Capítulo 4

CAPÍTULO CUARTO

Tras varios días caminando consiguió llegar a l’Aquila. Esta es una ciudad mediana de unos sesenta mil habitantes. Aquí Ángel podía pasar más desapercibido. Al pasar por una de sus tranquilas calles en un restaurante vio un cartel de, se necesita personal. Para él, perfecto, pues era un hostal, con cafetería, podía matar dos pájaros de un tiro. La calle no tenía mala pinta, y el hostal tampoco. Entró y preguntó en la barra por el dueño. Una mujer de unos cincuenta años con buenas carnes lo miró de arriba a abajo y le dijo.

  • Yo soy el dueño guapo, ¿Qué querías?

Ángel extendió su mano y saludó cortésmente.

  • Hola, soy Ángel y preguntaba por el puesto.
  • Hola Ángel, soy Tomasa. Te cuento.
  • Mira, necesitamos una especie de manitas que se encargue un poco del mantenimiento y que haga las funciones de portero de noche. La cama será gratis y te puedo ofrecer mil quinientos euros al mes.

Ángel ni se lo pensó,

  • De acuerdo, por mi está bien. solamente una cosa, le importaría pagarme en sobre, no tengo cuenta bancaria.
  • Por mi sin problemas, ¿Cuándo puedes empezar?
  • Pues ya mismo.
  • Bien, te llevo a la habitación y te espero en la recepción.

Ángel acompañado de Tomasa subió hasta el primer piso donde estaba su habitación, dejó su pequeña mochila, se lavó un poco y bajó de nuevo a la recepción.

Al llegar Ángel se quedó pensando. Esa mujer le recordaba mucho a Dolores la carnicera. Unos exuberantes pechos que ofrecían un estupendo balcón. Cadera más bien estrecha un culo imponente embutido en ese desgastado pantalón vaquero, piernas largas y una cara de puta que le tenía con la polla bien tiesa.

  • Hola, hola, holaaaaa. ¿Dónde andas muchacho?
  • Perdón, perdón Tomasa es que me recuerda usted a alguien.
  • Y por lo que veo ese alguien te gustaba ¿ehh?

Ángel se puso rojo como un tomate, pero no respondió. Tomasa le pasó cinco notas por si podía resolver los problemas ese mismo día.

  • Espero que puedas arreglar estas pequeñas cosas. Recuerda llamar al menos tres veces cada vez y después si no hay nadie, pasas dejando la puerta abierta.
  • Muy bien doña Tomasa, haré lo que pueda.
  • Si vuelves a llamarme así te despido, llámame Tomasa.
  • Entendido Tomasa.

La mirada de Tomasa era inquisitiva y su cara de puta le daba un aire pícaro. Estaba seguro de que se follaría a esa mujer, pero iría despacio, así lo disfrutaría más. Ángel caminaba por el piso de la primera planta empujando su carrito con los repuestos y las herramientas. Llamó en la primera habitación de la lista, la ciento cuatro. Como nadie contestó entró y se dispuso a observar el fallo, simplemente consistía en que la lámpara de la habitación estaba fundida y tras poner una nueva, observó que la avería estaba resuelta. Siguió su camino pasando por la ciento quince, donde cambió el interruptor de la entrada, ya que se había deteriorado y no hacía contacto. Subió al segundo piso y entró en la doscientos seis. Aquí el problema era que la puerta del baño no cerraba bien. La lijó un poco, pues se había engordado, posiblemente por alguna fuga. Tras comprobar su buen funcionamiento partió, hacia la doscientos veinte. Aquí se demoró un poco más, ya que la bañera no colaba, tras un buen rato peleando con el desagüe, consiguió desatascarlo y comprobando que ya evacuaba correctamente, marchó hasta la última habitación, ya en el tercer piso. Esta, era la trescientos trece. Al llamar, lo recibió una hermosa mujer, más o menos de su misma edad. Solamente portaba una bata muy tenue que dejaba a la vista su impresionante cuerpo. Él se fijó en ella y ella en él.

  • Buenas tardes, ¿Qué problema tiene en la habitación?
  • Pues la cisterna, está siempre funcionando y hace un ruido muy desagradable. ¿Por cierto, eres nuevo?
  • Si, empiezo hoy.
  • Pues encantada, ya era hora de ver a un chico guapo por aquí.

