Capítulo 3
- Mi sirvienta me llevó para ser usada
- Mi sirvienta me llevó para ser usada II
- Mi sirvienta me llevó para ser usada III
- Mi sirvienta me llevó para ser usada IV
CHARLINES
CAPÍTULO TERCERO
El miércoles Virtudes me trajo dos conjuntos de lencería, uno azul marino con muchas transparencias y otro rojo, donde la braguita eran unas perlitas que iban pegadas a mi clítoris. Ese me gustó, las braguitas me excitaban al rozarse sobre mi clítoris.
El jueves llegó, me duché y me preparé para el espectáculo. Me perfumé y pasé a vestirme. Elegí el tanga rojo con su sujetador a juego, encima de esto, una camiseta de tirantes muy fina y para rematar, mi único vestido, abotonado por delante. Unos zapatos de tacón que me había dejado Virtudes y ya estaba todo perfecto.
Se había preparado un pequeño escenario de unos tres por cinco metros, algo elevado del suelo para que tuvieran buena vista. Unas cortinas bastas de color rojo cerraban el escenario. La verdad es que no eran las siete y ya se escuchaba el run, run, de los murmullos. Parecía que el local estaba lleno y la verdad estaba muy asustada, si esto salía mal, podía ser un desastre.
Los murmullos cada vez eran más altos, el pase estaba planeado para las ocho y aún quedaba un cuarto de hora. Fui hacia la barra y me tomé un buen tequila. Ya se acercaba la hora, ya estaba aquí la hora, las cortinas se fueron retirando, dejando la vista de un escenario vacío.
Empezó a sonar «no ordinari love” de Sade y yo salí al escenario. La algarabía fue total. Gritos, silbidos, aplausos. Muy lentamente bailaba al son de esa lenta y dulce canción, contoneando mi cuerpo, levantando los vuelos del vestido y dejando ver mi tanga. Cada vuelta era secundada por mil vítores y silbidos. De cara a la concurrencia, desabroché dos de los botones del vestido, otra vuelta y otro estallido de gritos. Seguí lentamente con mis botones al ritmo de la canción, mientras contoneaba las caderas y hacía levantarse el vuelo del vestido.
Estaba completamente mojada, excitada, loca de adrenalina. Saqué una de las mangas del vestido, de espaldas a la concurrencia. Movía mi culo en un lento balanceo que tenía loco a este público entregado. Por fin terminé con el vestido y lo dejé caer al suelo. Ahora más frenético empezó a sonar el “KISS” de Prince.
Mi cuerpo se movía ahora más deprisa con esa canción, me giré y bajé los tirantes de la camiseta, dejando ver mi sujetador, que apenas tapaba nada y dejaba ver mis erectos pezones. Di varias vueltas con la camiseta hasta que la saqué por mi cabeza.
Ahora ya sonaba el “Justify My love” de Madona. Al ritmo de esta música psicodélica, fui desabrochando primero mi sujetador, para lentamente llevarlo hacia delante dejando mis pechos descubiertos. Los gritos fueron ensordecedores y los aplausos sonaban como un estruendo. El pequeño escenario empezó a cubrirse de billetes y mi coño empezó a manar como una fuente. Me había corrido y lo había hecho sin pensar siquiera en ello, solamente por la adrenalina del momento.
Las cortinas se cerraron y yo recogí el dinero, que la verdad hacia un buen montón, si seguía así al final saldría rica de allí. Pero no todo iba a ser vida y dulzura, no, nada de eso, mis días de penuria aún no habían terminado.
Don Genaro me buscó detrás del escenario.
- Cuando cerremos tendrás un espectáculo privado, donde no hay límite, te daré quinientos dólares y tú harás y te dejarás hacer ¿entendido?
- Si don Genaro, lo que usted diga.
- Solo les puse como condición que no te dejasen marcas.
Joder, mi felicidad se había terminado, pero eran quinientos dólares y la verdad me estaba empezando a excitar sentirme usada. La noche transcurría tranquila, muchos se atrevían a meterme billetes en el fino tanga y otros apretaban mis pezones cuando los servía.
La noche terminó y el bar cerró sus puertas. Solo quedaron en él, el bueno, el feo, el malo y el calvo. Estos cuatro hombres, pusieron unas sillas frente al escenario y se sentaron a esperar mi espectáculo especial para ellos.
Don Genaro y Virtudes se marcharon y me dejaron solamente acompañada por Abdul, que se encargaría de comprobar que no se pasaban. Esta vez subí al escenario temblando y sin música. Me fui desnudando, mientras contoneaba mi cuerpo. Me despojé como antes de todas mis ropas, excepto de la tanga. Pero el feo, gritó.
- Fuera esa tanga, fuera.
Y los demás lo jalearon. Voy a describir a estos cuatro.
