Era una tarde de un día cualquiera en la que estaba solo en casa, yo me encontraba viendo la televisión pero sin mucha atención, de repente, sonaron los carretes que contienen las cuerdas del tendedero. Rápidamente se me vino a la mente la imagen de mi vecina de enfrente.
Yo por aquel entonces solo contaba con unos 17 años, pero algo en mi interior se encendió y se mostró de una forma sugerente.
Se me ocurrió ir a la habitación que daba al patio interior y la persiana estaba casi bajada, pero no completamente, y así, la observé, no encendí ninguna luz, no fuera a ser descubierto.
Y allí estaba ella, una mujer de unos 38-40 años, algo gordita pero de pechos y labios sugerentes, estaba recogiendo la ropa ya seca. Me quedé completamente extasiado mirándola, la garganta se me quedó seca.
Tenía miedo por ser descubierto pero era mayor las ganas de observarla, el cordel estaba más bajo que la ventana y se tenía que agachar bastante para recoger la ropa, en ese instante observé sus agraciados pechos por la abertura de su camisa, el canalillo era más que sugerente, no llevaba sujetador y por eso cada vez que se agachaba sus pechos se movían insinuantes hacia un lado y otro, con la contradicción de su cadena de oro que se hundía entre ellos.
Me imaginé en esos instantes saboreándolos y apretarlos con mis manos, con delicadeza pero con firmeza. Nunca se me había ocurrido espiar a nadie y aquello comenzaba a gustarme y mucho.
Seguía con mis imaginaciones, pues los tres primeros botones de la camisa los tenía desabrochados, y me permitían continuar con mis sueños, me llevé la mano al bulto que afloraba entre mis piernas y desabroché mi pantalón, sin perder un instante de vista a mi maravillosa vecina.
Y comencé a masajearme con las manos, pero para mí eran sus pechos enormes que con ese vaivén me acariciaban mi miembro, con esa piel tan delicada y caliente que tienen los pechos.
Ella se colocaba de vez en cuando la camisa como dándoselas de recatada y no se imaginaba que yo, el vecino de enfrente me la estaba meneando a su salud. Seguí con aquella idea de que aquellos pechos rodeaban mi sexo y se movían acompasados y con tal presión que podía estallar en cualquier instante.
Le quedaba poca ropa por recoger y debía darme prisa pues no quería que se fuese sin su regalo.
Totalmente excitado y acalorado sentí que me venía y no pude remediarlo y con el primer chorro solté un grito ahogado de placer pero no lo suficientemente ahogado, pues instintivamente me escondí.
Miré de reojo por si había sido descubierto, y vi a mi vecina mirando para un lado y otro, y hacia mi ventana, creo que no me vio pero no estaba seguro.
Me había corrido de gusto pero había llenado todo el suelo. Mientras me dirigía hacia el baño, sonó el timbre de la puerta, me coloqué bien el pantalón tras limpiarme bien.
Fui a abrir la puerta y allí estaba ella, con su misma camisa y sus prominentes y sugerentes pechos. Yo aún estaba colorado y no articulé palabra; ella me miró completamente y se fijó en la bragueta, y me dijo: ¿está tu madre en casa? Yo le contesté que acababa de salir para la oficina y que llegaría tarde, ¿desea que le diga algo? Le pregunté. Ella me sonrió y me dijo: que estás solito? Me dijo de nuevo mirándome la bragueta. Me miré de reojo y aquello no bajaba, la miré a ella y de su camisa aparecieron 2 bultos bastantes prominentes bajo su sonrisa burlona, en aquel preciso instante me di cuenta que me había descubierto, y creo que le gustaba.
Se adelantó un par de pasos hasta entrar en mi casa y cerró la puerta tras de sí, diciéndome: ¿sabes que eres muy mayorcito para espiar?, se acercó a mí y me cogió la mano, y me volvió a decir: lo sabes?
Yo le dije que sí con un movimiento corto de cabeza pues no quería perder la vista de sus maravillosos pechos, y me dijo: me has hecho sentir como hacía tiempo! Y se llevó mi mano hacia uno de sus pechos.
