Capítulo 2

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La fiesta II – La habitación

Ugo:

—Pues vamos empezando…

Comiencen ustedes. Yo me quedo por acá, mientras les saco unas buenas tomas.

**Narrador**

Raúl se le fue encima a Massiel sin decir palabra. Le dio un beso suave en los labios, la abrazó y enseguida metió las manos bajo la blusa. y con destreza soltó el broche del sostén.

La levantó un poco la blusa y mirar su senos, con hambre en la mirada, se puso a saborear sus pezones oscuros, tiernos, firmes, con esa mezcla entre ansiedad y deleite. Le acariciaba los pechos con ambas manos, los apretaba, los lamía con desesperación, como si se le fueran a esfumar.

Ella cerró los ojos, soltó un gemido suave y se dejó hacer.

Raúl se sentó en la cama, alzó la falda de Massiel y se metió entre ese trasero provocativo, buscando la tanga pequeña. Se la bajó con calma y se la quitó, admirando la vista como si estuviera frente a una obra de arte escondida.

Ugo, del otro lado, no decía ni una palabra. Pero sus ojos estaban bien abiertos, casi brillaban. Pensaba para sí:

*»No hay nada como ese instante exacto en que le bajan la ropa interior a tu esposa. Ya no hay vuelta atrás.»*

Excitado, firme y expectante, Ugo sacó su verga y comenzó a estimularse mientras capturaba cada momento con la cámara, prendido con cada detalle.

Raúl ya había dejado desnuda en la parte baja a Massiel recostada en el borde de la cama. Se hincó y se puso a trabajarle con la lengua, sin pena, sin pausa. Chupaba, succionaba, saboreaba, y Massiel se arqueaba, se retorcía, gemía bajito pero intenso…

—Sí… sí… así… —alcanzó a soltar, con los ojos medio cerrados.

Raúl recogía todo con la lengua, sin dejar una gota. Le metió un par de dedos y los movía en sintonía. Ella se sacudía, la cadera se le iba sola. El aire le faltaba, pero el placer la empujaba más.

—No pares… más… más… —jadeaba entre sudor y piernas temblorosas.

Y de pronto, vino el chorro. No fue un orgasmo cualquiera. Fue una explosión. Su cuerpo tembló y la miel se le volvió elixir. Una cosa de locos. De esas que se sienten hasta el alma.

Ugo casi se corre, solo con verla así pero se detuvo. Sabía que aún no era su turno. Él no era como Massiel, que podía venirse varias veces. Apretó los dientes y resistió.

Raúl se limpió los labios con la lengua, se levanto y quitó los pantalones y sacó su miembro, firme, grueso, algo más ancho que el de Ugo, pero de igual tamaño.

Massiel, con el cuerpo aún agitado, trataba de volver en sí. Sudaba, le temblaban las piernas. Ugo la miraba con deseo, pero también con ternura… La amaba, pero la deseaba como un animal el ya sabia lo que venia lo que iba a pasar.

Raúl sacó un condón, se lo puso sin apuro y con un par de suaves golpes en la entrepierna de ella, como quien avisa, se posicionó. No preguntó si estaba lista. Se lo metió de golpe, todo de una, sin pedir permiso.

Ella soltó un gemido de placer.

Y entonces empezó la danza. Adentro, afuera. Rápido, lento. Cambiando de ángulo, haciendo que se le llenaran hasta las esquinas. Ella no terminaba de recobrar el aire, pero no quería que parara.

Ugo, ya caliente hasta el tope, se subió a la cama. Se colocó delante y sin decir palabra, le acercó su verga a la boca.

Ella, medio cansada, pero obediente, abrió los labios.

Y ahí estaba. Una por abajo, otra por arriba. Ella abierta, tendida, dejando que la llenaran.

Gimoteaba, jadeaba. Se detenía para tomar aire y seguía.

Ugo volvió a sentir que se venía. Se retiró justo a tiempo. Raúl, ya sudado, pidió una pausa. La edad le cobraba factura al final era mayor que ellos. Massiel también aprovechó para respirar.

Ugo tomó la cámara de nuevo. No quería perderse nada.

Massiel se acomodó en la cama. Se puso en cuatro, espalda arqueada, falda enrollada a la cintura, blusa arriba, las tetas al aire. Era un cuadro espectacular.

