Hazte fama I
Todos los viernes a la noche, íbamos con un amigo a bailar a un boliche en el que luego terminé trabajando en una barra. Fue en una de esas noches donde conocí a Diego.
Estaba yo sirviendo un trago y desde la punta de la barra un muchacho me hace señas para que me acerque.
Cuando estoy a su lado su belleza me dejó mudo.
Era un morocho espectacular, de unos 18 años, su piel se veía suave y de un color oliva fabuloso, era alto y de pelo corto, flaco pero bien puesto, y unos ojos azules muy muy bonitos.
Me dice que se llamaba Diego, y me preguntó si yo era el famoso Gato.
Le dije que sí, aunque lo de famoso no sabía por qué.
Me comentó que él y yo teníamos un amigo en común, Walter, y que el le había hablado muy bien de mi.
Yo me puse nervioso, porque como recordarás, Walter y yo habíamos hecho algunas cositas…(Mentiras piadosas 1 y 2).
Yo no sabía que decir, no sabía hasta donde le había contado Walter, así que decidí seguirle el hilo con cautela.
Diego siguió hablando y llevó la conversación al plano del sexo, terreno peligroso si se habla conmigo.
Me comentó que él sabía que Walter y yo habíamos compartido una chica en una cama de a tres, y que la experiencia había sido muy placentera.
Yo se lo confirmé.
Entonces, Diego se puso serio, y me preguntó si yo podía hacerlo participar a él en uno de esos encuentros.
Yo me sonreí y le dije que sí, pero que me llamaba la atención que siendo un chico tan lindo no lo hubiese hecho con anterioridad.
Y seriamente me dijo que me tenía que confesar algo, era virgen.
Yo me quedé con la boca abierta, no podía entender cómo semejante macho fuera virgen. Inmediatamente se me ocurrió una idea.
Ese pibe tendría que ser mío antes que de cualquier otro u otra.
Le comenté que yo esa noche salía temprano del lugar, puesto que una amiga pasaría por casa para hacerme una sesión de masajes.
Le propuse que viniera conmigo, y si mi amiga quería, nos enfiestábamos los tres. Él aceptó de inmediato.
Ya en casa, le dije que se pusiese cómodo mientras yo me daba un baño.- me preguntó si podía mirar algunos videos que estaban al lado de la TV, y yo le dije que sí, pero que tuviese cuidado porque en esas cintas había de todo. Me reí y me metí al baño.
Desde el ojo de la cerradura observé como el chico ponía un video y se sentaba en el sillón frente al televisor.
Cómo lo había imaginado, era una porno gay, una de la serie de Bel Ami, y en la pantalla aparecía Paulik serruchándole el orto a un amigo rubio.
Era una muy buena escena.
Obviamente, mi idea marchaba a la perfección, desde el baño llamé por celular a mi amiga, y le dije que los masajes los dejábamos para otro día.
Y me entré a duchar.
Tardé lo suficiente como para dejar que la película hiciese el efecto esperado en Diego.
Salí del baño con unas bermudas y una remera, y al ver el televisor, me hice el sorprendido y le dije al chico:
«¡Ah…descubriste a mis amigos..jajajaja… esos sí que no tienen problemas…mirá como gozan!».
Diego me contestó que nunca antes había visto cine gay. Y yo notando la inflamación de su bulto le dije » se ve que te gustó…y mucho».
Diego se sonrojó e inmediatamente cambió de tema preguntándome por mi amiga, le dije que ahora la llamaría para ver qué había pasado.
Fui al dormitorio e hice que llamaba por teléfono, le dije al chico que no contestaba nadie al celular, que era muy raro.
Diego puso cara de lástima y me dijo » qué lástima, justo ahora que yo estoy tan caliente».
Entonces le dije que yo podía solucionarle ese problema, y arriesgándome más le conté la verdad de lo de Walter.
Diego escuchaba asombrado, pero su pija seguía bien dura.
Lo empujé tirándolo sobre mi cama y le levanté la remera para chuparle un poco el ombligo, y esa hilera de vellos que nacen allí y se deslizan hacia el tesoro que me esperaba entre sus piernas.
Lo besé todo y le pasé la lengua por todo el pecho, las axilas y las tetillas.
Le desabroché los jeans que traía puestos, le saqué las zapatillas, y tiré de sus dobladillos hacia abajo, dejándolo en unos hermosos bóxer de color blanco que dejaban notar una muy buena pija. Froté mi mano sobre su miembro y comprobé lo gruesa que era.
