Mi novio se encontraba viviendo en Madrid, a pesar de que habíamos planeado que yo iría en dos meses luego de que él se fuera. Los dos meses se convirtieron en seis; por mi mente comenzaban a pasar un montón de ideas de lo que él podría estar haciendo. A pesar de que él es un hombre que dice mantenerse trabajando constantemente, yo sabía de las cosas que él era capaz de hacer y lo fácil que ya había sido ocultarme algunas aventuras.
Por fin había llegado el momento: ya estaba a punto de tomar mi vuelo a Madrid, estaba realmente emocionada, pero por mi mente pasaban muchas ideas. Al llegar, todo fue muy lindo; estábamos desesperados por estar juntos. Llegó la noche y ya estábamos en nuestro cuarto; cuando me le puse sobre sus piernas y lo comencé a besar, rápidamente comenzó a agarrar y apretar mi culo, se veía cuánto deseaba comerlo. Me pasaba su lengua por el cuello y me besaba mientras yo, ya mojada, empezaba a sentir su erección.
Tomó su mano y comenzó a tocarme; al darse cuenta de lo mojada que estaba, comenzó a meter sus dedos. Yo estaba realmente excitada, comencé a moverme como una perra; él tomó sus dedos y los metió en su boca, decía que extrañaba el rico sabor de mi vagina. Luego me dijo que quería cogerme duro por el culo, eso me calentó aún más. Ya que siempre le decía que era dueño de mi culo, tengo un culo grande y redondo que suele robar las miradas de hombres y mujeres.
Luego de decir eso, me sacó de encima y me lanzó en la cama, comenzó a pasar su lengua lentamente por mi clítoris y veía mi cara, paraba y me decía: «Eres una puta, me encantas». Comenzaba a introducir sus dedos, luego comenzó a lamer mi culo. Realmente siempre ha sabido cómo saborear cada parte de mí; comenzó a meter sus dedos en mi culo para prepararme. Cuando ya estaba realmente preparada, comencé a suplicarle que me cogiera ya; me dijo que primero debía mamársela a él. Yo, como una buena sumisa, lo obedecí; me bajé de la cama, saqué su miembro y lo empecé a lamer rico, como yo lo sé hacer. Veía su cara de placer; me encantaba verme como una puta al hacer lo que él me pidiera. Me dijo que me iba a coger el culo y que después me echaría su leche en la boca; yo estaba aún más mojada.
Comencé a chupar más fuerte y él tomó mi cabeza para empujar su pene más adentro; estaba cogiendo mi boca de una manera riquísima. Mi lengua pasaba por todo su pene y cada vez que me lo metía en la garganta hacía que mis ojos lloraran. De un momento a otro me tomó y me lanzó en la cama. Me decía: «Ponte en cuatro, ábrete bien para mí» y comenzó a coger mi vagina. Yo estaba realmente molesta, quería que me cogiera por el culo, es mi regalo para él; comenzó a darme más duro y yo le suplicaba que ya me cogiera por el culo hasta que, por fin, me escupió y comenzó a meterlo. Yo gritaba de placer; fue tan divino, me encantaba el dolor de sentir cada vez que entraba. Se lanzó encima, tomó mis senos y me seguía dando por detrás como una perra. Ya estaba por acabar cuando me tomó por el cabello y me pidió que sacara la lengua; colocó la punta de su pene y empezó a echarme su leche. Sabía divino; era imposible no quererla en la boca o en todas partes. Fue tanto el placer que nos quedamos dormidos. Al día siguiente, mientras dormía, comencé a jugar con su pene; yo quería coger más, pues después de seis meses quería coger demasiado.
Comencé a jugar con su pene hasta despertar su pene; lo metí en la boca y él despertó con una cara de placer y yo, con una cara de zorra, lo vi. Y él, al despertarse, me puse en su pene y empecé a cabalgar; le pedía que tocara mis senos, que metiera sus dedos en mi boca, que apretara mi culo. No dejé de cabalgar hasta sacar toda su leche; quería tenerla adentro de mí. Luego de ese bonito despertar, fuimos a comer con unos amigos y empecé a notar como que algo ocultaban, pero no esperaba descubrirlo tan rápido. Mientras estábamos desayunando, llegó una chica; lo saludó con bastante confianza. Yo quedé perpleja; todos se veían la cara, como si algo ocultaran. A la noche, por mi mente solo pasaba indagar sobre ellos o si había sucedido algo entre ambos.