Ángel pasó hasta el baño mientras la mujer miraba su duro y redondo culo sin quitar los ojos de él. Ángel se dio cuenta, y su polla también. Procedió a quitar la tapa de la cisterna y apretó una pestañita que se había soltado y hacía que el circuito estuviera siempre funcionando.

  • Muchas gracias, ¿Cuál es tu nombre?
  • Ángel, me llamo Ángel ¿y tú?
  • María

María se acercó a Ángel, le clavó los pechos en su pecho y le dio dos besos muy cercanos a su boca.

  • Encantada, Ángel, espero que nos volvamos a ver.

Ángel salió de la habitación totalmente empalmado, bajó a recepción y Tomasa lo miró de arriba a abajo.

  • Ya veo que esa putita ha empleado todos sus encantos contigo.

Ángel rojo como un tomate no dijo nada. Tomasa le comentó, que él cenaría a las nueve y media y después entraría de turno de noche, hasta las ocho. Si quería cenar fuera, podía hacerlo, trabajaría seis días y libraría uno, si tenía labores de mantenimiento, esas horas se las daría en horas libres, una hora y media por cada hora. Ángel estaba completamente de acuerdo y asintió con la cabeza. Le enseñó las dependencias del hostal, la máquina de los bocadillos, por si alguien quería comer algo por la noche. El bar, por si alguien deseaba alguna bebida, en resumidas, todas las posibilidades que tenía de complacer a los clientes. Lo único que no vendían era tabaco, ya que en el hostal no se podía fumar. Así mismo, le comentó que, si tenía que subir a alguna habitación, debería cerrar la puerta del hostal y al volver, volverla a abrir.

Ángel asintió y tomó buena nota de todo lo que podría surgir. Para él esta oportunidad era única. No tendría gastos y el sueldo era bastante interesante así que podría ahorrar y por fin volver a España lo cual anhelaba con locura. Esa noche cenó en el hostal, la verdad que muy bien, tenían tres platos de primero y tres platos de segundo. Después de cenar, se salió a la calle con sus puros toscanos y una copa de brandy, valle de Marta, aquí se había aficionado a ellos. Se sentó en la terraza a la sombra del propio edificio hasta que llegara la hora de entrar a trabajar.

A su hora empezó el turno, para él era la primera vez que trabajaría de noche y no sabía bien que tal aguantaría. Hasta las doce más o menos hubo un ir y venir de clientes que lo mantuvieron despierto y alerta. Sobre la una la paz y el silencio se apoderaron del hostal. Ángel a eso de las dos y media empezó a dar cabezadas y se quedó dormido sobre el mostrador de la recepción. Sobre las tres el teléfono sonó despertándolo, vaya era la habitación trescientos trece. ¿Qué querría ahora esa mujer? Descolgó el teléfono y preguntó.

  • Buenas noches, ¿deseaba algo?
  • Buenas noches, ¿podría subirme un paquete de tabaco?
  • Lo siento mucho, tabaco no podemos servir.
  • ¿y un whisky, eso pueden?
  • Si, eso sí.
  • Pues súbame uno por favor.

Ángel cerró la puerta del hostal poniendo un cartel donde se leía un número de teléfono, por si querían acceder al hostal. Se encaminó hacia el bar, preparó el whisky y una botellita de agua y procedió a subir a la habitación trescientos trece. Llamó a la puerta y le recibió María con esa bata transparente que él ya conocía y le permitía, apreciar el cuerpo de esa hermosa joven.

  • Es una pena que no tengáis tabaco, con este calor, no puedo dormir.
  • no sabe cuánto lo siento señorita.

María dejó caer la bata dejando su cuerpo expuesto a la vista de Ángel.

  • Hace muchísimo calor, ¿no crees?

María se acercó a Ángel, pegó su mano a su paquete y le dijo.

  • Hoy creo que me fumaré un buen puro, ¡¡joder niño, que polla!!

Ángel dio un paso atrás, pero su polla ya estaba dura. La vista de esos prominentes pechos, con esos duros y largos pezones que parecían la tetina de un biberón, le gritaban, chúpame, chúpame. Ese coñito en forma de flor abultado y provocador y ese perfecto cuerpo esculpido en días de gimnasio. Le habían hecho excitarse antes incluso de sentir la mano en su polla.

María se tiró al suelo, desabrochó la bragueta y los botones de la cintura y de una bajó el pantalón y el slip hasta los tobillos.

  • Guaaauuu, ¿Qué tenemos aquí? Menuda boa tienes, cabronazo.

