Capítulo 12
Día a día XII
CHARLINES
Mientras Felipe y Patricia discutían de sus asuntos, yo marché a dar una vuelta por el restaurante, la verdad es que el sitio era una maravilla. Volví a la mesa y el camarero ya traía los primeros platos.
- Me he permitido pedir algo para picar- dijo Felipe. Luego si queréis pedimos un segundo.
- Muy bien perfecto, siempre es mejor que pida quien sabe.
La verdad es que la comida estaba espectacular, nos pedimos un café y unas copas y salimos a la terraza a tomarlas con la brisita.
- Tengo una casa cerca del faro de punta pechiguera. Hay unas preciosas puestas de sol y así conocéis otra parte de la isla.
- Perfecto, por mí no hay problema ¿y tú Patricia?
- Pues la verdad es que no venía preparada.
- Podemos comprar algo en el pueblo, pero en casa no nos verá nadie, ¿cómo tú quieras?
- No, por mí no hay problema.
Tomamos la copa tranquilamente y ahora, conduje yo el coche mientras Patricia iba con Felipe en el suyo. La verdad es que estábamos muy cerca y llegamos enseguida. La casa era muy grande y tenía una piscina casi olímpica, con unas preciosas vistas al mar. Una vez dentro, Felipe nos ofreció unas copas y nos sentamos en la piscina. Desnudaros si queréis que vais a sudar como pollos y nos dejó unos finos albornoces junto a las sillas. Nos desnudamos y nos colocamos los albornoces, ahí me pude fijar que Patricia no tenía marcas. Felipe llegó con las copas y estuvimos charlando amigablemente hasta que el mismo Felipe nos propuso ir al agua. Se despojó del albornoz, dejando a la vista un tremendo aparato de más de 25 cm y con un importante grosor. Ni Patricia ni yo podíamos apartar la vista de semejante instrumento.
- Venga todos al agua.
Y saltamos a la piscina, encontramos el agua muy calentita. Felipe vino a por mí y me hizo una aguadilla, la verdad es que no soy muy buen nadador. Patricia fue su siguiente víctima, pero ésta opuso más resistencia, por lo que las manos volaban por los cuerpos intentando hundir, al contrario. Me acerqué para ayudar a Patricia y entre los dos conseguimos hundir a Felipe. Así estuvimos un buen rato jugando mientras las manos buscaban los cuerpos y los apéndices y hendiduras de estos. Salimos del agua y nos dirigimos hacia las tumbonas y la mesa, la erección de ambos era patente y Patricia agarrando ambas pollas nos preguntó.
- ¿Esto es por mí?
- Todo por ti preciosa, todo por ti.
Y agachándose en la hierba llevó la polla de Felipe a su boca, mientras agarraba la mía y la pajeaba dulcemente.
- Estaba deseando comerte la polla desde que te quitaste el albornoz. Tienes una polla preciosa y me la voy a tragar enterita.
Patricia mamaba con ganas la polla de Felipe y yo me fui hacia su coñito para metiendo mi cabeza debajo de sus piernas, recoger con mi boca su clítoris y empezar a acariciarlo con mi lengua.
- Que bien la chupas putita, que bien, jodeeer
- Da gracias a Pablo que me está comiendo el coño como los ángeles.
Patricia cada vez metía un poco más de polla en su boca, mientras se refregaba sobre mi cara y mi lengua, en busca ya de su orgasmo. Se sentó sobre mi cara y se tragó la polla de Felipe hasta un poco más de la mitad, mojándome la cara con sus jugos en prueba de que se había corrido.
- Fóllame, cabrón, vamos te necesito dentro.
Felipe se sentó en la hierba, mientras Patricia agarrando la polla con una mano, se la fue metiendo lentamente.
- Como la siento, como me llenas, que gusto jodeeer, me vuelves locaaaa.
Yo me quedé mirando la escena viendo como lentamente desaparecía toda la polla en el coñito, hasta que los huevos pegaron en su culo. Patricia subía y bajaba por esa polla cabalgándola lentamente.
- Cabrón que polla tienes, me llenas entera, me llega hasta el útero, me estas matando.
La cabalgada empezó a ser cada vez más fuerte mientras Patricia se sujetaba del cuello de Felipe y este bombeaba con fuerza desde el suelo del jardín.
- Siii, siii, me voy a correr, siii, siii.
