Capítulo 1

Capítulos de la serie:
  • Las experiencias de Boris I

Una serie de relatos reales, sin filtros, sobre mis primeras experiencias sexuales fuera de lo común: tríos, juegos de pareja, relaciones abiertas y situaciones que nunca imaginé vivir. Todo empezó en un piso compartido… y se fue de las manos…

Me llamo Boris. Soy español, tengo 29 años. Trabajo en la construcción. No soy modelo ni nada, pero el cuerpo lo tengo marcado. Mido 1,80, pelo corto, y los brazos y la espalda se me formaron de tanto cargar cosas. Vivo en un piso compartido en Madrid, en un cuarto individual para solteros. Cada quien va a su bola. No hay mucha charla, solo lo justo.

Una de las compañeras del piso se llama Ivana. Es ucraniana. Habla español con lo justo, se nota que le cuesta, pero se hace entender. Habla ruso perfecto, y a veces me tira alguna frase en ese idioma porque sabe que lo entiendo un poco. Tiene 27 años, está buenísima. Tetas grandes, culo firme, cintura marcada.

Desde el primer día me calentó. Cada vez que se agacha, que se estira, o que camina con ese culo rebotando, me dan ganas de hacer algo. Pero me la aguanté. Hasta esa noche…

Como regla personal, siempre intento no tener demasiada confianza con mis compañeras de piso. Si algo no sale bien o se cruza una línea, se vuelve incómodo. Más todavía en un piso mixto. Hace un tiempo tuve una experiencia en Barcelona y terminó como el culo. Aprendí que no vale la pena ligar con alguien con quien vas a cruzarte todos los días. Después la ves con otro, o peor, te ignora, y se vuelve una convivencia tóxica.

Durante casi dos meses no intenté nada. De hecho, la evitaba. No por miedo, sino por principio. Pero ella siempre buscaba hablar conmigo. Capaz por el idioma, o porque le caía bien, no sé. Pero algo había. Siempre noté que intentaba provocarme.

Pasaba mucho cuando estaba cenando en la sala, de noche, en pijama. Ella volvía del gimnasio, medio sudada, con esos tops negros con escote y leggins que le marcaban todo. Se acercaba a charlar de cualquier cosa, decía que quería aprender “el español de verdad”. Pero nunca se sentaba. Se quedaba de pie, de costado, levantando un pie como para mostrarme el culo, o cruzaba los brazos para que se le notaran más las tetas.

Yo intentaba hacerme el indiferente. Mantenía la mirada en sus ojos, serio, como si no pasara nada. Pero sabía lo que estaba haciendo. Y también notaba cómo, de vez en cuando, se le escapaba una mirada a mi entrepierna, como esperando ver si conseguía alguna reacción.

No voy a mentir: me tenía loco. A veces me daban unas ganas de romperle esos leggins ahí mismo, en la sala, bajarle todo y chuparle ese culo sabroso sin pensarlo. Que se pusiera de rodillas y me la comiera entera, hasta el fondo, mirándome con esos ojos suyos. Me calentaba tanto que más de una vez tuve que encerrarme en mi cuarto y hacerme tres o cuatro pajas solo para calmarme.

Nuestros cuartos estaban pared con pared. Alguna noche llegué a escucharla viendo porno o tocándose sola. Y yo, con la cabeza a mil, me imaginaba entrando de golpe en su habitación y metiéndosela como un salvaje, sin pedir permiso.

No sabía si lo hacía solo por jugar, por eso de ser mujer y disfrutar de provocar, o si de verdad quería algo conmigo. Yo seguía intentando no caer, mantener la distancia, evitar las confianzas. Pero ella empezó a subir la apuesta, poco a poco.

Primero eran los leggins apretados, luego empezó a salir del baño sin bata, solo con una toalla. A veces ni eso. Se tapaba el frente, pero me dejaba ver ese culo redondo y la espalda desnuda. Sabía que yo estaba en la sala, y que a esa hora solo estábamos nosotros, porque los otros compañeros trabajaban de noche.

Y ahí venía lo peor: me miraba de reojo. Como si comprobara si estaba mirando. Como si quisiera que la agarrara de una puta vez.

Un viernes llegué a casa más temprano de lo normal. Ese día solo trabajé medio turno y a la noche tenía planes con unos amigos. Íbamos a conocer a un grupo de chicas, así que me metí directo al baño para ducharme, afeitarme y prepararme bien.

Entré tan rápido que ni me di cuenta de que no había agarrado la toalla. Ya con el agua encima, pensé qué hacer. No me iba a secar con la ropa sucia del trabajo, y tampoco quería empapar todo el baño. Como a esa hora no debería haber nadie en casa y mi cuarto estaba a solo unos pasos, tomé una decisión.

Me dije: salgo desnudo, agarro la toalla que dejé sobre la cama, vuelvo, limpio lo que tenga que limpiar y me visto tranquilo.

