Todo cambia al volver I

Todo parecía estar igual, o al menos nada presentaba muestras de cambios muy significativos, considerando mi ausencia de cinco años en España.

Estaba por darle definitivamente la razón a Antonio, mi eterno amante, quien reiteradamente me había dicho que en estos países sudamericanos el tiempo parece caminar mucho mas lento.

Sin embargo esta impresión solamente duró hasta el momento en que Pipo entró como una tromba en la sala y se arrojó en mis abrazos abiertos con todo el ímpetu de sus 18 años.

Me abracé a él o mejor dicho me dejé estrujar entre esos brazos que cinco años atrás no eran sino apenas los brazos de un adolescente.

A pesar que en sus cartas me había dicho en forma reiterada que ya era un hombre, ese decir suyo no concordaba con el contenido reiteradamente infantil de sus cartas que tan feliz me hacían al permitirme saber que, a pesar de la separación, conservaba todo el amor y devoción de mi sobrino lejano.

Cuando me dejó en libertad, luego de llenarme de besos, me alejé un poco, para poder observarlo con calma.

El muchacho conservaba su rostro moreno y anguloso, ahora de facciones marcadas, una nariz casi demasiado grande y unos labios pequeños y finos.

No era hermoso, pero lo que más me llamaba la atención era que a pesar de su edad Pipo era de estatura baja, lo que recordaba siempre al muchacho adolescente que cinco años atrás había dejado llorando en el aeropuerto.

El cansancio del viaje fue cediendo paulatinamente y el sueño me invadía, de modo que opté por retirarme a mi cuarto, en la intimidad del cual, me di a la penosa tarea de desnudarme.

Siempre me ha llamado la atención la celeridad con que me desnudo cuando estoy con Antonio y lo pesado que se me hace el proceso cuando estoy sola.

Cuando por fin me estiré entre las sabanas debí admitir que indudablemente había aumentado de peso pues, mis tetas descansaban pesadamente una sobre la otra y mis muslos rozaban sin espacio alguno entre ellos.

Pero al fin me dormí.

Fue después de medianoche cuando escuché los pasos de Pipo acercándose a mi cama.

Al comienzo no me causó sobresalto alguno, por cuanto a menudo acostumbraba meterse en mi cama a media noche.

Pero de pronto, me di cuenta que ya no era el adolescente regalón de antes sino un hombre que aunque físicamente no representaba sus 18 años no había dudas que sí los tenia.

Sin embargo en ese momento no atiné a nada y me quedé tranquila fingiendo dormir de modo que cuando el se acomodó a mi lado, casi sin tocarme, yo no me moví y a los pocos minutos me invadió el sueño.

Sería mas de medianoche, cuando desperté.

Tenía calor y la pesadez del sueño que había inmovilizado.

Fue entonces cuando sentí el cuerpo de Pipo apegado al mío, a mi espalda y su rítmica respiración me indicó que dormía profundamente.

Me moví ligeramente en la cama para no despertarlo y traté de nuevo de conciliar el sueño.

Estaba aun entre despierta y dormida cuando tuve la sensación que el se apegada a mi trasero como si quisiera restregarse conmigo y pensé que involuntariamente lo hacía, como un movimiento de tipo accidental.

No le habría dado mayor importancia sino fuera por algo que, al sentirlo bien, me despertó totalmente.

Seguí sin moverme pero absolutamente despierta, con todos mis sentidos

No había dudas que lo que yo estaba sintiendo allí entre mis nalgas era el pene de Pipo.

No podía ser otra cosa por la posición de su cuerpo y del mío.

Mas, no era eso lo que me llamaba la atención sino la dimensión de ese miembro que yo podía detectar claramente sobre mi pequeña braga incapaz de cubrir mi generoso trasero. Debí reconocer que tenía un problema, no sabia que hacer.

Podría reaccionar, despertarlo y pedirle que se fuera a su cama, lo que sería como admitir que me había dado cuenta de lo que pasaba, pero también podría simplemente dejarlo pasar por esta noche y ya durante el día manejar las cosas para que la situación no se volviera a repetir.

Opté por esta ultima alternativa y que quedé en reposo sin hacer nada.

Sin embargo era imposible quedarme indiferente a lo que pasaba.

El muchacho restregaba su miembro con un ritmo pausado pero seguro, y yo tenia la impresión que ese instrumento había crecido desde hacia minutos de una manera como yo no lo podía imaginar.

Me di cuenta que tenia mas calor y que ello ya no era consecuencia de la temperatura ambiente.

Yo estaba alterada, mi corazón latía con fuerza y mi respiración se había hecho agitada.

Me concentré un momento en lo que sucedía y pude darme cuenta que Pipo seguía dormido, no tenía dudas, pero también seguía ese ritmo endemoniado con que me tenía paralizada por medio de ese tronco que crecía entre mis nalgas como un instrumento diabólico.

Ahora yo estaba completamente despierta, podría haber cambiado de posición, pero no lo hice.

