Capítulo 8

Esa mañana Ángel limpió tres piscinas y se deleitó la vista en la casa de los strawberry, una familia de americanos que se había trasladado a Saint-Tropez por asuntos laborales. Estos tenían tres hijas y cada una de ellas era más guapa. La más pequeña ya había cumplido los veinte y la mediana, aún más atrevida, tenía ya veintitrés. La mayor a sus veinticinco años era un bellezón, pero era muy muy tímida.

Ángel llegó a media mañana a la casa y fue al cuarto donde guardaban las cosas de la piscina, conectó el limpia piscinas y empezó a limpiar el fondo y las paredes. Las tres muchachas estaban tomando el sol en la piscina. La mediana sabiendo que ese día iría Ángel, se había vestido con un ajustado bikini, con una braguita tipo tanga. Ángel limpiaba la piscina observando a las muchachas. La mayor y la pequeña estaban de espaldas al sol, por lo que Ángel podía apreciar sus bonitos culos. La mediana un poco más alejada de sus hermanas estaba boca arriba, con las piernas subidas sobre la hamaca, lo que proporcionaba a Ángel unas excelentes vistas. Pudo apreciar cómo la tanga se colaba entre los labios de su sexo y como estos asomaban por los lados. Ángel se fue acercando a la muchacha mientras limpiaba la piscina. La muchacha lo veía llegar y lo miraba observando como en sus pantalones se iba formando un gran bulto que la excitó. Miró a Ángel que no apartaba los ojos de esa braguita comida por su sexo y mirándole a los ojos con todo el descaro, bajó la mano y la apartó a un lado muy lentamente. Ángel observó ese coñito rosadito y húmedo que la muchacha le ofrecía abriendo sobremanera sus piernas. Está acción hizo crecer el bulto de Ángel y a la vez le hizo abrir la boca a la muchacha que se relamió los labios y mordió el inferior mientras miraba a Ángel y metía uno de sus dedos dentro de su húmeda cueva. Ángel se agarró la polla y la miró con deseo, se acercó a ella lentamente y le dijo.

C’est pour toi, tu le veux ?

La muchacha lo miró con una amplia sonrisa y asintió con la cabeza. Ángel siguió con su limpieza de piscina cada vez más excitado, esa niña le ponía muy malito. Vio cómo la niña se levantaba e iba a la ducha. Su tanga dejaba ver su culo a la perfección. Con asombro observó, cómo ese leve bikini blanco se transparentó entero en cuanto el agua lo empapó. La muchacha se apretó los pechos para rebajar la tela de agua y esto hizo que sus areolas oscuras y sus prominentes y largos pezones, se marcaran perfectamente sobre la tela del bikini. Andando como una pantera se acercó de nuevo a su hamaca, pasando muy cerca de Ángel.

En partant, demande-moi quelque chose et je te donnerai mon numéro de téléphone portable

Ángel se quedó de piedra mientras su polla tomaba la misma forma. Cuando terminó la limpieza, guardó todos los aparatos en la caseta y antes de marchar, preguntó.

¿Por favor me podrían abrir la puerta que voy muy cargado?

Rauda la mediana se levantó y acercándose a Ángel le metió la mano en el bolso, acarició la cabeza de su larga y dura polla y le dejó un papel en el bolsillo. Con la nueva situación, Ángel había tardado un poco más en esa casa, el espectáculo lo merecía. Llegó a las dos y quince a casa de la madame, se excusó por llegar tarde y empezó su trabajo.

Comprobó que todo estuviera correcto en la caseta de la piscina, conectó la manguera del limpiafondos y procedió con la limpieza de la piscina. La madame llegó con un escueto bikini que dejaba al descubierto sus perfectas y trabajadas formas. Se tumbó en una de las hamacas y se abrió de piernas, ofreciendo un perfecto espectáculo a Ángel. Este pudo apreciar como el bikini desaparecía entre las nalgas de la mujer y como sus labios se perfilaban en esa escueta tela. Ángel no le quitaba el ojo de encima. Entre la niña y su espectáculo y la madame y el propio, estaba empalmado como hacía tiempo.