Él, sin esperar más, se bajó los bóxer dejando al aire una pija hermosa.
Eran 20 cm de carne bien firme y del color del resto de su cuerpo, me fascinaba.
Pero el grosor era asombroso, yo no sabía si realmente me la podía comer hasta el fondo como a mi me gusta.
No estaba circuncidado, entonces tomé su pija y dejé al aire su glande húmedo por los líquidos de su excitación.
Con la punta de mi lengua se lo limpié hasta dejarlo bien brillos, y luego le besé los huevos, uno a uno.
Diego era lampiño, y tenía muy poco vello en los testículos, eso me excitaba a más no poder.
Se los lamía con devoción.
Él había llevado una mano a su pija y se masturbaba lentamente mientras yo me ocupaba de sus huevos.
Fui subiendo mi lengua hasta la base de su tronco y allí estuve un rato más lamiendo y dando pequeños mordiscos.
Retiré su mano y me introduje su cabeza en la boca, era enorme, me costaba un montón chuparla toda, pero me acomodé de otra forma y me fui comiendo esos 20 cm vírgenes y que sabían muy bien.
Él tomaba mi cabeza con sus manos y trataba de hacer que apurara mis movimientos, pero yo quería que eso dure para siempre.
El chico se estaba poniendo a mil, y me dijo que me quería coger.
Fui hasta el baño y traje un aceite para bebes que es un lubricante excelente.
Le arrojé desde unos centímetros de altura el aceite que cayó entre sus piernas, y luego seguí tirando por el pecho.
Me puse un poco en el culo, y una buena cantidad en las manos.
Y comencé a frotarlo, a patinar sobre su pecho.
Luego empecé a masturbarlo con el aceite de mis manos y su pija resbalaba de una manera exquisita entre ellas.
Eso lo ponía aún más caliente.
Le dije que él tenía que hacer algo por mi, y le ofrecí mi culo.
Agarré una mano suya y la llevé hasta allí, y sus dedos empezaron a jugar en mis nalgas hasta que uno de ellos entró en mi culito.
Ese dedo fue fantástico lo que hacía, y preparaba el terreno para otro más, luego un tercero que jugaba en mi suavemente.
Yo seguía pajeándolo a mil.
Luego de un rato, cuando me sentí bien dilatado, crucé mis piernas a cada lado de su cintura y me fui metiendo de a poco ese mástil una vez que pasó la cabeza, el resto fue un sutil deslizamiento por su tronco aceitoso, me sentía totalmente ensartado, estaba pleno.
Comencé a moverme lentamente, y las manos ya aceitosas de Diego frotaban mi pecho, y llevaba sus dedos a mi boca, que yo lamía con ternura.
Estaba dejando de ser virgen, y eso era importante para él, y también para mi.
Su pija entraba y salía de mi culo que la abrazaba fervientemente. La excitación iba en aumento.
Yo cabalgué en él un buen rato.
Después me salí y me acosté en la cama boca arriba.
Él se puso sobre mí y me besó.
Que bien que besaba ese chico, era increíble.
Yo fui abriendo mis piernas hasta que sentí nuevamente se pija entre mis nalgas buscando la entrada al placer.
Me acomodé mejor y me la metió otra vez.
Me cogía con delicadeza, yo sentía que me estaba haciendo el amor, más que cogerme.
Me avisó que estaba por acabar y le dije que lo hiciese dónde quisiera.
Sacó su pija de mi interior y se arrodilló al lado de mi cara, yo abrí la boca y pasé mi lengua por sus huevos, provocando que el primer chorro de semen saliera disparado al aire.
Los otros, entraron gustosamente en mi boca.
Seguí chupando y jugando con mi lengua hasta que se le bajó por completo.
Se acostó a mi lado y le pregunté al oído si le había gustado.
Me respondió que haber debutado conmigo había sido del todo un lujo.
Me sentí halagado, y lo besé.
Nos dormimos abrazados y aceitosos hasta las 11 de la mañana.
Me despertó el timbre de la puerta.
Fui a abrir y era Walter, mi mejor amigo.
Pasá, le dije, hay un amigo tuyo en mi habitación que se pondrá contento de verte.
Lo que pasó allí, lo sabrán en mi próximo relato.