Bailarina II
Ring…ring…- sonó el teléfono de la oficina.
Hola! Habla Sebastián…con quien tengo el gusto? – contesta el animadamente.
Sebastián…soy yo – una voz queda del otro lado de la linea – Melissa…
Melissa?..pensé que no llamarías.
Estuve pensando y creo que a mi también me gustaría conocerte mejor….
Después de algunas semanas, ambos habían tenido la oportunidad de conocerse aún más.
El no regresó al club, pero a veces la esperaba afuera para llevarla al modesto apartamento que ella pagaba a medias con una compañera.
Los departamentos en San Francisco eran carísimos, consumiendo una importante parte de los ingresos de ella.
Ella continuaba trabajando en el club, pero él, lejos de hacerle cualquier reproche, le apoyaba, escuchando los problemas por los que pasaba.
Gradualmente el ambiente de trabajo se le iba haciendo menos tolerable con el paso de los días.
Y sin embargo su acercamiento a Sebastián iba yendo fantásticamente…
Durante una de sus salidas, el la llevo a cenar a un restaurante muy caro, donde comieron divinamente.
Luego mirándola fijamente, se puso de pie a su lado y extendió una mano hacia ella…
Melissa, me haces el honor de bailar conmigo?
Claro…- sintiéndose halagada por su formalidad.
Y se dirigieron al la pequeña pista de baile, donde otras parejas se movían acompasadamente.
Ella había venido vestida con un vestido negro, ceñido al cuerpo, que terminaba apenas sobre las rodillas, calzaba uno delicados zapatos de taco aguja que hacían que sus piernas se vieran imponentes.
La parte superior del vestido no tenia tiras que lo sostuvieran ya que el generoso busto de ella se encargaba de esa labor.
Es estrecha cinturita estaba marcada por una delgada cadenita plateada que caía gracilmente por uno de sus firmes muslos.
El cuello, largo, adornado con una gargantilla de perlas.
Pendientes pequeños de perlas adornaban los pequeños lóbulos de las orejas.
El cabello recogido en un elegante moño que no hacia más que acrecentar aún más su sensualidad, pero en forma sumamente elegante. Con clase, estilo…
Divina…- comentó el luciendola orgulloso entre sus brazos.
Ella sonrió – tu te ves irresistible, acariciando sus fuertes hombros.
El, más alto que ella, a pesar de los tacones altos. Se miraron en silencio y los labios se buscaron lentamente.
Se encontraron y quedaron asi, tocándose, rozándose, olvidándose de cuanto los rodeaba.
El suavemente posó su mano en la delicada nuca de ella, estrechándola más hacia él.
Melissa respondió al beso estrechando sus brazos alrededor de la cintura de él.
Siguieron bailando, meciéndose suavemente, sin prisa.
Brmmmmmmm – El carro de el cruzaba atravesaba el imponente puente con dirección al este de la bahía.
El la había invitado a conocer su casa, en Orinda, un área muy exclusiva.
Atravesaron un túnel a gran velocidad para salir de la carretera y adentrarse por un sinuoso camino que mostraba densa vegetación y enormes casas que se podían distinguir en la obscuridad.
Ella estaba enroscada de su brazo, acariciando suavemente el muslo que se tensaba por instantes controlando los pedales del automóvil deportivo.
Luego de pasar una hilera de impresionantes casas, él redujo la velocidad ante una entrada empedrada, que rodeaba a una bonita fuente de agua iluminada que mostraba la manera en que el agua descendía caprichosamente por las formas geométricas de una escultura de metal.
Melissa, no pudo sino alabar el buen gusto de quien había diseñado aquel detalle.
El vehículo se detuvo ante una pequeña pero ancha escalinata que llevaba a una puerta doble de madera de roble tallada en forma exquisita.
Era la primera vez que ella visitaba el área y no podía disimular su admiración por lo que observaba.
Sebastián hallaba entretenida la forma cándida y curiosa en que ella miraba todo.
Pero, ella no decía nada, como tratando de ser sobria en su opinión.
Verdaderamente una joya – pensó él para si mismo.
No es usual ver esculturas de titanio como la de la entrada… – comentó ella en tono casual.
Veo que eres muy buena observadora, y además te gusta el arte – sentenció el aprobando.
La verdad que si, aprecio el arte…aunque no tenga dinero para comprar nada así… – franqueándose con él.
Verdaderamente una joya de persona…y de mujer… – pensó, estudiándola con detenimiento.
