Una aventura muy caliente en la playa
Era una cálida noche de verano, las chicharras canturreaban a lo lejos.
Las olas del mar golpeaban contra la playa, con susurros.
Era incapaz de dormir, la luna se bañaba en el mar y el aire era claro y limpio; decidí darme un baño, para ver si se me pasaba el calor y la angustia.
Como todos dormían en la casa decidí dármelo desnuda, lo cual me ponía, siempre había sido una de mis fantasías eróticas…
Bajé con una toalla grande que me cubría, no había nadie por allí, tan sólo la luz lejana del puerto en el horizonte me hacía compañía, junto con la luz de la luna.
Dejé la toalla a unos pocos metros de la orilla, y me zambullí en el agua.
Estaba fresca, pero no tanto como yo hubiera querido.
De entre las sombras surgieron unos murmullos que antes había pasado desapercibidos; era Cesar, uno de los curritos de mi padre, siempre me había parecido atractivo, es más, me gustaba.
Estaba cerca de la valla, el tampoco podía dormir, quizás también él quisiera darse un baño.
Decidí salir del agua, antes de que se metiera él.
Salí, cogí mi toalla y rápidamente me la coloqué, cuando llegué a la puerta de la valla que daba acceso a mi casa me vio y me miró con ojos de gacela asustada, estaban brillantes por la tenue luz de la luna.
-Buenas noches!, dije yo
-Buenas!, qué hace tan tarde por aquí?
-Refrescarme
-Esa es una buena idea, cuando acabe con esto tal vez la imite, si me lo permite.
-Es libre de hacer lo que quiera, no es mi esclavo.
-Era una forma de hablar.
-Buenas noches
-Buenas noches
Nos despedimos sin más miramientos, había estado toda la tarde recogiendo el garaje y acababa de terminar, estaba todo sucio, sudado y sin camiseta.
Subí a mi cuarto y como una adolescente me puse a mirar por la ventana, asegurándome que, por un casual, no se me viera.
En efecto, como yo esperaba se dirigía toalla en mano al mar, en aquel momento llevaba un bañador, que se acabó quitando antes de entrar al agua; algo que me extraño fue que miró hacia la casa y se sonrió; “me habrá visto? No, no puede ser” me dije a mi misma, desde aquí no se me ve. Pero entonces… va! Mejor olvidarlo.
Cuando salió del agua vi su penduleante polla, no estaba excitado, pero aún así era ya grande.
Me volví y me escondí bajo el poyete de la ventana, estaba completamente excitada y empezaba a estar húmeda, me quité la toalla y me tumbé en la cama, con la esperanza de quitarme de encima ese calor…, pero era demasiado, aquella visión me atormentó durante el sueño; imaginaba nuestros cuerpos bañados por las olas, su lengua masajeando mi clítoris, mis manos amasando su enorme aparato…, cuando desperté por la mañana aún no había amanecido, y nadie había despertado; me puse una camiseta y traté de seguir durmiendo, esta vez sin sueños.
Desperté al medio día, con la camiseta completamente empapada en sudor; la tenía pegada al cuerpo como si me hubieran arrojado un cubo de agua.
Me puse un bañador ligero y un pareo a la cintura.
Bajé a desayunar.
Ya todos se habían marchado a hacer su “vida social” yo, por mi parte, decidí quedarme tomando el sol en la playa; mis padres me dijeron que aquella noche la pasarían fuera, en casa de unos amigos por motivos de negocios; estupendo, así podría hacer lo que quisiera.
De pronto le volví a ver, también esta vez sin camiseta; tenía todo el cuerpo moreno del trabajo que a veces hacía en el jardín.
No era un chico musculoso, pero estaba bien formado su pelo negro, liso y encoletado le daba aspecto de indio americano.
-Buenos días!, dije alegremente
-Buenos días señorita! Anoche seguí su consejo y me di un baño, fue reparador, casi me quedó dormido esta mañana.