Nada más decir esto bajó la boca a los huevos y subió lentamente hasta su capullo, ahí, lo rodeó con su lengua, lamió su frenillo y volvió a bajar. Así se demoró unos minutos, hasta que por fin abriendo su boca, tragó esa polla hasta la mitad. Moviendo lentamente su boca, llenando esa polla de babas, fue ganando milímetro a milímetro hasta que consiguió tenerla entera dentro de su boca.

Ángel gimió cuando su capullo traspasó la garganta de María, esa opresión le producía un gran placer. No pudo aguantarse y echó sus manos a la nuca de María oprimiéndola contra su polla mientras le lamía los huevos. Sabía que, si seguía así, se correría, por lo que optó por levantar a María y lanzarla sobre un orejero que había en la habitación.

María cayó sentada en el orejero, con las piernas abiertas y el sexo expuesto. Ángel se colocó entre sus piernas, subió cada una de ellas a los brazos del orejero y atrajo su sexo hacia el borde. Su lengua repasó ese jugoso sexo, recogiendo los jugos que María ya destilaba con generosidad. Tras unos minutos de repasar esos labios, se centró en el clítoris, ya abultado y descapullado. La lengua de Ángel, lo titilaba, lo lamía y por fin sus labios lo sorbieron.

María no pudo evitar echar sus manos a la nuca de Ángel y atraerlo hacia ella, clavando su sexo en su boca.

Ángel incansable lamía, chupaba, sorbía y acariciaba con sus dedos el rosado coño de María. María se retorcía tirando de la cabeza intentando que entrase en ella.

  • Fóllame cabrón, fóllame que me estás volviendo loca.

Ángel la acercó al borde del sofá y sosteniendo su polla, la acercó a la entrada del sexo de María y de un golpe de cadera, se la metió hasta tocar con los huevos su sexo. El gemido de María se pudo escuchar en todo el hostal.

Ángel, asido a sus caderas, empezó a follarla con dureza, con fuerza. María gritaba pidiendo más. Ángel le dio la vuelta, le puso de rodillas sobre el sofá y se la clavó desde atrás. Ahora sí, ahora sí le daba fuerte.

María a la vez que él movía su polla entre sus piernas, gritaba ya, casi sin fuerzas, Ángel le daba duro y ella ya tenía el coño dolorido.

Ángel volvió a darle la vuelta, metió una almohada bajo el cuerpo de María, la miró fijamente a los ojos y frotó su polla con fuerza sobre su clítoris. María se convirtió en una fuente. Los chorros de flujo salían de su cuerpo, mientras Ángel la miraba con admiración.

  • Joder cabrón, joder, joder, me matas, joder, me matas.

María rendida empujó el cuerpo de Ángel para pedirle que parase, que ya no podía más. Terminaron tumbados, Ángel con la polla tiesa entre las nalgas de María y está, aun temblando del placer recibido

Pero la polla de Ángel necesitaba descargar su leche y aún no lo había hecho. Apretaba los pezones de María, a la vez que movía su polla entre sus piernas, aprovechando sus flujos, cada vez más copiosos. Esto provocó que su polla en un firme movimiento de María, entrase en ella. La folló muy lento, notado y disfrutando el roce que las paredes del coño de María le proporcionaban. Le metió dos dedos en la boca y María los chupó como si de una polla se tratara. Está vez la lentitud de sus acometidas, le llevaron a terminar llenando el sexo de María con su semen, a la vez que le apretaba su cuello. Ángel le besó suave en el cuello, se vistió y bajó de nuevo a la recepción. Ya eran casi las cinco y media, así que se preparó un café y se sentó a tomarlo tranquilamente en el mostrador.

Las siguientes horas se le hicieron interminables, hasta que llegó Tomasa y le propuso desayunar.

  • Vamos a desayunar, que estarás sin fuerzas. Menudos chillidos, pegaba la puta anoche. ¿Te la follaste tú?
  • Si, me llamó pidiendo tabaco y solo tenía un puro para ella.
  • Serás cabrón jajajaja

Tomasa preparó dos cafés con leche y se sentó junto a Ángel en la recepción, los clientes ya empezaban a salir hacia sus respectivos destinos.

  • Hace mucho que nadie me hace gritar y anoche tuve que masturbarme escuchando a la puta.
  • Tomasa, si se porta usted bien, es posible que algún día le lleve tabaco a la habitación jajaja

Ángel se levantó y fue a acostarse, la noche le había derrotado, estaba cansado.

icharlines54@gmail.com

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