un loco , tuve una rápida erección ;la entrepierna me ardía y pugnaba por manifestarse , panorama entrevisto sesgadamente por ella al bajar la vista ; ese segundo en que , desorientada más por el sonrojo que por el golpe , se agarrotó su voluntad , me permitió tomar la iniciativa.

Inclinándome sobre ella rocé con mis labios sus sienes mientras asía sus brazos inmóviles en sus costados ; esperé una reacción por su parte , pero solo sentí que su corazón se aceleraba ; mi lujuria aceptó su pasividad como un reto .

Más nervioso yo que ella , deslicé mi mano derecha bajó hasta su cadera para rodear su delgada cintura y aproximarla a mí a la vez que alzando su barbilla , empecé a besar su rostro ; ella no respondía a mis caricias , y decidí no precipitarme , pasando varios minutos de besos breves por su dulce cara con su pelo ensortijado entre mi mano izquierda ; empezó entonces a relajarse pero sin ceder ápice en su pasividad , aunque su respiración se tornaba más jadeante : estaba respondiendo , y entonces empecé el juego en serio.

Le susurré que la quería , convencido incluso yo mismo de mi sinceridad , y con mi lengua introduciéndose dentro de su boca empecé a acariciar más profusamente su anatomía ; primero mi mano derecha retrocedió, dentro de su blusa , hacia su pecho y pude sentir la suave brevedad de su teta izquierda ; le mordí un labio antes de rodearla y ponerme a su espalda; seguíamos de rodillas , mi polla hinchada apretada contra su culo , cuando empecé a despojarla de su top , descubriendo su pecho , mientras que el lino de su pantalón cedía paso a mi otra mano que se deslizaba circunvalando el perímetro de su braga ceñida a su pubis.

Susurrando le ordené que bajara su mano por su espalda , lo que obedeció agarrándome la polla que ya asomaba fuera del calzoncillo ; en ese momento las caricias en los pezones los habían inflamado , duros y firmes manifestados contra la tersura de su sujetador ; deslizando el lino por sus suaves caderas descubrí sus muslos dorados , perfilados por el negro de su braguita que impertinentemente ocultaba una región anhelada tantas noches por mis ojos ; con mi polla entre sus manos la giré hacia mí , para poder agarrarla por sus nalgas ; apenas me estimulaba , pero su inactividad precisamente me excitaba aún más ; tenía unas nalgas poco voluminosas , escurridas pero redondeadas , pero su pelvis era amplia y muy femenina y mis dos manos descendieron desde su espalda por su culo hasta sus ingles , por dentro de la breve tela que la cubría ; mordí su cuello con suavidad al alcanzar el orificio anal con un dedo ; con los dientes mordí el tirante de su sujetador y lo deslicé por su hombro abajo al momento que perseguían mis dedos la sedosa piel que sugería ya su vulva , con la afirmación rotunda del húmedo , cálido y suave orificio vaginal ; los dos estábamos sudando y su perfume se mezclaba sensualmente con el olor acre de mi polla que reventaba entre sus menudos y delicados dedos .

Solté el broche de su sujetador y sus tetitas cayeron libres hacia los lados ; exánimes ,pequeñas y trémulas , tenían forma de pera coronadas por unas orlas rosadas curiosamente amplias para el tamaño de los senos , pero rematadas con unos pezones grandes y oscurecidos ; mi boca bajo por su cuello surcando su pecho , trazando un rumbo con mi lengua hasta acariciar el botón de la mama ; noté cómo con un escalofrío Elvira exhalaba un jadeo al avanzar con mi otro dedo índice por su raja , y se retraía el pezón que empezaba a mordisquear , para luego sorberlo , hasta engullir casi entera aquella teta de sabor dulcemente ácido , sin cesar mi dedo de escindir su caliente raja , sin penetrarla .

Empezaba a notar cómo se iba humedeciendo ,aunque su única reacción a mi ímpetu era ese jadeante estatismo apretando con sus manos temblorosas con el la polla; empecé a notar que la pasividad inicial dejaba paso a otra de muy distinta , haciendo acto de presencia el miedo ante mí.