-Me alegra que siguiera mi ejemplo. Por cierto, va a quedarse esta noche en la finca?
-Seguramente; por?
-Porque mis padres se van y no me gusta quedarme del todo sola, ya me entiendes, te puedo tutear?
-Por supuesto señorita
-Llámame Verónica
-De acuerdo, Verónica.
Esta noche tenía la casa para mi sola y para más facilidad le tenía a él.
Mis padres se marcharon entorno a las 9 de la noche, decidí darme el último baño de la tarde, pues aún era de día; cuando salí del agua encontré a Cesar en el mismo sitio donde nos vimos la noche anterior.
-Va a repetir esta noche señorita?, preguntó
-Verónica, y seguramente sí.
-Perdón, Verónica, es que pensé que tal vez la…
-Ejemmm…
-Que tal vez te sentará un poco mal que te preguntara eso.
-No, no hay problema, tu también?
-Perdón?
-Qué si vas a repetir tu también!
-Ah!, bueno, no sé puede ser.
-Pues por si coincidimos, nos vemos esta noche, si no hasta mañana.
-Lo mismo digo
Parecía que le hubiera propuesto una romántica cita a la luz de la luna, no podía dejar de pensar en aquella enorme polla, que se escondía debajo de su pantalón vaquero, completamente apretado.
Cené algo ligero mientras veía la televisión, me quedé dormida, pero tras una hora larga desperté empapada en sudor, menos mal que había puesto la toalla debajo de mi, porque me hubiera matado mi madre si le hubiera manchado la tapicería de sudor.
Cogí la toalla y salí a la terraza.
Me quité la camiseta empapada y la deje sobre una silla.
Descalza me dirigí donde la noche anterior había dejado la toalla; la coloqué en el mismo sitio, en la misma posición, con la diferencia de que esta vez llevaba un bañador.
A lo lejos vi que la luz del cuarto de Cesar se apagaba, él también había decidido darse el baño.
-Parece que al final hemos coincidido, dijo él
-Si, respondí yo, unos largos?
-Vayamos
Dejó la toalla a un lado de la mía, esta vez el agua estaba más fría que el día anterior y me costó más entrar.
Finalmente entré y me quedé unos instantes disfrutando del contacto del frío elemento en contacto con mi piel.
El agua me cubría hasta el cuello.
Él había entrado decididamente y estaba haciendo largos no muy lejos de mi.
De pronto noté algo que me cogía por la pierna y tiraba hacia abajo, era Cesar que me quería dar un susto.
No me llegó a hundir, pero sí a asustar; me giré toda indignada y vi su cara sonriente; entonces decidí intentar hundirle subiéndome a sus hombros, pero como hacía píe lo único que conseguí fue que me diera otro chapuzón, cuando emergí él se zambulló.
No sabía donde estaba miré a un lado y a otro cada vez más asustada, cuando de repente dos fuertes brazos me cogieron por detrás y me levantaron para tirarme un poco más cerca de la orilla.
Cogí un puñado de tierra del fondo y se lo lancé con la esperanza de hacerle algo, pero eso no hizo más que divertirle más, era como un pelele entre sus manos; intenté correr, pero me alcanzó enseguida, sólo me quedaba una cosa por hacer, le quité el bañador y lo tiré en la orilla, a lo que él respondió haciendo lo mismo, sólo en la parte de arriba. Reímos y jugamos así durante unos minutos más hasta que acabamos abrazados y cansados.
Bajo el agua notaba como su polla crecía al contacto de mi bañador, finalmente nos besamos loca y apasionadamente. Hizo que le rodeara la cintura con mis piernas y me sacó del agua, me tendió en la toalla y continuó besándome.
Empezó a lamerme por todo el cuerpo, deteniéndose en los pezones, primero me chupaba y mordisqueaba uno y con una mano me acariciaba el otro y después repetía la misma operación pero en el otro, eso me excitaba y sabía que no podría resistir mucho tiempo antes de que el orgasmo me sobreviniera.
