Capítulo 4

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Ramón es un muchacho, gordo, bastante gordo, medirá uno sesenta y cinco y pesará ciento quince kilogramos. Aun en este nuevo mundo, le costaba bastante follar, sus flácidas carnes, pues nunca había hecho ejercicio, hacían desistir a más de una que posiblemente por el morbo si quisiera follarlo. Ramon tenía una buena polla y por eso muchas veces triunfaba con las mujeres, casi todas ya de una edad. En el barrio donde trabajaba, las mujeres habían corrido la voz. Su polla superaba los veinticinco centímetros de largo y casi once de ancho. Además, tardaba mucho en correrse, lo que a algunas les proporcionaba un enorme placer. Ramon era el repartidor del supermercado y siempre tenía trabajo, trabajo doble. Su jefe no sabía porque ese muchacho gordo, tenía más fans que Andrés, el cachitas. Aunque este tampoco iba mal de pedidos.

Ese día, doña Rosario, una mujer de cincuenta y seis años, también rolliza, había hecho un gran pedido. Había dicho que su marido se había ido una semana por trabajo y que como no tenía quien le subiera las bolsas, había pedido que las subiera Ramón. Cuando Ramón entró en la casa de Rosario, está vestía un ligero camisón blanco, que dejaba a la vista sus carnes. Ramon se excitó a la vista de los grandes, grandísimos pechos de Rosario. No sabía calcular, pero una ciento diez se quedaba pequeña. Sus aureolas eran mayores que una galleta maría y sus pezones como el capuchón de un bolígrafo BIC más gorditos, pero igual de largos. Estos mantenían la tela de su camisón despegada de sus carnes.

  • Hola Ramón, ¿quieres tomar algo?
  • Ramón estaba alucinado con esos pechos, deseaba tocarlos y comerse esos pezones.
  • Ramón, Ramón, ¿quieres algo?
  • Perdón señora, perdón, no puedo dejar de mirar sus pechos.
  • Si te sacas la polla me quito el camisón.
  • Ramón la miró alucinado, rápidamente se bajó los pantalones y dejó a la vista su polla, ya casi erecta. No se quitó la camisa, pues le daba vergüenza ver colgar sus carnes.
  • Entero, desnúdate entero.
  • Ramón se desnudó entero, mirando como Rosario sacaba el camisón por encima de su cabeza. Al hacerlo sus pechos se irguieron y se ofrecieron enteros a Ramón. Este se lanzó a por ellos y metiendo un pezón en su boca, sorbió de él.
  • Así chiquitín, así, mámame los pechos, aliméntate de mí.

Mientras con una mano elevaba el pecho, con su boca mordía y lamía el pezón. Esos pechos blandos y gordos le habían puesto la polla como una barra de hierro.

Rosario aprovechó para bajar a tocar esa gruesa polla y sentirla en sus manos. Aunque las carnes de Ramón se lo ponían difícil, consiguió sujetarla, con las dos manos. La notaba caliente y gorda con una gran vena en medio, deseaba llevarla a su boca.

  • Ramon quiero tu polla en mi boca.
  • Hagamos un sesenta y nueve, a mí me encanta.

Rosario se puso sobre él, clavando su coño en la boca de Ramón. Este a su vez buscó con su barbilla el gran coño de Rosario, tiró de sus labios hacia abajo, clavando su barbilla en ellos y su clítoris quedó a la altura de su lengua. La punta de la lengua de Ramón acariciaba la cabecita de ese clítoris titilando lentamente. Por su parte Rosario engullía más de media polla de Ramón que ya llegaba a su garganta y le dejaba sin aire. Rosario soltaba pequeños regueros de flujos, cada vez que le venía una arcada.

Ramon incansable, lamía y sorbía ese coño que de vez en cuando le regalaba pequeños chorritos de un manjar jamás tomado. El coño de Rosario tenía un sabor muy rico. Ramon sujeto a las posaderas de Rosario, esas posaderas blanditas que le permitían aplastarlas con sus manos como si fuera plastilina. Ramón incansable las amasaba mientras su lengua seguía lamiendo ese coño que cada vez le regalaba más jugos.

Por su parte Rosario tragaba y tragaba la polla de Ramón, consiguiendo tragar cada vez más trozo de esa polla. Las fofas carnes de la barriga de Ramón le proporcionaban una muy mullida almohada donde reposar su cabeza.

Rosario empezó a gemir con la polla en la boca, se la clavó hasta la garganta produciéndose ella misma una arcada y a la vez que su coño manaba incansable, su cuerpo botaba sobre la lengua de Ramón. Ramón sujetó con fuerza el culo de Rosario e imprimió más rapidez a su lengua. Rosario se volvía loca.