Y sujetándose al cuello de Felipe, Patricia alcanzó un brutal orgasmo, que la tuvo más de un minuto temblando sobre las piernas de Felipe. Una vez recuperada un poco, empujé su espalda hacia delante y untando su culo con saliva, fui metiendo mi polla en su culito, muy lentamente hasta el final, Patricia gemía de gusto y pedía más. Una vez mi polla dentro, Felipe y yo empezamos a movernos hasta que encontramos el ritmo. Al haber otra polla dentro, el agujero del culo se hacía aún más estrecho, lo que propiciaba mucho más gusto, tanto a Felipe como a mí y la propia Patricia. Nuestros movimientos iban ascendiendo en grado según la coordinación era mayor. Patricia era un mar de gritos, de orgasmos y de jugos.
- Cabrones, me vais a matar, me estáis volviendo loca, ya no puedo más, me corro otra veeez, siiiiii. Siiii dadme más fuerte, más, más siii , así, siiiiiiii. No se os ocurra parar, nooo, ahora nooo, siiiiiiiii, así, siiiiiiiiiii,
Me salí del culito de Patricia, mientras Felipe aceleraba las embestidas ya buscando su propio orgasmo, Patricia sujeta a su cuello seguía corriéndose una y otra vez, hasta que Felipe la levantó en vuelo mientras llenaba su coño con su leche. Estuvieron tumbados un rato hasta que Felipe se salió de ella, tumbándola en la hierba. Me puse entre las piernas de Patricia y cogiendo mi polla empecé a pasarla por su coñito, la reciente corrida me lo hacía más fácil. Le pasaba la polla por la entrada del coño y golpeaba su clítoris así una y otra vez, hasta que sus jadeos fueron aumentando de ritmo y entonces puse su pierna en mi hombro, apreté su vientre con mi mano y empecé a pasar mi polla a toda velocidad por el canal del coño y su clítoris. Patricia abrió la boca y tomó aire mientras un chorro salía de su coño y me regaba el pecho y la cara.
- Siiiiiiiiiiiiiii, jodeeer, que buenooo, que buenoooo
Así, terminó corriéndose, mientras empapado en sus jugos me apretaba a ella para sentir como temblaba su cuerpo. Nos besamos con pasión y luego fue Felipe quien la besó.
Agarrados los tres, nos dispusimos a ver la puesta de sol.
Después de observar una preciosa puesta de sol, nos vestimos y nos despedimos de Felipe.
- Un placer Felipe, estaremos en contacto.
- Sii yo también estaré en contacto, mi empresa necesita mucha ayuda y tu seguramente podrás asesorarnos muy bien. La semana que viene me acerco con una compañera.
- Lo que quieras, de aquí no me voy a mover y esta casa está a tu entera disposición.
Montamos en el coche y nos pusimos rumbo al hotel. Cenamos en el camino. Paramos en la ola, un precioso restaurante frente al mar en Puerto del Carmen.
- Ha sido una tarde perfecta, me habéis dejado bien llenita.
- Fue todo un placer.
- Y esa última corrida con tu polla, jodeeer aún me late el clítoris.
- Aún podemos repetirlo hoy. ¿Por cierto, me pareció apreciar, que te gusta el dolor?
- Siii me gustan unos buenos azotes, que me retuerzas los pezones y llegar a pedir que me folles, que me destroces el coño.
- Entonces te irás con el culo rojo.
- ¿ya has reservado vuelo?
- No aun no.
- ¿Te lo pido para las dos y volvemos juntos?
- Perfecto así te haré un dedito en el vuelo.
- Cabrón ya estoy chorreando.
- Pues aún queda mucha noche, que mañana no hay que madrugar.
Terminamos la cena y tomamos una copa en la terraza, el sitio era una maravilla. Nos levantamos sobre las once y fuimos directos al hotel.
- Hoy toca en mi habitación.
- No hay ningún problema, mira qué bonita se ha puesto la noche, parece que va a llover, desnudémonos y salgamos a la terraza.
- ¿Estás loco?
- Por comerte el coño mientras llueve.
Nos desnudamos y salimos a la terraza. Tenía razón. Patricia estaba totalmente en celo. Bajó la cabeza con resignación y salió a la terraza, se tumbó acurrucada en una tumbona, como queriendo taparse de posibles miradas ajenas.
- ¡No te preocupes, nadie nos puede ver! Desinhibete y disfruta – Luego miré al cielo y añadí extendiendo los brazos. Si no me equivoco, hoy vas a vivir algo único.