El bueno, hombre alto rubio y con una cara agraciada, tenía pinta de ser buena gente. El feo, además de feo, desagradable, con una cicatriz que cruzaba su cara y lo hacía aún más asqueroso. El malo, hombre alto y cejijunto, con cara de enfado y pinta de no ser nada bueno. A Abdul tampoco le gustó nada, sería del que más cuidado tendría. El calvo, pues eso, un hombre también fornido, pero sin un solo pelo.
Cuando el feo gritó lo de fuera la tanga, temblé sobre el escenario, no sabía cómo quitármela de una forma más o menos sexi. El malo se levantó de la silla se acercó a mí y echándome sobre sus hombros, me expuso a sus compañeros. El calvo se levantó y me quitó la tanga. Los otros dos aplaudían y cantaban.
El malo, sujetándome sobre su hombro, me dio un par de azotes, un par de azotes de verdad. Estos calentaron mi culo, pues sus manazas me habían cubierto perfectamente las dos nalgas. Tras esto, acercó uno de sus dedos a mi sexo y entró en el sin dificultad.
- ¡Está encharcada, la muy puta!
Con su dedo me follo, lo hacía con brusquedad, pero me estaba excitando, si seguía así me correría en esa nueva postura. Él lo notó y gritó.
- Se va a correr, se va a correr.
- Espera, para. Gritó el feo.
El malo paró y el feo se acercó.
- déjala en cuatro sobre el suelo.
Así lo hizo, el feo se colocó detrás de mí y empezó a comerse mi culo, mientras el malo se situaba delante y sacaba su polla. Menuda polla tenía el cabrón. Seguro más de veinte centímetros y gorda, muy gorda.
- Vamos, chupa puta ¿a qué esperas?
Y me acercó la polla a la boca, yo abrí esta todo lo que pude. El malo empujó su polla, pero solamente pudo meter el gordo capullo. Yo movía mi lengua al mismo ritmo que el feo me comía el culo. La verdad es que esa polla, casi ni me cabía en la boca, pero yo lo intentaba como podía. Sentí como el feo apoyaba su polla en mi culo y sin avisar me la metió de un solo empujón.
Mi grito, apagado por el pollón del malo, hizo que su polla me entrara hasta la garganta, produciéndome una gran arcada. Empujé a ese hombre hacia atrás, para poder sacar su polla de mi garganta, lo que hizo que me clavara entera la polla del feo que estaba detrás de mí.
El feo tras unos minutos follando mi culo, se tumbó en el suelo y me sentó sobre su polla. Esté, por cierto, tenía una polla normal, más fina que gorda. La polla en esa postura, me entró hasta dentro. El malo se colocó entre mis piernas, me miró a los ojos, y el muy hijo de puta me la clavó sin piedad. Mi grito se tuvo que escuchar en kilómetros a la redonda, me dolía el coño y ahora con la presión de esa polla, también el culo.
El malo subió mis piernas sobre las suyas y empezó a darme con todas sus fuerzas. Joder… un orgasmo iba y otro, venía. El feo debajo de mí, no se movía, no le hacía falta, con los envites del malo, ya tenía bastante. Este, el feo, se corrió en mi culo, mientras el malo me destrozaba el coño. Joder… que hijo de puta, nunca nadie me dio tan fuerte. Se iba a correr y sujetando mi nuca, me clavó su polla en lo más hondo, a la vez que me llenaba con su esperma, yo me vaciaba como un río entra en el mar.
Me dio dos ligeras bofetadas y me dijo.
- Has sido una buena puta y has aguantado muy bien, así me gusta
Inesperadamente, me dio un buen beso en la boca, era un hijo de puta, pero besaba de maravilla. Se retiró y dejó salir al feo de debajo de mí. Entonces se acercaron el guapo y el calvo, estos ya con la polla en la mano. Los dos hombres eran fornidos y tenían los dos una buena polla, de unos diecisiete centímetros y ambas gorditas. Me pusieron de rodillas y me ofrecieron sus pollas para que las chupara. La verdad es que estaban muy ricas y las chupaba con ganas.
El guapo tras unos minutos de chupar, me puso en cuatro y empezó a follarme, al principio suave, dejando que mi coño se fuera acostumbrando. Al calvo parecía que le gustaba más follarme la boca y así lo hacía.
El calvo llevaba su polla hasta mi garganta y me la follaba, mis arcadas me excitaban y pequeños chorros de flujo escapaban de mi coño. Esto calentó al guapo, que sujetando mis manos por las muñecas me dio con todas sus fuerzas.
Por un lado, la polla del calvo hasta la garganta y por otro la polla del bueno hasta el fondo de mi coño. Me corrí, me corrí sobre la polla y adoré la polla que me estaba comiendo. El guapo, no paró aun sintiendo mi orgasmo y siguió duro, muy duro hasta que se derramó dentro de mí.