Ugo la miró… y se enamoró más.

*»¿Cómo puede verse tan linda y tan sucia al mismo tiempo?»*

Como si supiera lo que él pensaba, Massiel soltó:

—Raul, ¡Cógeme! ¡Ándale, ya!

La frase le reventó la cabeza a Ugo. Se llenó de pensamientos lujuriosos. Su esposa… su mujer… estaba pidiendo eso, con esa voz. No podía más.

*»Es una perra… una puta deliciosa que necesita que la cojan»*, pensó.

Una avalancha de nuevas fantasías viciosas llegaron a el

*»Un gangbang, un bukkake… verla llena de espeso semen en la cara disfrutando, usada, rendida, un cine erótico tener sexo frente a varios extraños…»*

Pero volvió en sí al escucharla gemir otra vez. Raúl, cumpliendo con su pedido, le daba duro. La jalaba del cabello y le daba nalgadas que dejaban marca.

—¡Sí! ¡Así! ¡Dame más! —gritaba ella cada vez que sonaba la mano contra su piel.

Ugo grababa con mano firme. No quería que ese momento se perdiera.

Sin dejar de grabar. Se acercó y volvió a metérsela en la boca.

Raul la tomo por la cintura para hacer movimientos más fuertes más firmes sus pechos rebotaban de un lado a otro sus piernas firmes y torneadas tomaba una forma irresistible

Los tres en acción. Ella en cuatro. Uno adelante, otro atrás.

Ugo, viendo que Raúl ya estaba por rendirse, le dijo:

—Déjate caer, … deja que ella haga lo suyo.

Raúl se recostó. Con una sonrisa pícara coqueta y traviesa sostuvo la verga para introducirla en ella mientras se sentaba sobre de el.

Ella sabía lo que venia, era su momento de brillar.

Tenía talento para hacer un oral, pero cabalgar fue practica para convertirse en una experta

Y comenzó a cabalgar. Rápido, lento, de frente, de lado. Ella lo manejaba todo. Sus tetas rebotaban, su cuerpo brillaba. Gemía como loca.

Raúl estaba al borde del clímax.

—No… todavía no —le dijo ella—. Quiero más.

Se detuvo. Se giró hacia Ugo, que no había dejado de grabar.

—Quiero mi fantasía.

Él se acercó y le susurró:

—¿Quieres dos vergas dentro, eh?

—Sí —respondió ella—. Las quiero.

—Pídelas.

—Por favor… cójanme como una puta.

Ugo no aguantó más. Se colocó detrás de ella, se alineó y con algo de trabajo, se la metió.

Massiel tembló.

Una por adelante, otra por atrás.

La sensación era única. Dolor y placer mezclados. Una presión deliciosa que no se parecía a nada.

Y entonces empezaron a moverse. Lento, acompasado. Ella jadeaba, se mordía los labios. El placer empezaba a sobrepasar el dolor.

—Más… denme más… —suplicaba.

Ugo, al límite, se dejó ir. La llenó con su semilla caliente.

Massiel tembló de nuevo. Besó a Raúl.

Ugo se retiró, agotado.

Raúl, todavía con energía, dejó que Massiel terminara el trabajo con la boca. Ella lo atendió con ese talento suyo… y él se vino rápido, rendido.

Respiraron, se vistieron. Se miraron.

El tiempo afuera era indiferente a lo que pasaba en esa habitación, parecía que llevaban horas pero habían pasado 40 minutos.

Habían vivido algo que se les iba a quedar grabado.

Al salir, la fiesta había terminado. Quedaban pocos. Afuera amanecía.

Raúl los llevó a casa se despidieron con la promesa firme de repetirlo.

Ya en la cama, Massiel se recostó rendida. Le dolían las piernas.

—Ven, esposo… abrázame. Déjame sentirte.

Ugo se acostó a su lado, la abrazó, la envolvió con su cuerpo.

La miró. Esa mujer que había compartido con otro… seguía siendo solo suya. A veces compartida, sí, pero suya.

Massiel se durmió rápido segura a su lado. Con una sonrisa.

se amaban mas que nunca.

Porque sabía que ese era apenas el comienzo de una aventura llena de fantasías.