Pero tuvo calma y me hizo deleitarme en el contacto de su lengua contra mis pezones, erectos y duros.
Una vez me los hubo masajeado suficiente y de haberme dejado completamente excitada continuo lamiendo mi vientre, mi ombligo (jamás pensé lo erógeno que era este)…
Cuando llegó al bañador se detuvo y me miró con aire interrogativo; yo deseaba más, deseaba tenerle dentro, todo él y le coloqué la mano sobre la gomita que lo sujetaba y comenzó a bajarla hasta que quedamos los dos completamente desnudos sobre la toalla.
Comenzó entonces a lamerme las ingles y a masajearme con el dedo el clítoris ya duro, poco a poco fue llegando a los labios mayores…, después a los menores…… y por último su lengua rozó mi inflamado sexo.
En aquel punto lancé un leve gemido de placer, a lo que él respondió con un aumento en la velocidad de la lengua.
Estaba a punto de correrme y de llegar al orgasmo, pero cuando parecía que este iba estallar, volvía a lamerme las ingles; no quería que la diversión durara poco, él sabía como tratar a una mujer. Con una mirada caritativa le pedí que no me dejara así, eso era demasiado, a lo que me respondió “aún no”.
Yo ya no sabía qué hacer, deseaba más que nunca su polla en mi coño, eso era una tortura.
En un instante de lucidez decidí un contra ataque, le agarre del pelo y tiré de él hasta tumbarle boca arriba; le aprisioné las manos con las piernas y me senté en su pecho.
“Ahora eres mío” me oí decir, como si de un leve susurro se tratase.
Vi su pene erecto y listo para la acción, al verlo así tan indefenso decidí hacer otra cosa.
“Date la vuelta”, le dije y el obediente se volvió, le bajé las manos y se las até con la parte superior del bañador ya puedes volverte otra vez, con muchas dificultades lo hizo y en vista de que la postura no era cómoda para ninguno de los dos le pasé los brazos por debajo de las piernas y se los puse sobre la cabeza, “así no sufrirás más de lo que yo desee” “tus deseos son ordenes mi ama”, ahora me tocaba castigarle a mi.
Comencé masajeándole el pecho, deshaciendo los rizos de este entre mis dedos, arañando con mis uñas levemente, todo lo cual le excitó, continúe masajeándole el abdomen, pasando una y otra vez mi húmedo coño por él.
De su cadera provenían fuertes envestidas que pedían a gritos una pausa en aquella tortura, pero no le di tregua.
Comencé entonces a bajar y a pasar mi pelvis por su polla, empezó entonces a soltar gemidos profundos estuve así durante unos instantes, casi le hago correrse, pero por suerte paré justo a tiempo, le quería dócil, moldeable, sumiso, comencé a masajearle las piernas subiendo desde las rodillas hasta sus testículos y su pene.
Le acaricié los primeros con mano dulce y comencé a hacerle una paja con la otra. Notaba como daba embestidas contra mi mano, pidiendo más fuerza, mayor dureza, aquello era prácticamente insoportable.
Decidí entonces darle una tregua, para que se apaciguara y se tranquilizara para cuando llegara el momento de correrse.
Me levanté entonces y acerqué mi coño a su cara “chupamelo” le exigí “déjame usar los brazos” me pidió, “de acuerdo”. Le solté las manos, tonta de mi, y calló sobre mi como un puma sobre su presa.
“Ahora te tengo yo”, me tumbó boca arriba y me levantó las piernas hasta enganchárselas en los hombros, me puso su toalla bajo mi espalda para que no sufriera tanto la postura, “querías que te lo chupara?, pues te vas a enterar”.
