El club de las mujeres MSCH I
Diario personal.
2.000. Octubre 1. (Domingo).
Hoy comienza una nueva etapa para mí, ya que por fin me animé a comenzar el juego. Por la tarde fui al club y me animé a hacer contacto con la mujer msch que hace poco trabaja ahí. Tratando de pasar desapercibido, me acerqué a ella y le pasé un papel con mi nombre y mí número de teléfono.
Ante su sorpresa, le dije que por ahí tenía un trabajo para ella y que si le interesaba que me llamara.
Antes de comer estudié un poco para la escuela y escuche un poco de música. Por ahora el primer paso está dado. Sólo resta esperar que la mujer msch llame.
Octubre 2. (Lunes).
Día sin novedad. A la mañana fui a la escuela y me aburrí bastante. A la tarde vi un par de películas de terror y después me colgué con Internet.
Octubre 3. (Martes).
Día sin novedad. Escuela a la mañana, Internet por la tarde y algo de televisión a la noche.
Octubre 4. (Miércoles).
Por fin hay novedades. Hoy llamó la msch. Hablamos un rato por teléfono y le dije cual era el trabajo que quería que hiciera. Al principio se asombró, pero después pudimos hablar tranquilos y me pidió unos días para pensar la oferta que le hice. Quedamos en que ella me iba a llamar si se decidía a aceptar. Este fue el dialogo telefónico que tuvimos:
-Hola.
-Con Marcelo…
-Sí. ¿Quién habla?.
-Hace un tiempo, vos me diste tu número y me dijiste que te llamara, que tenías trabajo para mí.
-Sí, me acuerdo. ¿Cómo te llamas?.
-Mónica.
-¿Edad?.
-Veintiocho.
-¿Casada?.
-Separada.
-¿Hijos?.
-Tres.
-¿Chiquitos?.
-Entre seis y tres años. ¿Cuál es el trabajo?.
-El trabajo es una encamada todo el fin de semana conmigo a cambio de plata.
-¿Conmigo?.
-Sí. ¿Te interesa?.
-No se. ¿Puedo pensarlo unos días y después te llamo?.
-Sí.
-¿Y cuánto pagarías?.
-Trescientos pesos por todo el fin de semana.
-Bueno, cualquier cosa te llamo. Chau.
-Bueno. Chau.
Octubre 5. (Jueves).
Pensé que la msch iba a tomarse unos días, pero hoy a la tarde volvió a llamar. Me dijo que necesitaba verme personalmente ya que tenía un problema. Esta fue la conversación que tuvimos:
-Hola.
-¿Marcelo?.
-Sí. ¿Quién habla?.
-Mónica, ¿te acordas de mí?.
-Sí. Pensaste en lo que hablamos.
-Sí. Pero tengo un problema.
-¿Cuál?.
-Me gustaría decírtelo personalmente. ¿Podemos reunirnos en algún lado?.
-Sí. Pero en este momento no se me ocurre ningún lugar.
-¿Conoces el barcito que está entre Iribarne y Colón?.
-Sí.
-¿Qué te parece encontrarnos ahí en media hora?.
-Bueno.
-Entonces te espero ahí. Chau.
-Chau.
Ella estaba sentada en el fondo del bar en el cual me había pedido que nos encontráramos. Tenía puesta una remera, un jean azul y zapatillas. Su pelo negro y ondulado esta vez estaba suelto y le llegaba hasta los hombros. Tuvimos el siguiente dialogo:
-¿Por qué querías verme acá?.
-Porque tengo algo importante que decirte y no podía hacerlo por teléfono. Estaba hablando desde un kiosco y se había juntado mucha gente –Hizo una pausa y corrió la silla más adelante, como si quisiera que la charla fuera más intima-. La propuesta que me hiciste me interesa, me interesa de verdad, porque necesito la plata. Pero tengo un problema.
-Te escucho.
-Como te dije cuando hablamos por teléfono, tengo tres chicos y no tengo con quien dejarlos. Así que tendrían que venir conmigo.
