Capítulo 1
Prólogo.
El calor era abrumador aunque recién eran las 9am. Los pájaros parecían gemir en vez de cantar. Nuestro protagonista se encuentra tendido desnudo bocabajo en su cama, las sábanas enredadas a sus pies denotaban el calor que había sufrido en la noche junto con su espalda sudada de las cuales se desprendían gotas que recorrían su cuerpo y se perdían entre las sábanas.
Leo es un Joven de 1.80 metros, su cuerpo no se puede definir como atlético, sus músculos están apenas marcados pero su delgadez lo ayuda. Su pelo es castaño claro, ocupa un corte moderno, con los bordes rapados y una mata de pelo revuelto por encima. No tiene vello facial, suele afeitarse con regularidad. su cuerpo está provisto de vellos en piernas, brazos y pecho, siendo estos últimos los más notorios. En los brazos y las piernas son pocos y acompañan a su cabellera con el color. Los bellos púbicos están siempre prolijamente cortos, lo suficiente como para que no parezca que no cuida su higiene pero también lo suficiente como para no pinchar o generar comezón. Leo admira la belleza de su miembro, son 18 cm en erección, las venas lo acompañan dando un toque de masculinidad, su glande es apenas más grueso que el resto del tronco, no cuenta con la circuncisión hecha.
Recién abrió los ojos y maldijo a su arrendador quien procuró arreglar el aire acondicionado la semana pasada. Volteó su cuerpo y se encontró con su erección matinal, se acarició, comenzando por su vientre, bajando hasta su pelvis cubierta de oscuros vellos, acarició sus suaves testículos, estos se encontraban húmedos y cubiertos de sudor. En este estado era incluso incómodo masturbarse, se levantó y se encaminó a la ducha.
Debajo del agua fría, su erección no había bajado, por lo cual se propuso terminar con el trabajo, enjabonó sus manos y ágilmente comenzó a masturbarse.
Por su mente viajaban imágenes de Gabriela, una de sus compañeras de curso, 1.60 metros de belleza, cabellera morena, su tez es blanca, apenas se apreciaba su bronceado en las zonas donde habitualmente le daba el sol. Sus tetas eran grandes en consideración con su cuerpo. Las piernas comenzaban en sus delicados y pequeños pies, siguiendo por sus torneadas piernas producto de ir y venir de la facultad en bicicleta. Estas piernas mas arriba se transformaban en un culo bien definido, una curvatura que en alguna ocasión Leo pudo observar la proporción áurea.
En su mente, Leo se encontraba con Gabi al abrir la puerta corrediza de la ducha. La joven se encontraba debajo del agua enjabonando su cuerpo mientras las gotas que caían sobre ella.
Leo entró y luego de un abrazo en el cual sintió los empapados y muy suaves pechos sobre su piel, comenzaron a besarse con intensidad. Sus lenguas se encontraban y desencontraban entre sus labios. Sus miradas eran cómplices, los ojos celestes de la chica dejaron de mirarlo para bajar a su miembro, con el rostro de la joven lleno de lujuria, esta comenzó a acariciarlo y masturbarlo suavemente, el respondía con caricias sobre las tetas de su compañera.
Leo se sintió dominante, le soltó los pechos para atrapar las manos a la joven y apartarlas de su pene. La tomó por las muñecas con su mano izquierda y las levanto hasta que tocaron la pared. Apreció todo su cuerpo siendo recorrido por el agua que no paraba de caer sobre ambos, con su mano libre le agarro de la cara, la besó con pasión mientras su mano bajaba por la mejilla, acarició su cuello, sintió el relieve de las costillas por debajo de la pálida piel, se detuvo dos segundos en su cadera y siguiendo el camino marcado por el agua, se abrió camino hasta el pubis de Gabriela.
La joven separó sus piernas para darle paso a la mano de su compañero. Este terminó con los besos y mirándola fijamente comenzó a acariciar el pliegue de sus labios mayores. Las caricias eran suaves y repetitivas, desde abajo hacia arriba varias veces, acaparando toda la piel del sexo de Gabi, los ojos de la joven se prendían en la lujuria y el placer mientras miraba a Leo.
El chico interpretó las señales y ahora que ya estaba todo predispuesto, apenas con un poco de fuerza, penetró en el interior de su compañera, los ojos y la boca de la joven se abrieron, dejando escapar el primer gemido de la mañana. La joven gozaba con dos dedos dentro y la palma de la mano de su compañero haciendo contacto con su clítoris, los gemidos eran rápidos y solamente se cortaban al encontrar su boca con la e Leo.