Su lengua comenzó a hacer fuertes envestidas contra mi vagina, como queriendo imitar una polla, pero aquello sobrepasaba mis expectativas, aquello era mejor, me hizo sufrir, me hizo sufrir largo rato, pasándome su vigorosa lengua una y otra vez por el clítoris inflamado.
Su polla golpeaba contra mi espalda dura como un mástil, lo cual me hacía excitarme más.
Ya no lo aguantaba más le pedí que parara, iba a reventar si seguía haciéndome eso pero no paró, continuó, cada vez más aprisa hasta que me hizo llegar al orgasmo, todo mis cuerpo se estremecía al compás de una música jamás tocada en mi ser, pero él seguía aporreando una y otra vez con su lengua mi clítoris; aquello me empezaba a doler, pero a la vez me excitaba cada vez más.
Hasta tres orgasmos seguidos tuve después de ese, creía haber muerto y haber ido al paraíso.
Cuando ya estaba agotada por los sucesivos éxtasis me dejó reposar unos instantes.
“Qué te ha parecido eso?” le oí decir.
Yo por mi parte no tenía fuerzas ni para hablar.
“Ahora que deseas mi ama” continuó.
Le señalé que esperara unos instantes, mientras recuperaba fuerzas, ahora deseaba que me llenara, que metiera su polla en mi coño; mientras yo me decidía me comenzó a dar leves besitos en los pechos y en el vientre, yo le acariciaba el pelo, enredando mis dedos entre sus largos cabellos; deseaba que me llenara.
-Tienes condones?
-Sabía que esto podía ocurrir, así que traje uno en el bolsillo que tengo en mi toalla
-Pues a qué esperas
Me levantó entonces y me bajó las piernas, me quitó la toalla de debajo de la espalda y sacó el condón.
Se lo puso fácilmente y se colocó sobre mi.
Me abrió muy despacio las piernas, deteniéndose en acariciarme a cada milímetro.
Yo ya estaba recuperada, al menos en parte, de esa última ascensión al Everest de los orgasmos cuando de repente comencé a notar la punta de su polla en mi vagina.
“Espera” le dije “ponte debajo de mi, yo te deleitare ahora” concluí.
Se tumbó en la toalla, boca arriba, mientras yo sentada a horcajadas en su vientre comenzaba a masajearle el pene; tan pronto como comenzó a gemir me di la vuelta para verle la cara y situé mi vagina sobre la punta de su glande, sonrosado, y ahora pálido por el condón.
La rozaba como unas alas de mariposa; eso era como una tortura, pero que a la vez incita a la excitación, “por favor baja ya” le oía decir entre gemido y gemido, hasta que ya no se pudo contener, me agarró por los brazos y de una embestida, fuerte, penetrante, me introdujo toda su polla.
Aquello fue el éxtasis total, se deleitaba en hacer el amor, no en el puro sexo, era un profesional; duras embestidas se seguían de leves envites y viceversa, hasta que tras una serie de largas, potentes y rápidas embestidas nos llegó el orgasmo a los dos, nuestras respiraciones, al unísono, repiqueteaban en nuestros oídos, nuestros corazones palpitaban casi a la par, bombeando la sangre hasta nuestros cerebros para recuperar el sentido, perdido hacía ya varios minutos.
Nos quedamos tumbados en la toalla, cubriéndonos con la otra, el uno abrazado al otro.
Yo estaba muy cansada, habían sido demasiadas emociones por una noche.
-Creo que he llegado al límite de mis fuerzas, estoy agotada, no puedo ni moverme.
-Quieres que te lleve a tu cama?
-No estaría mal
Dicho esto, se levantó se puso el bañador, que apenas le servía para cubrir la erección y me cubrió con la toalla, cogí mis cosas y agarré la otra toalla; me llevó en volandas hasta la casa y me ayudó a subir la escalera, el también estaba algo cansado.
-Quédate conmigo
-No creo que deba…
-Después de lo de esta noche qué importa, además, creo que ahora me toca a mi satisfacer tus deseos, y aquí tengo preservativos…
Se lo pensó unos instantes, “por qué no?” se dijo.