-Está bien, podes traerlos.
-¿No te molesta?.
-No. ¿Podes este viernes?.
-Sí. ¿Dónde nos encontramos?.
-¿Dónde vivís?.
-En el asentamiento 24. Pero no creo que puedas entrar con el auto.
-¿Y un lugar cerca?.
-Hay una plaza como a unas diez cuadras. ¿Sabes cuál es?.
-Sí. Entonces te paso a buscar por ahí el viernes a las siete de la tarde. ¿Te parece bien?.
-Sí.
Octubre 6. (Viernes).
Por la mañana llamé por el teléfono semipúblico de la escuela a mi casa y le dije a la sirvienta que no fuera hasta el lunes. Cuando salí de la escuela almorcé en la casa de un compañero y después nos quedamos a hacer un trabajo practico. Cerca de las cinco de la tarde llegué a mi casa, me bañé y me preparé para ir a buscar a la mujer msch y sus hijos.
Cuando llegué a la plaza, Mónica estaba sentada en un banco y parecía nerviosa. Me llamó la atención que llevara puesta la misma ropa del día anterior. Hablamos brevemente:
-Pensé que no ibas a venir –dijo Mónica.
-¿A qué hora llegaste?.
-Seis y media.
-¿Por qué tan temprano?.
-Tenía miedo de que llegaras antes y no me encontraras.
-Bueno. Vamos entonces.
Mónica acomodó a sus hijos en asiento de atrás del auto y ella subió adelante con un pequeño bolso que tenía.
Cuando llegamos al barrio privado noté cierto nerviosismo en ella.
Como si le molestara el lugar en el cual íbamos a pasar el fin de semana.
Una vez en la casa, dejamos a sus hijos frente al televisor y le mostré todos los cuartos de la casa.
Después fuimos a la cocina y mientras tomábamos mate me contó algo más de su vida.
A los datos que me había dado antes por teléfono, agregó que hacía un par de días que había terminado con el trabajo en el club y que desde entonces no había conseguido otra cosa.
Me contó también que desde que se había separado, hacía ya dos años, vivía en el asentamiento en una carpa con sus tres hijos y que la pasaban bastante mal, ya que había días que tenían muy poco para comer.
Al rato fuimos al living y nos sentamos con los chicos a mirar televisión.
En una pausa, Mónica aprovechó para decirme los nombres de los tres y yo también les dije el mío. Mónica se ofreció a preparar la cena, así que me quedé con los chicos mirando televisión.
Después de cenar, salimos a dar un paseo por el amplio parque y les mostré la pileta que disponíamos para aplacar el creciente calor.
La noche era cálida, y cuando regresamos a la casa, acostamos a los chicos en la pieza de huéspedes y volvimos a la cocina. Tenía sed, por lo que abrí la heladera y saqué una lata de gaseosa.
Cuando terminé la gaseosa, le propuse ir a nuestro cuarto y ella aceptó sin ninguna resistencia.
La tomé de la mano y la guié al lugar al cual desde un primer momento había deseado llevarla.
Una vez ahí, apagamos la luz del techo y dejamos prendidos los dos veladores.
Mónica cerró la puerta del cuarto con llave y ante mi expresión de asombro me explicó que tenía miedo que alguno de sus hijos se levantara y nos sorprendiera en pleno acto sexual.
Sin prisa, nos ubicamos a cada lado de la cama y comenzamos a desnudarnos.
No se como, pero conseguí desnudarme más rápido que ella, por lo que aproveché para mirar como lo hacía ella.
Mónica ya se había sacado el corpiño y pude ver sus hermosas tetas.
Eran bastante grandes y los pezones tenían un fuerte color oscuro.
Después ella se sentó en la cama y empezó a sacarse las zapatillas.
Luego se bajó el pantalón de jean azul, se puso de pie y giró quedando frente a mí sólo con la bombacha puesta.