Gozando de su callada sumisión , le ordené que se pusiera en pie y se sacara el pantalón abandonado a la altura de sus bonitas rodillas ;descalza , en braga y sin sujetador , oliendo a su perfume ribeteado de transpiración femenina , inmóvil , con su cadera a la altura de la vista , contemplé lo que nunca sospeché tener a mi alcance; mi mano derecha subió desde sus tobillos descalzos acariciando sus suaves piernas , mientras la otra volvía a introducirse entre sus nalgas para aproximar pubis a mi rostro ; su olor me alcanzó , intenso , excitándome rozando con mi boca el amplio hueco entre sus muslos bordeado por su torneado pubis embozado por su braguita ; noté su estremecimiento al deslizar el sedoso tejido por sus caderas , despacio , entreviendo pausadamente su pubis ; me lo fui mostrando detenidamente , descubriendo primero su abundante vello , ensortijado de tonos castaños que cernía el pliegue de sus ingles con su vientre, luego el plenum de su raja que ganaba en profundidad según se encarnaba su vulva , curvándose sus labios hasta morir más allá en su oculto ano ; carnosos labios vaginales perfilados de coral intenso en su apretura ; tímidos pliegues abultados de carne rosada resbalaban por la íntima hendidura , débilmente entreabierta por un dedo que ahora penetraba sus nalgas hasta hundirlo entre aquellos labios sudorosos. Ahora sentí su olor plenamente , sin atrever todavía mi boca sedienta a ahogarse en aquella émula de espléndida feminidad alquitarada ; el íntimo olor de su feminidad , marcadamente fuerte y almizclado , llenaba mis fosas nasales y disparaba mi deseo aún más si cabe ; «dame tu coño , lo quiero » balbucí , y su silencio expectante me concedió el permiso para el prometido banquete.

Tersé hacia arriba su delicadamente prominente vientre , que tan seductor me resultaba ,mientras abría con la otra su nalga y muslo derecho , para poder acercar mi lengua a aquel espléndido y lujurioso canal. Sorbí la suavidad de aquel magnífico atrio vaginal con mi nariz , cosquilleado por el pelo de su pubis , y me demoré , relamiéndola , ahora engullendo uno , otro , sus labios , ahora mi lengua alcanzando la entrada de su vagina , atrás desentrañando su tímido clítoris, acechando mi boca en el vestíbulo de su íntima su feminidad.

Elvira temblaba , con su respiración contenida , los labios apretados e inmóvil contra la pared , y su inmovilidad lejos de exasperarme me excitaba más ; al fin y al cabo la tenía en pié completamente desnuda ante mí , su jefe ; entendí que todo un mundo se derrumbaba a su alrededor y que deseos contradictorios mantenían una batalla intensa en el interior de su contrariada mente ; me propuse entonces descubrir hasta dónde llegaría esta situación , hasta dónde la intimidación que mi deseo desatado le producía me permitía someterla , disponer de ella a voluntad mía pese a su reserva , su negativa, o su repugnancia ; en definitiva , hasta donde la contrariedad que la aturdía la ponía a merced de mi capricho , sea cual fuese.

Me levanté despacio , trepando mi cuerpo sudoroso por su piel , con mi tiesa polla trazando la silueta de la cara interior de sus rodillas , de sus muslos , de sus ingles , empapada de mi saliva , huyendo ante el empujón del miembro viril , mientras mi vientre susurraba al suyo , debajo de sus bonitos pechos asediados por mi mano derecha ; asiendo su cabeza le di un prolongado beso ,intentando sentirla con toda la plenitud empeñado ya en anular su voluntad .

Verdaderamente excitado con la idea de someterla de forma semejante , de dominarla y disponer de su cuerpo y sus sentimientos a mi criterio ,la llevé con firmeza hasta una amplia mesa de despacho despejada y la tendí boca abajo sobre la fría madera con su pálido culo en pompa ; sus pechos y sus caderas se apretaban contra el tablero cuando tiré de sus hombros , mientras le ordenaba que permaneciera así , inmóvil y en silencio .