-Esta bien, pero creo que te convendría descansar, estas muy agotada.
-Creo que ya estoy mejor, además, por lo que veo aún sigues cachondo
-No quiero que te hagas daño, en fin…
-Déjate de tonterías, voy a darme una ducha para quitarme la sal, vienes?
-Creo que no debería…
-Déjate de excusas…
Y de un tirón le metí en el baño, deseaba ser jodida por todos los agujeros de mi cuerpo, quería tenerle dentro cuantas más veces mejor y hasta estaba dispuesta a beber su esencia.
Nos metimos a la ducha donde el agua fría templó los ánimos, pero no por mucho tiempo.
“Uy el jabón”dije mientras disimuladamente lo dejaba caer a sus píes, entonces me arrodille y comencé a pasarle las manos por los muslos hasta llegar a su testículos y rozar con leves toques la superficie velluda.
Él comenzó a excitarse y su glande parcialmente oculto reapareció de nuevo ante mí.
Entonces lo tomé con ambas manos y comencé a frotarlo contra mi cara, mi cuello, mis labios…, besaba suavemente la punta, lo que le excitaba.
El agua caía y él se agachó a mi altura y me besó, entonces se tumbó en la bañera, así me facilitaba las cosas y él no se caería, pues las piernas le flaqueaban de placer…
Con la mano izquierda le acariciaba el pecho, arañándole con las uñas, con la derecha le acariciaba la polla y con mi boca daba besitos y mordisquitos por toda la verga, desde la punta hasta la base, una y otra vez, nunca antes me había fijado en lo hermosa que es una tranca bien recta, y más como aquella.
Él, mientras, hacía dibujitos en mi espalda, que combinados con las gotas de la ducha me ponían a doscientos por hora; dejé de acariciarle el pecho para masajearme mi clítoris, parcialmente preparado.
Entonces comencé a chupar la punta, primero levemente, después más rápidamente hasta que me la metí hasta la garganta; era la primera vez y me atraganté, cogiéndome por la cara me miró a los ojos y con su mirada me dijo que no debía hacer cosas que yo no quisiera, pero yo quería, quería tenerle dentro así, y por donde se pudiera.
Los besitos parecían surtir más efecto que otra cosa, así que continué así un rato, hasta que comenzó a calmarse, eso no convenía, así que me decidí y comencé a pasarle mi pubis por la polla, eso resultó suficiente para calentarle, apagué la ducha.
“Vayámonos a la cama, estaremos más cómodos”
Una vez allí saqué los preservativos que tenía en mi mesilla y le desenrollé uno con la boca, algo un tanto asqueroso, pero excitante, entonces cogí unos pañuelos y se los di.
-Soy tuya, átame como quieras
Estaba aturdido, no sabía que hacer, de modo que tiró los pañuelos y se abalanzó como un tigre sobre mi.
Agarró una de mis manos y la llevo a su correspondiente esquina, poniendo la suya encima y repitiéndolo con la otra mano; me abrí de piernas, para facilitarle el trabajo y con una habilidad envidiable me introdujo su largo y enfundado palo.
Una y otra vez metía y sacaba su polla de mi vagina, una y otra vez, una y otra vez, los segundos se convertían en minutos, los minutos en horas, las horas en días…
Mi mente comenzó a vagar y de pronto me vi otra vez en esa playa donde hace un instante estábamos retozando juntos, desde mi útero las primeras convulsiones subían como la espuma.
“Me va a dar otro orgasmo” dije tímidamente; “esto tiene que durar, un poco más” y tras decir esto bajó el ritmo, dejando que la sangre fluyera de nuevo hacía el cerebro, entonces me soltó, me dio la vuelta y me la metió como si fuera un animal, por detrás.
Notaba sus testículos golpeando contra mi inflamado clítoris, aquello era un vicio.
