Soy una mujer de 30 años, vivo en los Estados Unidos soy de constitución promedio, labios delineados y el inferior en un puchero eterno; ojos color café, pelo castaño claro, 1.70 de estatura, pechos grandes y una serie de lunares interesantemente colocados por todo el cuerpo.
Mis experiencias con las mujeres podrían decirse que eran limitadas hasta que conocí a quien hoy día es mi novia, una hermosa chilena de 34 años, pelo corto y oscuro como la noche, una mirada invitante y una boca que pide ser besada constantemente.
Mi novia y yo nos conocimos por las redes de la Internet, intercambiamos fantasías, cada vez más calientes, que siempre terminaban en una «Revancha» como les llamamos a las corridas que teníamos por teléfono.
A medida que fue pasando el tiempo, nuestro deseo fue creciendo hasta alcanzar proporciones ilimitadas.
El 3 de Enero, cuando fui a recibirla al aeropuerto, bastante entrada la noche y con un panorama súper blanco, por la nieve que caía, fui vestida con pantalón de chándal negro, sin bragas, completamente húmeda por la excitación.
Debido al frío, había decidido ponerme un jersey color chocolate y una camiseta blanca ajustada a mis pechos sin sostén.
De sobretodo, traía puesto un grueso abrigo en piel que ocultaba bastante lo que tenía planeado.
Traía el pelo sujeto al descuido con un gancho y solo había dado un ligero toque de brillo a mis labios, ya húmedos de tanto saborear lo que mi cuerpo tanto anhelaba.
Estaba súper nerviosa, caminaba de un lado a otro en el lobby de la línea aérea en la que llegaba y como había llegado con una hora de antelación, me dirigí al bar a tomar una copa de algo fuerte para calmar mis ansias.
Cuando escuche la voz anunciando la llegada de su vuelo, algo dentro de mí se revolvió inquieto y no recuerdo como, pero la cuestión es que me dirigí a su encuentro, todavía con la copa en la mano. (Por suerte nadie en el bar lo notaria, porque si no me hubieran perseguido hasta la misma terminal y tremenda escenita que hubiera capturado mi novia de presentación)…
Necesitaba tener mis manos ocupadas, el sudor corría por mi espalda como gotitas de nieve derritiéndose sobre los cristales del aeropuerto.
La busque entre la multitud, por un momento incierto, pensé que no estaría allí y me di la vuelta para disimular mi inquietud. Cuando volví a mirar.
Allí estaba, frente a mí y dirigiéndose con paso presuroso a mí encuentro.
Podía sentir como mis pezones excitados se pegaban contra la camiseta y podría jurar que ella era capaz de verlos. Nos fundimos en un abrazo que todo lo decía.
No pude contenerme y roce mis labios contra los de ella, tocándolos con la punta de mi lengua.
Para ese momento, estaba completamente fuera de mí. La deseaba allí mismo.
Al principio ella se sorprendió pero respondió a mi caricia metiendo las manos por debajo de la ropa y tocando con la punta de sus dedos, mi piel.
Hasta ese momento no habíamos dicho palabra alguna, quizás porque ya todas las habíamos dicho y quedaban pocas en nuestro vocabulario por compartir.
La tome de la mano y nos dirigimos a recoger sus maletas. Hablamos trivialidades, acariciándonos los dedos, como queriendo decir lo que tanto deseábamos y tanto habíamos esperado. Luego de tener las maletas y estar listas para partir.
Caminamos hasta el parking. En el camino por un momento me quede muda, no sabiendo cómo decirle que quería hacerle el amor allí mismo. Y temiendo a la vez su respuesta, ya que había volado todo el día y me imaginaba que estaba cansada.
No puede dejar de notar, que quizás debido a la hora, y tal vez inconscientemente, no había coches alrededor del mío en el área donde había parqueado. La ayude a poner la maleta en el maletero y cuando se giró hacia mí.