  • Para por favor, para que matas, paraaa

Ramón la apartó a un lado, acercó su culo al borde de la cama, le abrió las nalgas y la penetró de una. La humedad de Rosario, le permitió entrar sin ningún problema. Rosario bramaba, gritaba, meneaba su culo con frenesí. Ramon azotó el culo de rosario dejando los cinco dedos marcados en ese inmenso culo.

  • Así cabrón, así, ya era hora, fóllame hijo de puta, vamos, más fuerte.

Ramon se encabritó y le dio con todas sus fuerzas, las carnes de ambos chocaban entre sí, haciendo que los cuerpos rebotaran. En una de estas, la polla de Ramón se salió del coño de Rosario y entró por su puerta trasera.

  • ahhh, hijo de puta. No pares cabrón, ahora no se te ocurra parar.

Ramón continuó bombeando con todas sus fuerzas asido a las lorzas de Rosario. Esta bramaba como una cerda y pedía más y más. Cuando Rosario cayó sobre la cama, Ramón le llenó el culo de su espesa y abundante leche.

  • Tenían razón esas perras, ¡qué bien me has follado joder que gusto!

Ramón no dijo nada, se levantó, le azotó nuevamente en su orondo culo, se vistió y se marchó.

Mariana, una MILF de cuarenta y tres años, había bajado a comprar, con la intención de llevarse a Andrés a la cama. Andrés era el otro repartidor, un chaval de unos veinticinco años, todo músculo, menos en una parte, su polla apenas le medía doce centímetros, pero sabiéndola usar esto no tenía mucha importancia ¿o sí?

El jefe le dijo a Andrés donde tenía que llevar el pedido y este raudo salió con la compra. Al llegar a casa de Mariana alucinó. Ahí estaba esa MILF radiante con una camiseta de tirantes y una tanguita que dejaba a la luz sus gruesos labios vaginales. Andrés se empalmó rápidamente. Mariana se acercó a él despacio, le acarició el torso y se relamió, su sexo ya había empezado a trabajar.

  • Ven aquí chavalín, veamos si esos músculos te sirven para algo.

Mariana repasó su torso, tiró de su camiseta hacia arriba y pudo comprobar esos músculos esculpidos a base de pesas. Mariana los acarició, llevó su boca a ellos, los pechos, los bíceps y sus pequeños pezones que lamió, lamió despacio, recreándose con sus pechos, su liso vientre, para bajar a la cintura del pantalón que lentamente fue bajando junto con los calzoncillos. La polla de Andrés la saludó erecta, Mariana la cogió en su mano, la meneó un poco y la metió entera en su boca. Le dio una mamada que resultó corta, pues Andrés se corrió como un primerizo en su boca al minuto de tener su polla en esa experta boca. Mariana lo miró, sabía que pronto se recuperaría, pero ahora quería disfrutar ella. Se quitó la camiseta y la tanga, se tumbó sobre el respaldo del sofá y le dijo.

  • No pares hasta que me corra.

Andrés metió su cabeza entre esas perfectas columnas y sacando su lengua empezó a chupar el coño de Mariana, que, viendo su torpeza, lo guío hasta su clítoris. Andrés chupaba con ganas, pero sin dirección, era la propia mariana quien le guiaba hasta sus puntos de placer. El chaval ponía interés y lamía con ganas ese coño que le rezumaba sus líquidos.

  • Mójate un dedo y métemelo en el culo.

Andrés así lo hizo, se mojó un dedo y lentamente lo fue metiendo en el culo de Mariana. Esta gemía cada vez con más insistencia y Andrés se vino arriba y penetró con rapidez ese apretado culo.

Mariana estalló en su boca, regando su pecho y hasta su polla que ya estaba otra vez en plena erección. Mariana que lo vio, le sentó en el sofá y se sentó sobre esa polla esperando que ahora aguantarse más. Andrés gozaba como nunca lo había hecho, esa mujer sabía moverse y sabía ordeñarle, intentaba aguantar lo que podía, pero volvió a correrse en breves momentos. Mariana lo tumbó en el sofá, le puso el coño en la boca y empezó a comerle la polla. A los pocos minutos Andrés ya estaba listo.

  • Azótame con fuerza y dame duro desde atrás y aguanta cabrón, aguanta.

Andrés hizo lo que le dijo Mariana, se colocó tras ella azotó con fuerza sus dos nalgas, apuntó su polla al coño de Mariana y de una se la clavó. Mariana se agarró con fuerza a las telas del sofá y disfrutó de esos azotes que rápidamente calentaron su culo y su cuerpo.

