Con Mónica nos encamábamos los días jueves.
Por lo general comenzaba a desearla el martes por la noche, pero a partir del singular encuentro referido en el capítulo anterior, no tan solo la añoré cada noche subsiguiente, sino también muchas veces en horario diurno.
Había prometido no llamarla excepto en el día y la hora convenidos, mucho menos ir a buscarla sin haberme sido indicado.
Tuve que recurrir a la obstinación del orgullo para evitar violar el pacto.
El jueves siguiente me desperté temprano, el día se me antojó interminable, a cada recuerdo de mi amada sobrevenía una dolorosa erección.
Boludeando en la cafetería, una curvilínea dama se me acercó diciendo: ¡Huuummmm… Ricardo! ¿Eso que abulta tan bien tu bragueta, está así en homenaje a mi presencia?
Miré con disimulo hacia los costados, por fortuna estaba solo con la misteriosa Asesora de Imagen, de cuyas actividades así como nivel de influencia dentro de la empresa, poco conocía en razón de que reportaba a la Junta de Accionistas al margen del organigrama operativo.
Enajenado, había quedado con la mirada prendida del escote que me provocara reminiscencias del de Mónica.
Disculpe doctora… ¡Soy un animal… Creo que el instinto me dominó frente a tan estimulante presencia!
Ni había pasado por mi cabeza tirarme un lance con ella. Dije eso, porque no se me ocurrió otra forma de salir bien parado de la embarazosa situación.
¡Qué me voy a ofender, pichón divino… Es más, hoy mismo te hago llegar mi tarjeta personal para que me llames por teléfono cuando quieras salir a divertirte un rato en compañía femenina!
No me quedó más remedio que devolver el ávido chupón que me zampó, aprovechando de paso para tantear sus encantos – ella no se privó de hacer lo propio – a guisa de evaluación preliminar de la mercancía ofrecida.
La jovata – tenía más de 40 pirulos, yo 25 – reveló sólidas carnes al tacto. Se decía que estaba separada desde hacía poco tiempo, sin hijos y por lo tanto libre como el viento…
Además, una relación abierta con ella podía servir de pantalla en caso de que el Presidente de la empresa llegara a sospechar que yo me volteaba a su esposa, a la sazón Vocal de la Junta.
¡Carambola! Festejé para mí ¡Buena pierna para mitigar el deseo durante la larga semana de abstinencia de Mónica!
Al promediar la tarde, Corina llamó por el interno para informar que mandaba a su secretaria portando un sobre, dentro del cual encontraría la prometida tarjeta. Me costó esfuerzo convencerla de que esa misma noche no podría ser, debí argumentar que era obligación ineludible visitar a mi madre enferma, píldora que con seguridad tragó bajo sospecha.
Llegué a la amoblada de costumbre con media hora de anticipación, dejando el auto en el estacionamiento de la entrada – el de la habitación quedaba reservado para que la casada infiel hiciera su arribo sin correr el riesgo de ser reconocida – marqué en mi celular el código de Mónica y dejé grabado el número de la habitación en el contestador automático.
Luego puse a cargar el yacuzzi, revisé que no faltara nada de lo indispensable, distribuí en sitios estratégicos cigarrillos y tragos, me desnudé y entré a la tina para disfrutar el masaje relajante del agua caliente durante la espera… ¡Otra que relajarme, tenía la verga dura como la roca!
Rompiendo con los cánones llegó casi de inmediato, con adelanto por primera vez desde que habíamos establecido la rutina de los jueves… ¡Además entró desnuda, para mi mayúscula sorpresa!
¿Qué hiciste loquita… Te viniste manejando en bolainas?
Miró hacia donde yo estaba, poniendo expresión de entusiasmo al verme dispuesto para el combate. Sin dilaciones entró al yacuzzi, donde se me montó a horcajadas quedando ensartada por la entrada principal al segundo intento.
¡Aaaahhhhh… No sabes cuanta falta me hizo tu cumplidor aparato durante esta semana infernalmente larga! Confesó, a la par que ofrecía turgentes pezones a mi boca.