Al día siguiente, mi pareja salió a hacer unas compras; yo me quedé en casa y revisé sus cosas. Ahí noté que se hablaba con esta chica desde hacía unos meses y descubrí que habían estado juntos. En el momento me sentí muy triste por su engaño, aunque por mi mente se cruzaba la imagen de ver a esa chica con el pene de mi novio en su boca y tragándose su leche como una zorrita, pero la desconfianza me carcomía y el hecho de que simplemente me lo ocultara me daban ganas de vengarme.
Comencé a buscar trabajo y, al ser extranjera y no tener papeles, conseguí un trabajo para limpiar un apartamento. Llegué a la casa y era un señor y su hijo; el señor era bien parecido, de unos 40 o 50 años. El hijo también era bastante guapo; casualmente era de mi edad. Llegué y el señor me veía de arriba abajo; parecía extrañado de que una chica como yo, guapa y joven, estuviera haciendo ese trabajo. Noté que me miraba con ganas de comerme. Me pidió que diariamente limpiara su casa, su cuarto y baños; me habló de su hijo y de que seguramente habría días en los que lo vería a él o vería a su hijo, pero que muy poco estaban ambos en la casa.No le di mucha importancia y accedí, pues comenzaría al día siguiente. Al otro día me presenté en el apartamento del señor y estaba su hijo; le dije que yo era la chica que limpiaría su casa. Me pidió que limpiara su habitación; mientras limpiaba su habitación, de vez en cuando pasaba a ver.
Cuando estaba limpiando debajo de su cama, noté que estaba mirándome desde la puerta. Eso realmente me gustó; lo noté y abrí más mis piernas, pues yo llevaba un vestido de los que utilizan las que trabajan limpiando casas. Abrí más mis piernas y me metí más debajo de la cama; noté que él llevaba un mono y vi cuando se le puso su verga erecta. Eso hizo que me corriera; me entró una oleada de calor. Fui a la cocina y él me siguió porque, según él, iba a comer algo. Yo aproveché la oportunidad de rozarle mi trasero sobre su pene erecto para provocarlo más. Pues si mi novio había estado con otra, ¿por qué yo no? Estaba limpiando la cocina cuando pasé mi trasero por su pene erecto; su reacción fue tomarme por la cintura y yo, como ya estaba caliente, gemí y automáticamente volteé. Le pregunté qué sucedía y me dijo: «Mira cómo me tienes»; sin darme cuenta, comencé a morder mis labios. Eso lo excitó aún más y me robó un beso; yo le correspondí. Terminó subiendo mi vestido y metió su mano en mi vagina; mis fluidos eran bastante abundantes. Al darse cuenta, él se excitó mucho más y me dijo: «Qué zorra eres, ya estabas mojada para mí». Me montó sobre un mesón en la cocina y comenzó a penetrarme con su gran verga; yo estaba demasiado excitada y, al mismo tiempo, pensaba en la deliciosa venganza que le estaba regresando a mi novio. Ahora tendría dos vergas para coger cada vez que quisiera. Terminó; me pidió limpiar bien su pene con mi lengua y me dijo que realmente había hecho un buen trabajo de limpieza y es así cómo me ofreció una bonificación más.
Llegué contenta a decirle a mi novio que había hecho un excelente trabajo y por eso ahora me pagarían un poco más. Follamos como salvajes y nos dormimos; en la madrugada me desperté porque había recibido un mensaje de esa chica con la que había estado. Tomé su teléfono y me fui al baño molesta; luego comencé a ver las fotos que la chica le enviaba y me comencé a calentar imaginándolo a él cogiéndosela y a ella lamiendo mi vagina. Comencé a tocar mi clítoris hasta empezar a mojarme y comencé a introducir mis dedos hasta acabar.