Te apetecería tomar una copa de vino? – preguntó
Claro que si, pero escogelo tú – mientras admiraba los sensuales bosquejos de Serpieri y Manara que colgaban de las paredes.- mi cultura en vinos deja mucho que desear…
No te preocupes…me imagino que preferirás algo dulce, no es así?
Sería perfecto…- sonriendo ante los estilizados desnudos.
El retornó a los pocos minutos con un par de copas en una mano y una botella de vino con un sacacorchos en el otro.
Sirvió el líquido rojizo en las copas sin derramar una gota y con la mano derecha le extendió la copa.
No sabía que te agradaba tanto el arte erótico – comentó ella. – son originales?
Cuales? – preguntó él, apartando la mirada de su hermosa espalda para observar hacia la pared.
Esos… de Serpieri y Manara. – Apuntando delicadamente con la mano izquierda.
Vaya! Pensé que sólo yo había oído acerca de ellos.
Los traje de Europa hace un tiempo.
Son hermosos… -comentó ella – creo que particularmente Serpieri captura fielmente las formas sensuales del cuerpo de una mujer…no crees?
Totalmente de acuerdo…- asombrado por la similitud de gustos.
Tienes una casa muy bonita.
Puedo ver que el negocio de componentes de computadora paga bien.
El sonríe, y la invita a sentarse en el mullido sofá de cuero.
Bueno, he tenido mucha suerte, no me puedo quejar.- asintió él
Mmmmm, escogiste muy bien el vino…me encanta…
Me alegra haber acertado.- sonriendo
Cuando me lo vas a enseñar? – le pregunta ella, lanzando una brevisima mirada a la entrepierna levemente abultada de él.
Enseñártelo? – algo asombrado.
Me refiero a tu palacio…- jugando con él.
Jaja…por un momento pensé – mirándola
Que? – luego se tomar un sorbo de vino, como quien no prestaba tanta atención.
El juego entre ellos había comenzado.
La atmósfera sexual entre ambos crecía a cada momento aunque ellos no usaban palabras que dieran pista de ello.
Sígueme – le indico con un gesto de la cabeza – te daré un tour del lugar.
Ahora el iba a entrar en el juego también.
Ambos se estaban deseando, casi desde la primera vez, allá en el club.
Pero ahora la situación era diferente.
Eran un hombre cortejando a una mujer inteligente, bella, desenvuelta.
A los ojos de él ella era un diamante invaluable montado en un anillo de lata, como describiría la vida que ella penosamente llevaba.
Pero aún así, un diamante que daba brillo a todo lo que lo rodeaba.
El no cesaba de admirar sus gestos, sus palabras, su andar, su sutileza. No podía evitarlo…se estaba sintiendo atraído hacia ella…
Melissa caminaba detrás de el, percibiendo cierto estremecimiento cada vez que él posaba su mano en su hombro o rodeaba su cintura para explicarle la historia de cada habitación del lugar, y de algún modo, aquellas explicaciones le parecían naturales, como si ya las conociera, como si hubiera estado ahí antes.
Todo en él le parecía natural, balanceado.
Y ella no podía sino dejarse llevar por él, por su gentileza. La hacía sentir como a una reina, como nunca antes nadie la había tratado.
A su mente vinieron pensamientos fugaces que por momentos la sacaban de la realidad en que vivía.
Le gustaba su cercanía, su trato, su clase, su hombría.
Pero a la vez, no podía evitar sentirse inadecuada a su lado.
Al fin y al cabo, el era un ingeniero, exitoso, perfecto partido para cualquier muchacha de perfecta familia, y ella, la bailarina de un club de striptease, nada más.
Por un momento sintió rabia de ser lo que era, deseando ser algo más.
Deseó ser la muchacha que años antes inició ilusionada una carrera en la universidad.
A estas alturas hubiera sido probablemente una empresaria, como él, o por lo menos no se hubiera estado ganando la vida siendo manoseada por tantos hombres.
Quizás entonces, él y ella hubieran tenido algo mas que una aventura…
Nuevamente la voz de él la secuestró de esos pensamientos en el preciso momento en que le mostraba un hermoso y amplio baño.
El ambiente tenía una forma circular, con ventanales que miraban hacia el amplio jardín diseñado al estilo japonés.
Aparte de un doble lavabo de mármol y una ducha rodeada de paredes de cristal, en el centro, ocupando lugar principal se encontraba una enorme tina circular de hidro-masaje.
Ella sonrió ante el detalle.