Me dije a mi misma que era para no ocasionar que el muchacho despertara y se diese cuenta de lo que pasaba y se avergonzara, pero esta explicación me sirvió solamente durante unos pocos minutos, porque rápidamente tuve que admitir, casi sin darme cuenta al comienzo, y plenamente consciente ahora, que una curiosidad malsana me había invadido por el tamaño de lo que ahí tenia rozándose conmigo.

Al poco tiempo me di cuenta también que mis pechos me molestaban y sin tocarme pude estar cierta que mis pezones se habían dilatado poderosamente.

En suma estaba excitada sexualmente de una manera tan intensa como hacia tiempo no me sucedía

Ahora quería francamente mantener el contacto, era mas, quería aumentarlo.

Poco a poco toda la realidad normal de mi regreso, y lo sucedido ese día en la casa se fue borrando de mi mente como algo lejano, para ser reemplazado por la realidad de lo que estaba sucediendo en mi cama en ese momento.

Lentamente, nada mas que eso me importó, dejándome invadir plenamente por lo que estaba viviendo.

Me di cuenta que el muchacho chocaba su pene contra la tela de mi braga, de modo que muy suavemente, sin despertarlo, me moví para poder sacármela y luego también, con infinita suavidad, retomé la posición inicial para ofrecerle mi trasero desnudo.

El sentir su miembro deslizarse, ahora libremente entre mis nalgas me ocasionó una sensación excitante tan violenta que sentí latir mi sexo hasta las profundidades y un liquido caliente y denso comenzó a invadir mi vagina ocasionándome un placer delicioso.

Ahora no sabia si era el o yo quien mantenía el ritmo de nuestro contacto, solamente perciba con claridad, como ese tronco ocupaba el espacio entre mis nalgas ahora deslizándose en forma perfecta facilitado por la lubricación de mis jugos.

En algunos momentos, un matiz de desenfreno, se apodero de mi y moví mi trasero con voluptuosidad para adivinar con la sensibilidad de mi raja la textura y dimensión de ese pene que en este momento ya me había trastornado sin remedio.

No podía calcular su dimensión, ni su grosor, ni su largo porque la sensación era completa de placer extendido a todo mi cuerpo.

Así estaba ahora, totalmente presa de un deseo desatado, y me acariciaba los pechos al mismo ritmo de su pene en mi raja, tiraba de mis pezones ocasionándome un placer doloroso y embriagador, hasta que me vino un orgasmo omnipotente, de tal fuerza, que sentí que mis nalgas casi se separaban y luego se juntaban y en ese momento mientras se lo mantenía sujeto allí, sentí que Pipo explotaba derramándose allí mismo, inundándome como nunca había visto, de modo que estaba completamente mojada en medio de unos latidos desesperados de mi vulva a la que apenas podía calmar con mi mano derecha y de ese modo pude contenerme para no gritar en medio de la noche que estaba albergando esto que no sabia si era pecado.

Me quedé completamente tranquila mientras sentía como Pipo latía y goteaba entre mis nalgas hasta percibir que su cuerpo y el mío volvían al reposo y el sueño se apoderó de mi.

Desperté cerca del mediodía y al recordar lo sucedido en la noche con el muchacho, toda mi sabiduría teórica y clínica, perfeccionada durante cinco años en Europa me pareció totalmente superflua porque tenía en mi mente y sobre todo en mi cuerpo la persistente sensación de lo vivido.

Así, quise dejarme llevar por las obligaciones en el Instituto en que trabajo y por las conversaciones con los colegas de profesión luego de cinco años de ausencia, pero he tenido claro durante todo el día que lo único que estaba haciendo era arrastrar hacia adelante una realidad con la cual fatalmente me encontraría al termino del día, de modo que, cobardemente decidí dejarme invitar a comer por Antonio para no llegar temprano a la casa y así no enfrentarme con Pipo.

Todos dormían cuando llegué, de modo que pude irme a mi cuarto con la clara intención de dormirme cuanto antes, tratando de pensar lo menos posible en lo que pudiera suceder.

Me daba la tranquilidad suficiente el haber decidido que si Pipo volvía a meterse en mi cama, hablaría calladamente con el y le explicaría con todo mi bagaje de experiencia en casos semejantes en mi clínica, que hay cosas que se deben encausar de otra manera.

Fui ilusa, sin embargo, al pensar que el sueño acudiría a mi benévolamente.

No fue así y ni la lectura, ni la música lograron nada, porque luego de un par de horas de lucha, debí admitir que lo único que tenía en mi mente era la imagen de lo vivido la noche anterior.

Mi mente quizás estaba dispuesta a rechazar la idea, pero mi cuerpo parecía haberse independizado y cada parte de mi piel evocaba la suavidad de la suya.

