Mis padres son divorciados, debido al alcoholismo y a la agresividad de mi papá.
Hola gente, paso a desahogarme con ustedes, cómo les comenté al principio, mis padres se divorciaron, mi mamá no aguantó convivir con mi papá, el alcohol y la violencia fueron los detonantes para llegar a esta decisión. Soy Nano, hermano mellizo con Daniela, tenemos 18 años recién cumplidos, siendo ella mayor por 11 minutos. Cinco años de edad teníamos cuando tuvimos que vivir ese trauma.
Somos de piel blanca, cabello castaño claro, ojos verdes y con algunas pecas en el rostro.
Mi mamá quedó a cargo de mi hermana en la capital y yo me fui con mi papá, a una ciudad de la costa Colombiana. A esa edad, nos reuníamos como familia tan solo una vez al año, para la época decembrina, y solamente por una semana, mi mamá quedó sola, pero mi papá si se volvió a unir con otra mujer.
Ni buena ni mala, mi madrastra le puso algo de freno a las estupideces de mi papá.
La semana que nos reuníamos, se pasaba muy rápido y era inevitable el llanto al despedirnos.
Debido a eso, con mi hermana creamos un lazo muy fuerte, que se afianzaba con el paso de los años.
Hasta que sucedió lo que todos temíamos, mi papá en su desorden etílico, se lió a golpes con un policía, al cuál le causó heridas de consideración, en resumen, fue llevado a la cárcel.
Con antelación, se había planeado que nuestro cumpleaños #18 iba a ser en la capital, pero el incidente con el policía sucedió a escasas tres semanas de esa fecha, razón por la cual tomé la decisión de venirme anticipadamente a vivir con mi mamá y mi hermana el tiempo que dure la situación de encierro de mi papá.
Mi mamá es una mujer aún muy bonita, atractiva, que prefirió continuar sola y asumir con la crianza con muchas restricciones a Daniela.
Hasta el punto de matricularla en un colegio femenino y dirigido por estrictas religiosas. Con casi 18 años, Daniela era feliz con muñecas Barbie, coleccionando todo lo relacionado con My Little Pony, se divertía viendo Masha y el Oso y muchas cosas por el estilo.
Ni siquiera tenía pretendientes; su mentalidad era de niña, aparte, sus rasgos físicos contribuían con esa imagen, chaparrita, blanca, pecosa, con coletas, dormía con piyamas de Hello Kitty, usaba ropa interior con estampados infantiles, en fin.
Por mi parte y gracias a la ciudad en la que vivimos con mi papá, adquirí físico grande, mi piel blanca ahora ostenta un color bronceado, tengo musculatura de hombre hecho y derecho, y en el campo sexual debuté siendo más joven.
Hasta un par de novias quedaron allá. Ya en casa de mi mamá, me acomodo y espero seguir con mis estudios, mientras tanto, duermo hasta tarde, colaboro con quehaceres, les ayudo con el cuidado de Ramón, el gato criollo de la familia y le ayudo a Daniela con sus estudios. Debe estar en el colegio un año más, adelantando para la carrera de educación física que piensa llevar a cabo y que le apasiona.
Mi mamá tiene turnos larguísimos como enfermera en una institución privada. Así que cuento con mucho tiempo libre. En una exploración por la casa, encuentro en la alcoba de mi mamá una colección de vibradores y dildos, todos con una característica en común, son de la misma consistencia, tamaño y color de un hombre de raza negra.
La comprendí, la soledad y los requerimientos de su conchita aún muy joven la llevaron a ese punto.
Daniela permanece, debido a sus clases, en ropa deportiva, sudaderas y pantalones anchos, rara vez la veo en su uniforme de diario, su falda de colegiala o su polera. Sinceramente en estos momentos esa muchachita no me inspira un mal pensamiento, así menudita, sin curvas, con aire de pubertad, a pesar de sus dieciocho años, pasa ante mi escrutinio sin pena ni gloria. Ni siquiera en los días de descanso, ya que su indumentaria es bastante pudorosa, dónde no muestra un ápice de piel. Pero todo cambió, y de qué manera, un fin de semana que fue convocada como Cheerleader porta-estandarte en un bazar de su colegio.