Mónica se bajó la bombacha negra con un movimiento muy natural y trató de acostarse, pero yo se lo impedí haciendo una seña con la mano.
Le pedí que diera media vuelta para poder verla de espalda, y cuando lo hizo se me cortó la respiración.
Su culo era terriblemente grande y al ver como mi verga se ponía totalmente dura supe que no me había equivocado en la elección.
Ya en la cama, comenzamos a besarnos lentamente, y cuando sentí que Mónica empezaba a hacerme la paja, tuve que hacer un esfuerzo enorme para no acabar. Mientras seguíamos dándonos besos de lengua, me rendí a la tentación y comencé a tocarle ese culo divino que tenía.
Recorrí los inmensos cantos sintiendo la textura de esas poderosas moles de carne y luego me dediqué a explorar la profunda zanja que los separaba.
Excitado al máximo, me ubiqué sobre ella y la penetré despacio, sintiendo como el calor de su concha me invadía por completo. Era como meter la mano en agua tibia y sentir que la temperatura está justo tal cual la deseamos.
Comencé a cogerla más rápido a medida que sus suspiros se hacían más intensos y un estremecimiento que sacudió su cuerpo, hizo temblar al mío.
No podía creer que a los quince años me estaba cogiendo a semejante mujer. Estaba en el mejor de los mundos y lo estaba disfrutando terriblemente.
Cuando sentí que el orgasmo se aproximaba, aceleré el ritmo de mis pijasos y disfruté al máximo el poder entrar una y otra vez en esa concha maravillosa.
Cuando la explosión mágica se produjo, cerré los ojos y dejé que esa sensación abrumadora me envolviera por completo y acabé dentro de la concha de Mónica, sintiendo como los espasmos me sacudían por completo.
Al retirarme de adentro de ella, pude ver que Mónica me sonreía y luego de mirarnos a los ojos unos segundos, volvimos a besarnos y nos abrazamos muy fuerte.
Al poco tiempo, mí verga se me paró otra vez y volví a ponérsela, preso de un deseo que sólo se calmaría cuando acabará otra vez en la concha de Mónica.
Esta vez aceleré las acometidas desde el principio, sintiendo que corríamos una carrera de postas, y que ambos debíamos esforzarnos al máximo por dar lo mejor de nosotros, en esa carrera donde todo estaba permitido y en la cual Mónica debía entregarme la posta que yo tanto había esperado y que tanto ansiaba, y cuando lo hiciera estaría por fin en el paraíso.
Mientras seguíamos besándonos decidí llevar a cabo mi máxima fantasía y le pedí el culo. Mónica no dudó, y para volverme aún más loco de calentura, se puso boca abajo con las piernas abiertas.
Contemplé su cuerpo negro y su enorme y maravilloso culo que ella me ofrecía como si fuera una ofrenda y tuve que hacer un esfuerzo para no ponérsela enseguida, ya que primero quería chuparla toda.
Comencé por la nuca y fui bajando hasta que llegué a la parada final. Le acaricié y besé los cantos hasta que quedaron totalmente cubiertos de saliva.
Después le abrí los cantos y le chupé el ano negro, que parecía derretirse en mi lengua como una hostia.
Cuando mi saliva rebalsó su ano, aproveché para meterle un dedo y moverlo dentro de ese maravilloso agujero, como si se tratara de un libidinoso ensayo.
Incapaz de soportar el deseo de poseerla por atrás, me acomodé sobre ella, le puse la cabeza de mi verga en su ano, y se la mandé hasta las pelotas. Empecé a cogerla despacio, pero a medida que sus suspiros y jadeos se iban incrementando aumenté el ritmo de mis embestidas notando como Mónica se relajaba y abría su ano cada vez más, para que pudiera penetrarla mejor.
Al fin estaba consiguiendo lo que siempre había deseado.
Debido a la calentura mi respiración se había tornado entrecortada y un manto de satisfacción me cubría todo el cuerpo. Por fin estaba en el lugar que quería.