La mujer se dio la vuelta para ponerse de cara al sol y en ese momento observó anonadada el bulto en el pantalón de Ángel, su cuerpo forjó de inmediato gran cantidad de flujo que dejó un cerco de humedad sobre la braguita del biquini. Esto no pasó desapercibido para Ángel sintiendo como su polla tomaba su máxima expresión. La mujer al igual que hiciera la chiquilla anteriormente abrió sus piernas, mostrando todo el canal de su sexo a Ángel. Este ya terminaba su trabajo y empezó a recoger, no sin antes echar una buena mirada al sexo de la señora. Recogió sus trastos y se acercó a despedirse. La mujer como buena anfitriona se acercó para acompañarlo hasta la puerta.

Espero que vuelva a llamarme, madame

No tenga usted dudas, muchas gracias.

Ya era la segunda casa de la que salía con un calentón de cuidado. Se acercó a su casa pensando en esa mañana. Metió la mano en el bolso del pantalón, sacó la nota y leyó.

No dudes en llamarme, no te arrepentirás y al lado un número de teléfono. Ángel sonrió y se acercó a la ducha, ese día había sudado de lo lindo. Tras meterse en la ducha, no sabía quién le había excitado más, si esa muchacha tierna y juvenil, o la madura de carnes prietas y muy obvias intenciones. Pensó que las dos le iban a dar muchos momentos de placer, pero debía ir despacio, ya que seguía siendo un fugitivo. Sin darse cuenta se vio agarrando su polla y pensando en las dos que placer follarse a esas dos bellezas juntas. Sentía la boquita de la niña sorber su polla, mientras la madura le ofrecía sus tetas para que las devorase. Él chupaba sus pezones y los apretaba mientras la mujer gemía en su oído. La niña chupaba y chupaba acariciando sus huevos. La mujer bajó lentamente a unir su boca a la de la niña y entre las dos le hicieron una fenomenal mamada que terminó con el semen de Ángel discurriendo por el plato de la ducha.

Tras vestirse salió a cenar un poco y también a dar una vuelta por la ciudad, la noche siempre tenía sus sorpresas. A esas horas las calles bullían de gente que llenaba las terrazas, la zona cercana al puerto estaba llena de lugares donde poder tomar una copa o comer alguna cosa. Se notaba el glamour de la gente que vestía impecablemente. Ángel paseó durante un buen rato, recorriendo las viejas calles de la ciudad, hasta detenerse en un local, al cual solía acudir a tomar una copa de vez en cuando. El local era un local de música en vivo, donde solían ir los jóvenes y nuevos cantantes que libremente montaban sus instrumentos y procedían a soltar todo su repertorio. Esa noche una pareja cantaba temas de Albano y Romina, también, ella, se atrevía con alguna canción de Édith Piaf. Las horas pasaron sin casi darse cuenta al ritmo de la música y tras mirar su reloj, vio que ya era tarde, por lo que subió hasta la casa donde vivía y se tumbó en la cama. La alarma del despertador sonó impertérrita a las siete en punto. Ella no sabía si se acostó pronto o tarde. Ángel se levantó, entró en la ducha y se preparó el desayuno, poco antes de las ocho salía camino de la mansión de la familia de la Borgoña. Una impresionante mansión ubicada en una parcela extensa donde un camino de casi un kilómetro lo llevaba hasta la puerta principal. Como siempre, rodeó la casa para acceder a la piscina y abrió como era su costumbre la caseta donde guardaba sus aparatos para limpieza de la piscina, después se encargaría de recortar el jardín cosa que hacía una vez al mes para tenerlo perfecto. Limpió la piscina con mimo, una espectacular piscina que había sido construida junto con la casa antes de principios del siglo veinte, aunque ambas habían sido reformadas a mediados de este siglo. Tras la limpieza de la piscina, procedió a recortar los setos del jardín y a limpiar y sulfatar los rosales. Habló un rato con el señor de la Borgoña y tras cerrar sus aparatos en la piscina, dio por terminada la mañana sobre las catorce treinta de ese día.

