Capítulo 3

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CAPÍTULO TRES

La vida de Ángel lentamente fue volviendo a la normalidad, se encargaba de cuidar del ganado y el peligro de la policía, de momento había pasado. Él no se dejaba ver por el pueblo, para no levantar sospechas y era Isabella la que le abastecía de las viandas necesarias para tenerla como una reina. Lentamente Ángel iba recuperando la forma. Los largos paseos con el ganado le iban devolviendo las fuerzas que había perdido en esos días dónde estuvo sumido en la inconsciencia. Con Isabella, de momento solo hacían sexo oral, ya que su maltrecho cuerpo aun no le permitía otros placeres.

Ángel aprendió a ordeñar y cuando Isabella llegaba por la mañana, ya tenía las lecheras llenas. Le ayudaba a cargarlas en la carretilla y tras un fogoso beso se despedía de ella. En su tiempo libre, había levantado la valla de piedra de la finca y había adecentado la habitación, había vareado el colchón de lana y había colocado unas baldas sobre las paredes. En un aparte había edificado una pequeña cocina, donde calentaban la comida y lejos de ahí había construido una pequeña fresquera, donde guardar algunos alimentos. La vida de Ángel era ahora todo lo tranquila que él nunca había imaginado. Esa chiquilla le daba todo lo que él necesitaba y él le daba todo lo que podía. Deseaba estar totalmente recuperado para hacerla gozar como nunca, para volverla loca de placer, pero aún no era el momento.

Tras casi medio año, Ángel recuperó las fuerzas y consiguió el solo terminar esa valla de piedra que tantos esfuerzos le había gastado. Isabella estaba preciosa, su cuerpo de adolescente se iba transformando en un cuerpo precioso de mujer y sus pechos habían ganado una talla más. Ángel estaba feliz junto a esa chiquilla y sus animales.

Aquella noche Isabella se había vestido de mujer, con un bonito vestido ceñido a su cuerpo y sin nada más, sus pezones en forma de cono se marcaban bajo la fina tela de ese vestido.

Cuando entró en la casa, Ángel se quedó prendado de la belleza de esa muchacha que, por suerte, se había fijado en él.

Mientras Isabella calentaba la cena trajinando en la cocina, Ángel se acercó a ella, se colocó a su espalda y le acarició los pezones con dulzura, rozando la yema de sus dedos por su cima, consiguiendo que se pusieran bien duros. Isabella gimió a la vez que él, acercándose a su oído, le dijo.

  • Hoy te voy a follar todos tus agujeros, hoy vas a volar a un mundo nuevo.

Isabella gimió, se volvió y lo besó. El agarró con fuerza sus nalgas, la llevó hasta el camastro y la tumbó en él. Levantó las faldas del vestido, metió su cabeza dentro y acercó su boca a ese rosado coñito que le exigía ser lamido, adorado, venerado. Ángel acercó su boca a ese tierno manjar que le esperaba con las ganas de la inocencia. Lo sorbió, llevándose los primeros jugos que había producido. Bajó hasta su ano, lo lamió, metió su lengua dentro de él a la vez que introducía su saliva también.

Isabella se retorcía gimiendo con sus manos sobre la cabeza de Ángel que seguía impertérrito lamiendo ese estrecho agujerito. Isabella cada vez gemía más alto y gritaba que no parase, que no se le ocurriese parar. Ángel recorría ahora ese coño de abajo hacia arriba, parándose de vez en cuando en el ya abultado clítoris. Isabella gemía y movía su pelvis, para atrapar toda la longitud de esa lengua que le estaba volviendo loca.

En esa lucha sin cuartel, Ángel por fin se lanzó a por el clítoris e Isabella se arqueó pegándose a su lengua. Tras varios minutos sorbiendo y lamiendo ese abultado botoncito, Isabella se derramó en líquidos sobre la cara de Ángel. Este, aprovechó la circunstancia para acercar uno de sus dedos al pequeño orificio aún virgen que Isabella poseía bajo su espalda.

Isabella se revolvió sin saber muy bien por qué, esa caricia nueva le gustaba y le producía un placer diferente. Ángel lamió esa estrecha entrada y a la vez que lamía y sorbía su clítoris, dejó que su dedo entrase en tan estrecho canal. Sin saber por qué, entró hasta el final, logrando que Isabella arqueara su espalda y gimiera con intensidad.

Esa nueva inmersión en su cuerpo, le estaba produciendo un extraño y muy, muy agradable placer. Ángel intensificó el ritmo de su lengua y procedió a meter un segundo dedo, que Isabella recibió con alegría. Ángel abría sus dedos dentro del culo de Isabella para dilatar ese músculo que posteriormente permitiría entrar a su polla con mayor facilidad. Isabella gemía y se retorcía sobre la boca de Ángel, descargando sus líquidos que se escapaban en un chorro como si se estuviera meando.

  • Fai l’amore con me, Fai l’amore con me

Isabela gritaba y suplicaba, pero Ángel tenía otras intenciones. Ángel acercó el culo de la chica al borde de la cama, escupió copiosamente en ese agujerito ya abierto y apuntó la polla sobre él.

