La tarde que estaba dando el chaval era de aúpa, se peleaba con sus primos por todo, desobedecía continuamente, y para rematar le dio con una pelota a la tele, fue entonces cuando su tía enfureció de verdad, se fue hacia él y le dio varios azotes en el culo con la mano abierta.
-Me tienes más que harta esta tarde, pero te juro que en cuanto venga tu madre le digo lo mal que te estás portando, y que no me haces caso en nada de lo que te digo.
Aquello no gustó nada al niño, sabía que su madre lo canearía al llegar a casa, y claro expresó su enfado diciéndole a su tía
-Me da igual lo que le digas, y además tú no me pegues que no eres mi madre.
-¿Cómo?¿Que yo no te pego? Ahora te vas enterar
María si algo no soportaba era la chulería de los niños, le parecía algo de niñato, y no se lo consentía a sus hijos, y tampoco lo iba a hacer con su sobrino, entonces dando una patadita se descalzó la zapatilla y vio como a su rebelde sobrino le cambió la cara, había visto a su tía en acción con sus primos, y aquello eran palabras mayores, él no había probado todavía la zapatilla de su tía, y se asustó de lo que le venía encima.
-Ven aquí, ahora te diré si te puedo pegar o no te puedo pegar PLASSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSS PLASSSSSSSS PLASSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS,
-BUAAAAAAAAAAAAAA BUAAAAAAAAAAAA BUAAAAAAAAAAAA BUAAAAAAAAAA
Los pocos zapatillazos que le dio fueron duros, pero los alaridos lo fueron aún más, parecía que lo estaban matando.
Su tía decidió no seguir con la zurra, no quería tampoco pasarse con alguien que no fuera su hijo, por muy sobrino que fuera, pero se prometió a sí misma que cuando llegara su hermana le contaría con pelos y señales todas las peripecias del niño.
Y así fue, cuando llegó Concha, varios años menor que María, ésta le contó casi todo lo que había ocurrido aquella tarde.
-Ah y que sepas, que le he dado unos azotes, primero con la mano, pero como se me ha puesto chulo, ha probado también la zapatilla
La cara de enfado de Concha asustaba, no soportaba esos actos del malcriado de su hijo, y mucho menos en casa de su hermana, que encima que se ofrecía a cuidarlo una tarde a la semana no tenía por qué soportar encima esos actos de niñato, el cabreo aumentaba que oía cada una de las barrabasadas.
-Dame la zapatilla María!
-¿Qué?
-Tu zapatilla, dámela.
Y María volvió a descalzarse su zapatilla por segunda vez en menos de media hora, era una zapatilla abierta por detrás de un color rojo suave, con tres mariposas de adorno en el empeine, y la suela de goma amarilla.
La chinela salió disparada como una centella de su pie y a esa misma velocidad la cogió su hermana del suelo y empezó a darle zapatillazos a su hijo, provocando de nuevo fuertes alaridos, pero hay que decir que ahora con razón, su madre lo aprisionó entre el sofá y la pared y le dio un palizón que no olvidaría en mucho tiempo, Concha levantaba la mano bien alto armada con la zapatilla de su hermana, y la bajaba a la velocidad del rayo, y uno y otro y otro y otro y otro y otro y otro y otro, hasta completar una tunda que el chaval no daba crédito.
-Vale, ya vale Concha, déjalo que lo vas a matar.- Le dijo María a su hermana intentando quitarle la zapatilla, pero no era tan fácil.
-Lo voy a matar a palos PLASSSSSSSSS PLASSSSS PLASSSSSSS, POR GOLFO, POR SINVERGÜENZA, LO MATO PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSS PLASSSSSSS
-Ya ya, Concha ya, para mujer para que lo vas a matar.
Entonces más por cansancio que por otra cosa, cesó la azotaina, Concha dejó caer la zapatilla junto a su hermana, y esta se la calzó inmediatamente sin apenas mirarla, con el donaire que se tiene cuando se ha hecho ese gesto muchas veces.
Pero a Concha todavía le duraba el enfado así que cogió a su hijo por la oreja y se dispuso a salir así con él de casa de su hermana, antes los berridos del chaval lo soltó de la oreja, y le dio otros fuertes azotazos con la mano.
-¿Sigo?¿Quieres que siga?
-Noooooooooo buaaaaaaaaa buaaaaaaaaaaaaaa.
-Déjalo ya Concha, le has dado una buena paliza.
-¿Que lo deje? De eso nada, todavía no he terminado con él, en cuanto llegue a mi casa le voy a dar otra.
-Nooooooooooo mami por favor otra nooooooooo buaaaaaaa buaaaaaaa buaaaaaaaaa.
Y así se fueron madre e hijo, y no se sabe si en casa le volvió a dar o no, lo que sí que es cierto es que a la semana siguiente cuando se quedó otra vez en casa de su tía, el chaval se portó como los mismos ángeles, y cuando llegó su madre a por él, le preguntó a su hermana.
-Muy bien, hoy se ha portado muy muy bien, me ha ayudado a limpiar y todo.
-Por lo cuenta que le trae.