El calvo aguantó y yo adoré su polla, con una gran chupada, en honor esta vez a las dos folladas tremendas que me habían dado. Pensando en esas dos pollas, llevaba hasta el fondo de mi garganta la polla del calvo que tampoco aguantó mucho y me alimentó con su rico caldo. Los hombres se vistieron y se marcharon, Abdul me recogió en sus poderosos brazos y me llevó hasta mi cama.
Aunque esto parece casi idílico, no lo es, pues a partir de ese día comenzó mi calvario, iba a ser usada y vejada cual puta de lo más rastrero. Ese día al levantarme don Genaro me esperaba en la cocina.
- Hola putita, los chicos me dijeron que estuvieron muy contentos contigo. Así me gusta, si sigues así vivirás muy bien. Hoy cuando cerremos, Ramón me ha dicho que me da quinientos dólares por tenerte solamente para él. Doscientos cincuenta serán para ti.
- Gracias don Genaro, así se hará.
- No me des las gracias, no se merecen.
Esa tarde en el bar aún había más gente que otros días, me era muy difícil poder llegar a las mesas. En mi tortuoso camino hasta las mesas, las manos volaban por mi cuerpo. Me habían hecho de todo y tenía los pezones y el culo doloridos. En verdad esos campesinos y leñadores eran rudos, muy rudos.
Alguno pellizcaba mi culo y se reía al oírme gritar y saltar para zafarme de sus dedos. Pero esto no era nada para lo que me esperaba de ahora en adelante.
Cuando se cerró el bar, un hombre fuerte y rudo, con cara de pocos amigos se quedó dentro. Don Genaro llegó y lo acompañó a donde yo estaba.
- Este es Arquímedes, él ha pagado por tus servicios y espero que no me decepciones.
Yo temblaba de miedo, ese hombre daba miedo y miedo iba a pasar. Don Genaro nos acompañó hasta el sótano y ese día, si me dejó sola con él.
- Si no quieres que se escuchen sus gritos, ponle la bola.
¿Los gritos? ¿Qué me iba a hacer ese salvaje? El hombre asintió y se acercó a mí. Me miró con cara de asco y me dijo.
- Desnúdate puta.
Yo me desnudé, sin pensar, tampoco lo tenía muy difícil, solamente llevaba mi vestido. Una vez desnuda el hombre se me acercó, con ambas manos cubrió mis pechos y los apretó hasta escuchar mi grito. Esto parece que le gustó, pues apretó aún más fuerte, yo llevé mis manos a las suyas y le empujé para que soltara. Craso error por mi parte.
Esto le enfadó y sujetando con fuerza mis manos, las ató con unas cuerdas a la cadena que aún pendía del techo de la habitación. Así mismo, sacó una fina cuerda de su bolsillo, una especie de tramilla y con ella rodeó mis pechos, haciendo que estos parecieran dos peras.
- ¿Qué haces hijo de puta?, ¿qué haces?
- Calla puta, no me rechistes.
Al terminar esta frase me dio una bofetada que me partió el labio. Se desnudó mostrando su bien definido cuerpo. Buscó algo en los bolsillos del pantalón, era un cable, cálculo, de tres milímetros. Lo enroscó en dos y me azotó los pechos que ya estaban morados. Yo chille con todas mis fuerzas, eso dolía y dolía mucho. Parece que mis gritos lo excitaban, pues pude ver como su miembro se iba poniendo cada vez más duro. No sé cuántos azotes me dio con el cable, pero como un loco, se colocó detrás de mí, me metió su polla de un solo golpe y empezó a follarme.
Casi me muero, aún no había lubricado y la polla, aunque no era muy larga, sí que era gorda. Pero mis gritos lo enardecían, aunque a él también debía dolerle la polla, pues la sacó y la llenó de saliva. Ahora era algo menos dolorosa la penetración.
Empezó a darme azotes con su mano, fuertes, muy fuertes, mis gritos lo excitaban y ahora tras de mí bramaba como un jabalí, me levantó en vuelo y me follo con todas sus fuerzas. El dolor de las penetraciones me hacía encogerme, lo que para él era maravilloso, pues le apretaba la polla. Me dio con todas sus fuerzas, ahí, en vuelo, como una muñeca. Hasta que ya no pudo más y se corrió llenándome con una más que abundante descarga.
Ese día mi experiencia no había sido nada agradable, no me gustó nada, pero bueno, como les contaré después las hubo mucho peores. Me fui a acostar pues el día siguiente era sábado y el domingo estos bestias no trabajaban. ¡Menuda noche me esperaba! Don Genaro se presentó al desayuno y me dijo que esa tarde la pasaría bailando y al final, sobre las diez les haría otro estriptis. Eso no me gustó nada, pues seguro que después tendría algún pase especial y ya el dinero no me saciaba.
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