Esperé unos segundos, tratando de escuchar si había alguien, pero con el ruido de la ducha no se distinguía nada. La tensión me estaba matando. Al final me dije: ya está, salgo rápido, lo hago sin pensar y listo.

Apenas abrí la puerta y di un paso fuera, me la encontré de frente: Ivana. Me quedé congelado. Unos segundos clavado, piernas abiertas por el paso largo que di para no mojar el piso, completamente en bolas y con todo colgando a la vista. Ella también se quedó dura, pero no bajó la mirada.

Tomé el control como pude. Sin decir nada, entré a mi cuarto, agarré la toalla y volví al baño. Mientras pasaba a su lado solté:

—Boris: me olvidé la toalla…

Intenté sonar tranquilo, pero la voz me salió temblando. Ella no se movió. Solo me miraba. Cerré la puerta del baño de golpe, los nervios me jugaron mal. Me quedé adentro temblando. Unos segundos después escuché sus pasos entrando a su cuarto.

Pasé dos noches en la casa de un amigo. No quería cruzarme con Ivana ni hablar del tema. Me moría de vergüenza. Pero el domingo tuve que volver, al día siguiente trabajaba y no me quedaba otra.

Esa noche, mientras cenaba en la mesa del salón, ella salió de su cuarto. Llevaba una camiseta grande, claramente de hombre, que le quedaba como un vestido corto. No tenía sujetador y se notaba. Debajo, solo unas braguitas. El pelo recogido y cara de que no pasaba nada.

Cuando me vio, se acercó directo al sofá que está al lado de la mesa. Se sentó, cruzó las piernas y no dijo nada. Pero yo sentía su mirada encima. Trataba de no mirarla, de hacerme el distraído, pero sabía lo que estaba haciendo. Ella fue la que rompió el silencio, después de unos minutos.

Con Ivana hablamos como podemos. Una mezcla rara entre español, ruso y, a veces, algo de inglés cuando no entendemos al otro. Nos apañamos. Pero para contar esta historia, lo escribo todo en español. Así se entiende mejor.

-Ivana: No te vi estos días, ¿fuiste de vacaciones?

-Boris: Fui a ver a unos amigos a otra ciudad.

-Ivana: ¿Y unas amigas también, no?

-Boris: ¿Por qué preguntas?

-Ivana: Porque te afeitaste TODO… hahaha

-Boris: Digamos que era parte del plan.

-Ivana: ¿Y…? ¿Qué tal?

Se me escapó una sonrisa. Giré la cabeza hacia el plato, intentando no mirarla directamente.

-Boris: Eso no es asunto tuyo.

-Boris: Pero creo que todos aprecian la comida limpia, ¿no crees?

-Ivana: Hahaha, sí, a mí también. Pero me gusta comer muchas veces… más cuando la comida es buena. Y no muchos pueden saciarme, casi siempre estoy con hambre.

En ese momento se levantó del sofá y se sentó en la silla justo al lado mío. Se inclinó y me agarró la polla con una mano. Sentí una descarga recorrerme entero. La miré fijo. Tenía esa sonrisa provocadora, y por el cuello de la camiseta se le veían las tetas. Me la empezó a acariciar despacio, y en segundos se me puso dura. Yo estaba como una estatua.

Se acercó más, sentí su olor, y con un tono bajo, suave, me susurró al oído:

-Ivana: Yo por eso quiero tener la comida en casa… para comer cada vez que pueda

Justo en ese momento escuchamos la puerta de entrada. Entró uno de mis compañeros de piso. Por la ubicación no nos veía desde la puerta, pero Ivana se apartó un poco y lo vimos pasar directo a su cuarto. Sabíamos que se estaba por cambiar para irse a trabajar, así que teníamos unos minutos.

Ella bajó la cabeza y la apoyó sobre mi regazo. Me miró fijamente y dijo:

-Ivana: Vamos a mi cuarto, que quiero comer.

Después le dio un beso a mi polla por encima del pantalón. Se puso de pie, me miró con esa sonrisa suya y empezó a caminar hacia su habitación, lento, moviendo las caderas. Al llegar, se giró, me lanzó una mirada juguetona y me hizo un gesto con la mano.

-Ivana: Mi puerta no tiene llave… no la voy a cerrar.

Abrió la puerta, levantó un poco la camiseta y me mostró ese culo perfecto con una tanga amarilla. Se quedó así un segundo, como esperándome, y entró a su cuarto. Cerró la puerta. El corazón me latía mil por hora. Estaba al palo. Me acomodé el bulto entre las piernas, tragué saliva, y caminé directo hacia su puerta. Estaba nervioso, dudando si estaba bien lo que iba a hacer… pero no me importó. Abrí la puerta.