Con ojos asombrados contempló cómo ceñía sus tobillos con mi cinturón para luego rodear sus muñecas ; mis susurros tranquilizadores no surtieron ningún efecto , pero permaneció sumisa , nerviosa , mientras yo acababa de desnudarme ante su mirada , llena de temor .

La rodeé hasta tenerla a sus espaldas mientras me regalaba detenidamente contemplando su apetitoso sexo , tan carnal , gloriosamente lujurioso en un breve y lánguido cuerpo femenino , que remarcaba aún más su sensualidad , superando con creces los más ambiciosas anhelos que albergué en los días que pasé limitándome a acosarla con mi mirada y mi pensamiento ; «un coño así en una monjita ; lo que hay que ver» dije en voz alta , totalmente pagado de mi soberbia.

Sospeché que María Elvira aguardaba azorada y temerosa una penetración , suponiendo que aquello no era más que un inocente juego pero decidí seguir el ritual del acoso que tan delicioso me estaba resultando ; entonces , separando sus nalgas , entreabrí sus ingles hasta que la raja desbordada de vello y sensuales pliegues se desperezaba ofreciéndome sus más íntimos encantos ; contemplé con verdadera veneración la tan anhelada vulva de María Elvira , me incliné a su lado y empecé a morrearla en aquellos labios vaginales tan deliciosos , demorándome en saborear ahora su levemente ácido licor matricial con mayor deleite que antes , ofreciéndose ella para que mi lengua penetrara más firme por el suave orificio rosado y retornar de nuevo a surcar las orillas de aquellas dos playas de blando ,sonrosado y sabroso coral. Y tanto como se regalaba su sexo tanto se contenía Elvira , inmóvil , en silencio casi suplicante pero sin atreverse a rechazarme.

Estuve relamiendo su vulva y sus más íntimos pliegues hasta que chorreaba ya la saliva por sus muslos ,y la fina piel de sus ingles se congestionó encendida de rubor , irritada por el sudor y la piel de mi barba vespertina ; empezaba entonces Elvira a exteriorizar calladamente el dolor que le estaba originando con mi insistente libar en su cáliz matricial cuando mi vista se demoró en su ano , un leve pliegue minúsculo apretado y sugerente , y decidí avanzar por el camino de la posesión donde su recato sufriere aún mayor injuria.

Me puse en pié , y con el índice recorrí el interior de su raja hasta detenerme en aquel breve y oscuro orificio ; se detuvo el dedo esperando su reacción ; nada ; se lo metí bruscamente, por completo ; retuvo el aliento ; yo estaba ya como un loco , y me arrodillé ante el horizonte aquel de su culo ofreciéndoseme contra su voluntad para besárselo ; ya mi lengua lamía el delicado pliegue donde sus nalgas cedían su tersura a la carnosa rotundidad de su vagina , ahogada más abajo por la prisión de sus velludos labios mayores, y tomando una pizca inicial de sabor acaricié el linde de sus nalgas para después cosquillear en su ano ; Elvira se estremecía , pero no de placer , pues noté su agarrotamiento cuando avancé la lengua dentro; tragué su desagradable sabor notando que sentía ella mayor repugnancia que yo , pero su callada sumisión a mis deseos me daba más aliento en mi empeño. La saliva corría fuera de su esfínter anal bañando la brillante tersura de la región inferior , palpitante entre las ingles desplegadas promesa de goces posteriores .

Su silencio seguía presidiéndolo , apenas cesando para entonar un callado lamento que más excitaba mi audacia que lograba frenar mis deseos.

Decidí seguir con aquello que más la humillara , y probé colocándome al otro lado de la mesa , con mi polla a la altura de su cara contraída ; la así por el pelo ,alzando su rostro le mandé que me la chupara ; empezó a temblar y su cara se contrajo de repugnancia , pero obedeció y pude meter mi polla en el interior de su boca ; se limitó a tenerla dentro , respirando y jadeando cada vez más nerviosa ; tenerla así , forzada casi a felarme , su mirada atemorizada bajo su melena de color caoba tras la que contemplar el espectáculo de su espalda desnuda , me excitó muchísimo ; por un lado temía que se me fuera el asunto de las manos , pero el tenerla así , casi más forzada que entregada , contemplándola humillada a mi voluntad otorgando su sometimiento a mis deseos , aun los más despreciables y precisamente esos , me puso fuera de mí…