No te provoca? – dice el adivinando sus pensamientos.
La verdad que si… – contesta ella traviesa
Abriendo la puerta contigua pasaron al siguiente ambiente.
Este es mi dormitorio – dijo él
Ella abrió los ojos admirando el amplio ambiente. Hacia la pared que ostentaba un enorme panel de bronce repujado con diseños del artista uruguayo Paez Vilaró, había una cama king size de caoba, con edredón grueso en matices de azul oscuro, sabanas más claras que hacían juego y unas mullidas almohadas que invitaban a recostarse.
Hacia una esquina, opuesta a la cama, un enorme televisor con estéreo debajo.
Frente al lecho una hermosa chimenea de piedra que crepitaba dando una agradable tibieza a la habitación.
Era esto lo que querías ver? – pregunto el mientras acariciaba la nuca de ella que se había sentado en la cama.
Si… quería saber donde dormías.- recordando que muchas noches se acostó deseando tenerlo a su lado.
Y…que opinas? – mientras se sentaba al lado de ella.
Me gusta…mucho. – recorriendo los detalles con la mirada, como si tratara de memorizarlos
Tal pareciera que pensaba que era un sueño del que despertaría en cualquier momento.
Si en realidad no era nada más que un sueño, quería que quedara para siempre en su memoria.
Aquellos días en que fue tratada como una dama…una mujer.
En que estás pensando, Melissa? – preguntó Sebastián algo perturbado por el súbito aspecto sombrío que cubrió el lindo rostro de ella.
N-nada, todo está bien – continuaba – …solo que todos estos días han sido hermosos para mi…
El la miraba, tratando de explicarse lo que estaba sucediendole.
Has tenido atenciones conmigo que nunca nadie me ha brindado…jamas.
Me has tratado como la persona que soy por dentro, no la bailarina que conociste allá en el club, y te lo agradezco.
No tienes nada que agradecer, linda – respondió él – es lo mínimo que mereces…
Nunca me pediste nada, tan solo conocerme, y te debo decir que cada nueva cosa que conocía de ti me ha hecho aprender a admirarte más como persona, como hombre.
Creo que debes notar fácilmente lo atraída que me siento hacia ti.
Me siento agradecida de haberte conocido, aun en circunstancias tan extrañas…
Yo siento lo mismo, Melissa créeme…
Ella poniéndose de pie, le brinda una dulce sonrisa.
Gira suavemente y dirigiéndose hasta el estéreo, da una rápida ojeada a los discos compactos y encuentra una reciente copia de Enigma, que contiene el tema que ella suele bailar en el club. Sonríe por el detalle, y coloca el disco dentro del reproductor de discos.
La melodía empieza con una voz masculina cantando en un misterioso pero cautivante lenguaje nativo.
Sebastián se había quedado observando detenidamente su andar, sus gráciles movimientos escogiendo la música, los delicados dedos presonando algunos botones y la ve retornar frente a el ondulando suavemente su cuerpo mientras esboza una cautivante sonrisa.
Sus movimientos exuberantes paralizan la respiración de el por un instante…
Melissa, no tienes que…
No tengo que…pero quiero hacerlo…-respondió ella en un susurro a su oido.
Y la ve moverse ante el, acariciando su cuerpo sobre la tela.
Inclinándose, deslizando los dedos sobre las piernas torneadas, provocativamente.
Se detiene delante de el dándole la espalda arqueada, cabeza hacia atrás, deshaciendo el moño y dejando caer el cabello azabache sobre su espalda.
Bájame el cierre…lentamente – le indica ella.
Las manos de el ascienden por los costados de ella, haciéndola estremecerse y llegan al cierre.
Hábilmente libera el broche y empieza a deslizar el cierre, revelando la hermosa espalda que se mueve sinuosamente bajo la tela negra.
Las manos de él terminan de bajar el cierre llegando apenas donde empiezan los rotundos glúteos de ella.
Ella gira y pegándose a el mientas continuaba ondulando su cuerpo al ritmo de la canción, posa las manos de él sobre sus caderas y guiando el movimiento, empieza a deslizar el vestido hacia abajo…
Los generosos pechos de ella saltan al ser liberados de su encierro e invitan al roce del rostro de él, que no se hace esperar.
Ella se estremece mientras que los labios de el salen al encuentro de los pezones prestos para la batalla amorosa.
Los labios, los dientes, sus cejas, sus mejillas, todo su rostro se frotan deliciosamente sobre el pecho de ella.