La vida de Ángel transcurría tranquila entre mansión y mansión limpiando las piscinas de esos señores todos ricachones y follándose a sus señoras de vez en cuando. Ángel también tenía artistas, escritores y pintores entre su larga lista de demandantes de sus servicios. Pero de estos no hablaremos aquí, ya que no interesa saber quiénes son y cómo viven, ¿o sí? Pero no seré yo quien se lo cuente.

Ángel ya tenía que volver al chalé de las tres chiquillas, temía lo que podría pasar y entró con sigilo en la casa. Ese día solamente estaba la mediana de las tres en casa, ya que como le contó después habían bajado con sus padres a comprar algo de ropa y ella se había quedado para que no estuviera solo en la casa.

¿No me has llamado, no te gusto?

Claro que me gustas, pero no he tenido tiempo, estoy muy ajetreado.

¿También por las noches? podría decir que voy a casa de una amiga.

Ángel estaba turbado ante el acoso de la muchacha que parecía querer acostarse con él a cualquier precio. Pensándolo bien, si el hecho ocurría fuera de la casa de la muchacha, tendría menos problemas.

Tranquila, te llamaré el sábado y podemos cenar en mi casa

Para mí sería mejor una merienda o una comida, los sábados cenamos en familia, pero estoy segura de que desearás repetir.

Lo tendré en cuenta

La muchacha se desnudó y se tumbó en la hamaca ofreciendo la vista de su culo y de su sexo a Ángel. Este reaccionó con una enorme erección, pensó en acercarse a la muchacha y meterla mano, pero sabía que si hacía eso, no podría parar.

Me gustaría chupar tu polla, ¿me dejas ahora?

No puedo, me esperan y he de cumplir con las horas.

Tú te lo pierdes.

La muchacha enterró dos de sus dedos en su sexo, los movió adentro y afuera tres o cuatro veces y clavando sus ojos en los de Ángel los metió en su boca, chupándolos con deleite. Esa chiquilla le estaba volviendo loco, su polla le dolía de lo dura que la tenía, pero tenía trabajo y no podía retrasarse. Se dio la vuelta y guardó todos sus aparejos en la caseta. Le dijo adiós a la chiquilla y antes de llegar a la puerta, esta le paró, le dio un beso con gran cantidad de lengua y le agarró la polla.

No te olvides de llamarme.

Ángel salió de esa casa con un fuerte dolor en sus huevos. Ese día estuvo todo él excitado, hasta llegar a casa sobre las siete. Esa muchacha le había puesto muy cardiaco y al día siguiente tenía que ir a casa de la madame, a esta la había dejado para el final, pues se temía que se le podía hacer larga la limpieza de esa piscina. Tras cenar se tumbó en la cama y se quedó dormido rápidamente, el trabajo de la semana iba pesando y hasta el sábado a la tarde, no descansaba. Como en él era habitual, se levantó, se duchó, desayunó y marchó a su primera mansión, hoy le tocaba un famoso futbolista. Terminó esa casa rápidamente, ya que la piscina estaba bastante limpia y decidió adelantar la hora de la madame. Ángel entró en la mansión, pero en esta empezó primero por los setos, y los pequeños jardines que tenía la señora. La madame apareció enrollada en una toalla, con otra en el pelo.

Menudo susto me ha dado, no le esperaba hasta dentro de una hora.

Perdóneme, pero terminé pronto la anterior y decidí arreglarle un poco el jardín.

Es usted un encanto, está perdonado, aquí le dejo, me voy a tomar el sol a la piscina.

Ángel continuó con el jardín que, sin ser muy grande, tenía su trabajo, pero la hora de más que había conseguido, le sirvió para llegar solamente con media hora de retraso a la piscina.

Al llegar vio sorprendido, como la madame estaba totalmente desnuda sobre la hamaca, con sus piernas abiertas, boca arriba, mostrando sus preciosos y ahora veía operados pechos y ese sexo totalmente húmedo abierto para él, babeando. El ajeno a la circunstancia procedió a limpiar la piscina, su erección era más que evidente, pues portaba un fino bañador, aunque largo hasta su rodilla, bien pegado a su cuerpo. La mujer se había fijado en esa potente erección y en esa potente verga, que le pedía un sitio dentro de ella. Rápidamente se giró la mujer y recurrió al.