  • No pares cabrón, no pares.

Andrés seguía dándole con fuerza, esto le excitaba, pero haberse corrido dos veces, le hacía aguantar esta vez sí, hasta que mariana se corriese. Mariana gritaba de gusto, mientras el calor de su culo invadía su cuerpo. Explotó en un terrible orgasmo que la dejó tumbada en el sofá, pero Andrés que ya estaba a punto no paró hasta llenar el coño de Mariana con su leche.

Tras esta tercera vez, se vistió y dejó a Mariana tumbada en el sofá. Esta pensó que tendría que probar al gordito, este aperitivo no había estado mal, pero quería el plato fuerte. Se había quedado con ganas de polla y tras encender su teléfono móvil, marcó el número del supermercado, sabía que el cachitas aún no estaba.

  • Buenas tardes, me ha surgido un compromiso y necesito estas cosas. ¿me las podrían traer cuanto antes?
  • No hay problema señora, pero Andrés aún no ha llegado.
  • No importa, que me las traiga el otro.
  • Como usted diga en media hora estará en su casa.
  • Muchas gracias.

A la media hora Ramón se presentó con la compra en la casa de Mariana. Esta, esta vez le esperaba totalmente desnuda, con una pequeña toalla anudada tapando escasamente sus pechos y su sexo.

  • Perdona, estaba en la ducha.
  • No importa. Dijo Ramón
  • Joder que buena esta la puta esta pensó Ramón, a la vez que notaba como su polla iba tomando forma dentro de su pantalón.
  • A Mariana Ramón le daba morbo y también un poco de asquito. Se acerco a él
  • Me han dicho que eres un buen cabrón y follas como un toro.
  • Eso lo tendrá que decir usted, no se deje guiar por las habladurías.

Mariana se lanzó a él, el chaval tenía una bonita boca y no dudó en comérsela. Besaba bien eso era un punto a su favor. Bajó su mano y tocó su polla. ¡joder que es esto! Mariana se relamía, eso sí que era una buena polla. Sacó con dificultad la camisa de Ramon por encima de su cabeza, le acarició el cuerpo, apretando sus pechos blanditos que eran más grandes que los suyos y bajo por enorme tripa hasta la cintura del pantalón. Le soltó los botones y se lo bajó, tiro de los calzoncillos también y ante ella apareció la anaconda. Mariana la miró embelesada, la cogió con sus dos manos, la meneo despacio y lentamente acercó su boca al capullo. Metió esté en su boca con esfuerzo, era muy grueso. Chupó esa polla hasta casi desgastarla teniendo el primer orgasmo con ella en la boca. Se tumbó en el sofá y acercó a ella la boca de Ramon, a este no tuvo que guiarle, ¡como chupaba el muy cabrón! Mariana se deshizo en la boca de Ramón, llenando su cara con sus jugos. Ramon no paraba y ella se corría una y otra vez sobre esa boca. Lo separó de ella, lo miró a los ojos y muy dulce le dijo.

  • Fóllame

Ramon la puso en cuatro sobre el sofá y ahora se dio cuenta de su culo rojo.

  • ¿Te gusta duro ehh putita?
  • Si, fóllame, hazme tuya, si follas como lames, seré tu perra.

Ramon se mojó la polla con su propia saliva, acercó la cabeza de su polla al sexo de Mariana y lentamente entró en ella.

Mariana creía morir, esa polla iba llenando su coño sin dejar ni una gota de aire en él. Cuando Ramon tocó fondo, Mariana gritó y volvió a gritar cuando el azotó su culo aun caliente de la paliza anterior. Mariana hervía por dentro y esa polla la estaba volviendo loca

  • Mas, mas, no pares, no pares, más fuerte, si más, me corro siiii

Mariana regó la polla de Ramón casi desfallecida, pero este no paraba, siguió dándole con fuerza azotes y pollazos. Le daba con fuerza y Mariana estaba en shock ya no sentía, solamente se dejaba ir, su cuerpo mandaba en ella y perdió el sentido. Ramon se salió de ella y la dejó recuperarse. Cuando abrió los ojos, Mariana se postró de rodillas ante Ramón, le cogió la polla y empezó una felación profunda, ayudada por sus manos. Ramón apretó su cabeza con fuerza, en el mismo momento que su polla empezaba a soltar terribles goterones en la garganta de Mariana. Esta, tragó la merienda sin poner excusas y después le limpió la polla.

  • Joder cabrón, menudo polvazo. Las puertas de mi casa están abiertas para ti, puedes venir cuando quieras.
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