El cambio fue radical, su faldita tres pulgadas abajo de la rodilla de diario, a una mini falda negra, de su polera ancha, a una blusa de tirantes escotada, de sus zapatos negros a unas zapatillas doradas de tacón, y sus calcetas largas, a unos pies desnudos blancos, pequeños y hermosos.
Se maquilló con ayuda de mi mamá, dejó sus labios pálidos para darle paso a una boca carnosa, rosa tenue pero demasiado provocativa, sus ojos verdes ahora lucen una sombra de leve maquillaje en sus párpados, y sus mejillas, normalmente blancas y salpicadas por unas pecas, ahora se ven sonrosadas, en resumen, se ve muy hermosa.
Casi siento celos de que alguien la vaya a mirar con malos ojos. Cuando se despidió para ir a su presentación, me abrazó y pude sentir la dureza de sus tetas medianas y vírgenes, casi me erecto por ese abrazo.
Durante el desfile es la sensación, pequeñita y linda, levantó los mejores comentarios.
Esas piernas perfectas, ese culito respingón y esas tetas bien paraditas llaman poderosamente la atención.
Culmina el desfile con total éxito, cientos de fotos quedaron en mi celular, desde todos los ángulos, y los mejores elogios para la bella porta-estandarte enmarcaron ese finde.
Ya en casa, vimos que las zapatillas de tacón hicieron mella en los delicados pies de Daniela, y yo, con el pretexto de ver qué pasó, pude ver de cerca esas maravillosas piernas y la forma como se le marcaba la panochita en su calzón. Empecé a masajear sus pies y a hacerles curaciones con vendas adhesivas, mi mamá me encargó esa tarea, que hice con el mayor de los gustos.
Le susurré al oído que si quería un masaje completo, que yo sabía hacerlo, se le iluminó el rostro y con un guiño de complicidad estuvo de acuerdo: -«Rico un masaje para el agotamiento que tengo!»
Empecé con toda experticia los masajes, y le pedí que se tumbara boca abajo para trabajar con sus piernas, encantada aceptó, y aprovechando que mamá dormía profundamente, le pedí que retirara su faldita y su pantaloneta, pensé que iba a quedar en sólo su tierna ropa interior de niña pero ¡Oh sorpresa! Traía una tanga de encaje súper sexy, veo con beneplácito que hoy acabó la niña y nació la espléndida mujer que ahora está en mis manos.
Tomé abundante aceite de coco para seguir con el masaje, empecé a recorrer esas magníficas piernas de arriba a abajo, me concentré en el interior de sus muslos, mi pene empezó a reaccionar con una erección que ya era dolorosa, pero no permití que Daniela la notara.
Le pedí que quitara su blusita para masajear su espalda, y no sólo se quitó la blusa, sino el hermoso brassier, quedando prácticamente desnuda en la cama, dándome la espalda y disfrutando de mis manos en su cuerpo.
En ese momento quise que la naturaleza me hubiera dado un par de manos extra, para recorrer cada centímetro de esa piel blanca de la más fina porcelana.
Se abandonó por completo ante la terapéutica caricia, pensé que dormía pero de pronto, sin previo aviso, se dió la vuelta, cubriendo con sus manos sus pequeños y turgentes pechos y me pide que masajee sus piernas por encima, le digo que con la condición que me deje ver lo que esconde.
Se descubre y me deja ver un par de tetas hermosas, duras, con unas areolas dos tonos más oscuras que el resto de piel, y con unos pezones erectos, como si hubieran sido chupados previamente.
Quedé babeando ante el bello espectáculo.
-«¿Te sientes incómoda?»
-«No, me gusta lo que me haces!»