Tumbé a Patricia en la tumbona y abrí sus piernas y sus brazos. Pasé mi mano frotando su sexo y me la volví a llevar a la boca.
- Relájate y disfruta, preciosa! Ahora te voy a comer el chochito hasta que empiece a llover.
Me agaché entre sus piernas y después de estar unos segundos observando su coñito, empecé a lamerlo haciéndole gozar con una mamada suave, que empezó entre sus labios, haciendo que mi lengua fuese muy lentamente conquistando el canal que me llevaría hasta su clítoris. El sabor de su cuerpo llenaba mi boca mientras iba acercándome hasta ese botoncito hinchado que me esperaba anhelante. Cuando llegaba con la punta de mi lengua a su clítoris.
Sucedió, en pocos minutos el cielo se oscureció hasta hacerse casi de un negro total y empezaron a caer gotas de lluvia, pocas, pero grandes. Estas se estampaban sobre nuestros cuerpos haciéndonos bullir al contacto de miles de agujas que parecían nuestras terminaciones nerviosas. Esto hacía que Patricia se estremeciera en un escalofrío cada vez que golpeaban en su cuerpo ardiente. Patricia se retorcía sobre mi boca empujando mi cabeza hacia su coño, se refregaba contra mi boca. El orgasmo estaba cerca, muy cerca, casi ya lo tenía, su cuerpo empezaba a relajarse para recibirlo. Pero paré en seco.
- Ya te dije que te lo iba a comer hasta que empezara a llover. Lo dije con una sonrisa triunfal en la boca.
Patricia estaba con los ojos entreabiertos en un estado entre el orgasmo y la consciencia, un estado en el que, por acto reflejo movía su pelvis, en un vano intento de alcanzar ese orgasmo que estaba ahí, tan cerca. Me separé de su cuerpo, cerró los ojos en un intento de forzar mi vuelta.
- Cabrón, cabrón, cabrón.
La miré a los ojos que permanecían cerrados, acerqué mi polla a su coño y la penetré bruscamente, mi polla estaba dentro de ella y mis huevos chocaban contra su culo. Abrió los ojos, me miró y apretó sus piernas a mi espalda, mientras mi herramienta parecía querer desgarrarla. Miraba asombrada cómo mi tronco estaba totalmente enterrado en su interior. Yo le sonreía tiernamente.
La lluvia nos golpeaba ya sin piedad, haciéndole sentir una serie de placenteros escalofríos que hacían que su orgasmo se acercara aún más. Se sujetó con fuerza a mi espalda y me clavó sus uñas, arañandome con fuerza. En dos embestidas, comenzó su orgasmo, un orgasmo intenso y largo. Fue tan brutal que gritó como una loca, coincidiendo su grito con un relámpago de la tormenta, que terminó con el trueno ensordecedor. Pero ni este con su fuerza fue capaz de callar su grito.
Quedó exhausta después de ese prolongado orgasmo. De pronto me levanté de encima de ella, sin apenas dejarle probar ese dulce éxtasis. No quería que me fuera, me necesitaba encima suyo… quería que le follara una y otra vez. Sin embargo, quería hacerle rabiar… su coñito ardía y deseaba seguir teniendo esa cosa tan dura dentro de ella, tanto, tanto, que no le importaba nada, más….
- Vuelve, por favor… métemela otra vez… – me suplicaba.
Patricia estaba echada en la tumbona, mientras yo permanecía de pie sonriendo y con mi polla balanceándose una y otra vez tan cerca de su cara, que no podía evitar seguirla hipnotizada. Seguía erecta, dura, imponente… Luego le hice una seña con mi mano, le invité a levantarse de la tumbona extendiendo mi mano:
- Ven, te vas a mojar por fuera tanto como por dentro…
Me dio la mano y los dos desnudos corrimos bajo la lluvia que caía con fuerza en aquella enorme terraza. La llevé hasta su habitación, la coloqué frente a la cama y me coloqué detrás de ella, muy pegado a ella, su piel mojada se pegaba a mi piel.
- ¿Qué te ha parecido? – le pregunté.
- – Ha sido genial… – me respondió.
- – Pues eso solo es el principio…
Dándole un mordisco en su cuello, acerqué mis manos a sus pechos y apreté sus pezones, mientras mi polla se apretaba a su culo. Encima de la cama había un pañuelo de seda, lo cogí y até sus manos con él. Quería que me pidiese ser follada, que lo rogase.
- ¿Te aprieta? – le pregunté.
