Capítulo 5

De niña a mujer V

Después de nuestra deliciosa experiencia, Jenny ya no objetaba en absoluto la presencia de mis manos en sus nalgas o las caricias de mis dedos sobre su vulva.

Es más, casi lo esperaba con ansias, aunque no me lo pedía.

En algunas ocasiones vestía con una falda, larga, amplia, o una minifalda que hacia juego con otras prendas que estuviera usando. Inicialmente no se sentía cómoda con la idea, pero poco a poco lo fue haciendo con más frecuencia.

Reflexionando creo que se dio cuenta que ninguna de sus prendas había demostrado ser un obstáculo para mis caricias en sus zonas íntimas.

Un día, ya de verano, nos encontrábamos en la sala de su casa sentados en el sofá.

Entre beso y beso, caricia y caricia, mientras que mi mano izquierda acariciaba su nuca, hundiendo mis dedos entre sus cabellos, mi mano derecha acariciaba sus firmes muslos a través de la tela de la falda multicolor que usaba.

En algún momento mientras saboreaba su boca, la atraje a mi pecho, echándola sobre mí. Nuestras caderas empezaban el rítmico roce acostumbrado.

Mientras mis manos, ya se encontraban acariciando sus hermosas nalgas sobre la tela.

Mis manos lentamente descendieron al borde de la falda y comenzaron a acariciar suavemente la parte posterior de sus rodillas, de sus sabrosos muslos algo entreabiertos por estar montando mis piernas.

Ella acariciaba mis cabellos y comía mi rostro a besos, descendiendo por momentos a mi cuello tenso, sudoroso.

Mis manos tocaban sus glúteos a través de las bragas en forma casi imperceptible, como el roce de una pluma y ella tensaba su cuerpo a cada sutil roce que yo le daba.

Un inequívoco gemido de placer escapaba de sus labios pegados a mi oreja.

Paulatinamente mi tacto de hizo más firme y atrevido y sus besos proseguían también, dándome permiso a continuar con mis caricias.

En algún momento elevé la mano izquierda hacia su cintura, que roce tan solo con la punta de mis dedos, lo que la hizo arquear la espalda, como una felina.

La sutileza de mi tacto realmente la enloquecía.

En el momento que recorría su espina suavemente hasta llegara su cintura.

Mi mano derecha se atrevió a adentrarse por debajo de la braga, tocando su nalga directamente. Esto la hizo dar un respingo.

La miré a los ojos y buscando sus labios con ansias, hice que ambas manos se encontraran por debajo del cinturón de su falda.

Mis dos manos acariciaban en círculos su delicioso culo.

Yo mantenía los ojos cerrados tratando de traducir visualmente lo que mis dedos percibían.

Que piel! Tersa y firme a la vez. Los notables músculos de sus glúteos incitaban al manoseo febril, descarado.

Su pelvis seguía en esa danza constante, restregando su pubis contra mi pierna tensa, mientras que acaparando su delicioso culo con mis manos yo la presionaba contra mí para incrementar las sensaciones tan placenteras…

En algún momento, las bragas, debido al constante movimiento y caricias se introdujeron entre sus nalgas alojándose en esa deliciosa raja que me volvía loco.

Con un «caballeroso» gesto presté mis dedos con la intención de reacomodar la prenda sobre uno de sus cachetes, en lugar de entre ellos.

Pero la tarea se vio distraída al sentir su caliente raja, que no hizo más que invitarme a recorrerla con mis dedos.

Lo que hice sin premura pero con enfebrecida pasión.

Nuevamente su entrepierna respondió a mi tacto buscando el contacto de su clítoris y labios con mis dedos.

Ahora podía acariciar su clítoris en círculos, mientras mi otra mano manoseaba su culo sin el menor recato.

Debido al esfuerzo que yo tenía que hacer para llegar a su vulva con mis dedos, yo estaba casi envolviéndola con mi cuerpo, y su posición paso de montar mi pierna a cabalgar mis caderas perfectamente.

Sus rodillas apretaban mis costados y sus muslos abiertos no hacían mas que hacer que sus labios inferiores se abrieran liberando sus jugosas secreciones entre sus muslos temblorosos.

Creo que realmente no le hubiera importado tener las bragas puestas después de todo ya que estaban totalmente tiradas sobre una de las nalgas dejando su entrepierna totalmente al descubierto.

Mis dedos jugueteaban con sus vellos bañados de elixir femenino y la yema de mi dedo se aventuraba ligeramente entre sus labios logrando una ligerísima penetración

Ten cuidado, por favor, no lo metas – me suplica

Solo voy a jugar con tu vulva – replico jadeante – no te gusta?

Si… pero me da miedo, nunca lo he echo ni yo misma – Dice entre gemidos

Tan inocente, tan dulce. Nunca había conocido el placer de orgasmos antes de conocerme. Tendría tanto que enseñarle…

No te preocupes – la calmo – no haré nada que tu no quieras, cielo…

Mi adorable aprendiz reanudó con entusiasmo su cabalgata buscando a la vez mis dedos traviesos para que jugaran con su vulva.

Saque momentáneamente mis dedos de su intimidad, lo que llamó su atención y se incorporó ligeramente sobre mi para ver que pasaba.

Me observa atentamente mientras succiono mis dedos y lamo mi mano.

Parece incrédula al ver que me agrada tanto saborear sus jugos. Me sonríe tiernamente.

Quiero saborearte – le digo

Mmm??? – me mira con expresión de desconcierto – Cómo dices?

Quiero saborear los jugos de tu conejito – le digo con seguridad

Estás loco? – me mira sonriendo, sin poder creer lo que está oyendo.