Estalló antes de que yo pudiera emitir sonido, su apetito atrasado resultaba tan evidente cuan conmovedor.
¿Che, el viejo cornudo ese que tenéis en casa no la moja nunca? Pregunté en cuanto sus gomas ansiosas de afecto aliviaron la presión sobre mi rostro.
Aunque te parezca joda, sí… Una sola vez por semana y en viernes, parece ser que sospechar que el día anterior pude haberme fifado algún macho lo excita.
El viernes a la noche se echa un regio polvo, después se olvida de mí por el resto de la semana… ¡Es demasiado tiempo sin que le revuelvan el guiso, para una yegüita alzada como soy yo!.. ¿No te parece?
Se largó a cabalgar de nuevo, pero esta vez no me arrimó las tetas. Deduje que quería seguir el juego del capítulo anterior.
¡A mí lo que me parece, es que vos debes tener una larga lista de giles que pagan por culear… Qué me vas a cuentear a mí con historias de carestía… Kilómetros de morcilla te morfarás por semana! Ataqué.
¡Seguro… Y de unas grandes y duras, no como esa chuchería tuya que más parece un grano sobre las pelotas! Mientras hablaba, comprobé que aumentaba su calentura sílaba a sílaba.
¡Bien que lloraste la otra noche cuando te zampé la chuchería por el orto… Discúlpate enseguida o se acabó lo que se daba! Tras decir esto, la inmovilicé abrazándole la cintura.
¡Perdóname, mi amor… Sois un Dios, mi cielo, tenéis la verga más grande y hermosa entre los miles que esta zorra callejera ha tragado en su vida… Sigamos cogiendo, por piedad, me portaré bien, voy a hacer todo lo que vos quieras por aberrante que sea! Suplicó, poniendo tanto énfasis en la actuación que hasta consiguió verter alguna lágrima.
¡Antes vas a tener que alabarme mucho, confesar cómo y cuanto placer te hago sentir… Te escucho! Ordené, orden que acató empleando el más seductor tono de voz.
Tu colosal poronga es un tesoro delicioso, hasta cuando la tenéis muerta es gruesa y tentadora, pero cuando se enoja, es de locura. En cuanto la veo pararse, me empieza a chorrear la concha, se me llena la boca de saliva, mi ojete late… Cuesta trabajo decidir por donde la quiero primero, desearía que tuvieras varias iguales, de esa forma satisfaría todas mis fantasías en un solo polvo… Cuando la tengo adentro
¡Eso sí que es bueno! Siento que me llenas toda con ese zocotroco gordo y caliente… ¡Ahahahhhh!.. Y si me la das por el culo, mucho más… ¡Metida hasta el corazón, la siento… Ayuyyuuyy, qué rico… Y cuando te la mamo… Ahahag… Oooohhhh… Sacudidme cielo, enterrámela hasta las boolaaasss!..
Mientras hablaba fui aflojando la presión poco a poco, de manera que el discurso terminó en violenta acabada. Yo, que todavía estaba entero, me separé para sentándome en el borde del yacuzzi ofrecer el tripón amoratado para una rica mamada.
Se lució en la tarea combinando profundas succiones, con el método de masturbación utilizado en el encuentro anterior. Así me tuvo hasta que pedí acabar, entonces se sentó en mi falda logrando transferir el inventario completo de espermatozoides elaborados por los laboriosos testículos, a las profundidades de su recto.
Sin siquiera intentar secarme, arrastré mi agotado físico hasta el lecho donde se derrumbó.
La croqueta no paró ni así, preguntaba como me era posible aguantar placer tan intenso sin desmayar de gozo.
Mónica llegó desde el baño acurrucándose al amparo del flanco izquierdo, donde tras colocar mi diestra abarcándole el wing zurdo, se aplicó a estimular el clítoris con sensual parsimonia.
Acababa de la misma manera que se estaba pajeando, con sonidos suaves, melodiosos. Imaginando que debía haber alcanzado el estado de nirvana, presté atención con la idea de aprender sus movimientos preferidos, así como tomar nota mental de las zonas en que los efectuaba.