Cuando sentí que el orgasmo se acercaba volví a acelerar el ritmo de mis vergazos, remando una y otra vez hacia una isla llamada orgasmo.
Una enorme bola de fuego subió y bajó varias veces por mi columna, mi cuerpo se tensó y descargué mi leche dentro del ano de Mónica, sintiendo como los espasmos que me producían cada chorro de semen, sacudían mi estómago en la más maravillosa danza que alguien jamás hubiera podido bailar.
Más tarde tuvimos el siguiente dialogo:
-¿La pasaste bien? –preguntó Mónica.
-Sí –dije-. ¿Y vos? –pregunté.
-También –hizo una pausa para acomodarse el pelo-. Marcelo, te gusta mucho el culo.
-¿Te diste cuenta?.
-¡Sí!. Te volviste loco cuando lo hicimos por el culo.
-Sos la primera mujer a la que le hago la cola.
-¿En serio?. Con razón tenías tantas ganas.
-Siempre había soñado con hacerle la cola a una mujer.
-¿Y por qué me elegiste a mí?.
-Al principio pensé en una puta, pero después me decidí por una mujer normal.
-Pero a mi también me pagas.
-Pero no es lo mismo. Vos haces esto porque estas pasando una mala racha. No lo haces como un medio habitual para ganarte la vida.
-Puede ser. Pero no le veo mucha diferencia. Lo importante es que vos la pases bien.
-Y vos y tus hijos también.
Octubre 7. (Sábado).
Nos levantamos tarde, cerca de las once de la mañana. Para mi asombro, Mónica insistió en que nos bañáramos juntos. Mientras nos bañábamos jugamos como dos chicos. Nos enjabonamos los dos todo el cuerpo y yo insistí en enjabonarle el culo varias veces. Mónica se dejó hacer.
Después fuimos a despertar a los hijos de Mónica y tomamos el desayuno.
Como hacía bastante calor, nos metimos a la pileta. Mónica y sus hijos en ropa interior y yo con una bermuda.
El ver a Mónica en ropa interior me provocó una erección casi constante, pero los hijos de Mónica estaban tan ocupados jugando que no lo notaron. Mónica si lo notó y se rió bastante.
Como eran cerca de las dos de la tarde cuando salimos de la pileta y teníamos bastante hambre, pedimos dos pizzas y una botella de coca de dos litros.
Los chicos no comieron mucho, pero Mónica lo hizo de una forma feroz y se tomó ella sola casi un litro de coca. Cuando terminamos de comer, acostamos a los chicos y salimos al parque.
Nos sentamos en unas reposeras cerca de la pileta y estuvimos un rato sin decir nada. La ropa interior de Mónica ya se había secado, pero su pelo aún estaba húmedo.
La pija se me paró otra vez y cuando Mónica me vio, nos pusimos de pie y caminamos hacia la pieza de la mano.
El ver su hermoso cuerpo desnudo me excitó terriblemente, por lo que no se la puse enseguida por miedo a acabar en los primeros bombazos.
Me tomé todo el tiempo del mundo para recorrer su cuerpo negro con mis manos y mí lengua, hasta que no pude más y se la metí en la concha.
Lo hicimos cuatro veces, dos por la concha y dos por el culo. Cuando terminamos Mónica se fumó un cigarrillo y después decidimos dormir un rato.
Nos levantamos cerca de las seis de la tarde y después de despertar a los chicos, comimos la merienda, que consistió en masitas con leche chocolatada. Después nos metimos otra vez a la pileta y nos quedamos hasta que oscureció.
Cuando salimos de la pileta, me bañé yo primero y después se bañaron Mónica y sus hijos.
Más tarde fuimos en el auto a comprar hamburguesas y un par de gaseosas. Al regresar, comimos mirando televisión y cerca de las diez de la noche acostamos a los chicos.