No, cielo. hablo en serio – Sin dejar de mirarla

Su sonrisa desaparece, quedando en cambio boquiabierta por mi proposición.

Mientras tanto, bajo mi mano hacia su entrepierna nuevamente.

Froto otra vez su sensible clítoris y vulva, lo que la hace sobresaltarse, pero sin quitarme la mirada de encima.

Sosteniendo su mirada y esbozando yo una leve sonrisa.

Acerco otra vez la mano bañada en jugos a mi boca y mientras saboreo la deliciosa secreción comento:

No te das cuenta de como me gusta el sabor de tu conchita? – la interrogo

Pero, es que… – tartamudea

No hay diferencia, cielito – explico – tu sabor me encanta, pero se que sería más delicioso tomarlo directamente de tu conejito.

Se que me arriesgo a una negativa, pero su evidente goce ante todo lo que le enseñado me hace atreverme.

No te vas a arrepentir – digo – y si no te gusta, me detengo. No te prometí eso?

Es verdad, lo hiciste – asiente con la cabeza

Antes de que pueda dudar más ante mi proposición la hago levantarse de encima de mí y la siento al borde del sofá.

Ella me mira como incrédula, en trance, como no pudiendo creer lo que iba pasar.

No sabía que eso se podía hacer – dice en voz baja

Hay mucho que podemos hacer sin que pierdas la virginidad -comento con una sonrisa

La beso en los labios y suavemente hago que recueste su espalda en el sofá.

Yo me encuentro arrodillado entre sus piernas cubiertas por la falda que descendió nuevamente al desmontarme ella.

Mis besos son suaves y lentos, buscando relajarla.

Cuando siento su inequívoca respuesta a mis avances, desciendo una de mis manos a sus tobillos, desde donde empiezo a ascender con lentitud.

Lentamente sus muslos se relajan permitiendo un mejor acceso.

No puedo evitar percibir las feroces pulsaciones que mi inhiesta verga manifiesta, como si realmente pudiera reconocer el aroma de la humedad que su conejito derramo sobre la tela de mi pantalón.

Imagino estar desnudo ante ella posando la cabeza de mi mástil entre los labios de su delicada cuevita.

Envidio a mi dedos por tener ya derecho de jugar con semejante tesoro. Mis besos la enloquecen nuevamente y le pido que abra su blusa para dejarme besar sus pechos delirante.

Con timidez abre la prenda y mueve el brassiere sobre sus lindos senos, todos sonrojados por la excitación.

Mis labios empiezan a bordear sus pechos con un suave roce.

Ella suspira profundamente, casi emitiendo un gritito de placer.

Sus gemidos agudos pero suaves se hacen más continuos, y estrecha mi cabeza hundiéndola sobre su pezón erguido, dispuesto a batallar.

Lo encierro entre mis labios y lo rodeo con mi lengua sedienta.

Puedo sentir el ligero sabor salado de su adorable sudor. Esta actividad realmente toma buena parte de su energía.

Mis mano derecha se encuentra acariciando la cara interna de sus muslos con ligereza, suavidad, en forma casi imperceptible, pero lo suficiente como para hacer variar notablemente el ritmo de su respiración.

Enardecido veo como sus pechos se agitan por mi tacto.

Ella se siente abrumada por mi ataque simultáneo: mi boca succionando sus pezones casi con desesperación, mi mano izquierda acariciando su costado tembloroso, dibujando los bordes de su seno, mi mano derecha filtrándose por debajo de sus muslos y sus húmedos glúteos.

Sus gemidos me invitan a adentrarme más y más a áreas vírgenes para mis ojos y mis labios.

Mi boca comienza un descenso lento, parsimonioso, pero continuo hacia su firme abdomen, lamiendo su ombligo.

Mi mano derecha recorre ahora su deliciosa raja mas fácilmente ya que en ese momento sus caderas cuelgan del borde del sofá, sosteniéndose con sus piernas totalmente abiertas.

Cuando observo sus ojos cerrados y su pelvis moviéndose rítmicamente buscando mis dedos.

Mi otra mano levanta el borde de la falda descubriendo poco a poco los muslos mas apetecibles que he podido ver.

Ni siquiera las mejores revistas de adultos mostraban algo tan hipnotizante como aquello.

El olor de su conejito chorreante me llamaba a gritos a que fuera a darle calma, pero yo me tomaba mi tiempo.

Seguí subiendo la falda llegando ya a dibujar los delicados vellos de su pubis.

Eran negros, sedosos cubriendo aquel Monte de Venus que instintivamente se movía en círculos ante mi estímulo.

Mis besos hacían presión sobre su tembloroso abdomen cubierto por ya poca tela.

Por el ángulo de mi posición solo puedo imaginar el espectáculo que debe ser la visión de aquella delicada vulva, brillando con sus secreciones.

Paso a besar sus rodillas mientras mis manos continúan su trabajo.

Entonces dirijo mi mirada hacia ese rincón de placeres que se encontraba ya tan cerca de mi y no puedo evitar quedarme quieto por un instante.

Su hermosa vulva, rosadita, húmeda chorreante, con delicados labios entreabiertos e invitantes, perdiéndose hacia abajo en una raja profunda y anhelante completamente bañada de jugos.

Los movimientos rítmicos de su pelvis me despiertan del trance en que me encuentro y miro hacia arriba.

Veo sus ojos entrecerrados, su boca entreabierta, mordiendo su labio inferior.

Beso la cara interna de sus muslos, mirándola a los ojos y ella no puede evitar cerrarlos y echar la cabeza hacia atrás.

Uffff! Uuuuhhhhhmmmm – deja escapar entre fuertes gemidos

Continuará…

Continúa la serie