¿puede ponerme usted, un poco crema?, no sea que me queme.

LA MADAME.

Ese hombre me hacía mojarme desde el primer día que le vi, su cuerpo me volvía loca y yo llevaba unos cuantos meses, o años, ya no sabía sin catar una polla. Ese día, tenía que ser el día, él había venido antes así que seguramente después de ella ya no tendría más clientes. Al principio, los ruidos me habían asustado, pensando que algún extraño rondaba la casa, pero rápidamente lo vi a él. Me mojé el pelo, me desnudé, me enrollé una toalla sobre el cuerpo y otra en la cabeza y salí a su encuentro. Creo que él se sorprendió al verme, pero al decirle que me había asustado, él también se asustó. Le dejé trabajando, me vine a la piscina y decidí exponerme desnuda, aun soy bonita y aunque solo sea, le alegraría la vista. El tardó en llegar y tenía miedo de quemarme, pues aún no me había dado crema, así que me di por delante y me tumbé así con las piernas bien abiertas, para ofrecer un bonito espectáculo. Cuando le vi llegar me hice la dormida y pude observar cómo no me quitaba el ojo de encima. Me excité sobre manera cuando aprecié como se marcaba su polla en ese pegado bañador y menuda polla. Mi cuerpo se hizo agua al considerar el tamaño de esa polla, seguro que tendría que abrirme de nuevo, hacía mucho que no follaba. Para acercarlo a mí recurrí al famoso y viejo truco de la crema solar, ese nunca falla. Así que se lo pedí y me giré boca abajo.

Solo al notar como se acercaba, ya mi cuerpo era un mar de sensaciones, mi flujo que yo pensaba había desaparecido, apareció ahora con la misma fuerza de la adolescencia. Notar sus manos sobre mi cuerpo, me hizo estremecerme. Me extendía la crema con vigor y suavidad, sus manos eran fuertes y tallaban mi espalda en un continuo movimiento que me llevó, así, sin pensarlo, al primer orgasmo en el momento que acarició mis nalgas. Las amasó y las pellizcó, sin avisar, me dio un azote, azote que yo recibí como un bonito premio a mi atrevimiento. Por supuesto, no dije nada. El siguió bajando por mis piernas con sus dos manos y subió por el interior de mis muslos hasta rozar mi sexo. Este estaba húmedo, húmedo como creo nunca había estado y abrí mis piernas en un claro ofrecimiento. El me dio otro azote y con extrema suavidad acarició los labios de mi sexo, no tenía prisa y mis labios se le fueron abriendo, para dejar que mi clítoris irrumpiera majestuoso ante él. En ese momento, me di la vuelta, ofreciéndome a él entera, mis pechos duros y mis pezones a punto de estallar. Él se dio cuenta de mi calentura, pero solamente dijo.

Nunca había tenido una putita tan caliente.

Esas palabras me encendieron y estiré mi mano para asir su dura polla, pero él me paró, me quitó la mano y la llevó sobre mi cabeza.

Aquí, putita, mantén las manos ahí, no las muevas o tendré que dejarte así.

Obediente me agarré las manos y las mantuve sobre mi cabeza. Me veía ahí, expuesta ante ese hombre que me había dominado desde la primera vez que le vi.

El seguía su lento sube y baja sobre mi sexo, me estaba volviendo loca, cada vez estaba más excitada y más cercana a un nuevo orgasmo. Mi cuerpo hervía con sus caricias y cuando dejó mi sexo para apretar mi pezón entre sus dedos, no pude más y un segundo orgasmo me invadió con mayor fuerza que el primero. Solamente con sus caricias ya había conseguido que tuviera dos orgasmos. Yo me volvía loca cada vez que me tocaba y él no tenía prisa por terminar. Por fin mojó sus dedos en mi flujo y se dedicó a mi clítoris, no aguanté mucho y le regalé un tercer orgasmo que el acalló cuando me besó con intensidad para saborear conmigo ese nuevo orgasmo.

Déjame tu polla, quiero comérmela, déjamela por favor.

Mantente en esa postura, no te muevas o me marcharé sin que la pruebes.