Viendo que después de la tercera venida no mostraba intención de detenerse, decidí reingresar al ruedo.
La conduje al aparato de posturas, donde la acomodé de manera similar a la que ella me pusiera a mí la vez anterior, hecho lo cual regulé el asiento disponiéndome a propinarle la mejor mineta que jamás hubiera recibido.
¡Ay, mi amor, no me digas que me vas a chupar la concha… Qué divino, cielo, me copa! Festejó al anticipar mis intenciones.
Replicando lo que vi hacer a sus dedos, alcancé éxito rotundo muy por encima de las mejores actuaciones anteriores: Suspiró cuando le entreabrí los labios mayores utilizando la punta de la nariz, gimió durante las incursiones exploratorias de los menores y la entrada de la vagina, no pude dilucidar si rió o lloró al tocar mis dedos el capuchón del abultado botón del placer, acabó al correr de pocos segundos cuando mi lengua se hizo cargo de él.
Orgasmo tras orgasmo, supongo que la cosa no hubiera visto fin de no ser por el hecho de que la atareada lengua se acalambró. Me retuvo tomado del pelo cuando inicié la retirada.
¡Más, necesito más… Descansa un poco, pero antes prométeme que vas a seguir! Reclamó.
Gocé produciéndole espasmos musculares mediante lamidas y mordiscos en la cara interna de los muslos, al tiempo que tomando un necesario respiro.
Al sentirme en condiciones de retomar la acción, el astro dorado que semeja su ano, pareció guiñarle a mi lengua.
Sé que gritó tan pronto empecé a explorarlo, no entendí qué por cuanto recios muslos apretaron mi cabeza a la manera de un cascanueces obturándome los oídos, al tiempo que sus manos halaban mi cabello en aparente intento de hacerme penetrar entero en el recto.
No pudiendo superar la sensación de asfixia, me separé con esfuerzo reemplazando boca por pija. Vuelta la mula al trigo, me tuvo trajinando hasta que experimenté la sensación de tenerla sumergida en el cráter de un volcán en actividad, de tanto que ardía.
Está vez, la toalla la tiré yo.
¡No doy más, Mona, abandono! Alcancé a decir antes de meterme en el yacuzzi en procura de calmar el persistente escozor con la reparadora caricia del agua. Segundos más tarde la tenía al lado con evidente intención de prolongar la joda.
¡No, mi vieja, ni se te ocurra porque corres el riesgo de inutilizarla para siempre! Advertí.
Está bien, no te voy a hinchar, pero por lo menos déjame acomodar para sentir el contacto de tu piel… ¿Sí? Pidió con voz zalamera.
Asumiendo que el que calla otorga, se sentó entre mis muslos con la espalda apoyada contra el pecho, luego maniobró hasta encontrar la postura deseada, con las pantorrillas fuera del agua apoyadas en el borde.
Al ver de refilón la expresión que puso entonces, me di cuenta que se estaba pajeando contra el chorro de agua caliente. Prendí un cigarrillo haciéndome el sota, no tenía deseos de participar en ningún juego erótico durante un buen rato.
No había quedado el pucho en la mitad, cuando la presión de sus manos en mis rodillas anunció que estaba por venirse.
La contracción espasmódica de los músculos de los hombros relató la odisea paso a paso: Fue un orgasmo largo y sostenido acompañado por cadenciosos jadeos, a cuya culminación Mónica se desmadejó.
Gocé de varios minutos de intensa paz, hasta que en momentos en que llevaba la copa a los labios me la arrebató. Bebió un largo trago, luego pidió un cigarrillo, ordenando que se lo encendiera y le hiciera fumar de mi mano por estar las suyas mojadas.
La placidez del momento se mostró propicia para saciar mi atrasada curiosidad: Aunque nos veíamos todos lo jueves desde hacía más de un año, no era mucho lo que habíamos intercambiado acerca de nuestras actividades fuera del telo.