Yo no sabía que hacer y lo primero que se me ocurrió fue alargar la otra mano para cerrar el cerrojo de la puerta. Ella se quedó atónita, como diciendo : este no me va a dejar ir hasta darle lo que se merece. Cuando alejaba la mano también me la agarró y me la puso en su otro pecho, y con sus ojos me dijo sí!
Comencé a masajearle los pechos como imaginaba, eran grandes, pero yo quería sentir su piel y le insinué que se quitase la camisa, se la quitó y puede ver aquellos espléndidos pechos, grandes, la piel tersa y sus pezones grandes y duros de un color moreno. Quería y necesitaba probarlos y sin mediar palabra me acerqué a ellos lentamente y fui saboreándolos uno a uno y su olor era dulce y cálido, pasaba mi lengua por el exterior y haciendo un recorrido con mi saliva, llegué a los ansiados pezones, en ese instante, ella me miraba pero ya no había echado la cabeza hacia atrás y se mordía los labios.
Un gemido soltó, ahhhhhh! Así se hace, sigue, sigue! Me susurraba al oído.
Haciendo círculos me abrazaba los cabellos y me acariciaba la cabeza, me apretaba contra sus pechos, yo a esto le daba mordisquitos en sus pezones, cosa que agradeció cogiéndome el paquete, y me bajó la cremallera lentamente, sacándome mi verga ya durísima.
Con sus manos iba acariciándome y sus uñas largas y de color rojo pasión las usaba para darme gusto en los huevos, yo le seguía regalando chupetones entre sus pechos, el canalillo lo recorría con mi lengua como si fuese mi verga, húmeda y caliente, por los pechos que imaginé que me corría.
Su mano continuó masajeándome y yo disfrutaba con cada caricia. Se dirigió hacia el salón sin soltar un instante mi miembro, se sentó en una silla y dirigió mi mano a su falda y luego me colocó de rodillas.
Me propuso que entrase entre sus piernas y falda y que llegase hasta el final.
Me arrodillé y dirigí mi cara hacia allá, yo quería probarla por todos su poros y ella también lo quería.
Llegué a una zona húmeda y saqué mi lengua ya experta, no había pelos por ninguna parte y sentía algo duro, y muy húmedo.
Al succionar dio un respingo y posteriormente un gemido y ahí comencé a chupar y lamer con más rapidez. Ella estaba como ida y apretaba mi cabeza y arañaba mi espalda, mientras con mi lengua recorría sus labios y los chupaba me decía: que me vengo, que me vengo! Y entonces noté un chorro que me recorría la lengua y la barbilla.
Me sacó como pudo y me dio un besazo para limpiarme completamente.
En ese instante me propuso: súbete aquí de espaldas? Ahora te toca a ti, Cosa que hice de inmediato.
Me comenzó a chupar los huevos y a masajearme la verga con esas manos que tanto me gustaban, de repente, sentí como dirigía mi verga hacia tras creía que me la iba a romper pero antes de darme cuenta se la metió entera en la boca, desde esta posición veía sus grandes y deliciosos pechos.
Mientras chupaba en cada embestida me daba con su nariz en mis huevos cosa que me gustaba.
Volvió a deleitarse con mis huevos y llegó a meterse los dos en la boca, que maravillas me hacía sentir, esa mujer sabía lo que hacía y estaba desasistida.
A veces parecía que me iba a caer de la silla, paro un momento y su lengua comenzó a recorrerme los glúteos y los huevos, y la verga la lamió lentamente, y tras esto subió de nuevo y me lamió el ano, y luego comenzó a introducir la lengua, era una sensación que sin parar de masajearme la verga, me parecía ser mejor que las anteriores.
Me giró en un instante y se la metió entera en la boca, su lengua hacía maravillas con mi glande, incluso metía su lengua por dentro, eso estaba destrozándome pues sentía una presión que no podía soportar, me iba a correr.
Sentí uno de sus dedos entrando por mi culo, y aquello no hizo más que hacerme sentir que me venía más rápido, siguió chupando, lamiendo con más avidez que en el preciso momento que sacó su dedo, comencé a soltar chorros de semen por todos lados, su cara sus pechos, su pelo… me la agarró fuertemente pues no quería desperdiciar ni una gota, siguió chupando hasta que ya no solté ni una gota más. Con sus manos se restregó la cara y se las lamió.
Al bajar de la silla, le di un beso en la mejilla y…
Continuará….