- – No… pero…. ¿qué haces?…
- – No te preocupes, no te haré daño…
Le coloqué de rodillas frente a mi polla, Patricia quería meterla en la boca y yo le sujetaba del pelo sin dejársela tocar. Patricia movía con rabia la cabeza intentando engullir mi polla, pero yo le sujetaba para que no llegase. En una de sus intentonas, solté su pelo y mi polla entró hasta su garganta, lo que le produjo una arcada y el juntar sus manos a mis piernas para poder separarse de mí. Buscó el aire y tosió babeando, mi polla había atravesado su garganta y casi se ahoga.
- ¿te gusta?
- Siii la quiero en mi boca, dámela.
Acercaba mi polla a sus mejillas y Patricia intentaba tocarla con su lengua o con su boca.
Acerqué mi polla a su frente y fui soltando su pelo para que pudiese comerse mis huevos completamente depilados. Primero me chupaba el uno y luego el otro intentando llegar a mi polla. No la dejé y me separé de ella otro poco.
La miré con una sonrisa pícara en mi boca y fui acercando mi polla de nuevo hasta su boca, muy lento, muy despacio. Con una mano sujetaba su pelo y con la otra mi polla, con la que golpeaba sus labios mientras ella abría la boca todo lo que podía intentando llegar a mi polla. Solté su pelo de nuevo y mi polla volvió a entrar hasta su garganta, pero esta vez no la sacó, se quedó chupándola de tal manera que sus chupadas se escuchaban en toda la habitación. La chupada me estaba volviendo loco, Patricia chupaba mi polla con gran devoción y un ligero escalofrío recorría mi espalda. Tuve que sacarla de su boca o me correría.
- nooooo, gritó Patricia, al separarla de su juguete.
El no poder ver, no le permitían agarrar mi polla, pero lanzaba su cabeza y sus manos en busca de mi instrumento.
Dejándola de rodillas busqué por la habitación y otro pañuelo de seda me sirvió para atar sus manos.
Patricia estaba desesperada, ahora no veía y con las manos atadas se sentía indefensa.
- No te preocupes, lo vas a disfrutar.
Mientras buscaba por la habitación había llamado al servicio de habitaciones pidiendo un spray de nata.
Una camarera me lo ofreció y la convencí para que pasase. (Los billetes morados hacen maravillas).
Me rocié la polla con la nata y la fui pasando por la cara de Patricia que recogía con su lengua cuanto podía, yo le ayudaba lamiendo su cara hasta llegar a su boca y besarla con pasión. Se notaba en los besos su calentura. La camarera se fue desnudando y mirándonos con pasión, se relamía y juntaba sus piernas.
- ¿Tenías hambre ehhhhh?. Ahora me toca a mí.
La tumbé en la cama y até sus pies al somier dejando sus piernas bien abiertas. Rocié el coñito de Patricia con la nata e hice una seña a la camarera, para que se pusiese de rodillas frente a ella y empezase a comer su coño. Patricia pareció darse cuenta del cambio, pues muy suave comentó.
- Has cambiado la forma de comerme el coñito, cabrón.
Subí mis manos a sus pechos mientras la camarera seguía comiendo el chochito y apreté fuerte sus pezones, su pelvis subía y bajaba buscando su orgasmo que ya estaba próximo. Bajé mis manos hasta su coñito y metí, uno, dos, tres dedos y con mucha fuerza los metí y los saqué del coño, cuando ya estaba a punto de tener el orgasmo, los saqué.
- cabroooonnnnn
Introduje mi dedo gordo en el coño de Patricia y el anular aprovechando sus fluidos en su culo mientras la camarera no dejaba de succionar su coñito y ahora sí, sin compasión los moví hasta conseguir que un fuerte orgasmo invadiera a Patricia haciéndola temblar de gusto. Pero mis dedos no pararon y la lengua de la camarera tampoco. El orgasmo había sido muy intenso, pero la continuación sin pausa, casi hacen que Patricia se desmaye.
La camarera subió por su cuerpo hasta su boca y poniéndose encima de ella empezó a besarla, mientras yo follaba su coñito, lo que transmitía a Patricia mis movimientos.
- ¿Qué haces cabrón, esa polla es mía?
- Pídela, pídela.
- Dámela por favor, fóllame, por favor.
La camarera se quitó de encima de Patricia y yo me coloqué sobre su sexo entrando de una sola vez y follándola salvajemente, hasta hacer que su cabeza chocase contra el cabecero. Mis embestidas eran brutales y Patricia ya había perdido la cuenta de sus orgasmos. Ya no podía más y tensando mi espalda me corrí encima de ella llenando su coñito con mi leche.