La apreté allí mismo contra el coche y la bese como había deseado hacerlo. Podía sentir mis líquidos correr entre mis piernas y el palpitar de mi clítoris hacía eco por todo mi cuerpo.
Nos besamos desesperadas, hambrientas. Nos restregábamos la una contra la otra queriendo traspasar las barreras de la ropa, me desabroche los pocos botones que tenía abotonados en el abrigo y ella pudo meter sus manos libremente por debajo del jersey y la camiseta. Mis pechos estaban a punto de estallar, y ronronee mientras lamía su cuello y su oreja.
Poco a poco fue entrando la cordura, y al hacerlo, recordé que el asiento trasero de mi coche, no estaría nada mal después de todo. Entre yo primero, quitándome en el proceso jersey y camiseta que volaron al asiento delantero.
Parecía gata en celo, no dejaba de tocarla y querer despojarla también de la ropa que traía puesta. Cuando sentí entre la mezcla de frío y excitación, como su lengua húmeda y tibia se abría camino desde mi boca, al valle entre mis pechos. Los acuno suavemente entre sus manos y los atrajo a su boca sin contemplaciones.
Mientras con su boca devoraba mis pechos, una de sus manos voló sin dificultad por la cintura del pantalón y encontró mi monte de venus perfectamente afeitado.
Siguió bajando, hasta encontrarse con los húmedos labios de mi vagina y comenzó a trazar círculos cortos en el rededor de mi clítoris.
Yo estaba a punto de correrme, estaba tan excitada que el simple toque de sus dedos provocó una descarga en mi casi eléctrica. Me arquee en mi precaria postura, buscando más, un contacto más fuerte y a la vez más rápido. Cuando comencé a gemir pidiéndole que no parara, que me tomara…. Si, así… Mmmm…
En ese momento mientras ella imitaba sobre mis pechos, los movimientos sabios de sus dedos.
Me corrí en el asiento trasero de mi coche entre gemidos y temblores.
Al sentirme correr Lore, (así se llama mi chica) tomo mi clítoris entre sus dedos índice y mayor y lo apretó, contra la palma de su mano recibiendo toda mi descarga.
Para ese entonces, yo había perdido completamente la razón y no quería que parara. Creo que mis gemidos la asustaron un poco, porque mientras subía y bajaba por mi vagina con la palma de su mano, esparciendo mis jugos por todos lados, dejo de chuparme los pezones, para subir a mi boca y silenciarme un poco.
Logré moverme un poco más en el asiento, reptando por debajo de su cuerpo, para levantarle la camiseta y tomar sus pechos para darles suaves mordidas.
Ella se levantó un poco e hizo oscilar ambos pechos sobre mi cara, mientras mis manos recorrían su cintura y su estómago, para luego bajar la cremallera de su pantalón y meter ambas manos para abarcar sus nalgas y pegarla contra mí.
Mientras con una mano la acercaba a mí, la otra se abría camino entre sus piernas y se humedecía con sus jugos que para ese momento empapaban todas sus bragas.
No pude resistirme y retire mi mano un solo momento para probar su sabor… Mmmmmm su olor, nada me había excitado tanto hasta ese momento que la manera como sabia esa que, desde ya, era mi mujer.
Volví a la carga y pude sentir como ella también estaba a punto de un clímax fantástico, cuando enterró su rostro en mi cuello y nuestros pechos se acariciaban mutuamente.
Moví mis dedos a los lados para tener más acceso y luego arriba y abajo, buscado darle el placer que ella acababa de proporcionarme. Cuando la sentir temblar sobre mí y morderme el hombro.
Eso de por sí hizo que yo me removiera en busca de mayor cercanía.
Pero para ese momento lo que quería era saborear sus labios y prometerle quedamente que en solo 15 minutos estaríamos en la comodidad de mi casa y podríamos seguir dándole rienda suelta a todo aquello que nos habíamos ya prometido.
De más esta decirles que fue una experiencia súper excitante, esa de hacerla en el parking del aeropuerto.
Así como otras, que les contare más adelante.