Había decidido seguir a por todas , y aprovechando que de su bolso asomaba un bote de aceites dermatológicos , decidí vertérselo por su espalda y bañar su joven piel usando para ello mis manos desnudas , desde sus hombros bajando por su escasa espalda hasta el ensanchamiento de su pelvis , y de ahí a la lechosa amplitud de sus nalgas trémulas , sintiendo su respiración entrecortada susurrando la base de mi vientre .El temor a que reaccionara inesperadamente y me hiciera daño , en lugar de arredrarme , me soliviantó aún más el ánimo; aquello era delicioso , con mi verga apretada introduciéndose en su boca , jadeando , repartiendo el aceite hasta su culo y reflejada su imagen en un espejo que había situado en frente a mí a pocos pasos, desde el que contemplaba la plenitud de sus caderas y las delicias que encerraba entre ellas. Cuando mis dedos alcanzaron su ano , lo penetré envueltos en aceite y empujé mi polla hasta su garganta ; se atragantó violentamente y retrocedí, retirándosela cubierta de saliva mientras se retorcía de un acceso continuo de vómito ; asiendo su rostro lo enfrenté a mi miembro erecto , empecé a masturbarme con furia y eyaculé violentamente contra su boca , sus mejillas y su cabello , sumergiéndola completamente en un abundante chorro de semen ;su frente ahora estaba bañada en sudor y goteaba mi leche por su cara ; con un amplio beso le limpié sus finos labios temblorosos ; me regaló una mirada temerosa que respondí casi con desprecio.

Estaba ya completamente aterrada y vencida , pues supongo que empezó a sospechar que el juego sólo podría empeorar en adelante ; suplicó entre toses trémulas que la soltara y reaccioné cruzando su rostro con un fuerte bofetón que arrancó las primeras lágrimas de sus ojos , que pudieron vislumbrar cómo su abatimiento me producía otra erección.

Asombrado yo mismo de mi vigor , sin duda motivado por todo lo que estaba experimentando, busqué nuevas sensaciones , rodeé la mesa , hice una toronja con su braguita empapada de aceite y se la introduje por el ano , que empezaba a ceder en su apresura revuelto en aceites mientras me embadurnaba mi polla con el aceite que me quedaba , Elvira se revolvió , se puso rígida , articuló un leve y lánguido «no» casi inaudible cuando , separándole las nalgas con las palmas de las manos ,impulsé mi miembro viril dentro del angosto orificio ; apenas cedió y mi glande , aplastado contra su culo , la empujaba contra la mesa sin lograr el ansiado premio de gustar de llenarse de su entraña ; por primera vez se resistía su frágil cuerpo, sus piernas se tensaron y noté cómo su esfínter se apretaba ; no cejé en el empeño jalando de sus caderas firmemente pese a sentir un fuerte dolor en el prepucio , hundido entre las nalgas húmedas y doblando ya ante el empuje de mi cuerpo ; por tercer vez , tras un empellón más firme , prolongado y rabioso , Elvira se dilató y su ano empezó a engullir mi rígida verga que lo forzaba una y otra vez , ganando sus entrañas centímetro a centímetro ; emitió entonces un lastimoso jadeo para , aflojando su resistencia , caer derrotada , cediendo su cuerpo al tiempo que su voluntad y aceptando ya todo mi miembro viril hundiéndose en su recto.

Asiendo su cabellera con la mano derecha , tiraba firmemente mientras la izquierda buscó aprisionar sus juguetones senos y la sodomicé , bañados ambos en sudor de saliva , sudor y aceite , licor correoso que manaba aguas abajo deslizándose por su vagina hasta sus piernas , bombeado desde el roce de su cuerpo penetrado por mi verga. Ahora me conducía con violencia, transiendo aquellas dulces y sonrosadas caderas por su ano enrojecido , grotescamente dilatado por un miembro viril congestionado por descarnar aquella angostura, sin ninguna ternura , y según se anulaba su voluntad más violenta se volvía la mía ; me acerqué firmemente a mi orgasmo , quise retardarlo y se la saqué fuera , y sólo conseguí eyacular parcialmente fuera de su culo chorreando sus muslos , sus ingles , a lo largo de su espalda con otro fuerte chorro de esperma contenido.