La encontré en la cama, de costado, con el móvil en la mano como si se estuviera sacando una selfie. Tenía la camiseta subida, las piernas haciendo curva, dándome la espalda. Parecía estar posando, mostrando ese culo perfecto, esperando que entrara. No tenía dudas de que lo haría.

Sin mirarme, con el teléfono aún en mano, me habló en ruso:

-Ivana: ¿Vas a darme de comer o no?

Entré sin decir nada, cerré la puerta y eché el pestillo. Ella dejó el móvil sobre la cama y se giró despacio. Me miró con una cara de puro vicio. La mirada que tenía no dejaba lugar a dudas: sabía lo que quería… y sabía que yo estaba listo para dárselo.

Me acerqué a la cama despacio, me senté junto a ella y la empecé a besar. Al principio suave, tranquilo, pero en segundos la cosa se volvió más intensa. Nuestras lenguas se cruzaban, me abrió las piernas y me acomodé entre ellas. Nos frotábamos con fuerza, besos en el cuello, caricias con rabia, con deseo acumulado. Me tenía al límite. Agarré ese culo con las dos manos, con ganas. Le quité la camiseta, me saqué la mía, y empecé a chuparle las tetas, el cuello, los oídos. Estuvimos así un buen rato, tocándonos con desesperación.

Cuando me iba a sacar los pantalones, me frenó.

-Ivana: Espera…

Se levantó de la cama en tanga, ese culo ahí, justo enfrente. Mientras hacía algo con el televisor, yo me acerqué y le empecé a besar el culo, mordiéndolo suave. Ella se reía, soltando unas carcajadas mientras buscaba algo en la pantalla.

Entró a una página porno y puso un video de “slut training”, un compilado de las mejores escenas con música de fondo. La imagen, el sonido, su cuerpo… todo me tenía fuera de mí. Puso el video en pantalla completa, volvió a la cama y me dijo:

-Ivana: Sigamos

-Boris: Quiero comer algo tuyo desde hace un tiempo.

-Ivana: Ahahaha, ya sé…

Agarró unas almohadas y se puso boca abajo, mirando la tele. Colocó dos más debajo de la cintura, levantando ese culo perfecto cubierto solo por la tanga amarilla. Lo dejó servido, en bandeja.

-Ivana: Ya está servida la cena.

Me coloqué detrás de ella y empecé a chuparle el culo y el coño mientras ella miraba la película. Pero era su culo lo que me tenía poseído. Le pasaba la lengua por todos lados, intentando meterla con fuerza. La escuchaba gemir suave, suspirar con gusto. La estaba follando con la lengua. Su sabor, su olor, el calor… todo me tenía en éxtasis. Me apretaba la cabeza con los muslos y las manos, como si quisiera ahogarme ahí. Yo seguía. La peli sonaba de fondo y yo la veía por encima de su cuerpo, lo que me ponía más bruto todavía. Sentía la polla a punto de explotar, el bóxer me apretaba mal. Le di unos mordiscos, unos azotes. Le saqué la tanga con los dientes, la apreté contra mi cara y la olí fuerte.

Ella abrió el segundo cajón de su mesita de noche. Vi varios juguetes sexuales, lubricantes y algunos preservativos. Sacó un plug anal largo, de unos 20 cm, con bolitas que iban aumentando de tamaño y un control remoto. También agarró un lubricante sabor fresa. Me lo dio en la mano y dijo:

-Ivana: Ayúdame a meterlo.

-Boris: ¿Cuánto?

-Ivana: Todo.

Volvió a ponerse en posición. Le seguí chupando el culo, ahora usando el lubricante. Lo fui tirando sobre el plug y empecé a meterlo poco a poco. Ella me iba marcando cuándo avanzar a la siguiente bolita. Iba despacio, respetando su ritmo. Se lo metía, lo sacaba, volvía a lamerla con la lengua, le metía los dedos, jugaba con los ritmos.

Era un mete-saca lento, con pausas, cambios, hasta que finalmente lo tenía todo adentro. Entonces se lo saqué de golpe y se lo metí otra vez, hasta la mitad. Repetí un par de veces, y al final, su cuerpo ya estaba acostumbrado.

Ella solo se rió y dijo:

-Ivana: Ahora es mi turno de probar.

Puse unas almohadas en mi espalda y me acosté mirando la tele. Ella se colocó en cuatro entre mis piernas y me bajó el bóxer. La vista era perfecta: la pantalla con la película, su culo en el centro, tapando parte, con el plug asomando. Se inclinó hacia mi polla, me miraba fijo.

-Ivana: ¿Te gustó tu comida?