“Quieres que también te dé por el culo?” me preguntó, deseaba probarlo todo y acepté, pero al cabo de unos instantes tuvo que dejarlo porque me hacía daño.
“Entonces vamos a probar otra cosa, ponte a gatas mirando hacia mis pies, encima de mi”, así lo hice, y el desde abajo hacía saltar el colchón y me la metía y me la sacaba al ritmo que los muelles imprimían, varias veces perdí el equilibrio y caí sobre su verga cuando estaba abajo; eso nos excitaba y nos hacía incrementar el ritmo, hasta que estallamos en otro orgasmo el uno en el otro, el otro en el uno.
Después de aquello nos quedamos dormidos hasta bien entrada la mañana.
Cuando desperté se había ido, a cambiarse a su caseta y a comenzar sus trabajos.
Yo miraba por la ventana mientras limpiaba los coches.
Con qué cara nos miraríamos ahora? No todos los días se encuentran unos amantes como nosotros. Habrá sido un sueño?
Miré por la habitación y la puse patas arriba, ni condón, ni toalla, ni traje de baño…, lo habría soñado? Me puse algo de ropa y salí a la calle.
-Han llegado ya mis padres?
-No señorita, aún no.
-Una pregunta…
-Sí, fue real…
-Empezaba a pensar que no…
-Yo también…
-Tómame aquí, en el coche
-Pero y si vienen sus padres
-Que se unan, además no creo que aparque el coche en el garaje, esperará que tu lo aparques.
-Pero no debería…
-Por favor…
Esta última frase fue como un gemido, necesitaba tenerle dentro de nuevo, una y otra vez.
Me llevó hasta el asiento trasero de la limusina blanca de mi padre, allí comenzó a quitarme la camiseta y el tanga, yo por mi parte le desabrochaba los pantalones y le bajaba los bóxer que llevaba.
Comenzó a besarme apasionadamente, una y otra vez su lengua se enrollaba con la mía, mientras su mano exploraba todas las partes de mi coño, haciéndome correrme; yo por mi parte no me estaba quieta y le masajeaba su enorme polla con la mano.
Comenzó a besarme el cuello, los pechos, me besuqueaba los pezones como si fueran algo exótico, casi como pequeños trozos de chocolate blanco, que en lugar de derretirse se endurecían cada vez más; yo seguía masajeando su polla que parecía querer explorar el interior de mi vagina una vez más.
Esa situación de “Me van a pillar” me excitaba más y más, bajo sus besos y sus manoseos en mi clítoris me llegó el primer orgasmo; fue tan dulce como los de la noche anterior, su boca se alojó en la mía una vez más antes de enterrar su lengua en mi vagina.
Yo estaba sentada en el asiento, mientras él, de rodillas, me lo chupaba firmemente. no podía soportar estar quieta, así que me tumbé y le hice girarse, dejando su enorme polla cerca de mi boca.
Comencé como la noche anterior a besuquearsela y a darle leves mordisquitos lo cual le hizo emitir un gemido de placer mientras seguía explorando con su lengua.
Como si de una piruleta se tratase comencé a lamer su glande, rosado e inflamado; aquello le llevó al éxtasis y acabó corriéndose en mi cara; aquello me excito todavía más y me produjo un nuevo orgasmo, imaginando que aquella lengua era su polla; finalmente, sin condón, me la metió, hasta el fondo; yo solté un grito de inesperado placer; nunca lo había hecho a pelo y la sensación me parecía deliciosa.
Para poder sostenerme me cogí de las agarraderas, una y otra vez empujaba su polla contra mi clítoris, introduciendo aquel mástil duro en mi vagina con una expresión que jamás había visto antes en los ojos de un hombre nos quedamos mirándonos mientras él seguía a su labor; “bésame” le dije.
Nuestras lenguas se volvieron a enroscar la una en la otra.