La mano que sostenía por las muñecas a la de la joven ya comenzaba a cansarse, Leo decidió soltárselas, Gabriela no perdió el tiempo y le devolvía las caricias al miembro del joven. Se masturbaban el uno al otro con la misma intensidad, alternaban entre besos y gemidos, aquello era una fiesta de placer.
Gabriela decidió llevar la fiesta a otro nivel y se puso de rodillas. La joven tenía el miembro de Leo recorriendo sus tetas, estas lo acariciaban y terminaban por atraparle entre ellas. Cuando el glande sobresalió de ellas, Gabriela lo tomo en su boca y liberó el resto del miembro de entre sus tetas.
Tragaba el miembro de Leo hasta el fondo de su garganta, a medida que este entraba era acariciado por una lengua suave y que sabe lo que hace.
La sensación era muy real, tanto, que Leo no soportó más y retirando el miembro de la boca de su compañera, acabó sobre las hermosas tetas, cubriéndolas de semen.
Leo abrió los ojos y no encontró las tetas de su compañera, sino que, se encontraba solo, con el piso de la ducha salpicado con su fluido.
Luego de la Ducha, el joven desayunó y marchó a la facultad.
Los pasillos de la facultad olían a rendición y los apuntes ya no le hablaban de futuro, sino de una vida que se disolvía entre el ruido de la ciudad. Había terminado por aceptar que nada nuevo lo esperaba allí, hasta que, en la fila para la fotocopiadora se cruzó con Gabi, los recuerdos de la ducha lo invadieron por un segundo, sintió una punzada en su corazón y en su miembro a la vez.
Su compañera los saludó y comenzaron la típica charla distraída sobre profesores, la inevitable tesis y demás.. Ella hablaba con calma, pero sus ojos tenían un brillo distinto, Gabi le contó que se iba al norte, a trabajar en la empresa familiar que su tío acababa de fundar. En la empresa buscaban gente. “Te podría recomendar si quieres… todavía hay tiempo”, soltó con una naturalidad que a Leo le sonó a invitación. Él sonrió, y en ese gesto sintió que algo se abría dentro suyo. No era solo la posibilidad del trabajo, era la idea del cambio, del aire distinto, del cuerpo que se sacude la costra del cansancio. Pero también, inevitablemente, estaba ella. Gabi. Su voz quedándose en su cabeza como un eco cálido, al despedirse, le rozó el brazo apenas, Leo sintió una descarga eléctrica que le recorrió el cuerpo, la chica no había demostrado interés hacia él en todos los años de curso y ese contacto breve tuvo la intensidad de una promesa.
“Empiezo en un mes —dijo ella—. Si vas, nos veremos allá.”
Leo estaba harto de su trabajo, cuando comenzó sabía que no iba a jubilarse ahí, simplemente era un empleo temporal mientras terminaba sus estudios. La situación no había salido como lo deseaba, la carrera le exigía más de lo que esperaba y sus 4 años de esfuerzo se han tornado en casi 6. Cada año que pasaba se encontraba más saturado, cada día tenía menos paciencia con su jefa y compañeros. Este es su ultimo año, y ya esta terminando en año lectivo. Solo le queda terminar su tesis y podrá dedicarse a lo que le apasiona. La propuesta de un nuevo trabajo en el norte era un vaso de agua en el desierto para el joven, las palabras de su compañera seguían retumbando en su cabeza, por primera vez sentía que tenía una oportunidad de dejar de soñar con Gabi para pasar a la realidad.
En la noche, Leo se encontraba con Gustavo, su amigo de toda la vida. Gustavo siempre fue el mas desenvuelto del grupo, a temprana edad asumió su sexualidad y salió del closet. Era de los que podían pasar meses sin saber de él, sus trabajos siempre fueron cambiando, pasó gran parte de su vida alternando entre viajes, trabajos temporales, pasantías en otros países y demás.
Leo le comentó de su encuentro con Gabi y de la propuesta que esta le había hecho. Gustavo sin dudarlo alentó a su amigo a dejar todo atrás, entregar su actual casa y dejar su trabajo.
“¿Un mes libre antes de empezar? —le dijo entre risas—. Andate como mochilero. Caminá, dormí donde caiga la noche, dejá que el camino te cambie.”
Leo lo miró y comprendió que no había nada que pensar. El norte lo esperaba, y con él, algo que todavía no tenía nombre.