Melissa se muerde el labio inferior y cierra los ojos, tratando de aislar y reconocer cada una de las sensaciones que esta percibiendo, tratando de grabarlas en su mente…
Por un instante ella pierde el contacto de la boca de el sobre su piel, y abre los ojos para descubrirlo de pie ante ella, buscando sus labios, que ella sin pensarlo dos veces le ofrece abiertamente.
Primero, un roce, luego un suave beso a cada lado de la boca, recorriendo los labios de ella. Sin prisa.
Ella admira tanto eso de él.
Su control, su deseo de dar antes que recibir y eso la apasiona.
Dejando de lado el número que estaba lista a brindarle, arroja sus brazos alrededor de su fuerte cuello y se brinda a la cálida unión de los labios, de esas lenguas que se ansían, se necesitan.
Los cuerpos se enredan, ella semidesnuda, el vestido, pero no por mucho tiempo.
Las manos de ella, sueltan los botones de la camisa solo lo suficiente para permitir que esta salga por encima de la cabeza de él.
Los labios se buscan nuevamente en forma desesperada, alocada, profunda.
El siente las manos de ella recorriendo su tenso vientre, circundandolo, acariciándolo.
Pero el la deja hacer.
Las manos femeninas brevemente batallan con el cinturón y lo liberan, dejando el cierre como único obstáculo…
Las manos de Sebastian se mueven sinuosamente sobre la piel descubierta de ella deleitándose con cada curva, cada tibio pliegue y rincón de piel tersa, envidiablemente cuidada.
Encuentran los bordes del vestido aún suspendido de las rotundas caderas de Melissa y haciendo un breve movimientos con los pulgares, hace que la prenda caiga al suelo dejando tan solo la pequeña braga negra adornando esas caderas que de por si no necesitan ayuda para verse preciosas.
El siente como ella ha hecho caer su pantalón al suelo, quedando ambos en las mismas condiciones.
Ella por primera vez puede verlo casi desnudo y reconoce la suerte que tiene por tener a un hombre así frente a ella en este momento.
El cuerpo de Sebastián, se veía atlético, fuerte, aunque no pesadamente musculoso, sino esbelto, ágil, con una armoniosa y atractiva definición muscular.
Por un instante Melissa pensó que el bien podía haber tenido éxito como bailarín exótico.
No puede evitar una sonrisa.
Por que sonríes, algo está mal? – Pregunta algo perplejo.
No, al contrario…- responde ella pasando las manos sobre el fuerte pecho y marcados abdominales de él.- pensaba que te podías haber ganado la vida como colega mío.
Jajaja, imagínate – mientras sentía las manos de ella recorriendo sus amplios hombros.- Pero lo que mas me importa es que te guste a ti…
Por su puesto que me gustas…- para luego susurrar – tal vez…demasiado.
El la atrae y la pega a su cuerpo.
Busca nuevamente sus labios y los encuentra.
No hay remedio, cada vez que eso sucedía, Melissa perdía la noción del tiempo y el espacio.
Sentía perderse en sus brazos, olvidarse de lo que era, de su realidad…la dura realidad, y se abandonó a él….
Ohhh, Sebastián…haces…haces que ….
Las bocas se buscan una y otra vez, solo para ser interrumpidos por gemidos cálidos y suaves de ambos.
Los cuerpos, hermosamente enredados caen sobre la cama, dándose a caricias que pierden, enloquecen…
Mmmmmm, Sebastián…me haces sentir tan bien…
Adoro que te sientas así conmigo, corazón….
Corazón? Sin querer, la palabra empezó a retumbar en la cabeza de ella y los brazos, los besos de el parecieron procurarle mas calidez…mas emoción.
Ella se apretó a él, dispuesta a vivir intensamente la breve ilusión.
Lo que sucediera después no le importaba.
Así se dejo acariciar, adorar.
Cerrando los ojos sintió las manos de él suavemente recorriendo su cuerpo joven, lleno de vida.
Cada roce, cada leve caricia, la estaba haciendo vibrar, haciendo desearlo, tenerlo dentro de ella.
Pero no quiso interrumpirlo sino dejarse llevar por las sabias maniobras de este hombre que le había devuelto la esperanza, aunque sea por tan solo un tiempo.
La boca de Sebastian empezó a recorrer los pechos temblorosos, el vientre plano, acariciante, aproximándose casi hasta la pequeña mata de vello que coronaba su pubis.