Mientras nos estábamos sacando la ropa en la pieza, media hora después, le comenté a Mónica una idea que tenía y a ella le gustó, por lo que decidimos llevarla a cabo. Los dos en bolas fuimos hasta la cocina a buscar una linterna que había en una alacena. Una vez que la encontramos fuimos a la pieza en la que dormían los chicos.
Mónica abrió la puerta y después de prender la linterna alumbró las camas en las que dormían los chicos.
Los dos nos quedamos mirando cómo dormían cerca de quince minutos sin decir nada.
Al rato me acerqué a Mónica con la verga parada y la afirmé, mientras le tocaba las tetas.
Un par de minutos después, Mónica zafó de mi abrazo, me dio la mano y volvimos a la pieza.
La experiencia nos había excitado a los dos, por lo que lo hicimos dos veces.
Una vez por la concha y otra por el culo.
Cuando terminamos, Mónica me preguntó como se me había ocurrido lo de ver a los chicos dormir y le dije que lo había visto en una película que se llamaba «el mundo según Garp».
Octubre 8. (Domingo).
Nos levantamos a las diez y media y después de bañarnos y desayunar fuimos con los chicos a andar en bicicleta.
Como sólo tenía dos bicicletas tuve que llevar a dos de los hijos de Mónica y ella llevó al restante.
Recorrimos todo el barrio privado y cuando regresamos los chicos y yo nos metimos a la pileta mientras Mónica pedía la comida por teléfono.
Esta vez comimos empanadas. Antes de acostar a los chicos a dormir la siesta les mostré como se navegaba por Internet, y mientras lo hacía Mónica me dijo en el oído que tenía una sorpresa para mí.
Cuando Mónica me dijo la sorpresa que me tenía preparada estuve a punto de acabar.
Ella me dijo que como era el último día que íbamos a coger me iba a dar la cola toda la tarde.
Diciéndolo de una manera más simple: quería que la cogiera toda la tarde sólo por el culo.
Cuando Mónica estuvo acostada boca abajo le chupé el culo como quince minutos sabiendo que ese maravilloso agujerito que ella tenía entre los cantos, iba a ser mío una vez y otra y otra.
Esa tarde lo hicimos seis veces por el culo y cuando acabé por última vez todavía tenía ganas de seguir metiéndosela. Como Mónica se tenía que ir no dormimos y mientras ella se fumaba un cigarrillo, le expliqué el plan que quería llevar a cabo y le pedí ayuda. Tuvimos el siguiente dialogo:
-Así que queres que te consiga una mujer parecida a mí –dijo Mónica.
-Sí. Con las características que te dije, entre veinte y treinta años, casada o separada, con hijos chicos, morocha y culona. ¿Te parece qué podrás conseguir alguien así?.
-Creo que si. Voy a averiguar en el asentamiento.
-Me olvidaba. Si encontras a alguien con esas características decile que tiene que entregar el redondo. Sino que no venga.
-Bueno, yo pregunto y si encuentro a alguien te llamo. ¿La pasaste bien conmigo?.
-Sí. Salió todo mejor de lo que esperaba.
-Me encantó lo bien que te llevaste con los chicos. Están recontentos. No se quieren ir.
– Por ahí pueden volver otra vez.
-Ojalá, yo también la pasé bien. Espero que no te olvides de mí.
-Eso seguro. No me voy a olvidar nunca de vos, ni de tu culo tampoco.
-Te pego fuerte el culo.
-Mónica vos estas rebuena. Tenes un culo hermoso. Me volví loco cuando te la metí.
– Me di cuenta –dijo Mónica mientras se reía-. Te gusta el culo con locura.
Dos horas después estábamos todos en el living esperando que viniera el remis.
Le había dado los trescientos pesos a Mónica y mirábamos como los chicos jugaban en un jueguito de la computadora.
Cuando llegó el remis, Mónica mando a los chicos al auto con el bolso y nos despedimos dándonos un beso de lengua.
Los miré alejarse en el auto mientras los saludaba con la mano y luego entre a mí casa dispuesto a esperar a la próxima mujer msch.
Continuará…