Comencé a latir como una principiante y la evocación de sus longitudes imaginadas, de sus grosores agresivos y del placer inaudito que me había embargado la noche anterior, terminaron por apoderarse de mi hasta llegar a la conclusión que lo estaba deseando de verdad, que anhelaba sentir sus pasos caminando por el pasillo y verlo metiéndose en mi cama creyendo que yo estaría dormida

En los siguientes minutos fui paulatinamente transformándome en una verdadera antorcha, pues cada parte de mi cuerpo parecía arder, atenta a cada ruido a cada murmullo proveniente de su cuarto allí a tres metros del mío.

Me levanté lentamente sin hacer el menor ruido, y a los pocos momentos estaba de pie, totalmente desnuda, en el pasillo que separaba nuestros cuartos.

No serian quince pasos desde mi cama hasta la entrada de su cuarto, pero cada uno de ellos estaba acompañado de un pequeño estremecimiento profundo, el deseo me tenia dominada, jamás me había sentido así.

Cuando estuve frente a su puerta me di cuenta que ella estaba abierta y que la luz desde mi cuarto originaba un pequeña claridad en el suyo.

Pipo estaba dormido y yo avancé hasta situarme junto a la puerta abierta.

Si en ese momento el muchacho hubiese despertado me habría visto desnuda frente a él, pero estaba dormido dándome la espalda.

Su respiración agitaba rítmicamente su pecho. Seguramente, debido al calor, se había dormido sin cubrirse con la sabanas.

En ese momento Pipo se movió sobre la cama.

Me quedé paralizada mientras el muchacho cambiaba de posición quedando de espaldas, aparentemente seguía dormido

En ese momento fue que pude observar el bulto gigantesco de su slip que parecía no poder resistir la tensión ocasionada por su miembro salvajemente erecto.

Como atraída por un imán erótico de fuerza irresistible,

comencé a acercarme a la cama.

Ya estaba ahí, estaba desnuda, estaba ardiendo, estaba excitada y deseosa, no había nada que pudiera detenerme.

Me acerqué al borde de la cama y me puse de rodillas en el suelo,

Varias veces estuve en esa posición en el pasado, cuando el muchacho había estado enfermo años atrás, pero ahora la enferma era yo, enferma de pasión y de una calentura que ya no podía dominar.

Su bulto estaba allí a cincuenta centímetros de mis ojos. la tela del slip parecía estar tensada al máximo, entonces con movimientos casi automáticos de mis manos, deslice la prenda para liberar el tesoro que la noche anterior había tenido entre mis nalgas.

Era algo prodigioso, era un miembro perfecto, una creación acabada.

Osciló levemente y luego quedó en reposo muy ligeramente inclinado. casi vertical.

Me habría gustado tocarlo, pero las manos no me obedecían, tan subyugada estaba contemplándolo.

No se si Pipo estaba soñando, no se si en realidad había advertido mi presencia y eso lo excitaba mas, pero lo que ahora sucedía era que ese pene fabuloso comenzó a oscilar ante mis ojos describiendo pequeños círculos y latiendo pasional, descarado y de pronto la piel de su extremo se fue deslizando hacia abajo.

En ese momento el grado de mi excitación alcanzaba limites casi insoportables, no quería tocarme para no romper el hechizo de ese momento de tal modo que, cuando la cabeza quedó totalmente descubierta los latidos en mi vientre eran casi dolorosos.

Me habría precipitado sobre él, lo habría besado hasta morir, se lo habría mamado hasta cansarme, pero si lo hubiese hecho lo habría despertado y yo solamente quería dejarme invadir por la contemplación y en ese momento se me ocurrió la idea

Imaginé que Pipo no estaba dormido y simplemente estaba observándome y al mismo tiempo ocultándose.

Me puse de pie en el centro de la pieza y sin dejar el ningún momento de mirar su miembro prodigioso, comencé una forma de extraño y excitante baile sin mover los pies sino solamente el resto de mi cuerpo.

Si me estaba observando, quería mostrarme. Junté y separe las piernas, como en un baile descarado, me acaricié los senos con voluptuosidad, avance mi vientre hacia la cama, me acaricié las nalgas, y finalmente separé los labios de mi vulva para ofrecerla.

Era un ofrecimiento salvaje y abierto, sin restricciones.

No se si fueron minutos, pero el deseo me había hecho perder la noción del tiempo y en ese momento Pipo estalló.

Como un volcán escupió su liquido blanco espeso que en el aire se separo en gotas gigantes una de las cuales azotó mi rostro.

Sentí que las piernas se me aflojaron y me sentí caer alcanzando a afirmarse en la puerta, dejándola entre mis muslos, mis labios mayores se separaron recibiendo agradecidos el borde de la puerta por el cual me fui deslizando derramando mis fluidos en su perfil mientras se apoderaba de mi un monumental orgasmo.

Me incorpore de nuevo sin soltar la puerta de entre mis muslos sintiendo siempre el compras de mi vagina como un reloj desbocado pero ahora satisfecho.

Aun latía cuando, de regreso a mi cuarto, me tendí en mi cama y me dormí.