-«Si te sientes molesta, me avisas, por favor…»
-«No me molestas, sólo que me siento rara…»
-«¿Rara, cómo?»
-«Cómo cosquillas…»
-«¿Cosquillas donde?»
-«No te digo, me da vergüenza!»
¡Casi me ahogo con mi propia saliva, me temblaba la voz, sudaban mis manos, tuve que poner una toalla para que no se notara que mi verga estaba a punto de explotar y salirse por en medio de mi pantalón!
-«¿Quieres que siga con el masaje o me detengo ahí?»
-«No amor, no pares, sigue… »
Amor me ha dicho siempre, pero esta vez el tono era diferente, no de hermana, sino de hembra cachonda.
Mis manos recorren sus bellos muslos por arriba, paseo por su estrecha cintura, rodeo su vientre firme, un dedo travieso se cuela a través del resorte de su diminuta tanga y palpo sus ensortijados y breves vellos de su Monte de Venus, levanto la mirada para ver su reacción y noto que entrecierra sus verdes ojazos, lanza un suspiro y tapa su boca con la mano, pareciera que quiere ahogar un inequívoco gemido.
Mis manos avanzan por su cintura hacia debajo de sus brazos, con mi pulgar acaricio levemente la base de sus deliciosos senos, y veo que unas pequeñas gotitas de sudor empiezan a brotar de su piel, se estremece cuando rodeo los rodeo por la parte de abajo, ahora sus pezoncitos se yerguen y sobresalen por encima de ese sonrosado montículo turgente.
Alcanzan un tamaño casi de media falange de mi dedo índice, por mera curiosidad le vuelvo a preguntar:
-«¿Cómo te sientes?»
-«Ya te dije que rara, con unas cosquillas que no te puedo explicar…»
-«¿Cosquillas aquí?» Le hago cosquillas bajo sus axilas.
-«jajajaja nooo!» Me dice risueña…
-«¿Entonces aquí?» Le hago cosquillas en la cintura…
-«Tampoco jajaja…!»
-«Entonces acá…» Le hago cosquillas en la parte trasera de sus rodillas… Y nuevamente:
-» jajaja no te voy a decir…!» Por último cosquillas en la parte interior de los muslos: -«jajaja casi le atinas…!»
Tenía a escasos centímetros de mi boca sus provocativos pezones, pero no me arriesgué por temor a ser rechazado.
-«¿No me vas a decir dónde sientes cosquillas?»
-«Primero ve y te aseguras que mamá duerme…»
No necesitaba decírmelo, conozco ese rubor de unas mejillas, ese fulgor en unos ojos, y el sensual tono de voz que emana de una mujer cachonda.
Me levanté de la cama, cubrí a Daniela con la toalla que me cubre la erección y me dirijo al cuarto de mi mamá; tan pronto abrí la puerta, alcanzo a ver una muy torneada y alabastrina pierna, segundos antes que su rápida mano la cubriera con la frazada.
-«¿Necesitas algo reina?»
-«Por favor no se acuesten tan tarde, la niña tiene una evaluación mañana»
-«No te preocupes»
-«Por favor tráeme un vaso de agua y saca a Ramón, si lo dejo dormir conmigo, no me deja dormir a mí»
-«Cómo tú digas»
Voy al baño, orino con dificultad, la erección no me deja hacerlo bien, lavo mis manos, voy a la cocina, sirvo un vaso de agua y me dirijo nuevamente al cuarto de mi mamá. Ronca, está profunda, lo compruebo porque beso su mejilla y no me responde.
Tomo en medio de protestas a Ramón, cierro la puerta y me aseguro que no se abra al menor empujón del gato.
La noche pinta maravillosa.
Volvamos con Daniela: La encuentro sentada en la cama, cubriendo su menudo cuerpo con la toalla, me preguntó:
-«¿Está durmiendo?»
-«Si, al parecer tus risas la despertaron»
-«¿Me hiciste cosquillas y no querías que me riera?» Me acerco a ella y le propongo que si podemos seguir con el masaje.