De ahí, salto a los empeines ya desprovistos de calzado, acariciándolos, mordiéndolos, haciendo que los delicados pies se arquearan de estremecimiento.
Los dientes mordiendo ligeramente encontraron su camino a los tobillos tersos, vibrantes, jugaron suavemente con las hermosas formas de sus pantorrillas.
La lengua provocadora se dedico a explorar la parte posterior de las rodillas, mordisqueando suavemente los tendones que la delimitaban.
Cada roce de los dientes de él hacían que la espalda de ella se arqueara en un fuerte pero enloquecedor estremecimiento.
Melissa sentía como su vulva congestionada se mojaba mas y mas debido a esta deliciosa tortura.
Así..así…torturame más! – pensaba ella – que nunca se acabe esto…nunca!
Suavemente, las manos de Sebastián empezaron el descenso de la minúscula prenda, labor que ella apoyaba moviendo su cuerpo como una gata en celo.
La braga se encontró en en suelo a los pocos segundos.
Los fuertes gemidos de ella no hacían mas que animar a Sebastián a que esmerara en acariciarla mejor, y en un momento en que ella elevo las caderas en respuesta un suave mordisco en la cara interna de muslo derecho, el puso su mano debajo cuando su cuerpo descendía…
Ohhhhh…- dejo escapar ella al sentir el cálido contacto de su mano en la nalga, – mmmmm
El estrujo amorosamente la carne de ella que no cesaba de moverse.
La otra mano de él se había adueñado del área de los muslos cercana a las vulva entreabierta y palpitante, hambrienta por él.
Las manos de ella mantenidas en el aire, no pudieron evitar cerrarse fuertemente, como buscando asidero en el aire cuando los labios de Sebastian se posaron finalmente sobre la ansiosa gruta.
Ohhhhhhhhhhh, Sebastián…….- gimió ella.
Los labios empezaron a juguetear atrapando los pequeños labios vaginales de ella, recorriendolos con la lengua enloquecedora.
El estremecimiento del cuerpo de Melissa era incontenible, parecía que iba a perder la conciencia en cualquier momento por las fuertes pausas de su respiración.
Ahhhh…………ahhhh……….ahhhhhhh
No podía decir nada, sino dejar escapar espaciados suspiros, pesadamente, con dificultad.
La lengua de el estaba castigando ferozmente el pequeño clítoris. La avalancha era inminente…
Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh – mientras apretaba la cabeza de él sobre su vulva que se debatía entre fuertes espacios orgasmicos.
El podía sentir el enérgico abrazo que sus músculos vaginales ejercían sobre la lengua que se había adentrado en la aterciopelada cueva de ella para degustar los dulces fluidos que emanaban incontroladamente..
Para Melissa, el orgasmo fue apoteosico, agotador, pero se sintió mejor aún después, al sentir los fuertes brazos de Sebastián rodeándola tiernamente.
Fué realmente dulce sentir los besos de el cubriendo su rostro, mientras sentía que el ritmo de su respiración se normalizaba poco a poco.
Era hermoso sentirse así, protegida, adorada. La calmada respiración de él la invitaba a relajarse, reposando la cabeza sobre su fuerte pero acogedor pecho…
Ella abrió los ojos para encontrarse con la mirada de él que la observaba detenidamente.
Su cabeza reposaba sobre el brazo de él. Melissa se irguió levemente, un poco desorientada, dándose cuenta recién de que se había quedado dormida.
M-me dormí…creo – apoyando la cabeza nuevamente en su brazo.
Sólo por unos minutos – susurró él – te veías tan hermosa que no quise despertarte.
Recién ella notó que el la había cubierto con el edredón mientras dormía.
Era fabuloso sentirse mimada de esa manera.
Podría ser demasiado fácil acostumbrarse a ser tratada así.
Ella rodeó su cintura y se acercó más a él. Sus labios buscaron los de él que la recibieron calidamente.
Sus besos se sentían tan bien, tan familiares, como siempre se hubieran estado besando. Tal parecía que conocía sus labios de memoria.
Sebastián, cerró los ojos al sentir el calor de los suaves labios sobre él.
Su mente se vió poblada de imágenes en las que veía el rostro de ella, durmiendo plácidamente, las manos de ella engarfiadas en las de él cuando explotaba en ese orgasmo, los ojos de ella sentada a su lado en ese restaurante, la forma en que ella celebraba cuando el ganó ese muñeco de peluche para ella en esa feria.
Tal parecía que tuvieran juntos años en lugar de meses.