Y ahí estaba yo, tumbada con las manos por encima de mi cabeza, viendo como ese dios se despojaba de la camiseta, mostrando sus bien marcados y definidos músculos y lo que es más importante. Pude observar atónita, cómo tras bajar su bañador, aparecía ante mí esa divina polla, grande, gruesa, venosa, con un brillo en su punta, producto de su líquido preseminal. Anonadada y sorprendida, vi cómo se situaba encima de mi cara y procedía a masturbarse sobre mí, sin dejarme siquiera que lo tocara. Esa acción me volvía loca, ver como su mano tallaba ese falo impresionante sobre mí, encima de mi cara y yo solamente podía verlo. Lentamente noté como acercaba su culo a mi boca, hasta dejarlo sobre ella.

Chupa guarra me dijo.

Y yo, yo chupé como nunca había chupado, lamía ese agujero que se ofrecía y se abría lentamente ante las caricias de mi lengua. Tras unos minutos chupando su culo, se movió un poco para dejarme los testículos en la boca. Yo ansiosa los chupé, los lamí y los introduje en mi boca, todo lo que pude. Mi cuerpo volvía a ser un hervidero de excitación, ese hombre me volvía loca, como ningún hombre me había vuelto. Quería esa polla, necesitaba esa polla y por fin, me dio la orden tan esperada.

Ahora sí, ahora puedes chuparme la polla.

Alcé mi cuerpo hasta situar mi cabeza a la altura de esa preciosa polla que se erguía altanera ante mí. La sujeté con mis dos manos y abrí mi boca todo lo que pude, solté una de las manos para ganar terreno dentro de mi boca y sopesé el tamaño de sus testículos. Media polla me entró sin dificultad y un buen rato estuve saboreándola, disfrutando de ella, sintiendo como se hinchaba dentro de mi boca y cómo latía por mí y para mí. Con un pequeño esfuerzo, traspasé mi garganta y me la follé. Otro orgasmo me invadió cuando ese pequeño y bendito monstruo, traspasó mi garganta. El hombre me sujetó un momento la cabeza con su polla en mi garganta y la fue sacando muy lentamente.

Quiero follarte, otro día me correré en tu boca, hoy quiero llenarte ese coño con mi leche.

Se arrodilló ante mí, colocó la punta de su polla a la entrada de mi sexo y la fue enterrando en él muy lentamente. Yo me sujetaba con fuerza de sus brazos. El muy lento me metió esa polla hasta tocar las partes de mi cuerpo que creía inexistentes. Noté como abría en su imparable conquista las paredes de mi sexo y como este abrazaba esa polla queriendo sujetarla ahí para siempre. Le abracé la espalda con mis piernas, queriendo que entrase más si esto era posible. Él me miró, sonrió y procedió a sacar la polla con la misma lentitud que la había metido. Iba dejando en mí un vacío indescriptible, un vacío que me hacía apretar con fuerza sus caderas para que volviera a llenarme, pero él impertérrito continuó, hasta casi tenerla entera fuera, dejándome vacía por dentro. Pero volvió, volvió con más fuerza, con más ímpetu y me volvió a llenar entera. Mi cuerpo se lo agradeció, bañando la polla con mis flujos. El empezó a acelerar el ritmo. Azotó mi pecho derecho con su mano y me volvió loca, tan loca que en ese mismo instante le regalé otro orgasmo. Grité como creo jamás había gritado aún con el temor de ser escuchada por mis vecinos. El en agradecimiento me sujetó las caderas y me bombeó con fuerza, con tanta fuerza que mis pechos rebotaban contra mi barbilla. Y por fin, explotó, explotó clavándome la polla hasta el fondo de mi útero y llenando este con su simiente, lo que me hizo tener un nuevo e intenso orgasmo con el que liberé mis flujos como si de una terrible meada se tratara. Él se retiró de mí, dejándome esta vez sí, vacía y llena de él. Bajé dos de mis dedos hasta mi coño, los metí en él y los llevé a mi boca, tenía que saborear a ese macho que me había vuelto loca. Él me besó, me besó con pasión y se vistió.

¿vas a volver? Le pregunté asustada por si era una despedida.

Si en quince días, como siempre

Una gran sonrisa iluminó mi cara.