-«Claro que sí»- me responde.
-«Pero vamos a tu alcoba…!»
Siento punzadas en mis testículos cuando veo que se levanta y adelantándose, empieza a subir las escaleras que llevan a la segunda planta, dónde está mi alcoba.
Me hipnotiza verla caminando semi-desnuda, descalza y con un contoneo de caderas que me enloquece.
Parece que se hubiera transformado de niña a mujer en unas pocas horas.
Se sienta en mi cama, tiembla pero no por el temor o el frío, la abrazo para tranquilizarla, le digo que si no está segura, que no hay problema por mí.
Por toda respuesta, me da un beso muy cerca de la boca, se tira boca abajo y me pide que la vuelva a masajear, no me tiene que repetir, suavemente recorro su hermoso cuerpo y siento que se estremece cuando acaricio sus piernas y su redondo culo.
-«Ningún hombre me había acariciado así!»
-«¿No has tenido un novio?»
-«Si, pero salió más delicado que yo jajaja…»
-«Ya vas a encontrar a alguien que te merezca»
-«Por ahora no quiero, ni siquiera sé besar».
-«Aprenden juntos, no es tan difícil»
-«No, primero tengo que aprender por mi cuenta»
-«Sólo aprenderás con la práctica»
-«Necesito a alguien que me enseñe…!»
Un silencio, mis manos masajean la parte interior de los muslos, abre ligeramente sus piernas y mi exploración aún no se atreve a ir más allá de lo permitido.
No hay lugar que mi mano no explore, a excepción de su panochita, sus tetas o su culo.
Se da la vuelta nuevamente, y la vista de sus tetas atrae más mi atención, podría jurar que aumentaron el tamaño, el pezón se ve mucho más grande y duro.
No resisto la erección y siento que eyaculo dentro de mi ropa interior. Me contengo, aún no es hora.
Mis manos parecen tener alas, intentan acariciar esas bellas tetas, pero ella detiene mi mano, dice no estar segura, que tenga paciencia.
Me vuelve loco la vista de sus erguidos pezones, los imagino en mi boca, abarcándolos en su totalidad, ella me lo impide.
Retomamos la charla de los novios y los besos.
-«¿Tienes novia en Santa Marta?»
-«Si, alguien quedó pendiente»
-«¿Y la besas mucho?»
-«No me preguntes nada de eso»
-«Quiero saber…»
-«¿Quieres saber o quieres aprender?» Un pequeño silencio ronda nuestra charla…
-«Quiero aprender…» No necesitamos decir más, tomo entre mis manos su hermoso rostro, sus ojos fulgurantes son una mezcla entre miedo y deseo, le pido que entreabra la boca, su aliento fresco me embriaga, y la beso, primero con suma delicadeza, hasta que ella esté dispuesta, y luego subo la intensidad del beso.
Juro que esa boca sabe a fresas rojas frescas, un sabor de niña, pero con la sensualidad de la hembra que se despierta en ella.
Jugueteo con sus labios, los mordisqueo suavemente, son carnosos y jugosos, espero su reacción, tiembla entre mis brazos como una hoja al viento, con voz temblorosa me advierte:
-«Que mamá no se entere de esto, por favor…» Obviamente no se va a enterar, lo que pasa entre nosotros, queda entre nosotros.
No me puedo desbocar con los besos, sé que esta experiencia es nueva para ella y debo ir paso a paso, para que no se intimide con la novedad.
Sus labios son muy tiernos, inocentes, inmaculados, lentamente le empiezo a introducir la lengua, me sigue el juego, su lengua suave y tibia se enreda con la mía, suspira hondo poseída por la lujuria, sus manos rodean mi cuello, mientras las mías vencen el temor y me apodero de sus virginales senos, blancos, duros, y juego con sus endurecidos pezones, mientras nuestros besos aumentan de intensidad y nuestras ropas empiezan a caer, a ella solamente le retiro su minúscula tanga y queda a plena disposición de mis manos traviesas. ¡Su apetitoso coño! ¡Maravilla de maravillas! Rosado, algo abultado, con incipientes vellos ensortijados y de color castaño claro, similar a su cabello, con un olor fresco, entreabre un poquito sus muslos para permitirme acariciarla con más calma, noto un leve hilo de su líquido lubricante que empieza a caer de sus labios vaginales.