Tumbé a la camarera y empecé a comerla el coñito, estaba muy caliente y su coño estaba inundado, metí un dedo en forma de gancho en su coñito y lo fui meneando lentamente. Patricia una vez recuperada, puso su coño en la boca de la camarera, que lo lamía con ansia mientras recibía mi lamida y mis dedos.
Sujetó las piernas de Patricia y empezó a correrse, formando un charquito en la alfombra. Patricia restregaba su coño por la boca de la camarera mientras se corría otra vez, esta vez sobre su cara, la que llenó con su flujo y con mi corrida.
Nos duchamos, la camarera se marchó y nosotros nos tumbamos en la cama.
- Cabrón, me lo has hecho ganar ehhh, pero ha sido una pasada.
Amaneció un viernes nublado y nos dirigimos al aeropuerto para volver a Las Palmas.
El avión salió puntual y solo nos separaban tres cuartos de hora del aeropuerto de Gran Canaria. Echamos una mantita por encima de nuestros cuerpos y cerramos los ojos. Mi mano buscó el coñito de Patricia subiendo lentamente por su pierna y descubriendo que no llevaba nada debajo. Mi mano acarició su sexo una y otra vez, haciendo que de este empezasen a salir gotitas de flujo que resbalaban por las piernas de Patricia que buscaba con ansia que mis dedos la penetrasen. Acercando su boca a mi oído me dijo:
- Vamos cabrón, acaba lo que has empezado.
- Chuuuss tranquila gatita, sigue ronroneando y tendrás tu premio.
Mis dedos recogían el flujo y lo pasaban por su clítoris, hasta que se pararon en él, haciendo círculos y buscando su placer. Patricia se retorcía en el asiento y gemía ya sin control. Mi boca tuvo que cerrar la suya para acallar los gritos, mientras mis dedos aceleraban el ritmo en su clítoris. Patricia se estiró en el asiento apretando mi mano contra su coño y gimiendo en mi boca, mientras un orgasmo recorría su cuerpo. Uno de mis dedos entró en su coño, mientras otro y gracias a sus propios flujos se adentraba en su culito, ambos empezaron a entrar y salir de sus orificios, casi con una lentitud desesperante. Patricia se retorcía en el asiento mientras cogiendo mi mano le daba más ritmo, se estaba follando muy duro con mi mano. Subió su mano a mi nuca, apretando muy fuerte tensó su cuerpo y se corrió esta vez lanzando un chorro que regó la parte baja del asiento y mojó toda su falda.
- ¿Y ahora? ¿cómo salgo yo de aquí?
- Tienes muchas opciones y todas muy excitantes. ¿tú verás?
Valorando sus posibilidades, cogió la maleta y se dirigió al baño a cambiarse. Evidentemente para esto tenía que recorrer todo el avión, pero con mi jersey en la cintura, daba menos el cante. Volvió con unos vaqueros que parecían pegados y me devolvió el jersey.
- Estás empapada cerda.
- Ya ves qué pena. Se me está metiendo el pantalón en el coño y tengo el clítoris al rojo vivo.
- Que bien, luego damos un paseo.
- No te lo crees ni tú.
Una vez llegados al aeropuerto nos dimos un beso y cogimos dos taxis que nos acercarían a nuestros destinos.
En mi taxi y me dirigí a la oficina. Al llegar, Carmen estaba en ella.
- Buenos días, Carmen, ¿qué tal con Esmeralda?
- Muy bien, es una chica muy aplicada y espabilada, la he dejado sola porque creo que ya está preparada.
- Me alegra mucho saber que hemos acertado, no es fácil pero esta vez hemos tenido suerte. El que estés aquí me viene muy bien, ya que tengo que ir a Tenerife y si estás tú me voy más tranquilo. ¿Ya te han presentado a Unsinn?
- Pues no, la verdad es que acabo de llegar.
- Perdona mi osadía, pero me permití contratarla y creo que me lo agradecerás.
- Unsinn acércate a la oficina por favor. Esta es Carmen, a partir de hoy será tu jefa y dependerás directamente de ella.
Se dieron dos cálidos besos en la mejilla y se pusieron a trabajar. Unsinn explicó a Carmen como hacía las cosas y Carmen atentamente siguió las explicaciones. Yo aproveché para volver a mi casa y darme un chapuzón en la piscina.