¿Hasta que hora te podéis quedar? Pregunté mirando el reloj de pared, cuyas agujas marcaban ya la tope.
Hoy podemos pasar la noche juntos… ¡Eso, si te quedan ganas!
¿Qué pasó, hubo bronca con el jovato? Pregunté, sorprendido por la inesperada propuesta.
No, bronca no… Pasa que hacía más de un mes que él salía el jueves a la mañana y no volvía a casa hasta el viernes por la noche, aguanté hasta ayer, anoche le pregunté si podía tomarme las mismas libertades. Contestó que por él no había problemas, así que aquí me tenéis, lista para disfrutar de las nuevas prebendas.
¿Che, qué negocio raro tienen ustedes? La verdad que no entiendo un pomo, un hembrón como sois vos, inteligente además… ¡Si fueras mi pareja, me herviría la sangre de solo pensar que te pueda estar gozando otro macho!
Y bueno, cada uno es un mundo ¿Sabés? Creo que ya no le intereso porque se agarró flor de metejón. A casi todas mis amigas las han dejado sus maridos al acercarse a los 40, en especial si la unión no ha dado frutos como es nuestro caso. Puede verse como conducta rutinaria en el círculo social de nuestras relaciones.
¿Y vos lo vas a tomar así, con tanta filosofía… Sabés por lo menos quién es la mina?
¿Mina? ¡Ja… Contra una mina todavía podría competir, pero se acollaró con un travestí el muy culo roto!
¿travestí… Cómo supiste que es travestí?
Desde antes de conocerte a vos lo hago vigilar por un detective privado. Tengo películas del comilón de mi marido mientras el otro trolo le da por el orto, mamándole la chota también…
Algún día te las voy a mostrar, el engendro ese tiene tal laburo de cirugía que sus atributos femeninos no les envidian en nada a los míos… ¡Y por si eso fuera poco, una poronga casi tan grande como la tuya!
¿Che… No te diste cuenta de que el tipo era maricón cuando andaban de novios… No era rarito?
¡Nada de rarito, más bien machazo, te lo puedo jurar! Funcionamos cien hasta que conoció al marica, entonces se pudrió todo.
Consulté con médicos y psicólogos, me dijeron que los hombres tienen mucha mayor tendencia a la ambigüedad sexual de lo que se quiere reconocer, que a menudo mantienen la homosexualidad larvada durante décadas hasta que un día se produce el cortocircuito ¡Y zap… A quebrar la muñeca!
¿Por qué no le cortas el rostro, Mónica?.. ¡Anda, zafá de esa mierda!.. Vente a vivir conmigo hasta que te dé el divorcio, la cosa es tan fulera que no vas a tener problemas en conseguirlo, después nos casamos.
¡Ay, mi cielo… Me emociona tu generosidad! Pero no creas que la cosa es tan sencilla.
¿Qué pasa, todavía lo queréis al guacho ese… O es que yo no te intereso?
¡Claro que me interesas mi amor… Muchísimo!.. Pero hay demasiada guita en juego, vos sabes que estoy acostumbrada a la buena vida, cuando me deje quiero que se tenga que poner con un respetable toco.
¿Ah, sí… El, te tiene que dejar?
Es cuestión de poco tiempo, mi vida. Hace rato que lo veo dar vueltas buscando la oportunidad de plantear la cuestión, pero todavía no se anima. Mes más, mes menos, vale la pena esperar.
Mi abogado calcula que comenzando él la cosa, voy a conseguir por lo menos diez palos verdes, si en cambio la empiezo yo, me tendré que conformar con tres a lo sumo.
A medida que Mónica develaba sus secretos, sentí que la ilusión se rompía justo en el centro de mi corazón.
Era claro que no me amaba, o por lo menos no tanto como al dinero.
Supe que mi amor propio había sufrido una herida que no habría de sanar.
No obstante eso, continuamos haciendo el amor hasta caer rendidos.
Puse todo mi empeño en disimular que, a mi manera de sentir, había desaparecido el toque mágico que hasta entonces caracterizara lo nuestro.