La borrachera de mi mujer Laura y su amiga Cristina me abrieron nuevas fronteras al placer
En algunas ocasiones mi mujer Laura había invitado a Cristina a quedarse a dormir en casa.
Es una chica rubia bastante guapa algo entradita en carnes, y por esa misma razón tiene los pechos enormes, al menos debe usar la talla 110.
Casi siempre que se quedaba terminaban ambas charlando hasta altas horas de la madrugada y yo, ya cansado, terminaba metiéndome en la cama a la espera de que Laura viniese a hacerme compañía.
La verdad es que Cristina había despertado mi libido en varias ocasiones pues suele utilizar ropa con transparencias, zapatos de tacón fino y sobretodo faldas cortas, minifaldas algunas veces.
Sabe sacar partido a su cuerpo pues resulta llamativa y hasta que ocurrieron estos hechos que hoy cuento no comprendía como no tenía novio, pues es amable, jovial y simpática.
Un sábado por la noche estuvimos tomando copas, bastantes copas, con otros amigos. La medio borrachera de mi mujer y su amiga les dió por la risa floja, no hacían más que reirse, contando chistes de todo tipo con voz pastosa.
Cuando poco a poco empezaron a desaparecer todos por la hora que era, a Laura solo se le ocurrió invitar a Cristina a pasar la noche en nuestra casa.
Salimos del local, ellas tambaleándose, yo intentando ayudarlas para que no trastabillasen y se cayeran, aunque mi estado tampoco era el idóneo para hacer esas labores.
Mientras esperaba a que pasase algún taxi empezaron a hacer el loco, que si no venía ninguno se ponían a hacer autoestop, que las chicas sí sabían parar un coche y otras tonterías, acompañadas de flirteos como si estuvieran con el dedo haciendo la señal del autoestopista, mientras dejaban ver una pierna levantando algo la falda.
Al hacerlo Cristina reveló que llevaba unas medias con liga de encaje que casi me hacen saltar los ojos, y con la borrachera se levantó tanto la falda que le llegó hasta las caderas, llevaba unas bragas negras casi transparentes a juego con las medias.
Miré a Laura por si decía algo mientras sucedía este espectáculo, pero ella seguía con la juerga y la acompañaba, mostrando casi totalmente sus piernas.
Apareció un taxi libre y nos fuimos a casa.
Cuando llegamos decidimos tomar unas copas más, nos lo estábamos pasando tan bien que parecía un delito marcharse a la cama, queríamos continuar la juerga. Yo tomaba a pequeños sorbos mi whisky y no llevaba ni una cuarta parte cuando ellas habían acabado los tequilas que les había servido.
Se pusieron otro, y luego otro y luego otro más. Empecé a perder la cuenta de cuanto bebían.
Estaban las dos medio tumbadas en el sofá, las piernas de una encima de la otra de manera que ni se habían dado cuenta que las faldas estaban más arriba de lo permitido. La visión de las piernas y el comienzo de la zona lujuriosa me habían provocado una erección, esperaba que no se hubiesen fijado.
Laura tenía tal borrachera que se le cerraban los ojos y cuando intentaba hablar ni se le entendía bien, lo que causaba más risa. Cristina aguantaba mejor el alcohol y aunque borracha también, al menos no se le cerraban los ojos. Laura terminó quedándose dormida así que entre Cristina y yo la hicimos ponerse en pié y como pudimos la llevamos a la cama.
Le quitamos la ropa, los zapatos, la falda, los pantys y la blusa.
Ya iba a meterla dentro de las sábanas cuando me fijé que Cristina le había desabrochado el sujetador dejando las preciosas tetas de Laura al aire. Iba a decirle a Cristina que lo mismo su amiga se enfadaría cuando se despertase cuando ella me indicó con la mano que me mantuviese callado, y apartándome tomó las bragas de Cristina y se las bajó quitándoselas, el pubis de Laura al aire me hicieron desearla, bajarme a comer su fruto.
Lógicamente me contuve al estar Cristina allí. Así desnuda, dejamos a Laura tapada bajo las sábanas y salimos del dormitorio.
Aún me quedaba parte del whisky y mucha excitación como para acostarme inmediatamente, así que me senté a disfrutar de la bebida, se sentó a mi lado.
Entonces le pedí explicación de por qué había desnudado totalmente a Laura. Me contestó que así a la mañana siguiente se pensaría que había estado follando, entre risas.
Yo notaba su pierna pegada a la mía, mi polla aún excitada abultaba en el pantalón. Cuando miré a Cristina ella se había fijado y de forma descarada me estaba mirando el bulto. Sin aviso su mano se posó encima de mi polla, agarrándola por encima del pantalón.
– Pobrecita, mira como se ha puesto por culpa de Laura –
Mientras decía esto su mano empezó a moverse agarrando con fuerza. No tuve tiempo de protestar. Si por un instante el miedo a que Laura se despertase y me viese con Cristina había cruzado por mi mente, ahora se había marchado y quedaba el placer que estaba empezando a sentir.
