Despertar al placer del travestismo

Siempre me a gustado travestirme, desde mi infancia como un juego, la excitación de descubrir lo prohibido en mi adolescencia y el despertar al placer durante mi joven vida adulta.

Lo que les relato en estas líneas son los comienzos de ese sinuoso camino de mi adolescencia, en donde descubrí el inmenso placer que recibía al vestirme con ropitas de mujer.

Esas largas horas recorriendo los cajones en busca de ropa de mis hermanas o de mi madre, de probarse, arreglarse maquillarse y que terminaban en el tremendo gozo de una masturbación vestida de mujer.

En cuanto la casa quedaba vacía, mi transformación daba inicio.

Primero siempre empezaba revisando la ropa de mi hermana mayor, era mi colección preferida.

Siempre tenía Tops ajustados, minifaldas, Lencería de primer nivel, zapatos tacones alto, vestidos provocadores, etc.

Ella era alguien muy bella físicamente y sexualmente activa por lo cual le encantaba calentar a los hombres vistiéndose provocativamente, afición que yo comparto con ella.

Recuerdo algunos conjuntos célebres, como vestirme de colegiala usando la ropa de mi hermana pequeña, la cual me quedaba ajustada y sexy, o vestirme de putita usando ropa de mi hermana mayor como tacones, minifalda , tanga y tops con transparencia.

La excitación que sentía al rozar mi pene con esa ropa que llevaba puesta me daban una erección inmediata, la cual calmaba con una frenética masturbación que manchaba toda la ropa que usaba (La cual lavaba después, por supuesto).

Con un poco de tiempo empecé a maquillarme, depilarme los sectores en los que tenia bello (soy prácticamente lampiña por naturaleza) y practicar poses y gestos característicos de las mujeres.

Como la altanería y la fuerza que proyectaba mi madre, la inocencia y la dulzura de mi hermana menor o la sexualidad y seducción que proyectaba mi hermana mayor.

Fui sintiéndome cada día un poquito más mujer, mis juegos sexuales se extendían y empecé a explora un mundo nuevo a través del estímulo anal.

Me excitaba muchísimo la idea de poder chuparle la verga a un hombre, escucharlo gemir, saber que le estoy dando placer y sentir como explota de gozo entre mis labios y me regala toda esa leche para mi.

Pero sin embargo me preguntaba si sentiría el mismo placer al ser penetrada por un hombre y empecé a estimular mi anito para ver como respondía.

Como dije, se abrió un nuevo mundo ante mi.

Primero empecé a penétrame con mis propios dedos, pasaba horas «acariciándome» el agujerito y sintiendo el placer que esto me proporcionaba, después de un tiempo quería más.

Necesitaba más, me empecé a penetrar con objetos de mayor tamaño.

Pasaba secciones increíbles donde, vestidita de puta, me penetraba con objetos similares al pene, gemía de placer y por mi cabeza pasaban miles de fantasías:

Con hombres desconocidos de grandes vergas, con compañeros a los cuales había visto masturbarse (y luchado el deseo por mamarles esas ricas pijas en ese momento, aunque no resistí mucho) amigos/as de Internet que me excitaban contándome sus fantasías o hasta mi propio padre, por el cual siempre e tenido un fuerte deseo sexual oculto.

Me imaginaba siendo seducida, seduciendo, siendo forzada, sintiendo como me manosean o como me penetran con una brutalidad animal para estallar en un gozo infinito, o sintiendo a dos machos de grandes proporciones uno tratando de partirme mi culito y otro inundándome la boca de leche.

Con estas fantasía sentía un placer inmenso y me penetraba de distintas formas , suave y cariñosamente simulando el acto de hacer el amor, o desgarradora y brutalmente como si hubiera calentado a alguien a tal punto que no se pudo contener y me viola sin ningún recaudo.

Así transcurrió parte de mi adolescencia, desbordada por lo nuevo y excitante de el mundo que descubría cada día.

Llegué a sentirme mujer, a satisfacer mis ardientes deseos o a encontrar un inmenso apoyo en gente como mis amigos/as o mi hermana mayor.

La cual comprendió a la perfección mi naturaleza y con al que vivo ahora, para sentirme mujer las 24hrs.

Pero esas son otras historias que les contaré más adelante.

Por ahora, hasta luego