Lo curioso era que al recordar como la conoció se percató que lo primero que vino a su mente fueron sus ojos profundos, su rostro calmado, su sonrisa cautivante antes que su desnudez.
Sus pensamientos fueron agradablemente interrumpidos al sentir el peso del cuerpo de ella sobre él, meciéndose suavemente, sintiendo su cuello siendo llenado de besos cálidos, profundos, emotivos.
Ella gemía suavemente, mientras recorría sus brazos, su pecho.
Las piernas de Melissa rodeaban sus costados y lo apretaban ritmicamente, como queriendo retenerlo atraparlo.
Sus caderas, hacían círculos invitantes que se acercaban y juqueteaban con el macizo bulto que se esbozaba bajo el bóxer de seda.
Una mano de ella lo hizo sobresaltarse al posarse inesperadamente sobre su sexo, acariciando suavemente sus testículos que reaccionaron buscando acercarse al cuerpo. Melissa, se estaba deleitando al explorar la prominente verga que se escondía bajo la tela.
Buscando su lengua con la suya, saboreo el cálido sabor de la saliva de Sebastián, ligeramente mezclada con vino y sus fluidos vaginales.
Esta combinación probaba ser más embriagante que nada que hubiera probado antes y no pudo evitar deslizar súbitamente una mano bajo la única prenda que él vestía en busca del formidable ariete que prometía prontas delicias para ella.
Sin desprender el intimo beso, su mano se dedicó a recorrer longitudinalmente la piel del imponente mástil.
Sintió satisfacción y a la vez temor cuando trató de rodearlo sin exito con sus dedos. Aún asi, su cuerpo jóven le pedía cobijarlo dentro suyo…
Mmmmmmm – exclamó Sebastián visiblemente extasiado por las apasionadas caricias de ella.
Ella se irguió levemente, y le sonrió satisfecha, apretó firme pero cuidadosamente la turgencia del cilindro y llevando la otra mano hacia atrás, deslizó el borde del bóxer hacia abajo, liberando el temido pero ansiado tesoro.
La erección que Sebastián lucía era realmente impresionante.
Estando de pie, su pene hubiera buscado una orientación que apuntaba levemente hacia, pero echado así, la naturaleza hacía que se pegara sobre su tenso abdomen.
Melissa notó esto con agrado y montó sobre el cilindro caliente, esparciendo sus abundantes fluidos a lo largo del mismo.
Sebastián se mordió los labios al sentir los cálidos labios mayores rozándole…
Dado que ella era la que controlaba los movimientos, le era fácil lograr una optima fricción sobre el clítoris, que hacia que la sensación de calor creciera en sus entrañas. Podía moverse libremente a lo largo de la maciza verga, sintiendo constantemente el cosquilleo de los testículos en su ano al retroceder y el frote del frenillo del pene contra su clítoris al avanzar.
Una sonrisa se dibujo en sus labios cuando recordó como gustaba de sentarse a horcajadas sobre la viga de gimnasia, allá en las épocas de colegio, durante sus disimulados pininos masturbatorios.
Sus ojos buscaron el rostro de Sebastián y lo vio con los ojos cerrados, las manos de él acariciando sus senos, mientras que los pulgares jugueteaban con sus inflamados pezones.
Ohhhhhhh – suspiró ella
Ohhh, Melissa – dejó escapar él – nunca me había sentido así…
Ella se echo sobre él, buscando besarlo, lo que hizo que en ese preciso momento la hinchada cabeza se encajara entre los labios profusamente lubricados.
Ella no trató de retirarse, sino que busco sus labios de él con ansia y los encontró, igualmente desesperados por sentir los de ella. Las lenguas se acariciaron, con cariño, con ternura y ella retrocedió buscando encajar más del querido tronco dentro de ella.
El respondiendo al silencioso deseo de su compañera, contrajo brevemente los músculos de la base del pene haciéndolo elevarse y facilitar el angulo.
Solo eso bastó, el resto del suave pero dulce movimiento transcurrió en total silencio, pues ambos habían contenido la respiración, mirándose fijamente a los ojos.
El movimiento de ella pareció nunca terminar.
Era como si quisiera eternizar cada placentero milímetro de masculinidad que recibía dentro de ella.
El grosor de él era inaudito y la estrechez de ella atenazadora. Pero ambos se deseaban, se necesitaban y nada iba a impedir que la unión tan buscada se completara.