Cuando salí de mi asombro la miré. Su cara aparecía iluminada por el deseo, sus labios mojados. Me besó despacio al principio, luego de forma apasionada, abriendo su boca para que mi lengua penetrase en la suya. Llevé una de mis manos a sus pechos notando el volumen y el peso de los mismos.
Ella se retiró y mientras dejaba que la sobase me bajó la cremallera del pantalón. Con manos expertas rebuscó e hizo salir mi polla henchida. Empezó a masturbarme mientras buscó una posición más cómoda, inclinada, abriendo su boca y dejando que entrase dentro.
Al notar la humedad y la calidez me sentí correr de placer. Cuando los movimientos se hicieron acompasados me dediqué a masajear su pecho, primero por encima de la blusa, luego desabotonando e introduciendo la mano dentro de la copa del sujetador.
Cristina se incorporó y se terminó de quitar la blusa, después se desabrochó el sujetador dejando que sus enormes tetas llenasen el espacio que había entre ambos. Me dediqué a lamerle los pezones, ella apretando contra mi boca, mi cara encerrada entre la masa de sus tetas.
No tardó en levantarse y quitarse la falda, para a continuación dejar que las bragas resbalasen por las piernas a través de las medias hasta el suelo.
Tenía ante mí a la amiga de mi mujer casi desnuda, tan solo con las medias, sus jugosos pechos, el pubis solo marcado por una linea de vello rubio, depilado en los lados, terminando en la abertura de su coño humedecido.
Me había quedado paralizado. De nuevo el temor a ser descubierto por Laura reapareció y cuando Cristina acercó su cuerpo al mío intentando que siguiéramos follando me encontró estático.
– ¿Qué te pasa? – Me dijo.
– Pero…y.. ¿Laura?.
Acercó su boca a mi oreja y me mordió suavemente el lóbulo.
– Mira, cariño – empezó a decir – a tu mujercita ya me la he tirado muchas veces. Debería habértelo dicho ella, pero no se atreve.
Quise apartarla, la noticia corrió como un calambre desde mis cabeza hasta mis piernas.
Sin embargo Cristina se resistió. Con manos aviesas me agarró la polla y empezó a frotarla contra su caliente concha. Me sentía enrojecer interiormente, pero mi cuerpo debía pensar en otras cosas porque no tardó en reaccionar ante los movimientos de Cristina.
Mi polla se irguió buscando el interior de Cristina y ella respondió introduciéndosela, moviéndose para lograr que quedara dentro en su longitud. Con las tetas de Cristina pegadas a mi cara dejé de pensar en todo para concentrarme en la nueva situación.
Ella cabalgando, mi deseo aumentando, mi mente encendida de placer. Los golpes de su trasero en mis piernas, los de su sexo contra el mío estaban a punto de hacerme estallar cuando Cristina paró y se levantó.
– Ven – me tomó de la mano y me hizo levantarme. Ella iba delante de mi por el pasillo que conducía a las habitaciones. Pensé que ibamos a su habitación cuando en su lugar entró en el dormitorio de matrimonio, donde Laura dormía tranquilamente.
– ¿que haces? – La pregunté. Pero no atendió a mi pregunta.
Se acercó a la cama, retiró la sábana y acercándose a Laura empezó a lamerle los pechos a la vez que con sus manos recorrían el cuerpo adormedizo.
Laura se agitó levemente dejando que su amiga siguiese explorando, su respiración se hizo más fuerte. Cristina siguió lamiendo, por los pechos, el vientre hasta llegar a la concha de Laura, que al notarlo se abrió de piernas.
En esta postura Cristina me ofrecía su trasero, la línea de su sexo entre las piernas, su ano, me hicieron reaccionar. Entonces ella se puso encima de mi mujer para besarla en los labios. Vi que Laura tenía los ojos abiertos y besaba con ansia a su amiga, con ganas, vi sus lenguas jugar.
Cuando Cristina se retiró para seguir lamiendo por otras zonas Laura me miró, con una sonrisa, primero a los ojos, luego bajando para encontrarse con mi polla al aire, hinchada, pidiendo guerra.
Me acerqué a ella y la besé. Cuando nos separamos me dijo que me desnudara y no me hice de rogar.
Lo que vino a continuación fue una orgía de besos, lamidas, chupetones, folladas.
Experimenté la sensación de estar con dos mujeres, visitando dos coñitos, saboreando los jugos de ambas, siendo acariciado por ellas. Cuando me corrí lo hice en sus cuerpos y dejé que siguieran jugando juntas hasta que explotaron en orgasmos.
Esa noche compartimos la cama los tres y no hubo remordimientos a la mañana siguiente, sino que pasamos el día follando libremente, regalándonos placer.
Desde entonces la vida sexual entre Laura y yo se ha hecho más rica, no me importa compartirla con Cristina.
A menudo la invitamos a quedarse con nosotros varios días.