Con sumo cuidado introduzco un dedo, procurando no lastimarla, está muy húmeda, caliente y estrecha, su pequeño clítoris es del tamaño de un guisante, lo palpo mientras nuestras bocas parecen una sola, sus delicadas manos empiezan a bajar por mi pecho, mi vientre y un par de manos temblorosas se apoderan de mi durísimo pene, primero con algo de temor, pero luego con la firmeza de alguien que se agarra de la tabla que le servirá para sobrevivir luego de un naufragio.
Nadie pudo haberle enseñado a masturbar a un hombre, sin embargo lo hace con una destreza que me asombra y me fascina.
La tomo entre mis brazos y la recuesto en la cama con mucho cuidado, es una flor de lirio a la que le voy a arrancar sus delicados pétalos, debo ser gentil durante el proceso.
Chupo con la mayor delicadeza posible sus hermosos pezones, sus gemidos y sus casi inaudibles quejidos, la más sublime melodía que alguna vez escuché.
Quiero tatuarme esas ricas tetas en mis manos, no puedo dejar de estrujarlas con placer, viendo en su hermosa cara las expresiones que hace cada vez que las chupo. Con la mano que dejo libre, acaricio su conchita que ya está más dilatada, se abre como una flor para permitir la exploración de mis dedos; su humedad no miente, desea ansiosamente ser poseída por un macho.
Cada vez es más fácil introducir uno de mis dedos, está tremendamente lubricada, hasta el punto de que rozo la barrera de su frágil himen y lo logro atravesar sin mucha dificultad.
Nuestros ardientes besos escalan en temperatura, nuestras lenguas danzan al ritmo de la humedad de las bocas, su mano en mi miembro es la fantasía hecha realidad, una blanca mano, con dedos finos, coronados por unas uñas de tamaño mediano y pulcras, como manos de princesa de cuento de hadas, sostiene un vigoroso pene de 19 centímetros, grueso, de color moreno, con innumerables venas que surcan todo su contorno, y rematado por una cabeza color violeta a causa del incontrolable flujo sanguíneo.
Ni al más inspirado escultor se le ha ocurrido plasmar en el mármol tal ardiente escena. Mi dedo pulgar acaricia el clítoris, que parece sorprendido por sentir que alguien lo saca de su letargo de 18 años, Daniela menea su pelvis y la empuja hacia arriba, en un desesperado intento de sentir una caricia mucho más profunda.
Sus manos rodean la base de mi pene, y juguetonas se prenden de mis rasuradas bolas, esas caricias me vuelven loco.
Un relámpago ilumina la penumbra de mi alcoba, se aproxima una tenaz tormenta, y Daniela se envuelve entera y desnuda entre mis brazos, siente miedo, me abraza y me besa como si de ello dependiera su vida.
En esta parte de los sucesos, una luz de remordimiento aparece en mi mente, y me cuestiono si soy yo el indicado para arrebatarle a mi propia hermana el tesoro de su virginidad.
En esas cavilaciones, la voz de niña de Daniela me saca de mi reflexión, y con la mayor certeza me dijo:
-«¡Hazme el amor!»
-«Pero Princesa…»
-«¡Lo necesito, te necesito mi amor!»
-«¿Estás segura?» -«Completamente, cómo nunca lo había estado…»
-«¿No te importa que yo sea tu propio hermano?»
-«No me preguntes nada, solo quiero ser tuya, te amo demasiado y deseo que seas mi primer hombre…»
-«Y yo te amo a tí» le dije, sellando esta declaración con un exquisito y apasionado beso!
Continuará…