Empezó a darme besos suaves, lentos. Me lamió por detrás de los huevos y una descarga me cruzó el cuerpo. Jugaba con la lengua en mis pelotas, me tenía temblando. Me lamió desde abajo, pasando por todo hasta llegar al glande. Le dio unos besos a la cabeza y dijo:

-Ivana: Estoy con mucha hambre hoy…

Y me la tragó entera. Mis casi 22 cm desaparecieron en su boca. Sentía sus labios en la base, su lengua afuera rozando mis huevos, el fondo de su garganta tragando. Estuvo así 10 o 15 segundos. Cuando se levantó, jadeó fuerte, sin aire, y tenía hilos de saliva desde la polla hasta sus labios. Fue una imagen brutal. No pensé en nada, solo me incliné y le di un beso profundo. Ella volvió a tragarla completa, sin dudar.

Me dio el control remoto del plug que tenía metido en el culo. Empecé a jugar con los botones. Se notaban los cambios de velocidad por cómo sonaban y por cómo se movía dentro de ella. Se le marcaba en el cuerpo, y se veía cada vez más salida, más viciosa. Me la chupaba con más fuerza cada vez.

Entendí cómo funcionaba el ritmo del control y empecé a combinarlo. Cuando le agarraba la cabeza y la hacía tragarme todo el rabo, subía al máximo. Luego lo soltaba de golpe. Hice eso dos veces seguidas. A la tercera, la dejé con la vibración al máximo por unos veinte segundos. Cuando la levanté del pelo, tenía los ojos rojos y la saliva colgándole de la boca en hilos gruesos.

No me aguanté. Le pasé el dedo por los labios, agarré la saliva, me la puse en la lengua y la besé con todo.

-Boris: Esta primera… te la vas a tragar entera.

Ella solo sonrió entre jadeos. La mandé abajo a lamerme las bolas mientras me pajeaba. Cuando la notaba seca, le hacía chuparme la cabeza, y después volvía a mis huevos. Su cara, su mirada… era lo que más me volvía loco

Sentía que estaba por acabar por primera vez. La agarré y la giré sobre la cama, dejándola boca arriba. Me puse encima en posición de 69. Mientras yo le comía el coño sin parar, ella jugaba con mis huevos con una mano, y con la otra me escupía un poco en el culo y empezaba a meter un dedo, suave, probando.

Me sorprendió, pero me calentó más todavía. Me estaba follando su boca y al mismo tiempo sintiendo cómo intentaba meterme el dedo. El vibrador seguía funcionando, así que lo puse al máximo, y empecé a moverlo con mi mano mientras le metía la lengua a fondo.

Era todo al mismo tiempo: su boca, mi lengua, el plug, sus dedos, el sonido de la película de fondo. Todo mezclado en una sensación brutal, mágica, imposible de aguantar mucho más.

Sentía que iba a acabar como nunca. Intenté aguantar, no sé cuánto tiempo, pero la polla me latía con fuerza, a punto de estallar. Ella levantó las piernas y las pasó por debajo de mis brazos. Yo le comía el coño desesperado, succionando fuerte, manteniéndolo bien metido en la boca, mientras la seguía follando con mi rabo y movía el plug como un loco en su culo.

El último segundo fue una locura. No aguanté más. Metí un último empujón con tanta fuerza que sentí sus dientes rozar la base de mi polla. Y ahí lo solté todo. Una descarga intensa, profunda, directo en su garganta. Me quedé quieto, sintiendo cómo pulsaba todo, y al mismo tiempo noté algo más: de su coño salió un chorro caliente que me dio de lleno en la cara. Tuvo un squirt. Me mojó entero. Tragaba lo que podía mientras intentaba respirar.

Ella quería que me apartara, pero yo la aguanté un poco más, hasta que sus uñas se clavaron en mis nalgas. Me saqué de su boca, me senté sobre su pelo y la vi ahí, con mi semen saliéndole por los labios, tragando como podía, los ojos nublados y la respiración agitada.

Esa cara de viciosa se me quedó grabada. Y lo mejor… es que apenas estábamos empezando

Nos quedamos así un rato, respirando, sudados, mirándonos. Aun extasiado, verla con mi semen en la boca y sus jugos en mi cara me encendía más. Me giré sobre ella y le di un beso largo, profundo. Nuestros jugos se mezclaron en un beso cargado de deseo.

Cuando terminé de besarla, junté toda la saliva con esa mezcla caliente, abrí su boca con una mano y se la escupí adentro. Le cerré la boca y la vi tragar sin dudar. Le di otro beso, la miré a los ojos, nariz con nariz, y le dije:

-Boris: Yo aún tengo mucha hambre.

Y le escupí en la cara.

Ella se me agarró de los brazos, se giró con fuerza y quedó encima de mí.

-Ivana: Yo también.

Y me escupió en la boca. Lo tragué todo

Este fue el primer relato de mis aventuras con Ivana. Una chica viciosa, intensa, que me llevó a explorar deseos que ni sabía que tenía.

Seguiremos con más en el próximo capítulo: Las experiencias de Boris II.