No te apresures…- exclamó él – no quiero que te hagas daño…
Lo que me va a causar verdadero dolor – susurró ella, rozando sus labios – es no tenerte dentro de mí…
Oh, Melissa…mi dulce Melissa.
Las palabras de él, la forma, la calidez con que las decía tenían el efecto de una droga en ella, una adicción de la que no quería escapar.
Y girando las caderas en pequeños círculos finalmente encajó la totalidad de la atesorada verga dentro suyo.
La aparentemente imposible unión se completaba. Se sentía tan bien para ambos, como si así hubiera tenido que suceder años atrás.
Ella comenzó una sensual danza sobre él, mientras que las fuertes manos se hallaban posadas sobre las ondulantes caderas.
El movimiento inicial era circular, frotando el clítoris contra el pubis masculino; el glande, escribiendo dulces frases en las entrañas de ella.
Los labios de él besaban o mejor dicho adoraban los entregados pechos de ella de una manera tal que parecía como si esas caricias se multiplicaran y esparcieran sobre toda su piel.
El estremecimiento que él causaba por dentro y por fuera de su cuerpo de hembra no cesaba. Las sensaciones eran apabullantes…
Sebastián por más que trataba no podía controlar el incontenible placer que el estrecho abrazo de la húmeda intimidad de ella aplicaba sobre su palpitante sexo, más aún, el calor de ese cuerpo delicado, su respiración entrecortada por esos dulces gemidos de ella hacían imposible que el se pudiera concentrar para tratar de retrasar la erupción que sucedería de un momento a otro…
Ohhhhh,….ohhhhh,……ohhhhhh,…..q-que ricoooooo – gime Melissa, a la vez que emprende un largo movimiento de bombeo, recorriendo ritmicamente la longitud de la columna de carne.
Ufffffff, – exhala largamente él tratando de no dejarse arrastrar por las oleadas de placer, cada vez más poderosas.
Los movimientos acompasados, perfectamente sincronizados de ambos cuerpos, perlados en sudor, enrojecidos de excitación, hacían recordar una danza de pasión, no sexo puro, pues los dos se estaban entregando sin reservas, con único deseo de dar en lugar de recibir…aunque fuera solo por esta noche…
El cuerpo de ella, perfecto, se movía cada vez con mas intensidad, haciendo que las redondas nalgas impactaran contra él, enterrandose más hondamente el querido mástil.
Las piernas de él se tensaban en espasmos, con los músculos marcándose por el esfuerzo de querer llegar mas dentro de ella, mientras las manos se engarfiaban en las caderas femeninas.
Las manos de ella se clavaban en el pecho de él con fiereza, pero no había dolor sino delirante placer, deseo de fundirse juntos…
Los testículos de el saltaban ante las fuertes arremetidas, el cuerpo de ella se recostaba ahora sobre él, teniendo los rostros juntos, sintiendo el uno el aliento del otro bañándole el rostro. Los gemidos acelerados, descontrolados….
Y la represa que contenía los caudales de infinito placer finalmente se rompió, bañándolos a ambos al mismo tiempo…..
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, Meeeeeliiiiiissaaaaaaaaaaaaaaaaa – rugió descontrolado, perdiéndose en el cuerpo de ella – mi amorrrrrr…
Ohhhhh! Diossssssssss, Sebastiaaaaaann……- dejo escapar en un grito, para luego confesarse a ella misma silenciosamente…- te amo tanto……..
Los ojos de ella dejaron escapar lagrimas, mientras gemidos de innegable placer salían de su garganta.
Gemidos que se perdieron dentro de la boca que buscó, que necesitaba sentir en ese instante…y la encontró…
Los cuerpos atenazados, engarfiados uno al otro dejaron escapar sonoros jadeos. Ninguno de los dos trató de separarse, sino que se veían buscando nuevas, mejores maneras de unirse…
Y quedaron así, pegados el uno al otro…mientras los minutos pasaban…
Ambos se encontraban echados aún en la cama, él recostado sobre las almohadas y ella apoyando su espalda húmeda contra su pecho masculino, mirando callados la forma en que la leña ardía en la chimenea.
El crepitar era cubierto por la música del disco que tocaba por enésima vez.
Ninguno de los dos había pronunciado palabra desde aquel momento tan hermoso y placentero para ambos…
Melissa? – rompiendo el silencio.
Si? –
Como te sientes? –
Bien…increíble – tratando de reunir sus ideas, para retornar nuevamente a su «realidad» – nunca me había sentido así.