Al día siguiente volví a mi trabajo y esta vez ya quería volver a estar con el hijo del señor, pero, para mi mala suerte, no estaba el hijo, sino el señor. Que, realmente, para su edad estaba bastante bien; mi venganza me estaba haciendo sacar a mi puta interior y es ahí cuando dije: «Si cayó el hijo, tal vez el padre también caiga». El señor se encontraba en la sala viendo televisión; cuando yo, como toda una zorra, comencé a limpiar las paredes justo al lado del televisor para que así pudiera ver mis nalgas. Esta vez lo hice diferente; le pregunté al señor si podía bañarme antes de irme y me dejó hacerlo. Entonces me metí en la ducha y dejé el baño medio abierto; sabía que iba a querer verme y eso me ponía bastante caliente. Sentía su mirada mientras el agua caía por mis pechos, por mi culo y mi vagina. Salí en toalla y me disculpé por salir así; accidentalmente hice como que se me cayó la toalla. Ya que fingí haber dejado mi ropa de cambio en el cuarto de servicio, al dejar caer mi toalla la recogí lentamente y salí corriendo al cuarto de servicio. Minutos después, el señor tocó la puerta; podía ver su miembro apretado en su pantalón. Entró y comenzó a mirar mi cuerpo; mientras más me decía, más me mojaba yo. Así que tomé su mano y la coloqué en mi pecho; luego coloqué la otra mano y tenía ambas manos en mis pechos; lo comencé a besar.
Luego bajé a su pantalón y comencé a lamerlo; de pronto me empezó a decir: «Entonces mi hijo tenía razón, eres una puta», pero me lo decía en forma seductora. Luego tomó mi cara y preguntó: «¿Vas a ser la perra de ambos?». Yo asentí con la cabeza; el señor dijo: «Está bien, entonces sigue chupando, que lo haces bastante bien». Luego se acostó y me pidió que lo cogiera; comencé a brincar en su verga. Estaba tan caliente; era la perra de ambos y en casa me esperaba otra verga. Estaba tan satisfecha; el señor me dejó salir temprano y, al llegar a casa, encontré a mi novio con la chica con la que había estado, y los encaré a ambos. Les dije: «Ya sé lo que han hecho; si pretenden seguir haciéndolo, ahora será a mi manera». Le dije a mi novio que trajera dos copas de vino para ella y para mí; la chica realmente estaba muy bien, pero no mejor que yo.
Mientras tomábamos vino, le pregunté a la chica: «¿Te gusta comérsela a mi hombre?». Ella se quedó apenada y le dije: «Si se la quieres comer a él, vas a tener que comerme a mí también». Para ella eso no fue un problema porque yo le parecía divina. Le pedí que bailara para mí y se quitara la ropa; mi novio solo estaba en el mueble viendo. Mientras se desvestía, yo también comencé a desvestirme y le dejé mis piernas abiertas; le dije: «Ahora ven a comerme y camina como una perra en cuatro patas». Comenzó a lamerme; yo estaba bastante excitada, sin duda sabía lo que hacía.
Le pedí a mi novio que se sentara a mi lado y se sacara su verga; le dije: «Ahora chúpale también». Me encantaba ver cómo se la metía en la boca; ver eso realmente me excitaba. Me uní a ella y comenzamos a chuparla juntas, hasta que le dije que se lo empezara a coger. Mientras ella se lo cogía, yo se la ponía a mi novio en la cara y le decía: «Lámeme como se lo haces a esta puta»; al mismo tiempo, le dije a ella que lamiera mi culo, para que estuviera preparado para la verga de mi novio. Le dije a ella que ahora yo iba a meterme la verga de mi novio en el culo y ella me lamiera. Fue divino; sentí como mi novio acababa en mi culo y yo también mientras ella me lamía. Mi novio jamás esperó esto; estaba bastante contento, pero ahora vendría lo mejor: contarle que ya sabía y contarle cómo yo me había divertido en el apartamento de mis jefes.
Pues le dije que, por haberse portado mal y no contarme, ahora tenía que ver cómo ambos me cogían. Así que al día siguiente le pedí a ambos que estuvieran en la casa; les conté lo que quería hacer con ambos y accedieron. También pedí que mi novio nos viera y es así como, mientras se la comía a mis jefes, él solo veía y yo llevaba sus penes de saliva. Comenzaron a lamer mis tetas, ambos cada una, luego mi vagina y luego mi culo; divino. Mi novio estaba furioso, pero lograba ver su erección. Luego uno me montó arriba mientras el otro se colocaba detrás y ambos, al mismo tiempo, me cogían: uno el culo y el otro la vagina. Solo faltaba llenar mi boca y así fue; llamé a mi novio y le pedí que pusiera su pene en mi boca. Estaba tan caliente con esta escena que no dejaba de mojarme; estaba muy lubricada.
Luego le pedí a los tres que se turnaran y me cogieran duro como una puta. Hasta que cada uno empezó a querer acabar: uno en mi culo, otro en mis tetas y el otro en mi cara y mi boca. Quedé completamente satisfecha; ahora mi novio ya no guardará secretos para mí, aunque lo haya disfrutado.