Me derrumbé sobre su espalda , ambos agotados , y en silencio durante minutos hasta que María Elvira comenzó a suplicar que la dejara , que le dolía mucho y que se quería ir ; su súplica no fue vana pero no en el sentido que pretendía , y en seguida tuvo la respuesta de mi líbido , excitado por el húmedo contacto de mi vientre con su coño chorreante de aceite , esperma y sudor.

Estaba como loco , con el pene de nuevo erecto y lleno de aceite y mucosa anal , y sin limpiarlo seguí con mi brutal conducta; le separé sus ingles para poder contemplar cómo de nuevo me ofrecía su abierta vulva , el ansiado y último premio que pensaba arrancarle para seguidamente deslizar el glande por los pliegues que cernían su clítoris , entre aquellos carnoso labios tan sensuales; noté que estaba más tensa incluso que antes, pero su rechazo seguía siendo un aliciente ; de nuevo me negó su entrada , y mi glande se demoró hundiéndose sin objeto entre sus caderas ; como no entraba con los leves empujones que le daba , actué con más firmeza : le abrí aún más las ingles con las manos hasta que tensando al límite la carne de sus labios logré extraer un lamento de dolor y de un fuerte empujón romper su resistencia , para abrirle la vagina y penetrarla por completo ; fue una penetración seca y profunda , más brutal si cabe que la anterior , penetrando todo el miembro hinchado por completo hasta sentir mis testículos acariciados por su húmedo y abierto en par monte de Venus ; yo mismo noté cómo algo se rasgaba en su vientre , y cuando al sacarla levemente antes del siguiente empuje apareció un reguero de sangre comprendí que Elvira era virgen ; me puse fuera de mí , ante tan maravilloso regalo ; yo era su primera verga , el primer semen que la llenaba , el macho que ungir con la prenda de su virginidad y todo ello con el placer de arrebatado más que ganado ; en verdad , en ese momento , yo y ninguno más se podía proclamar dueño de aquel cáliz de delicias.

La solté de sus tobillos , me empalmé aún más , con los muslos completamente separados y ya su cálido vientre núbil abierto totalmente lubricado ,y seguí follándola como un animal hasta arrastrarla sollozante al suelo, de rodillas y atenazada contra el suelo , su rostro y su voluntad hundidos ; ahora mi polla entraba y salía de su vagina , embadurnada de un asquerosa mezcla de semen , sangre virginal, sudor , mucosa anal , aceite y flujo vaginal, tirando fuertemente de sus caderas y notando que cada tras empuje me llenaba de su ser tanto como yo la llenaba en lo más profundo de su vientre desflorado.

Después de unos minutos me corrí , descargándole un buen chorro de leche dentro de su vagina , sin sacársela aposta , sin importarme un ápice el dejarla o no embarazada y me desplomé sobre su espalda. Besé sus lágrimas mientras , exánime , mi pene menguante fue deslizándose delicadamente fuera de la vagina que había expugnado con violencia primitiva , lenta , cálidamente , acariciado por los torturados labios de su vulva que lo besaban en su huida , rezumando tras de sí semen , aceite , flujo y su sangre…

Lloraba .

Después de un rato me incorporé y la alcé ; aturdido le sequé las lágrimas y le di los besos más dulces de los que pude disponer , embargado ahora por una ternura que me dolía en el corazón ; ella , fiel a sí misma , abatida , siguió callada.

Vacilante ; entre sollozos , recogió su ropa y se vistió ; yo ahora estaba ya avergonzado , y no encontraba más deseo ahora que estrecharla , darle tanto amor como penar le había proporcionado . Balbuceé algo intrascendente , cuando cruzó la puerta , ignorándome sumida en su desolación.

Y no volví a verla nunca más.

Ahora , puedes juzgarme , si quieres ; si puedes .