Isabella se tensó y Ángel le dio un fuerte azote a la vez que empujaba su verga dentro de ese cerrado culito. Isabella gritó al sentirse partida en dos, pero Ángel le volvió a azotar mientras sentía como el esfínter apretaba su polla y como ese acto, le producía un gran placer. Tras unos segundos donde ese esfínter se fue dilatando, Ángel empezó a meter y sacar su capullo, lento, muy lento. Empujó un poco más y sintió como las paredes del culo apretaban y raspaban su capullo, volvió a parar.

Isabella resoplaba como una parturienta, pero lentamente su culo se iba acostumbrando a ese ariete que la traspasaba y le hacía arder por dentro. Sentía esa polla abrirse camino, muy lentamente dentro de ella.

Ángel sacó casi en su totalidad la polla y volvió a escupir sobre ella, ahora esta, entró con más prontitud y produjo mucho más placer a los dos. Las tres cuartas partes de esa gran polla ya estaban dentro. Ángel notaba la presión de ese culo y su polla parecía una barra de hierro. Empujó con fuerza y sus huevos chocaron contra el culo de Isabella.

Isabella dio un grito esta vez no sabía si de gusto o de dolor. Ese último empujón le había hecho mojar mucho su coño. Sentía su culo arder y un placer desconocido empezó a embargarla. Ángel se movía con lentitud y esto le estaba volviendo loca. Sentía como ese roce y esa quemazón le subía hasta sus pezones y los ponía tan duros y sensibles, que el roce contra las sábanas le volvía loca, se estremecía de placer.

Apriétame los pezones, apriétalos fuerte.

Ángel no se hizo de rogar, subió sus manos a los pezones y no pudo resistirse a acariciarlos, estaban duros, muy duros, nunca los había sentido así. Los apretó, los apretó con fuerza a la vez que Isabella botaba sobre su polla y dejaba escapar un buen chorro de flujo sobre las sábanas. Sus piernas dejaron de sostenerla y terminó de bruces contra la cama. Ángel la siguió, pero no sacó su polla del culo. Se tumbaron haciendo la cucharita y esperaron que la polla saliera sola de ese estrecho canal. Cuando esta salió, Isabella dio un respingo y gimió.

Que gusto me has dado, ha sido magnífico.

¿Querrás repetir?

No lo dudes.

Tras descansar un poco volvieron a sus tareas hasta que llegó la noche e Isabella tuvo que volver al pueblo.

Al albor del nuevo día, Ángel recorrió el río con la idea de hacer llegar el agua hasta la cabaña. Descubrió una zona, donde el río no distára más de cien metros de la casa. Necesitaba unos tubos, una llave de corte y lo demás ya se encargaría él de ir haciéndolo. Primero construyó una pequeña piscina de unos dos por dos y medio, la recubrió bien con cemento y dejó entrada para el tubo. Al estar en caída el rebosadero se podría emplear para regar una pequeña huerta. Fue haciendo una zanja hasta llegar al río. Cuando Isabella llegó una semana después con los tubos y con su padre, se quedó alucinada, la obra era magnífica. El padre de Isabella más práctico, preguntó.

¿Cuánto nos costará esta obra, nosotros no tenemos dinero?

No se preocupe, solamente serán los tubos.

Pero, pero, esta obra tiene un costoso precio.

Tranquilo hombre tranquilo, lo hice por pasar el rato.

Pues muchas gracias hombre, con esto damos mucha vida y valor a la casa.

Cuando Isabella y su padre se marcharon, Ángel prosiguió la obra. En el mismo río también había construido un pequeño pozo, para asegurarse de que, aunque este fuese bajo de agua, a él no le faltase. Una vez terminados de colocar los tubos, procedió a la apertura, por arte de magia la piscina se llenó en pocos minutos y el rebosadero regaba también el huerto. Ya no tenían que ir a bañarse al río. Con una pastilla de jabón en la mano se metió en la pequeña piscina y procedió a darse un buen baño. Cuando terminó, subió, cerró la llave de paso del agua y dejó que el tubo se vaciase limpiando la piscina. Ahora los animales estaban contentos, tenían agua fresca todos los días.

En los años que Ángel estuvo en aquella casa, la dejó completamente diferente a como la había encontrado. Pero claro, esto tiene un precio, los vecinos pronto empezaron a pensar que, entre el padre y la hija, no habían podido arreglar así la casa. Por lo que, tras indagar un día tras otro, descubrieron a Ángel en el tejado. Esto ocasionó una denuncia ante las autoridades.

Ángel estaba escondido en el pequeño y montañoso pueblo de Raiano, donde pensaba, nunca lo encontrarían, pero nunca se está seguro en ninguna parte.

Isabella llegó casi exhausta a la cabaña y le dijo a Ángel con la cara llena de lágrimas que tenía que irse, que la policía lo buscaba y que ahora sabía dónde estaba. En esos cinco años donde habían estrechado su relación, se habían hecho muy buenos amigos.

Vente conmigo

No puedo, no puedo dejar a mi padre solo, ya es muy mayor y el solo no podría con los animales

Isabella lloraba desconsolada, mientras Ángel recogía las pocas cosas que guardaba. Tras dar un fugaz beso en los labios a Isabella, Ángel partió, monte arriba. No volvió a mirar hacia atrás en todo su camino.

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