Rápidamente hizo un inventario mental de las cosas que había traído, de sus prendas, su calzado, etc, como tratando de no pensar mucho en que lo bello se tenía que terminar en algún momento.
Sebastián de algún modo presintió lo que pasaba por la mente de ella en esos momentos.
Los pocos meses que habían pasado juntos le permitían reconocer cuando algo la apesadumbraba.
Giró hacia la mesa de noche detrás de él, tomó algo del cajón y girando, hizo un gesto para que ella recibiera lo que en tenía escondido en la mano.
Que es?
Abre la mano – ordenó el suavemente.
Al momento de extender la palma, vió como un objeto metálico de aspecto familiar caía sobre ella.
Que significa esto?
Son las llaves de la casa. – respondió él
Por qué?
Porque te amo – sentenció el, mirandola a los ojos.
Cómo? No…no es posible – sacudiendo la cabeza, negándose lo que acababa de escuchar – mi trabajo…
Me importa un comino. Yo me fijé en tí por lo que vales como mujer, como persona…
La primera vez que bailaste para mi me di cuenta perfectamente que lo que hiciste fué mucho mas que lo que acostumbrabas.
Y todo el tiempo que estuvimos saliendo juntos no me pediste absolutamente nada, ni un ápice. Lo único que querías era disfrutar de mi compañía…
Es que…
Mira, esta casa es amplia, está pagada y puedes hacer lo que quieras.
De mi parte no vas a encontrar la menor exigencia, tal como ha sido hasta ahora.
Y menos aún voy a tratar de imponerte mis sentimientos…
Ella se encontraba enmudecida, bajando la mirada…
Que me contestas? – esto ultimo lo pregunto sin convencimiento, no pudiendo evitar pensar que se podía haber hecho ilusiones vanamente.
Pese a todo, era necesario para él decir lo que sentía por ella, aunque ella no le correspondiera de igual manera. Sus ojos buscaban los de ella.
Luego de un largo silencio entre ambos…
Quiero pedirte 2 favores… – dijo ella, mientras miraba hacia la pared – como amigo…
Como amigo?… Esas palabras retumbaron en su cerebro en forma casi dolorosa.
Recordó entonces que mientras se amaban apasionadamente, las palabras comprometedoras, surgieron de sus labios…nunca de los de ella.
Se sintió como un chiquillo inquieto, esperando la negativa de la primera enamorada potencial, carcomido por la incertidumbre.
Cuáles? – no pudiendo evitar cierta inquietud en su voz, al percibir como ella desviaba la conversación.
Podrías llevarme algún día de estos a la universidad de Berkeley?- mientras una rápida sucesión de imágenes de su vida, su trabajo, su familia, la relación con él, si así se le podía llamar, se agolpaban en su mente.
Te llevaré cuando cuando quieras – asintió él con resignación.
Gracias…de veras… – sonrió ella.
Y el otro favor? – preguntó él en voz baja.
Quiero dormir aquí…contigo…
Los ojos de Sebastián no podían ocultar el tamaño asombro, su rostro parecía una mascara con expresión indefinida.
Ese instante pareció quedar suspendido en el aire, solo podía sentir la voz ligeramente temblorosa de Melissa…
mientras me quieras a tu lado…- continuó
El salió del estado catatónico en que estaba sumido durante lo que parecieron largos minutos, se acerco a ella, la tomó del mentón con infinita ternura y giro su rostro hacia él, encontrándose con los grandes ojos de ella, humedecidos…
Sebastián…no lo quise pero…- sintiendo primero que las palabras casi se quedaban en su garganta – me enamoré de ti…
Quise decírtelo cuando hacíamos el amor…pero…
Shhhhh- poniendo sus dedos sobre los tiernos labios de ella.
Ella sintió como los brazos fuertes la rodeaban meciéndose suavemente a su lado.
Se sentía bien así, de esa manera. No lo cambiaría por nada en el mundo.
Transcurrieron varios minutos así, abrazados, acurrucados en el lecho donde hacía momentos antes se entregaron el uno al otro.
Respecto al club…-empezó a decir ella.
No te preocupes – la interrumpió él – yo te llevaré y te recogeré hasta que puedas disponer de un automóvil…
Eso no será necesario – respondió ella, decidida.
El noto un cierto tono de independencia en ella, que admiró.
De ahora en adelante… – mientras acomodaba su cuerpo desnudo sobre él, moviéndose en forma insinuante, para susurrar quedamente en su oído – bailaré solo para ti…
Fin