Nuestras respiraciones se aceleraron de nuevo, él se iba a correr de nuevo; sacó su verga y con un par de rápidos movimientos de mi mano no se hizo esperar aquel liquidito blanco cálido y meloso quise conocer su sabor y me lo llevé a la boca para retirarle el resto, en un principio me pareció asqueroso, pero luego el morbo podía sobre mis razonamientos lógicos.
Quise cambiar de posición, así que le hice sentarse, cogido de las agarraderas; yo me senté a horcajadas sobre él y me volví a introducir su palo en mi coño.
No le di ni un instante de paz, cuanto más me suplicaba él a mi o yo a él el cese de alguna operación, más encendíamos la pasión del contrario.
Dejé que me chupara los pechos, que me besara.
Sus manos me cogieron por las nalgas y me subían fuertemente arriba y abajo una y otra vez; estaba cansada y necesitaba algo de ayuda.
Pero algo más ocurrió; furtivamente uno de sus dedos comenzó a explorar mi ano, al principio me sentí incómoda, la noche anterior no había resultado muy agradable, pero hoy era indescriptible.
Me situé a cuatro patas sobre el asiento y le dejé hacer a él, que primero me dio unos cuantos azotes con su dura polla hasta correrse en mi culo; me la metió por detrás tantas veces que no podría contarlas ni en un millón de años; “sé que te va a doler, pero tendré cuidado, si te molesta dime que pare” y sacó su polla de mi vagina y la introdujo por mi ano, dándome bien por el culo, al principio me dolió, pero deseaba saber qué se sentía, noté que su mano derecha me agarraba los pechos desde atrás y su mano izquierda acariciaba mi clítoris.
Poco a poco ambos llegamos al orgasmo, un orgasmo compartido más intenso que el de la noche anterior; y sin dejar de metérmela se corrió en mi culo, aquella sensación me gustaba pero sabía que en otros sitios podría ser muy peligrosa, pero deseaba que se corriera en mi útero, desde aquel día fantasee durante horas con ello.
Aquel último orgasmo nos dejó extenuados y nos desplomamos sobre los asientos.
Los cristales se habían empañado, a pesar del intenso calor que hacía en el exterior.
Decidimos vestirnos y salirnos de aquel horno. Al poco rato llegaron mis padres, de mal humor pues a mi padre se le había jodido una venta por culpa de su amigo.
-Todo bien cariño?
-Si, dije con la mayor naturalidad posible después de haber echado tres polvos como tres soles.
-Me alegro, nosotros no.
-Y eso?
-Nada, ya te contaré. Oye, Cesar se quedó anoche?
-Si!, por?
-Es un chico trabajador, una pena que sea homosexual, sería un buen partido para muchas chicas.
-Me insinúas que si no fuera “gay” (algo que no era verdad) me dejarías en sus manos?
-No, eso jamás lo permitiría, tu eres una señorita, no una puta
-Pues si tan bueno es…
-Dejemos la conversación, me voy a la cama.
Mi madre ni siquiera me vio, directamente se fue a dormir.
Salí a la calle y me acerqué hasta Cesar que estaba regando el jardín.
-Eres gay?
-Por qué me preguntas eso?
-Mi padre opina que lo eres, lo eres?
-Hubo un tiempo en el que sí lo era, porque no estaba seguro de nada, pero desde lo de ayer ya no, estoy seguro de que me gustan las mujeres, y sobretodo que me gustas tú.
-Los dos sabemos que es algo imposible
-Si…
-Y no te excita?
-Mucho…
Nos besamos tiernamente, pero fue un beso corto.
Desde aquel día siempre que mis padres se iban a casa de algún amigo o de viaje Cesar venía a acompañarme las noches, e incluso alguna noche en que mis padres estaban allí también me tomaba.
Al cabo de dos años así nos fugamos a las Vegas para casarnos, en la nota que le dejé a mis padres decía “Si esto es un gay, los heterosexuales deben ser la bomba«.